sábado, 28 de agosto de 2021

EL DÍA QUE MURIÓ «MANOLETE»

(Linares, 28 de agosto de 1947: 74 aniversario)

«La muerte de Manolete», de Jesús Helguera. Óleo sobre lino (1958) 

«La muerte de Manolete» (óleo sobre lino, 1958) de Jesús Helguera, pintor mexicano de quien se afirma fue discípulo de Julio Romero de Torres, es un homenaje poco común al Califa cordobés muerto por una cornada en 1947. Un cuadro verdaderamente simbólico en el que se muestra al torero yaciente, cubierto por un capote, bajo la imponente presencia de un astado victorioso con la plaza al fondo. La muerte se encuentra representada en los cipreses y las nubes con forma cortante como navajas, y se adivina el alma del diestro en un lucero del cielo. Junto a la cabecera del ataúd reposan dos sombreros, uno cordobés y otro mexicano. Fuente: Luis Pineda: Blog «Tercio de Pinceles».

DOCUMENTAL «EL DÍA QUE MURIÓ MANOLETE»

FALSETAS POR MANOLETE

Por Manuel Benítez Carrasco (poeta)

Escribí estas «Falsetas por Manolete» a raíz de su muerte. En el año 1961, aniversario de la tragedia de Linares, me encontraba en Buenos Aires actuando con Manolo Caracol en el teatro Avenida. Pensamos dedicar un recuerdo a Manolete; y lo hicimos alternando estos versos con sus cantes por martinetes y seguiriyas. La casi improvisación resultó muy emotiva.

Como emotivo es para mí el recuerdo del amigo y genial cantante, ya desaparecido, Caracol. 

Linares, 28 de agosto de 1947. Manolete corresponde  
a la gran ovación del público dedicándole su última
sonrisa. Foto Francisco Cano (Cortesía Revista Aplausos).

Era un torero

vestido de valiente

de cuerpo entero.

 Manolete tenía

en su muleta

la seriedad y el temple

de una saeta.

La noble valentía

de la serrana,

 y el profundo misterio

de una seguiriya

gitana.

Bien podría decirse

que Manolete

era la forma en carne

de un martinete.

 Era un torero

vestido de valiente

de cuerpo entero.

 Al río Guadalquivir

que hubiera salido al ruedo,

ni por río ni por toro,

le hubiera tenido miedo.

 ¡Qué caballero iba,

qué caballero,

a una cita de muerte

de cuerpo entero!

 Siempre en peligro de muerte

tenía abierta la vida.

La vida se le asomaba

al borde de cada herida

para decirle a la muerte:

«Ven a quitarme la vida».

 Y fue un torero

que se vistió de muerte

de cuerpo entero. 


domingo, 22 de agosto de 2021

LA GRAN TEMPORADA DE «GUERRITA» (y II)

Por Rafael Sánchez González

Rafael Guerra Guerrita. Foto Montilla

ACCESO A LA PRIMERA PARTE

Un mes de septiembre que resultaría bastante movidito en acontecimientos y no todos normales para el torero de Córdoba. De las mencionadas plazas norteñas fue a la localidad francesa de Bayona, donde comenzaron las vicisitudes debido al llamado decreto Dupuy (ingeniero y senador de la Tercera República que presidía Jules Grévy), mediante el cual se prohibía la suerte de matar en los espectáculos taurinos, allí llamados a la española. Una inicua sentencia promovida por la Sociedad Protectora de Animales, que los aficionados franceses (generalmente los de la parte meridional del país que era, y aún es, la zona en la que con mayor arraigo se venían celebrando estos festejos) no aceptaban, por considerar que atacaba sus derechos a la libertad de poder divertirse sin que el Estado les marcase la forma en que debían hacerlo. Recordando una frase del escritor de la Ilustración y político asturiano Gaspar Melchor de Jovellanos: “Los pueblos que trabajan no necesitan que el Gobierno les divierta, sino que los dejen divertirse”. Al rechazo popular se unía la mayoría de la prensa que combatía con energía dicha disposición gubernamental. Así las cosas, para lidiar bichos  de Saltillo y ante más de seis mil espectadores, el día 2 actuaron en la citada plaza Guerrita, que acabó con su lote de tres soberbias estocadas, y Cara-Ancha, que resultó erosionado al saltar la berrera y hacerlo tras de él su tercer oponente. El escándalo vino cando la autoridad detuvo a todos los lidiadores en base a la desdichada ley. Tras ser enjuiciados resultaron absueltos. Lo más curioso del caso fue, que el propio juez que dictó la orden pronunció un discurso en defensa de las corridas de toros, “reconociendo la utilidad del espectáculo”. El asunto se dilataría durante largo tiempo

Dos días después, organizada por la Asociación del Comercio. la Industria y la Agricultura se celebró en Aranjuez una corrida con toros de José Navarro (antes marqués viudo de Salas), función que al igual que sucedió el 30 de mayo convocó en el Real Sitio a numerosos forasteros, en su gran mayoría procedentes de Madrid, viéndose abarrotados los trenes especiales que la Compañía de Ferrocarriles M.Z.A. puso en servicio, evitándose en esta ocasión los desórdenes de costumbre gracias a las acertadas disposiciones del duque de Tamames. Amenizada por la banda de música del Hospicio de Madrid y la de cornetas y tambores dirigida por el maestro Espinosa, hicieron el paseíllo las cuadrillas de Guerrita, vestido con su color favorito verde y oro,  que cumplió su cometido sin más, y Bombita que fue paseado a hombros. Los días 5 y 6 toreó en el coso linarense de Santa Margarita. La primera tarde para estoquear junto con Bombita ganado de Atanasio Linares que no dieron mucho juego, por lo que poco se detuvieron las reseñas sobre este festejo. Y todavía peor fue el resultado del segundo, con cinco reses de Saltillo y un sobrero de Atanasio Linares que pecaron de mansedumbre, esta vez acompañado del también diestro sevillano Antonio Fuentes.

