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domingo, 23 de enero de 2022

OTRA VEZ JOSÉ Y JUAN

Por Antonio Luis Aguilera

Morante. Óleo de Diego Ramos

Casi un siglo después la historia reescribe en los carteles los nombres de dos toreros míticos de Sevilla: José y Juan. José no es de Gelves, sino de la Puebla del Río, y Juan no nació en Sevilla, sino en Triana. Morante luce los galones de un cuarto de siglo en el oficio; Ortega solo ha completado una temporada en las ferias, pues hasta la inolvidable epifanía de Linares fue ignorado por el «sistema» que ahora lo protege, al que no importaba que se marchara aburrido tras seis años de admirable e incansable lucha desde la alternativa.

José Antonio Morante Camacho y Juan Ortega Pardo están actualmente en el punto de mira de una afición selecta que busca el buen toreo. Son la pareja deseada para las grandes ferias y para cualquier acontecimiento importante de la temporada, la que otorga lustre al cartel y motiva al espectador para acudir pronto a las taquillas y comprar un boleto de esperanza, de los que invitan a soñar que salga premiado, para después guardarlo en las páginas de un libro y al encontrarlo poder recordar el delicado perfume de ese toreo singular, que por belleza y emoción eriza el vello y seca la garganta, cuando en el ruedo se manifiesta la magia de un instante único e irrepetible, de un calambrazo sensorial colectivo que provoca la estruendosa manifestación de jubilo en el público, que al liberar su ole coral quebranta el inquieto silbido de los vencejos en la hora de su vuelo rasante.

Juan Ortega, Foto Rafael Villar

Y como en el siglo anterior no solo hay dos, sino tres o cuatro para completar la terna o combinarla con los espadas que la afición selecciona por la clase de su toreo, por su concepto, por su línea de elegancia, como la que antaño encarnaba Rodolfo Gaona, o mostraba la fantasía de Rafael el Gallo, y un poco después, revelaba la gracia sevillana recreada en la faena nueva que alumbró el no menos grande Manuel Jiménez «Chicuelo». Ahí están hoy Diego Urdiales, Pablo Aguado, Emilio de Justo, Ginés Marín

La pandemia ha inclinado la sensibilidad del espectador —y lo que es más importante: de la juventud— hacia el toreo clásico, hacia la expresión personal del arte que fluye de la forma más natural, hacia el trazo sentido de la suerte manifestada con la sencillez del suave pulso en las telas, que llevan y traen al toro mecidas con la delicada y tremenda fuerza del temple que acaricia, atempera y crea obras efímeras en lances o pases, versificando en el albero trasteos y faenas que emocionan como los más bellos y profundos poemas. ¿Quién dice que el toreo se acaba…? Otra vez José y Juan, con Diego, Pablo, Emilio o GinésY con todos los que saben y quieren torear con la verdad por delante, con todos los que quieran sumarse para seguir alimentando la ilusión del público engrandeciendo el toreo, ese arte flexible capaz de acoger la diversa expresión de acentos interpretados con autenticidad, sin tamizar con las técnicas ventajistas que los adulteran. Como enseñaba el gran pensador del toreo José Alameda: «El toreo no es graciosa huida, sino apasionada entrega». Alborea una temporada con un horizonte lleno de ilusión, de anhelos por contemplar la singularidad de esos privilegiados por su forma de hacer y expresar un arte único e irrepetible: el toreo. 

jueves, 14 de octubre de 2021

LA GENTE JOVEN HA VUELTO A LAS PLAZAS

Por Antonio Luis Aguilera

La increíble despaciosidad de Juan Ortega.
 Foto Arjona (Revista Aplausos)

De los aspectos más importantes de la temporada que está a punto de concluir nos quedamos con la vuelta de la gente joven a las plazas. Da gusto ver los tendidos con tanta juventud, que acude sin complejos a presenciar un espectáculo profundamente arraigado en nuestras costumbres, y que desde hace siglos forma parte de la cultura de España, a pesar del desprecio actual de los políticos ignorantes que gobiernan la nación, quienes tratan de hundirlo con conductas prevaricadoras, como la denegación del subsidio por Covid a los profesionales del toreo, a pesar de las terribles circunstancias económicas, que tuvieron que acudir a los tribunales de Justicia para que estos les reconocieran su derecho a percibirlo, algo increíble en un gobierno de izquierdas que no respeta la diversidad ni el derecho.

