Mostrando entradas con la etiqueta Walter Zuluaga. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Walter Zuluaga. Mostrar todas las entradas

miércoles, 6 de mayo de 2020

¿DÓNDE ESTÁN AHORA LOS ANIMALISTAS?


Por Antonio Luis Aguilera

"Esperando la tarde". Óleo de Walter Zuluaga
Tan enorme es la demanda para sacrificar toros bravos, que los ganaderos tienen que pedir cita previa para enviar sus reses a los mataderos. Lamentablemente, la temporada 2020 se da por perdida. La flor de la camada, la que había sido destinada a las ferias de Valencia, Sevilla, Madrid, Pamplona, Bilbao y las mejores plazas francesas, ha sido o está siendo transportada en camiones a unas corraletas lúgubres, manchadas de sangre, donde los animales bravos, cuya intuición nada tiene que ver con los mansos, manifiestan un desatado nerviosismo al presentir la muerte.
Una muerte que vendrá tras un disparo en el testuz, o quizá, preferimos pensar, de un cachetazo de gracia cuando el tiro no es fulminante, para que forme parte de una cadena de producción donde los animales, todavía vivos y aterrorizados, en sus últimos y agónicos derrotes, serán engarzados en los garfios que llevan a la sala de despiece. Por respeto a la sensibilidad de nuestros lectores y a la dignidad de cualquier animal, no insertamos las horrorosas imágenes que pueden verse en los videos de Internet, aunque serían recomendables para que los colectivos animalistas pudieran comparar la muerte de un toro bravo en el ruedo y su sacrificio en el matadero. Preferimos editar las preciosas pinturas de Walter Zuluaga.

"Los colores del verano". Óleo de Walter Zuluaga.
Por unos quinientos euros la res, el negocio de los ganaderos, que no tienen otra opción de dar salida a los animales, es ruinoso y humillante. Criar un toro bravo cuesta alrededor de los cinco mil euros, en los cuatro o cinco años que se le mantiene con vida, bien alimentado, desparasitado, vacunado, curado de las heridas de las peleas, y controlado sanitariamente en todo momento, para que llegue en plenitud al fin por el que fue criado por su linaje: lidiarse en la plaza y demostrar su bravura y nobleza. Cinco años en los que a diferencia del vacuno para abasto público, que se sacrifica con meses, fueron los amos de la dehesa, los destinatarios de los mejores pastos y piensos, de forraje en los años de sequía, y de los cuidados de vaqueros y ganaderos. Un lustro que hubiera tenido un rendimiento cárnico y económico muy diferente para el ganadero de criar ganado manso.  
¿Dónde están ahora los compasivos animalistas, los sufragados por grupos de presión, los lobbys que generan verdaderas fortunas con productos alimenticios para animales domésticos? ¿Dónde, ante la ruina económica y genética del toro bravo, que de la noche a la mañana no vale para nada, siendo destinado al matadero porque no se puede lidiar, y el próximo año tampoco al tener los seis años de edad? ¿Por qué el gobierno, aprovechando la crisis humanitaria del maldito Covid, deja en el desfiladero a todos los colectivos que viven de  ese espectáculo que en 2017 aportó a la Hacienda Pública 4.500 millones de euros, el 0,36 de PIB, por los 19.882 festejos celebrados (18.357 populares y el resto reglados), según datos de la Asociación Nacional de Organización de Espectáculos Taurinos?
"Castaños". Óleo de Walter Zuluaga
¿Dónde esconden ahora su compasión los animalistas que lloraban ante los camiones de cerdos destinados al sacrificio, para darles con sus hipócritas lágrimas una despedida cariñosa?
¿Por qué tanta insolidaridad con nuestra historia, cultura y tradición, y con las miles de familias que viven del toro bravo: ganaderos, toreros, banderilleros, picadores, mayorales, vaqueros, veterinarios, transportistas, sastres de toreros, criadores de caballos para picar, fabricantes de petos, puyas y banderillas…? El toreo no ha sido jamás de derechas ni de izquierdas, sino del pueblo, y el gobierno no debe ignorar la tragedia que vive su gente.