Rafael Bejarano Carrasco Torerito

En la muy festiva fecha del 8 de septiembre y junto con su paisano Rafael Bejarano Torerito se enfrentaron brillantemente en Badajoz a reses de Filiberto Mira (el sobrero lo mató Blanquito), de las que el califa brindó la muerte del quinto, que había lastimado en el rostro al banderillero Primito, al marqués de Jerez que le obsequió con un valioso regalo. Un día después cruzó la frontera portuguesa para torear en Lisboa cornúpetas de Cámara y J. de Gama.  

En la feria de 1893 se inauguró la actual plaza de toros de Salamanca, tercera con que ha contado la capital charra, que vino a sustituir a la llamada de las Juanelas o de los Mínimos, por estar situada en el lugar conocido entonces como era de las Juanelas en terrenos que pertenecían al convento de la referida Orden Religiosa. Para tan señalado acontecimiento se contrató a las dos figuras más relevantes del escalafón, Mazzantini y Guerrita, pero el puntazo en el cuello, más preocupante por el sitio que por la gravedad de la herida, que cuatro días antes le infirió en Murcia un marrajo de Solís, de nombre Bragadito, impidió que el domingo 11 pudiese participar Rafael en dicha efeméride. Por lo tanto, su presentación en el coso de La Glorieta se produjo en el año 1894, que nos viene ocupando. Un debut que al final resultó bastante sonado, y no precisamente por el resultado artístico de su labor sino por lo que vino después. ¡Menudo alboroto se formó en todo el entorno taurino!

Guerrita estaba anunciado en tres corridas (la cuarta y última la finiquitaron Antonio Moreno Lagartijillo y Antonio Reverte con reses veragüeñas). La primera se celebró el día 11 bajo una pertinaz lluvia y constituyó un clamoroso triunfo para el torero de Córdoba, que desplegó todo su amplio repertorio ante los muy aceptables toros de Teodoro Valle, cosechando un rotundo triunfo en tanto que el mencionado diestro granadino se desenvolvió con lucimiento. El segundo festejo, que debió celebrarse en la jornada siguiente, se canceló a causa del mal tiempo. Respecto a la tercera corrida, poco antes de su comienzo se anunció la suspensión por orden gubernativa, debido al mal estado del ruedo, produciéndose un gran escándalo al entender el público que solo era un pretexto del torero de Córdoba, por tratarse de un martes y trece y con bichos de Miura, además. Ante las hostilidades, desde uno de los balcones de la plaza se hizo saber que Guerrita se había negado a actuar velando por la integridad física de los lidiadores, circunstancia que aún encolerizó más a la gente, por lo que el gobernador decidió acudir a la fonda donde se hospedaban los toreros, obligándoles a ir a la plaza en carruajes custodiados por la Guardia Civil, siendo recibidos con una silba monumental. Aun con este ambiente adverso, fueron calmándose los ánimos y tanto él como Reverte alcanzaron un éxito muy trabajado.

El sevillano Antonio Reverte Jiménez

Sucedió y aquí viene lo más relevante, que el día siguiente, D. Ramón Solís, propietario y empresario de la plaza anterior y amigo personal de Rafael Guerra, invitó a este junto con un reducido grupo de amigos a una comida en su casa. En la sobremesa se habló de toros y Rafael se refirió a lo exigente que se le había puesto la afición madrileña, al punto -parece ser que dijo- de que en Madrid tendría que torear San Isidro para poder satisfacer al público. Un periodista que asistió al acto, con más deseos de notoriedad que veracidad en sus palabras, lanzó a los cuatro vientos la noticia de que Guerrita había afirmado: “en Madrid que toree San Isidro”. Lógicamente la reacción general  aumentó las antipatías de aquella afición hacia el Guerra, desatándose una gran campaña en su contra e incluso comenzaron a circular noticias sobre la posible retirada del torero. Otros afirmaban que su alejamiento solo se refería a la plaza de Madrid, multiplicándose las noticias en prensa con opiniones para todos los gustos. Y en esta encrucijada continuó Rafael su triunfal campaña, que el viernes 16 tuvo como escenario el circo romano de Nimes, donde aún continuaba muy viva la lucha frente a la actitud gubernamental de querer prohibir las corridas de toros. Mano a mano con su pariente Torerito, estoquearon reses de José de la Cámara, recibiendo ambos continuas ovaciones al rivalizar en quites y banderilleando con especial lucimiento. 

Tres días después, los dos rafaeles lidiaron en Hellín seis ejemplares de Atanasio Linares, siendo muy aplaudidos. Y mayor aún fue el éxito alcanzado por él en la primera corrida de las Fiestas de San Mateo en Logroño (21/9), siéndole concedida la oreja en dos de los tres ejemplares del marqués de Saltillo que mató de sendos volapiés, después de torearlos y banderillearlos entre constantes ovaciones, rivalizando con Mazzantini que también vio premiada su labor.

De la capital riojana pasó a Valladolid, donde fue base de la programación taurina, celebrada entre los días 22 y 25, al intervenir en los cuatro festejos anunciados. Los tres primeros compitió mano a mano con Antonio Reverte, frente a toros de López Navarro, Esteban Hernández y Veragua, y haciéndolo como único espada en el último de ellos con seis ejemplares pertenecientes la mencionada divisa veragüeña. En la primera corrida se le concedió una oreja por su meritísima labor ante un bicho resabiado que tiraba hachazos por ambos pitones. Añadir, que por no estar recuperado Reverte de su último percance se instalaron burladeros. El problema fue que dos de los toros metieron la cabeza por la parte alta del burladero (eran bichos de descomunal alzada) obligando a tener que utilizar palancas para poderlos liberar. La siguiente tarde se le concedió otro apéndice a Rafael, que fue violentamente volteado por su primero al dejar una gran estocada. La tercera jornada se inició con malos augurios, pues nada más concluir el paseíllo comenzó a llover torrencialmente convirtiendo el ruedo en un auténtico barrizal, por lo que al arrastrarse del cuarto se acordó esperar unos minutos, y caso de continuar el temporal se determinaría la suspensión. Faltando a este compromiso el presidente y teniente de alcalde Lorenzo Bernal ordenó la salida del quinto animal, actitud que desembocó en el abandono de la plaza por parte de los lidiadores. Como quiera que las protestas del público iban en aumento, temiendo mayores consecuencias, el presidente ordenó que la Guardia Civil fuese al hotel donde se hospedaban los toreros, obligándoles a volver a la plaza en coches custodiados por la autoridad. No hará falta decir que fueron recibidos con una estruendosa bronca que persistió hasta el final del festejo. Es decir, que en un plazo de breves días se repitieron las circunstancias ya referidas de Salamanca, con el resultado final de que en esta ocasión fueron conducidos a la cárcel de la Chancillería, salvo Reverte y el picador Beao que tuvieron que ser atendidos de diversas lesiones y otros subalternos que pudieron escapar de la quema. Como quiera que el juez no encontró motivo para proceder a una retención mayor, al filo de la madrugada quedaron todos en libertad. Amparado en su capacidad lidiadora y acostumbrado ya a tener que superar toda clase de contratiempos, Guerrita triunfó de principio a fin en la última corrida, cortando  orejas y siendo constantemente ovacionado, sobre todo en quites y al banderillear, sacando a relucir su extraordinario repertorio de adornos y jugueteos con las reses.  