El mismo que pretende prohibir la asistencia a los espectáculos taurinos de los menores de 16 años, propuesta que fue llevada el pasado fin de semana al congreso del partido en Valencia; y el que ha sacado de la chistera del dinero público un bono cultural de 400 euros para los jóvenes que cumplan los 18 años en 2022, con el que sin el menor escrúpulo busca la compra de votos, y que con deliberada desvergüenza excluye a la fiesta de los toros, curiosamente a propuesta de la misma ministra —ahora vicepresidenta del gobierno— que tanto daño moral y económico causó a los profesionales del toro denegando las ayudas Covid.

El hermoso trazo del toreo de Morante. Foto Plaza1

Es decir, un nuevo acto de presunta prevaricación gubernamental —que afortunadamente va a ser llevada a los tribunales por la Fundación del Toro de Lidia—, tratando de orillar desde el Estado la ley 18/2013, de 12 de noviembre, para la regulación de la Tauromaquia como patrimonio cultural. Otro obstáculo en el camino del toreo de un gobierno que lo odia y lo margina, no respeta a sus profesionales, ni acepta la libertad consagrada en la Constitución para que la ciudadanía haga y elija lo que le plazca dentro de los límites de legalidad. Otro impedimento más al toreo de esa mediocridad política a la que se le llena la boca hablando de libertad y respeto.   

Pero a pesar de este sucio acoso del gobierno a los profesionales taurinos y a los aficionados, la respuesta de la gente joven ha sido la contraria a lo pretendido y esta temporada ha vuelto con fuerza a las plazas, como ha podido verse en las corridas televisadas por el Canal Toros de Movistar, y de forma especial a las corridas donde tomaban parte toreros considerados artistas por la bella y singular manifestación de su acento personal, ese que cuando se expresa ilumina el ruedo con la cegadora fuerza del relámpago para que los tendidos, asombrados ante el fenómeno, liberen el estruendo del ole seco y profundo, la catarsis ante la experiencia vital profunda y comunitaria, que únicamente se desencadena ante unas verónicas ralentizadas, o unos naturales que no terminan en la despaciosa y serpenteante embestida que rodea la cintura del artista que cita, trae, pasa y lleva una amenaza de muerte hasta detrás de su cintura para poder ligar otra embestida.

La belleza dibujada por Diego Urdiales

La gente joven ha elegido bien rechazando debates estériles de confrontación política —¡qué lejos quedan los tiempos de consenso y debate de aquellos políticos de talla de cualquier formación en la transición!— y siendo testigos de una temporada fecunda en el toreo de arte, ese que permanece siempre en la mente de la afición, y que será recordado como el suceso de tal plaza o cual feria, porque la firma de su autor no se difuminará con el paso del tiempo, como sí lo harán con toda seguridad los discursos fatuos de la vigente clase política, que tanto hartazgo, desazón y malestar provoca en la ciudadanía.

¿O es que puede olvidarse el hermoso trazo del toreo de Morante, la belleza dibujada por Diego Urdiales o la increíble despaciosidad de Juan Ortega…? Tres nombres propios de la temporada para elegir una terna soñada, a los que cada aficionado podrá añadir algunos más, de esos héroes que jugándose la vida cada tarde han reivindicado en la arena la belleza del toreo en su más excelsa expresión. Y lo han hecho con tanta intensidad que otras manifestaciones artísticas, que antes del Covid estaban de moda, las catalogadas en el concepto del «más difícil todavía», han pasado a un segundo plano ante la poesía del toreo sin estridencias, el de manos bajas, trazos de seda y templado compás, que por su inolvidable plasticidad y verdad eriza el vello, humedece los ojos y seca las gargantas cuando un artista se juega la vida ante un toro bravo. 

Eso sí que es arte de verdad y no los groseros ataques y censuras del gobierno de España a la Tauromaquia. Sin bono cultural o pretendida compra anticipada del voto, la gente joven ha vuelto a los toros haciendo uso de su libertad y de su sensibilidad. A pesar de tanta hostilidad los aficionados estamos de enhorabuena.

martes, 8 de junio de 2021

GARZÓN APUESTA POR LOS AFICIONADOS

Por Antonio Luis Aguilera

Cartel de la corrida de Morón de la Frontera
 

José María Garzón ha vuelto a confeccionar un espectáculo de los que pone de acuerdo a los aficionados, programando para el viernes 18 de junio una atractiva corrida en la plaza de Morón de la Frontera (Sevilla), donde se jugarán toros de las divisas de Murube y Juan Pedro Domecq, por el riojano Diego Urdiales y los sevillanos Juan Ortega y Pablo Aguado, terna que por concepto, temple y acento personal la afición anhelaba ver reunida en un cartel. 

