jueves, 11 de noviembre de 2021

MORANTE PRESCINDE DE «COMISIONISTAS»

Por Antonio Luis Aguilera

Morante dibuja el toreo en redondo. Foto Conchitina (Diario El Mundo)

Parece que ha pasado desapercibida una de las grandes faenas de Morante de la Puebla durante la pasada temporada. Fue el día en que el diestro reparó que los grandes toreros se firmaban ellos solos las corridas en los ruedos, y decidió que no necesitaba «tributar» a ningún «comisionista» por descolgar el teléfono; que eso sabía hacerlo él, y después, para cobrar las corridas, le bastaba con llevar a una persona de confianza. Posiblemente añoró que la figura del apoderado independiente, sobre todo si conocía a fondo la profesión por haber sido torero, fue instituida como hombre de plena confianza, estratega, psicólogo y consejero, es decir, una persona dedicada absoluta y exclusivamente a su matador. La única semejanza del «comisionista» con el apoderado es que ambos perciben un porcentaje por festejo contratado.

El torero sevillano ha decidido dejar de pagar una elevada suma a un señor por coger el teléfono a las empresas, acordar el compromiso y finalmente cobrarlo; un señor con el que además no existe una relación de amistad o confianza, y que ha de llevar entre los de su tropa torera pagándole los gastos de locomoción, alojamiento y manutención, para que vea el espectáculo en el callejón de la plaza y luego vaya a cobrarlo. Un oficio de privilegiado, para vivir a cuerpo de rey, cobrando los importantes porcentajes que les permiten adquirir las fincas, cortijos y ganaderías que, por regla general, no tienen los propios toreros.

Los «comisionistas» cobran entre el diez al quince por ciento de la cantidad íntegra ajustada por la actuación del espada, aunque los ha habido que han batido el récord de la usura, al «trincar» al torero hasta la mitad de los honorarios. No cabe duda de que estos altos porcentajes en las liquidaciones del matador han sido más duros en tiempos de pandemia, cuando los festejos se han celebrado con aforos reducidos, y las enjutas liquidaciones han resultado más dolorosas al comprobar el debe y el haber, pues el matador se ha ajustado para actuar a cantidades inferiores teniendo los mismos gastos.

Renunciar al «comisionista» es un privilegio de toreros como Morante, que por su categoría de primera figura del toreo tiene la certeza de que lo van a contratar en las plazas importantes, porque interesa artísticamente al que sostiene el espectáculo: el público. Los demás tienen que mantener al «comisionista» como intermediario que ha de contratarlo aquí o allí, sin que puedan preguntar mucho o poco sobre el ajuste, acordado en un manido intercambio de representados entre colegas de la comisión. Y si algún espada pregunta a qué hora comienza la corrida o frunce el ceño, pues lo abandonan por desagradecido, porque tienen cola entre los que anhelan estar en tal plaza o cual feria, confiando en un triunfo que les cambie el signo de la suerte, aunque en demasiados casos, tras jugarse la vida y pagar los gastos de la corrida, no les quede dinero ni para la cena.    

El capote de Morante vuela en Sevilla. Foto Arjona

Antes de la maldita Covid19, algunos representantes de las figuras del toreo aseguraban que sus matadores no se vestían de luces por menos de 60.000 euros en plazas de primera. Si estos privilegiados «comisionistas», en el mejor de los casos para el espada, detraían solo un diez por ciento por corrida, percibían no menos de 6.000 euros en cada una de las primeras plazas del circuito. No hay que saber mucho sobre cáculo para averiguar aproximadamente el importe anual que cobra el «comisionista» por coger el teléfono, echando un vistazo a las corridas que torea una primera figura en una temporada, que empieza en Castellón o Valencia por el mes de marzo, y acaba en Zaragoza o Jaén en el de octubre.

En un tema considerado tabú como el de las cuentas de los toreros, lo que sí trasciende es que después de jugarse la vida cada tarde, han de pagar los altos porcentajes de dos importantes «comisionistas»: el apoderado y Hacienda; sumen los sueldos de dos picadores, tres banderilleros, un mozo de espadas, un ayuda del mozo de espadas, un chófer, habitaciones de hoteles, desayunos, almuerzos, cenas, reposición de capotes, muletas y otros útiles del oficio, así hasta llegar a la nada despreciable gratificación exigida por los «costaleros profesionales» que en las tardes de triunfo los sacan a hombros de la plaza; también anoten, para las figuras del toreo, los gastos del «veedor», que acude a las ganaderías para informar al matador de las características de las corridas apartadas por las empresas.

Interminable la lista de gastos del matador, mientras el «comisionista», además de cobrar limpia la comisión, suele permitirse la licencia de representar a más toreros, sin reparar que sean dos, tres o media docena, a los que tratará exactamente por igual en un aspecto: el cobro de sus porcentajes, porque eso será lo primero que todos verán descontado en sus gastos. Este abuso de toreros representados nos recuerda una célebre frase del genial Groucho Mark: «Estos son mis principios. Si no le gustan tengo otros». Y ya que hablamos de principios, nos asaltan algunas interrogantes sobre estos taurinos: ¿De verdad es fiel un apoderado a su espada cuando lo contrata en precario para incluir en las ferias a otros representados y asegurar sus comisiones? ¿Acaso se pueden servir los intereses de varios toreros sin engañar a uno para favorecer a otro? Algo sí nos queda claro: algunos personajes del opaco mundo de la comisión han convertido a figuras del toreo en meros figurantes.

Morante manda a callar a la música en Sevilla

Afortunadamente, a Morante no solo da gusto verlo torear expresando su genuino acento personal con la confianza que otorgan los veinticuatro años de oficio. También da gusto ver cómo coloca en su sitio a los que buscan protagonismo, sin vivir el trance de matar dos toros cada tarde. Verbigracia, mandar a callar a los directores de las bandas de música de Sevilla y de Jaén, que «le tocaron los costaos», y tras los sonoros y televisados «petardos» deberían ceder a otro la batuta; o ahorrarse los importantes gastos que le suponían los porcentajes del último «comisionista» por ponerse al teléfono y ajustar las contrataciones. También Groucho Mark tuvo una mención para los «comisionistas» en otra de sus frases: «Cuando muera quiero que me incineren y que el diez por ciento de mis cenizas sean vertidas sobre mi representante».

Genio y figura el gran torero de la Puebla del Río. Claro que para actuar así hay que llamarse José Antonio Morante Camacho, y tener la certeza de saber resolver en el ruedo para contratarse él solo. De lo contrario sería imposible navegar en libertad por los complicados mares que manejan los «clanes» del toreo.

2 comentarios:

Andrés Osado dijo...

Cada día, al leerte, aprendo algo nuevo, en tus escritos. Iba a decir que te sacas de la chistera una sorpresa diferente en cada actuación. Pero, tratandose del momento, mejor sería llamar montera a esa chistera.
Sigue así, amigo Antonio.
Y continuando con la frases de nuestro apreciado Groucho:
"Mas madera".
Un abrazo, amigo Antonio

JARALES dijo...

SR. AGUILERA ROLDÁN :

MARAVILLOSO ARTÍCULO EL DEDICADO, EN ESTA OCASIÓN, A MORANTE DE LA PUEBLA Y LOS COMISIONISTAS.....

ME HA GUSTADO MUCHÍSIMO.

Y CUANDO DIGO YO MUCHÍSIMO... ES QUE ES .......MUCHÍSIMO !!!!

CRÉAME.

Y LE DOY LAS GRACIAS, PORQUE NI SE IMAGINA LO QUE APRENDO CON USTED .

JARALES.