Picadores de Guerrita: Beao, Molina y Zurito

Ante este cúmulo de adversidades, sometido a un nivel de exigencias en los ruedos difíciles de poder superar, cabe pensar que no faltaría quiénes llegaran a pensar que a estas alturas de su brillantísima carrera taurina, disfrutando de un bien ganado capital, propietario de varias fincas de labor y un promedio de ochenta contratos por temporada, poco debería preocuparle dejar de torear en Madrid. ¡Qué poco conocerían a Guerrita! Por su pundonor y gran sentido de la responsabilidad, su reconocido amor propio y, por qué no decirlo, por un innato orgullo personal, no podía tomar la determinación de cancelar las actuaciones todavía pendientes con la empresa de la Villa y Corte y, si hubiese querido, afirmar después con toda rotundidad y justo fundamento: “En Madrid que atoree San Isidro”.

Envuelto en tan enrevesada situación que dio lugar a toda clase de comentarios, tanto a favor como en su contra, Rafael bajó a Sevilla para participar en la septembrina Feria de San Miguel, que estaba montada con Guerrita, Bombita y Reverte, dos tardes cada uno, pero las lesiones sufridas por este último en Valladolid le privaron de hacer el paseíllo en la Real Maestranza. Guerra actuó los días 28 y 29. El primero para enfrentarse a un áspero encierro de Miura mereciendo destacarse su labor ante el tercero, al que con valor y dominio pudo doblegar haciendo que las palmas sonaran con fuerza al término de la faena. Bombita resultó lesionado en la mano derecha al entrar a matar a su primero, continuando en la lidia tras ser atendido en la enfermería, que también visitó el picador Beao. El día 29 se corrieron astados del marqués de Villamarta en los que predominó la mansedumbre, comportamiento que fue manifiesto en el ejemplar que abrió plaza, peligroso por los arreones que soltaba en sus violentas embestidas, por lo que el califa solamente pudo brillar a ráfagas. Emilio Torres, que se resintió de su lesión en la mano y además resultó herido en el lado derecho de la región glútea, bastante hizo con quitarse de encima a sus dos regalitos. Por su parte, el pundonoroso matador de toros trianero Joaquín Navarro Quinito, que sustituía al torero de Alcalá del Río, se vio desbordado por su primer enemigo, que pudo lidiar gracias a  la eficaz colaboración de Guerrita. El picador Antonio Bejarano Pegote recibió un puntazo en el pie derecho. El ciclo se cerró con cinco reses de Moreno Santamaría y un sobrero de Adalid. Seis bueyes con los que apechugaron Quinito y Antonio Arana Jarana, diestro también sevillano en el ocaso ya de su trayectoria taurómaca, a quien el toro Distinguido, de Félix Gómez, le quitó el año anterior en Madrid los escasos ánimos que le quedaban. Por cierto, del mismo ganadero colmenareño y también llamado así, era e morlaco que en Cartagena (9/8/1914) cornearía mortalmente al espada de El Viso de los Pedroches (Córdoba) Fermín Muñoz Corchaíto.

Guerrita citando en banderillas

Y de Sevilla… ¡a Madrid! No hará falta señalar el panorama que le esperaba en la capital del Reino aquel domingo 30 de septiembre. Una situación que rebasaba incluso el ámbito taurino, pues hasta la prensa diaria de información general se ocupaba en exceso del tema. A tal respecto escribía Peña y Goñi en La Lidia (14/10/1894). “Lo de Guerrita es un colmo de la estupidez; porque parece mentira que un país se preocupe poco ni mucho de esas tonterías. Al hombre hay que dejarle a su paso, que ya sabe él adonde ha de llevarle, al disfrute, y Dios se lo logre y conserve…” Debe tenerse en cuenta que este desafecto de la afición madrileña hacia él no era algo nuevo, aunque se viese agrandado por la frase que hacía referencia al Santo Patrón. Empezó a tejerse en 1891 con el inoportuno empeño de competencia directa con su paisano y maestro Lagartijo, circunstancia que viene a explicar el trato favorable que recibía el infortunado Espartero, así como la entrega incondicional hacia el recién llegado Reverte en la temporada anterior, por parte del numeroso bando lagartijista.

Pero sigamos con la vuelta de Rafael al desaparecido coso de la Carretera de Madrid, edificado por iniciativa del marqués de Salamanca, que en principio levantó una ruidosa polémica al no estar todos de acuerdo con el ambicioso proyecto. 