Presidido por una fotografía del legendario Curro Romero, para que no haya dudas de que se trata de una corrida de marcada inclinación artística, Garzón ofrece un cartel de auténtica categoría, válido para cualquier feria importante si se hicieran las cosas como se tendrían que hacer, es decir, pensando en la afición, la que sufraga el espectáculo pagando en taquilla, aunque hace tiempo que los comisionistas que surcan los oscuros mares del toreo le perdieron el respeto, y en lugar de ofrecerle menús de su gusto, acordes al elevado precio de las entradas, le impusieron el plato de lentejas programando rancias combinaciones de sus representados, en un intercambio de espadas amortizados por vistos o caducos, que como los malos sofritos se repiten cansinamente por los ruedos de la antigua Iberia.

Por el bien del toreo anhelamos que la corrida anunciada en Morón de la Frontera culmine con éxito, con el triunfo que merece el loable gesto de apostar por la afición, por ofrecerle lo que de verdad quieren ver los catadores del buen toreo clásico y templado, ese que por la verdad y belleza de su expresión emociona y hace que salgan de las plazas locos de contentos si los espadas se acoplan con los toros. Otro paso firme en la valiente y brillante gestión empresarial de José María Garzón, que sigue haciendo camino al andar en su apuesta por el toreo, mientras quienes lo pusieron como un trapo el pasado año, los altos cargos del sindicato de empresarios —que aún no se han disculpado de esas acusaciones que fueron desmontadas por la Unidad de Policia Nacional de la Junta de Andalucía por la corrida de El Puerto de Santa María—, ni dieron toros en 2020 ni se han estrenado en 2021.  «Obras son amores, y no buenas razones».

lunes, 24 de mayo de 2021

NO PODRÁN DETENER LA PRIMAVERA

Por Antonio Luis Aguilera

Juan Ortega en Las Ventas

Pocas corridas de la madrileña feria de Vista Alegre han tenido buena respuesta de público. A la empresa corresponde averiguar las causas de la fría acogida de su programa, pero el San Isidro que nació con intención de tumbar en la lona a los gestores de la monumental de Las Ventas, se ha dado sin colas ni reventas, y los llenos que podían esperarse con el aforo reducido solo se dieron en alguno de los festejos de figuras.

Afortunadamente las vacunas están dando luz al oscuro túnel del Covid. Pero mientras las plazas abren sus puertas, la primera del mundo permanece cerrada como lo estuvo en abril la de Sevilla, esa preciosa joya que anunció carteles de farol a principios de primavera —pues de farol era imponer aforos a la Junta de Andalucía—, y que de momento solo está para ser fotografiada desde ambas orillas del río. No obstante, además de la pésima gestión de los que cortan el bacalao en el sindicato de empresarios, nos queda la esencia del toreo. El toreo por el que lucha gente de todos los colectivos dispuesta a dar lo mejor de sí misma.

Ahí están empresarios como José María Garzón y Alberto García, navegando en un mar de dificultades controlado por viejos bucaneros, que no solo han puesto en marcha esta temporada, sino que también lo hicieron el año pasado. Ganaderos que han resistido a la tragedia y la ruina de enviar camadas bravas al matadero. Picadores, banderilleros y mozos de espadas, que de la noche a la mañana se veían sin sustento para sus familias, porque el gobierno de la nación denegaba las ayudas económicas por el Covid al toreo. Y por supuesto la televisión, Canal Toros Movistar, que ha estado y sigue estando con el toreo, alimentando la llama con su programación para que llegue a todos los aficionados.

Pablo Aguado en Vistalegre. Foto Cultoro

A pesar de todo, la primavera del toreo ha vuelto a florecer exuberante, gracias a un maravilloso elenco de toreros, capaces de aficionar a la gente joven y llevarla a las plazas, que reciben con alegría a esas nuevas generaciones que se acercan al toreo. Los nombres de Emilio de Justo, Juan Ortega, Pablo Aguado o Ginés Marín, se suman a los de Morante, El Juli, Roca Rey, José María Manzanares, Diego Urdiales, Paco Ureña y otros más, para ofrecer un selecto catálogo de torería que promete emoción por la expresión de un arte singular, con sello propio.

Una nueva primavera con molestas mascarillas y aforos reducidos, donde se está toreando primorosamente de capa, con una despaciosidad desconocida, a toros con más de cinco años cumplidos —a mayor edad, mayor sentido— para que la afición pueda degustar excelsos lances a la verónica, algunos de tan añeja torería que parecen escapados de las viejas fotografías que explican la historia. Una primavera de verónicas en flor interpretadas con ritmo y acento personal, tan magistral como el de los grandes que dejaron su huella en el toreo. Una primavera de aterciopelado manejo de la muleta, conducida por muñecas de seda y clavando las zapatillas en la línea roja de la que habla Paco Ojeda, donde un trozo de tela sujeto a un palo es guiado con las yemas de los dedos para inmortalizar el toreo intemporal de Juan Ortega, cuyo arte versificado en estrofas pide poetas que le canten.

