jueves, 25 de noviembre de 2021

JOSELITO Y CORROCHANO: «EL PACTO DE LA ESTRECHA»

Por Antonio Luis Aguilera

El dominio de Joselito. Foto Serrano

El pasado mes de octubre fallecía en Madrid a los 89 años de edad Gonzalo Sánchez Conde, conocido en el mundo taurino por Gonzalito, descubridor de toreros como Víctor Mendes o El Cid, y mozo de espadas y hombre de confianza durante tres décadas de Curro Romero. Este andaluz de Gibraleón (Huelva), hombre afable y ameno, gran conversador sobre ese mundillo que tan bien conocía, contaba entre sus muchas anécdotas una que no es conocida por la afición: la causa de la estancia en Tánger de Gregorio Corrochano, crítico taurino del diario ABC.

Gregorio Corrochano

Manifestaba Gonzalito que entre los toreros a los que don Gregorio «zurraba la badana» estaba el malogrado espada valenciano Manolo Granero. En un encuentro del matador con el obispo de la ciudad del Turia, ante la extrañeza de la autoridad eclesiástica sobre la inquina que intuía en los afilados comentarios del redactor taurino, fue interpelado por la razón de esta, a lo que el torero contestó que él no se plegaba a ciertas pretensiones. El señor obispo, aficionado y seguidor del torero, elevó su queja e informó de la conversación a la dirección de ABC, que destinó temporalmente al cronista a Tánger como corresponsal de guerra. Sea como fuere, lo cierto y verdad es que el periodista dejó de escribir crónicas taurinas el 23 de julio de 1921 y marchó a Marruecos como corresponsal de guerra, retornando a la información taurina de ABC el 25 de octubre de 1922 (Manuel Granero fue corneado mortalmente en Madrid por el toro Pocapena, del Duque de Veragua, el 7 de mayo de 1922, cuando contaba veinte años de edad).

Excelente par de banderillas de Joselito en Madrid

Llama la atención de don Gregorio Corrochano, pródigo por su fecunda obra taurina en la tribuna más influyente de España —no menos pródiga en subjetividad y dogmatismo—, que durante su ejercicio en la crítica se posicionara contra tres toreros que resultaron determinantes en la Tauromaquia: Joselito, Chicuelo y Manolete, ni más ni menos que la terna que configura la columna vertebral del toreo moderno: el ligado en redondo, el sistema técnico que desde los años cuarenta del siglo XX sería adoptado definitivamente por la inmensa mayoría de los toreros para manifestar su arte. Podría decirse que los tuvo ante sus ojos, los miró y no los supo ver. No entendió su dimensión histórica. 

Bastantes años después de la muerte de José en Talavera, a modo de homenaje —eso sí, compartido—, escribiría el libro «Qué es torear. Introducción a las tauromaquias de Joselito, El Gallo y Domingo Ortega (1953)». También, ante la cogida mortal de Manolete solicitaría la gran Cruz de Beneficencia para el torero al que había llamado ventajista por torear de perfil, en clara insinuación de cobardía. Anteriormente, al gran Chicuelo, creador de la faena moderna, lo había envuelto en el papel de regalo de una chicuelina con el rótulo de fino torero sevillano. Inevitablemente hemos de recordar la acertada reflexión del gran pensador del toreo José Alameda: «¿Por qué en la historia se establecen dogmas? La historia no los establece. Los crean algunos críticos y, lo que es más grave, algunos profetas».

Plaza de toros Monumental de Sevilla

La ácida campaña contra Joselito se recrudeció desde la poderosa tribuna taurina de don Gregorio en 1919. Las aguas bajaban turbias desde la construcción de la plaza de toros Monumental de Sevilla, cuando la ciudad tenía su coso de ilustre abolengo, y la familia Luca de Tena, propietaria del diario ABC, mantenía estrechos lazos con los miembros de la Real Maestranza, que no veían con agrado la puesta en escena de otro palenque taurino que les hiciera la competencia. Así las cosas, influenciado o no por la dirección del periódico, Corrochano se posicionó abiertamente contra el espada sevillano, entusiasmado con el proyecto de levantar plazas de toros monumentales en España, para aumentar la capacidad de los recintos, y facilitar el acceso a las localidades baratas del público con escasos recursos económicos.