Guerrita igualando

Pitos para silbarle a Guerrita”, se oía pregonar en los alrededores de la plaza desde muy temprana hora. “Antes de que termine la corría ya se han comío toos lo pitos”, dicen que fue la contestación del diestro al enterarse de dicha artimaña. En principio se le anunció con Julio Aparici Fabrilo (espada valenciano al que Lengüeto, de Cámara, arrebataría la vida el 27 de abril de 1897 en este mismo ruedo) y el sevillano Enrique Vargas Minuto, quien a última hora avisó que no podría comparecer al estar todavía convaleciente del percance sufrido tres días antes en la localidad portuguesa de Cascaes, que en tal fecha inauguraba su circo taurómaco. Se contactó entonces con Torerito, pero excusó torear por el reciente fallecimiento de su padre. Y cuando todo estaba dispuesto para que acudiese el veterano Enrique Santos Tortero, se notificó que el sustituto sería Antonio Fuentes. Para la ocasión llegó un encierro de José Moreno Santa María, pero los productos oriundos de la vacada de casta jijona, que en 1840 formara el ganadero cordobés Rafael José Barbero, salieron excesivamente mansos. Solo sirvió un sobrero de José Antonio Adalid salido en sexto lugar. Desde que Guerrita, vestido de perla y oro con cabos rojos, apareció por la puerta de cuadrillas y hasta bien avanzada la lidia del toro que abría el festejo, no cesó la bronca que le dedicaron. Menos mal que el diestro, tirando de recursos y a fuerza de tesón y valor, pudo resolver una situación que se presentó muy comprometida para él, consiguiendo que se le ovacionara con fuerza cuando tumbó al cuarto de una soberbia estocada hasta la empuñadura. Para rematar su labor, durante toda la función se mostró muy activo y brillante tanto en quites como con las banderillas, por lo que en el último toro una gran mayoría de espectadores se le rindieron plenamente dedicándole una clamorosa ovación. Tal y como había pronosticado, se tuvieron que comer los pitos.

El mes de octubre lo inició protagonizando la Feria de Úbeda (Jaén), saldando reses que respectivamente pertenecían a las vacadas de Rafael Surga, mano a mano con Quinito en el lunes primero, y a los Hermanos Nicolás y José Lozano, en compañía de su pariente Torerito, el jueves 4, si bien cedió la muerte del quinto al novillero José Rodríguez Bebe Chico que ejercía de sobresaliente. Con buen clima y mejor entrada, el día 7 se celebró en Barcelona la penúltima corrida de la temporada, con tres toros de José Navarro (antes Salas) y otros tres de Luis Mazzantini, que también actuaba, de los que el burriciego quinto fue reemplazado por un ejemplar de Torres Cortina, al que Guerrita realizó una completísima y labor que fue premiada con un apéndice. Para dar mayor realce a sus fiestas la ciudad valenciana de Gandia programó una corrida de toros, que pertenecieron al hierro de José Clemente y fue un desastre de ganado en todos los sentidos, para Guerrita y Fabrilo, ídolo de aquella región, que resultó herido en el muslo derecho cuando se preparaba para matar al cuarto, motivo por el que Rafael tuvo que vérselas con cuatro de aquellos marrajos que aún lucían la divisa de González Nandín. Sucedió que el padre y otros familiares de Julio Aparici que presenciaban el festejo tuvieron que ser “atendidos de un síncope”. Cabe recordar, como ya ha quedado apuntado, que Fabrilo murió a resultas de una cornada; y añadir ahora que su hermano Francisco, novillero apodado Fabrilo II, fue víctima de un pablorromero de nombre Corucho  (Valencia  30/4/1899). Paradojas del destino, vistiendo el mismo traje grosella y oro que llevaba Julio el día de su fatal percance.

Litografía del Guerra firmada por el torero

Un año más se engalanó Zaragoza para disfrutar su Feria de la Pilarica, que en esta ocasión se compuso de tres corridas de toros acontecidas los días 13, 14 y 15 (fuera del abono se dio un festejo mixto el domingo 21) y en las que Guerrita constituía su máxima atracción. En las dos primeras estuvo acartelado con Antonio Fuentes, junto a las ganaderías de Espoz y Mina y de Pablo Benjumea respectivamente. Del antiguo hierro de Carriquiri solo estoqueó dos, ya que el primero tuvo que ser apuntillado después del castigo que recibió del picador Agustín Molina, con la consiguiente bronca que parte del público llegó a expresar desde un invadido ruedo. Con sus otros dos ejemplares logró calmar la situación, cortándole una oreja a su segundo y redondeando una magistral faena en el último de su lote al que le entró a herir utilizando como muleta la chaqueta que desde el tendido le arrojó un enfervorecido espectador. Frente a los benjumeas debe significarse sus intervenciones en los dos primeros tercios, que fue portentosa en el sexto al banderillear con Fuentes, compartiendo con él una prolongada ovación. La última tarde se encerró en solitario con seis saltillos, de los que uno fue devuelto por presentar defectos en su encornadura, reemplazándolo un ejemplar de Espoz y Mina, cuya muerte, a petición del público, cedió al novillero local Nicanor Villa Villita, que aquella tarde trabajaba como peón. Guerrita tuvo una actuación que en líneas generales describen las crónicas como “mitad por mitad”.

Antes de que en Madrid pusiese término a su magnífica campaña de 1894, Guerrita viajó a tierras catalana. Así, el domingo 18 actuó en Tarragona acompañado de un voluntarioso Quinito, que salió en sustitución de Bombita (aquejado todavía de su mencionado percance en la sevillana Feria de San Miguel), para dar cuenta de un bravo encierro perteneciente a la vacada que Victoriano Ripamilán poseía en la comarca zaragozana de las Cinco Villas, cosechando Rafael un rotundo triunfo al obtener una oreja de los dos últimos toros que compusieron su lote, sobresaliendo la faena realizada con Jardinero, al que sentado en el estribo vio como rodaba a sus pies con el estoque hundido hasta las cintas. Tres días después volvía a realizar el paseíllo sobre el ruedo de El Torin (primer coso taurino construido en la Ciudad Condal, también llamado de La Barceloneta por estar ubicado en terrenos de dicha barriada), para encerrarse como único espada frente a cuatro astados marcados con el hierro de Saltillo, de bonita lámina y aceptable comportamiento, de los que el cuarto murió descordado a consecuencia de un puyazo de Rafael Moreno Beao, y dos bichos de Torres Cortina que dieron un juego desigual. Rafael estuvo superior toda la tarde, recibiendo numerosos aplausos y dos orejas que por unánime petición le concedió el presidente, León Guerrero, quien además ordenó que en honor del califa sonara la música en el quinto ejemplar.