Juan Ortega en Vistalegre. Foto Mundotoro

Sin estar libres de la pandemia empezamos a ver la luz gracias a empresarios como José María Garzón y Alberto García, a quienes han seguido los hermanos García Jiménez. El toreo no puede estar paralizado por el inmovilismo de los miembros del selecto club, incapaces de ponerse a trabajar, necesita poner en marcha la locomotora de su actividad para remolcar a todos los estamentos. Llegará el día que algunos rendirán cuentas de su nefasta gestión. Mientras tanto ha de cundir el ejemplo de los nuevos, de los que han llegado con ganas de atraer a la juventud y llevarla a las plazas, como ha sucedido en la plaza de Córdoba, ofreciéndole abonos baratos y carteles de expectación. En el toreo no deben renovarse solo los escalafones de espadas y ganaderías, sino también el de empresarios que no han sabido estar a la altura en las terribles circunstancias que han tocado vivir.

Por fortuna, cuando la oscura noche parecía impedir la luz del día, la grandeza del toreo ha vuelto a florecer recordando los versos de Pablo Neruda: «Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera».

domingo, 16 de diciembre de 2018

EMBESTIR O DEFENDERSE

Por Antonio Luis Aguilera

Elegante torería de Juan Ortega ante un entregado ejemplar de 
Valdefresno  (encaste Atanasio-Conde de la Corte). Foto Plaza1
La mayoría de las ganaderías de toros de lidia españolas proceden de la que fundara en el año 1920 el Conde de la Corte, que adquirió la formada en 1912 por la marquesa viuda de Tamarón con reses de Parladé originarias de Ibarra. Esta procedencia siempre ha gozado de prestigio, debido a la bravísima historia de las reses condesas y los magníficos resultados obtenidos en la transmisión genética por los sementales que abandonaron los cerrados de Los Bolsicos para perpetuar su noble linaje en otras vacadas. 

El Juli doblándose con maestría ante un enrazado Alcurrucén (encaste Núñez).
Sin restar mérito alguno a un ganadero de la dimensión  histórica de don Agustín Mendoza Montero, conviene matizar que este adquirió una vacada que ya venía formada, como lo demuestran los éxitos logrados desde que empezó a lidiar a su nombre los toros que llegaron a la famosa dehesa extremeña de Jerez de los Caballeros. Esto indica la acertada selección de la anterior propietaria, la marquesa viuda de Tamarón, y más concretamente la de don Ramón Mora Figueroa, su hijo, excelente aficionado y experto criador de reses de lidia, que fue quien realmente manejó las riendas de la ganadería y supo descubrir en el semental Alpargatero y su línea de descendencia el verdadero filón de bravura de este encaste ganadero.

 Talavante conduce con firmeza la embestida de un Cuvillo (encaste Juan Pedro)
Si en principio el origen Conde de la Corte otorgaba un toque de distinción a las vacadas de esta procedencia, lógicamente con el paso del tiempo no todas las derivaciones de esta simiente lograron mantener el original sello de calidad, debido a los diferentes criterios de selección de los propietarios, que ofrecieron unos resultados morfológicos y de juego tan dispares como las pautas y normas aplicadas en el manejo y reproducción. Por otra parte, desde el fallecimiento de don Agustín Mendoza en 1964, la aristocrática vacada entró en una profunda crisis al cambiar de manos y ser administrada por los herederos, y aunque mantuvo éxitos aislados con algunos ejemplares, lo cierto es que perdió uno de los signos que la caracterizaba: la importante regularidad con que su bravura había reinado durante cuatro décadas en el panorama ganadero. 