Gracias a la brillante idea de Joselito aún celebran corridas las plazas de Madrid o Pamplona —esta última réplica de la hispalense—. La plaza Monumental de Sevilla, con capacidad para 23.055 espectadores, fue inaugurada el 6 de junio de 1918 en terrenos de la zona de Nervión, clausurada el 8 de abril de 1921, tras la muete del torero, y derribada definitivamente en 1930. El Gobierno Civil firmaría la sentencia de una condena impuesta desde que fue proyectada. Después de tres años de competencia de ambos cosos, Sevilla recuperaba la normalidad con su plaza, la Real Maestranza, por la que había tomado partido don Gregorio cuando en ambas se celebraban funciones taurinas: «La Maestranza tiene la lozanía de una mujer joven; la Monumental es una jamona; guapa pero una jamona».

Desplante de Joselito en la plaza Monumental de Sevilla

La relación entre el influyente crítico y el grandioso torero era demasiado tensa. A Joselito le quitaba el sueño un acoso que consideraba tremendamente cruel e injusto, mientras desde su pedestal Corrochano no tuvo reparos en atacar al torero por todos los frentes, incluso aquellos que trascendían de la narración de los hechos en los ruedos, al insinuar la manipulación fraudulenta de los pitones de los toros en el cajón de curas del embarcadero ferroviario de «Los Merinales», o airear la tristeza que embargaba al joven diestro ante su amor imposible con Guadalupe de Pablo Romero, hija del famoso ganadero, quien se oponía a esta relación.

En la magnífica obra del periodista Paco Aguado «Joselito El Gallo, rey de los toreros» (publicada por Espasa Calpe en 1999, y reeditada por Editorial El Paseo en 2020), se cuenta que el cronista Don Justo reveló a finales de 1920 en la revista taurina The Times, la conversación íntima que mantuvo con el torero, cuando indignado por la despectiva crónica de Corrochano «Joselito torea en el patio de su casa», de la última corrida de la feria de San Miguel de Sevilla, le dijo:

 «—Es que es insaciable, ¡insaciable! —se quejaba José—. ¡Qué mala persona es ese hombre, Don Justo, qué mala persona!

—¿Pero no le has hecho muchos favores?

—Muchos, pero le vuelvo a decir que es insaciable. Yo no me merezco que me trate así. Ese hombre es mi sombra negra, me quita el sueño (…) No sé lo que quiere, pero le vamos a quitar la cabeza Don Justo».

Natural de Joselito en Barcelona. Foto Mateo

Tratando de reconducir la insostenible relación Ignacio Sánchez Mejías, matador de toros y cuñado de Joselito, propició un acercamiento entre el crítico y el torero para firmar la paz, encuentro que se conoce como el «Pacto de la Estrecha», porque tuvo lugar en el restaurante de este nombre, ubicado en la calle Mayor de Madrid, donde en un almuerzo José llegó al acuerdo de actuar por 5.000 pesetas —la mitad de sus honorarios por tarde— en la fatídica corrida del 16 de mayo de 1920 en Talavera de la Reina, localidad natal del crítico, organizada por unos familiares de este, y donde desgraciadamente  hallaría la muerte en las astas de Bailaor, de la ganadería de la Viuda de Ortega, que era doña María Josefa Corrochano, tía de don Gregorio, en un festejo que organizaba su hijo Venancio, propietario de la plaza.

No cabe la menor duda de que el destino de las personas no está en manos de los hombres, pero resulta penoso recordar que Joselito decidiera ir a torear a Talavera de la Reina para poner fin a un hostigamiento cruel e injusto, a un acoso periodístico que lamentable y accidentalmente acabó en fatal derribo, en el insospechado final de uno de los toreros determinantes y más importantes de la historia.

TEXTO RELACIONADO: VENCIDOS POR LA VIDA.

1 comentario:

Andrés Osado dijo...

Magistral, amigo Antonio. Un abrazo