Foto de estudio de Rafael Guerra

Y llegamos al punto final de su temporada, que tuvo por escenario el siempre importante y a la vez complicado coso taurino matritense, y aunque sin la acritud de la comparecencia anterior el panorama ambiental le seguía siendo poco propicio, dividiéndose las manifestaciones en los tendidos cuando el domingo 28 de octubre, ciñendo  un precioso terno encarnado con caireles de oro y cabos negros (los tres jefes de filas vistieron trajes con seda del mismo color) realizaba el paseíllo acompañado del granadino Lagartijillo y de Miguel Báez Quintero Litri (primer matador pero no el fundador de la famosa dinastía taurina onubense), que confirmaba la alternativa recibida un año antes en la Real Maestranza de Sevilla, motivo por el que, siguiendo una bonita costumbre después desaparecida, Rafael le cedió la muerte del primer toro, de nombre Sentimiento, que como el resto del encierro lucía la divisa encarnada y blanca de la ganadería de D. Cristóbal Colón de la Cerda, quien a la sazón era el titular del ducado de Veragua. La tarde se presentó con un cielo tristón después de haber llovido durante toda la mañana (este festejo se aplazó el martes anterior a causa del temporal) y hubo necesidad de acondicionar el ruedo antes de que el presidente, Tomás Minuesa de los Ríos, ordenara a Carlos Albarrán El Buñolero que abriese la puerta de toriles. Por el motivo indicado Guerrita estoqueó los toros tercero (Chaparro, berrendo en negro con apretadas defensas) y cuarto (Desertor, negro bragao, salpicado por los pechos y no mal encornado),  con los que estuvo por encima de las condiciones que le presentaron, siendo muy aplaudido al término de sus respectivas faenas,  sobresaliendo una vez más su saber estar en el ruedo y buena dirección de la lidia, cualidades que puso de manifiesto en diversos momentos de la misma, si bien, donde se llevó la mayor ovación de toda la tarde fue al correr por derecho al toro quinto “llevándole hasta la puerta fingida del 2 y 3 y una vez allí se sienta en el estribo a dos pasos del bicho con mucha tranquilidad. Al abandonar el sitio el público tributa al espada una nueva ovación, en la que caen a la arena sombreros, prendas de vestir, paraguas, cigarros, etc.” (El Toreo, 29/10/1894).

A mi modo de ver, esto fue lo más significativo, que no es poco, de cuanto en los ruedos realizó Guerrita en 1894, campaña en la que totalizó 80 corridas vestido de luces, contando con la valiosa colaboración del muy cualificado personal que llevaba a sus órdenes: los banderilleros Rafael Rodríguez Mojino (amigo y compañero inseparable desde la infancia), Antonio Guerra (su hermano), Enrique Ortega Almendro y Ricardo Verdute Primito. Y como picadores de nómina Antonio Bejarano Pegote (primo suyo), Rafael Moreno Beao, Manuel de la Haba Zurito y José Arana Agustín Molina, a los que en el transcurso de la temporada y como consecuencia de bajas ocasionales se unirían Joaquín Rubio Formalito, Rafael Bejarano El Cano y Rafael Roldán Quilin (estos dos últimos también familiares suyos). Todos ellos de Córdoba salvo Almendro y Primito que eran sevillanos. Como puntillero llevaba a Joaquín del Río Alones, que anteriormente fue con Frascuelo.    

Pero antes de finalizar este artículo y pese a la amplitud del mismo, no me resisto a decir que la historia del Toreo está plagada de múltiples curiosidades. Como ejemplos bien podrían servir la del traje de luces de los hermanos Fabrilo y la coincidencia de dos toros llamados Distinguido en relación con los diestros Jarana y Corchaíto ya referidos, circunstancia esta última  que se repite con dos de las reses estoqueadas en la corrida madrileña últimamente comentada: Desertor, primero que lidió Guerrita y es como se llamó el miura que en la barcelonesa plaza de Las Arenas (7/10/1900) causó la muerte a Domingo del Campo Dominguin, en tanto que Lagartijillo se enfrentó a Matajacas, nombre que llevaría el tepeyahualco que en la capital de México (13/1/1907) hirió mortalmente a Antonio Montes.

Rafael Guerra: De Llaverito a Califa 

Con la temporada de 1894 (80 corridas y 224 toros matados) llegó Guerrita a la cúspide de su reputación y de sus méritos, manteniéndose en lo alcanzado, era imposible llegar a más, y dejando bien definidas las cualidades por las que ha pasado a la historia de la Tauromaquia como el torero más completo jamás conocido, destacando sobremanera su indiscutible maestría en todos los tercios de la lidia y un amplio conocimiento de las reses. “Se atorea con la cabesa”, era una frase que solía repetir.

A modo de resumen recordaremos que Rafael Guerra Bejarano Guerrita (Córdoba, 1862-1941), a lo largo de su ejecutoria profesional totalizó 882 corridas (de las que 137 fueron en Madrid y 56 con ganado de Miura), y mató 2.339 toros, según su muy recordado nieto José Guerra Montilla, gran historiador taurino y mejor amigo. Otro dato a destacar, aunque habría muchísimos de donde escoger, es que de las doce temporadas que toreó, en todas quedó al frente del escalafón salvo la de 1897 que por cogidas, que entonces tardaban mucho en curar, acabó en segundo lugar detrás de Luis Mazzantini. Pero, quede constancia de que el año 1894 fue, sin ningún género de dudas, el de LA GRAN TEMPORADA DE GUERRITA.

domingo, 15 de agosto de 2021

LA GRAN TEMPORADA DE «GUERRITA» (I)