Ejemplar de Juan Pedro Domecq, elegida como la mejor 
ganadería de la feria de San Isidro 2015. Foto Las Ventas.
Dicho esto, mientras la ganadería matriz conoce la decadencia, su extraordinario caudal genético adquiere relieve en otras divisas señeras como las de don Atanasio Fernández, y la que don Juan Pedro Domecq y Núñez de Villavicencio forma en 1930 comprando la del Duque de Veragua, cuyas reses elimina, reservando por su variedad cromática algunas hembras de contrastada bravura, para crear una nueva línea reproductora con vacas y sementales que adquiere al Conde de la Corte y a don Ramón Mora Figueroa, procedencia esta de don Francisco Correa y don Antonio García Pedrajas, a las que había agregado sementales del Conde de la Corte y Gamero Cívico

Toro de Parladé (Juan Pedro Domecq). Foto Las Ventas.
Mas si los toros de la acrisolada sangre condesa habían sido recibidos siempre con el agrado de la afición, a partir de los años setenta del pasado siglo resultó que por varias razones cambió la acogida con la derivación de juampedro. De una parte, el hostigamiento sistemático de un influyente sector de la crítica, que inició una cruzada regeneracionista para ensalzar las virtudes de otro encaste, sumado a la desafortunada calificación de artistas con que don Juan Pedro Domecq Solís definió a sus toros. Pero, sobre todo, debido a la proliferación de nuevas vacadas formadas con reses vendidas por este, que en poco tiempo invadieron las ferias con un toro de tanta nobleza como empalagosa obediencia y desesperante sosería, demandado por las figuras del toreo para sumar corridas de forma más fácil con ejemplares que no decían nada, sin valorar la repercusión negativa que la falta de emoción tendría para un espectáculo caro que aburría al público que lo sostiene.  

Arrancándose con fijeza, galopando descolgado. Foto Arjona.
No obstante, restar importancia a todo lo que se lidia de este origen, argumentando que en líneas generales se trata de un animal descastado y carente de emoción es faltar a la verdad. Actualmente existe un grupo de ganaderías de esta procedencia que se encuentran en un momento excelente, y sus ejemplares se cotizan al alza por la clase y bravura que mantienen desde hace varias temporadas en las grandes ferias e importantes plazas donde se lidian: Núñez del Cuvillo, Jandilla, Fuente YmbroGarcigrande o Victoriano del Río, por citar algunas, sin olvidar la vacada matriz que hoy día dirige don Juan Pedro Domecq Morenés, que también lidia con el hierro de Toros de Parladé, destacan por el elevado promedio de toros auténticamente bravos y con clase, que exigen compromiso y firmeza en la lidia para embestir entregados de verdad a los engaños que le presentan los toreros.  

Agitador, de Fuente Ymbro. (Jandilla-Juanpedro), lidiado por Paco Ureña.
 Premiado como toro más bravo de San Isidro 2015. Foto Las Ventas.
Lógicamente cada aficionado tiene sus inclinaciones por determinadas ramas del frondoso e histórico tronco de Vistahermosa, pero en la diversidad de este tesoro genético se encuentra la grandeza de los distintos tipos de hechuras y diferentes comportamientos del toro de lidia. Si hermoso resulta contemplar la acometida de un albaserrada arrastrando el hocico por el albero, no lo es menos la belleza de un santacoloma planeando en la muleta, o cómo se rebosa en los engaños la embestida de un núñez, o la pretérita e inquietante arrancada de un miura... Dicho esto, lo que resulta decepcionante y penoso son los juicios que por norma se vierten en conocidos medios de las ganaderías que derivan de juampedro, donde muchas veces silencian deliberadamente el excelente juego de toros que han sido bravos, y otras magnifican los aspectos negativos de los mansos, que por supuesto le saltan como a todas las ganaderías. De forma arbitraria se utiliza otra vara de medir en crónicas donde no se valora el comportamiento de cada ejemplar, y para no mojarse utilizan la socorrida muletilla de “mal presentados, aborregados, mansos y descastados”, que además de no informar, resulta estrafalaria por los insostenibles equilibrios de quienes no tienen reparos en mostrar su inquina al encaste Domecq.  

Diego Urdiales expresa el toreo con un bravo fuenteymbro. Foto Plaza1
El aficionado íntegro no tiene prejuicios y diferencia a la perfección entre dos tipos de casta: la buena y enrazada del toro que se entrega y va a más, para luchar hasta el final con clase y nobleza; y la defensiva, esa otra propia del genio que manifiesta el bravucón o el manso, cuando arrea violentamente, con ruido y sin entrega, frenándose, midiendo y echando miradas a las tablas, porque no tiene valentía para meter los riñones y empujar siguiendo las telas. No basta con que el toro se mueva, hay que saber distinguir cómo se mueve. Los mansos y bravucones solo engañan a los aficionados ingenuos, a esos que les pasa como a los esportones de los toreros, que  van a las plazas pero no se enteran de nada de lo que ocurre. Embestir o defenderse, esa es la cuestión que diferencia al aficionado que sabe ver los toros sin necesidad de leer lo que escriben algunos, que olvidan que actualmente televisan con todo lujo de detalles las ferias más importantes. Ahora no cuelan historias.