Por Rafael Sánchez González

Rafael Guerra Bejarano «Guerrita».
Óleo de Julio Romero de Torres

Mientras España curaba sus heridas por la pérdida de las colonias de ultramar, las plazas de toros eran los escenarios donde muchos españoles, olvidando la situación política por la que atravesaba el país, seguían entregándose a su afición favorita, los espectáculos taurinos, en cuyo entorno se reflejaba también ese ambiente de pesar, influenciado además por la retirada de los dos ídolos que durante más de cuatro lustros habían acaparado la máxima atención y dividido sus pasiones: Rafael Molina Lagartijo y Salvador Sánchez Frascuelo. Cuando esto sucedía, otro diestro ocupaba ya el liderazgo de manera absoluta, Rafael Guerra Guerrita, cuya trayectoria profesional transcurrió envuelta en una merecidísima aureola de auténtico magisterio. Desde su aparición formando parte de la Cuadrilla Juvenil Cordobesa que en 1875 formó Francisco Rodríguez Gómez Caniqui, destacado banderillero a quien un problema de visión le obligó a dejar la profesión, Llaverito, que así se le conocía entonces a Rafael (por ser hijo del conserje y por consiguiente tener las llaves del viejo Matadero de Córdoba), mostró unas cualidades excepcionales para la lidia, aptitudes que fueron progresando a medida que avanzaba su excepcional carrera, hasta que en 1899 decidió retirarse cuando era figura máxima e indiscutible de la Tauromaquia. Pero si toda su ejecutoria en los ruedos fue brillantísima, cabe significar que en 1894 cuajó su campaña más completa, que además se vio acompañada por acontecimientos de muy diversa índole. Fue, la gran temporada de Guerrita, a la que quiero dedicar la atención que por su relevancia merece.

El Barrio del Matadero de Córdoba, en el Campo de la Merced.

A modo de introducción, he de indicar que en 1891 el bando lagartijista, declarado abiertamente en contra de Guerrita, tomó partido por Manuel García el Espartero, quien a base de gran pundonor y un arrojo temerario cogió alas en el coso de la Villa y Corte, situación por la que Rafael decidió no ajustarse el siguiente año (1892) con el empresario de tan importante plaza, el famoso Bartolo (Bartolomé Muñoz), que tampoco pudo contar con Luis Mazzantini y José Sánchez Cara-ancha. En 1893, siguiendo la determinación tomada por Frascuelo y cansado por el peso de los años se retiró Lagartijo, que ya había firmado las paces en Córdoba con Guerrita (un problema del que sus respectivos seguidores fueron más culpables que los propios espadas), y cuando este último regresa ante el exigente público madrileño, aun sin decepcionar, tampoco puede decirse que alcanzara el alto nivel de años anteriores. Al empuje del Espartero vino a unirse con fuerza en la segunda parte del abono Antonio Reverte, otro diestro sevillano con el valor como base de sus triunfos y la misma atracción popular que su citado paisano, del barrio de La Alfalfa. Así estaban las cosas cuando Rafael encaró su importante campaña de 1894, que curiosamente comenzó con dos actuaciones los días 2 y 5 de marzo en la plaza Serra do Pillar de Oporto (Portugal), acompañado del rejoneador Duarte d´Oliveira.

La temporada madrileña se abrió el siguiente día 25, con ganado de Manuel Bañuelos para Espartero, Reverte y Guerrita, quien, vestido de verde y oro, se enfrentó a Picafuerte y Lagartijo (no sería el único astado con este nombre que matase a lo largo de su carrera), actuación que le sirvió para darse buena cuenta de que había que apretarse los machos, dado que soplaban vientos de Fronda. Pero no tardaría Rafael en poner las cosas en su lugar exacto. En la primera de abono, el domingo 1 de abril (suspendida por lluvia siete días antes), con los mismos compañeros de cartel y reses de Esteban Hernández, grandes y con poder, cuajó el diestro de Córdoba una de sus tardes más completas en este coso frente a Rebollo, un colorao de cuello rizao y grandes defensas, que derrochó mansedumbre desde que asomó por la puerta de chiqueros, y a Segoviano, ejemplar de bonita lámina, con el que se lucieron en quites los tres espadas y cuya muerte brindó a la francesa duquesa de Uzés, que le correspondió con un valioso alfiler, para realizar después una brillante faena a la que puso colofón con un soberbio volapié. El público, que se había mostrado con intencionada frialdad tras rematar a su primero, no tuvo más remedio que entregársele con una ovación general, que le acompañó cuando en su jardinera enfilaba la calle de Alcalá arriba para entrar en la del Turco camino de la fonda.

Guerrita en la plaza de Sevilla trasteando a Judio de Miura

Con el grato sabor de este triunfo llegó Rafael a Sevilla para participar en la Corrida del Corpus (15/4) y en las tres de su famosa Feria abrileña, anunciado con Espartero y Emilio Torres Bombita. Los toros pertenecían a las prestigiosas divisas de Adalid, Concha y Sierra, Ybarra y Miura, y el resultado general no pudo ser más exitoso para él. Con relación al segundo de estos festejos recojo estas líneas escritas por Don Ventura  en su obra Al hilo de las tablas: “Los dos diestros [Espartero y Guerrita] estuvieron superiores de verdad contendiendo con las reses de la Viuda, que así era cómo toreros y aficionados designaban a doña Celsa Fontfrede [Vda. de Concha y Sierra](…) Aquella noche de la corrida los vendedores de periódicos voceaban éstos, repitiendo machaconamente el bordoncillo de: con lo bien que han trabajado Espartero y Guerrita”. Y añade después dicho historiador: “la gente se agolpaba como para contemplar algo extraordinario, y quien producía aquel revuelo era el célebre diestro cordobés, el cual avanzaba por la angosta vía ataviado con arreglo al puro clasicismo torero: recogido sombrero calañés, chaquetilla de terciopelo granate, rico pantalón negro de talle, botas de charol con cartera de color claro, bastón, camisa bordada y deslumbradores brillantes. ¡Qué olor a torero se esparció por la calle de las Sierpes! Al llegar Guerrita frente al Círculo de Labradores se encontró con el crítico madrileño Don Clarencio, gran partidario suyo. ¿Cómo? ¿Usted por aquí? -dijo Rafael-. A ver a ustedes y que sea enhorabuena -replicó Don Clarencio-. Rafael hizo una breve pausa, giró la mirada por aquella multitud que le asediaba y le cerraba el paso, y añadió con firmeza: “¡Aquí soy el amo!”.

El domingo 22 volvió a Madrid, donde, después de varias suspensiones por lluvia y variaciones en el cartel, se celebró la segunda corrida de abono en la que, mano a mano con Reverte por reciente percance de Espartero en Sevilla, se enfrentaron a bichos de Juan Vázquez, con romana y bravura, que a punto estuvieron de dejar  en la ruina al señor Bonilla, encargado de la cuadra de caballos de esta plaza. Tercer paseíllo en la Corte y otra lección magistral de Guerrita, esta vez ante Farolero, con el que desempeñó una gran labor con la muleta y citó hasta cuatro veces en la suerte de recibir, que fueron otras tantas ovaciones. Según Paco Media Luna (El Toreo 23/4/1894): “Nada más bonito y artístico que aquellos pases naturales haciendo girar al toro en un palmo de terreno (…) No hay que consignar que toda la faena fue exornada con unánimes salvas de aplausos, repitiéndose al caer el bicho muerto”. Siete días después nueva actuación en el mismo escenario, acompañado de Cara-ancha, que resultó herido en una pierna al banderillear, y Antonio Fuentes, alternativado por Fernando el Gallo hacía siete meses, para lidiar un encierro de José Orozco remendado con un sobrero de Conradi, que pareció raquítico comparado con aquel ya citado de Vázquez y por añadidura no dio el juego apetecido.

Manuel García El Espartero

El 3 de mayo, festividad de la Ascensión, junto a Reverte y Fuentes se las vieron con astados de Miura, muy grandes, duros y poderosos, sobre todo el cuarto, con el que tuvieron que emplearse a fondo Pegote, Zurito y Beao, ordenando el diestro que abrieran las puertas para una vez en el callejón poderle quitar al toro la mitad del palo que Pegote había enterrado en el morrillo de Enanito, que así se llamaba el miureño. De vuelta a la arena, Rafael sacó a relucir una vez más sus dotes de gran lidiador ante el público madrileño. Y según narra El Toreo (4/5/1884): “se arranca a dos palmos de la cara de su enemigo, y al volapié deja una gran estocada. El toro queda como inmóvil frente al 10, Guerrita se sienta en el estribo. El bicho le mira. Saca el matador el pañuelo, se limpia con él, y vuelve a guardarle. El toro da una vuelta y vuelve a quedarse mirando a Guerrita, que continúa sentado. Y se acuesta a sus pies besándolos casi (…) Un espectador de la grada 9 gritaba: ¡ole por el Lagartijo y el Frascuelo, todo en una pieza! Conste que la ovación fue de las que hacen época, y de las que son espontáneas”. Añadir, que a su regreso a Córdoba fue recibido en la estación del ferrocarril por una banda de música y numerosas personas que le acompañaron entusiásticamente hasta su domicilio en Plaza de Capuchinos.

Cuatro paseíllos más realizó Rafael Guerra sobre el ruedo madrileño (los días 6, 13, 17 y 20 de mayo) y en todos mantuvo en alza su bien ganado cartel de figura cumbre del toreo, llegándose a leer en la prensa expresiones como: “ya no se puede llegar más alto que ha llegado Guerrita”, o bien: “hoy día es el único torero capaz de poner en las taquillas el ansiado cartelito de no quedan localidades”. Relacionado con el tercero de ellos se produjo un leve incidente del que se han contado diferentes versiones que, más o menos, vienen a redundar en el mismo resultado final. En el mañanero apartado de los toros, propuso Guerrita la conveniencia de dejar fuera uno que desentonaba del resto por su exagerada altura y descomunal cabeza, aún dentro de un encierro que ya era grande y cornalón. El mayoral cometió la torpeza de advertirle al diestro que no debía preocuparse dado que dicho ejemplar no venía para él (conviene recordar que entonces era el ganadero quién señalaba el orden de salida de las reses a lidiar en cada corrida). Como era de esperar, la respuesta del califa fue tan rápida como contundente. Imponiendo su jerarquía exigió enfrentarse a Cocinero, que así se llamaba aquel elefante con cuernos perteneciente al ganadero colmenareño de D. Félix Gómez, quien, por cierto, fallecería veinticuatro días después. Con la maestría que era de suponer, Cocinero fue lidiado en segundo lugar y al caer fulminado de certera estocada sonaron con fuerza las palmas para el torero. De la dureza que sacaron los bichos  es prueba exponente los 49 puyazos que recibieron, por 33 caídas y 18 caballos muertos.  

Picador antes del peto para proteger las cabalgaduras

Dos corridas de toros (25 y 26 de mayo) y una novillada conformaron en Córdoba la Feria de la Virgen de la Salud de aquel año, en las que Guerrita alternó con Mazzantini, y Espartero, frente a reses de Eduardo Ybarra y de Antonio Campos (oriundas de Barrionuevo) respectivamente. Por cierto, sería la última vez que el valiente espada sevillano abandonaría una plaza vestido de luces, dado que el día siguiente caía mortalmente herido por el toro Perdigón, de Miura, en el ruedo de la Villa y Corte. El paso por nuestra ciudad del vagón en el que viajaba el cadáver de Manuel García congregó en la estación a numerosos aficionados y por encargo expreso de Rafael Guerra, ausente al torear ese día en Granada, el clero de la parroquia de San Miguel acudió para rezar un solemne responso ante los restos mortales del desgraciado torero. Continuando con la Feria cordobesa, el tiempo desapacible, que quitó brillantez al  recinto ferial, no restó público en el desaparecido coso de Los Tejares, escenario de un triunfo más de Guerrita, que fue clamorosamente aplaudido por sus paisanos, con el mismo entusiasmo que despertó cuando en la noche del viernes 25 advirtieron su presencia en la lujosa tienda (caseta) del Círculo de Amistad, lugar al que para felicitarle acudió el alcalde de la ciudad, señor Aparicio Marin, acompañado del Director General de Establecimientos Penitenciarios, el cordobés D. Antonio Barroso Castillo, que disfrutaba de las jornadas festivas en compañía de familiares y amigos.

A su mencionada actuación en Granada, siguió la de Aranjuez, el miércoles 30, donde se dieron cita numerosos aficionados desplazados desde Madrid, y a continuación las de Antequera (31/5), Barcelona y Nimes (Francia), los días 3 y 10 de junio respectivamente, antes de regresar a la capital de España para participar  el 17 de junio en la tradicional Corrida de Beneficencia, con Mazzantini, Lagartijillo (en sustitución de Reverte), Fuentes (que sufrió una extensa herida en la región lumbar derecha) y  ganado de la Marquesa Vda. de Saltillo. Según El Bachiller González de Rivera en Sol y Sombra: “el segundo saltillo, de nombre Baratero, fue bravísimo, llegó a la muleta cortando terreno y Guerra, de tórtola y oro, le toreó de un modo magistral con diecisiete pases, en cada uno de los cuales obtuvo una ovación, que aumentó al matar con una estocada algo caída recibiendo. Al sexto, Zorrillo, lo toreó con suprema elegancia, matándolo de un magnífico volapié. La segunda ovación igualó a la primera”. El jueves 21 toreó en la lisboeta plaza de Campo Pequeño y el domingo 24 en la Real de El Puerto de Santa María, recintos taurómacos con la belleza arquitectónica y reconocida importancia que en la actualidad conserva y sigue disfrutando respectivamente uno y otro. 

Guerrita entra a matar a Cocinero, de don Félix Gómez

Entre las festividades de San Juan y San Pedro vuelve a Madrid el día 27, en tarde lluviosa que no repercutió en los tendidos pese a ser además jornada laborable, esta vez para entendérselas con ganado de Adalid en compañía de Antonio Fuentes y Ricardo Torres Bombita, que confirmaba la sevillana alternativa que el año anterior le había otorgado el Espartero (única que dio este diestro) en la Feria de San Miguel. Guerrita, que tuvo que descalzarse para poderse mover con cierta seguridad sobre el barrizal en que se había convertido el ruedo, estuvo valentísimo toda la tarde, sacando a relucir su incontestable magisterio taurino, sobre todo ante Gallarete, un buey con desarrolladas defensas que mostró mansedumbre desde su aparición por la puerta de chiqueros. Según la prensa, los antiguos núñezdeprado no dieron el juego esperado y ya no tenían la pujanza frente a los caballos de cuando los presentaba D. ª Teresa. Y con doble y triunfal participación en la feria burgalesa, los días 29 y 30, ponía punto final Rafael al mes de junio.

El domingo 1 de julio se cerraba la primera temporada del abono madrileño con un cartel de extraordinario interés. Nada menos que Guerrita como único espada con seis ejemplares de Joaquín Muruve, gesta que llevaría a cabo en veinte ocasiones a lo largo de su carrera. De la expectación que el festejo había despertado es señal inequívoca el comienzo de la crónica de Paco Media Luna en el semanario El Toreo: “El delirio, el disloque, el acabóse, el colmo, todo en una pieza (…) Los billetes para presenciar la corrida de ayer se han cotizado a precios fabulosos. Asientos que en el despacho valían de ordinario dos pesetas se han pagado a seis y ocho, sin andarse con requisitos, so pena de quedarse a la luna de Valencia. Y si esto ha ocurrido con los billetes de las andanadas frente a la sombra, ¿qué precios no habrán obtenido los billetes de preferencia? La calle de Sevilla toda la mañana de ayer estuvo convertida en una segunda edición de la Bolsa, con mucha más animación que la mejor sala de contrataciones, y cotizándose en alza continua el papel, según transcurría el tiempo. A las dos era ya difícil obtener un asiento en la mezquita, porque quedaban contados, y esos a precios fabulosos. (…) A las cinco, D. Manuel Cobos Canalejas, encargado de la presidencia, dio las órdenes de comenzar. Al poco presentábase el ejército capitaneado por el gran califa Rafael Guerra «Guerrita», vestido de verde y oro, que fue saludado por la asamblea con un aplauso general”. De su continuado elogio a la redonda actuación del torero de Córdoba, destaco estas líneas: “El sexto, como queda dicho, fue un buey. Pero como una de las grandes habilidades que tiene el Guerra es convertir a la hora de la muerte bueyes carreteros en toros boyantes, tomando al manso de cerca y tapándole siempre la salida, consiguió apoderarse de él y dar fin a la faena con la mejor estocada que se clavó en toda la tarde, cayendo el bicho sin necesidad de puntilla”. 

Guerrita y su tropa torera

Con lleno a rebosar en Castellón, el 8 de julio volvió a encerrarse en solitario con seis muruves a los que despachó de otras tantas estocadas y un pinchazo recibiendo. Así resumía su labor la reseña de Arte Taurino (15/7): “Con la muleta hizo todo lo que sabe, que no es poco. Dio pases acabadísimos, imposibles de describir con la perfección con que él los ejecuta”. Cuatro días después y precedido de toda la parafernalia que allí rodea a los festejos taurómacos, lidió en Lisboa reses nacionales de Palha, que dieron un excelente juego. En cambio, no sucedió igual con cinco de los seis morlacos que el domingo 15 se jugaron en Barcelona, marcados con los hierros de Benjumea, Miura y Mazzantini, que pasaportó junto con el Gallo y Don Luis, que en dicha función conjugaba protagonismo como ganadero y torero.

Cuatro corridas compusieron la valenciana Feria de Julio (todavía no se celebraba el ciclo fallero, que con el paso del tiempo alcanzaría mayor celebridad), de las que solamente él fue máximo protagonista de todas, figurando también en la programación Bombita, Mazzantini, el diestro local Julio Aparici Fabrilo y Rafael Bejarano Torerito en sustitución de Reverte que se encontraba herido. Lo más destacado corrió a cargo de Guerrita, lucido con los toros aceptables, que salieron pocos, y mostrándose dominador con los que mansearon, que fueron mayoría. Intercalando actuación entre estos festejos viajó a Mataró el día 27, para estrenar el único coso taurino levantado en la capital del Maresme, con capacidad para ocho mil espectadores, en una nueva encerrona, ahora frente seis cornúpetos de José María de la Cámara que averiguó con sobrada solvencia. 

Aplazado a fin de que pudiese intervenir Guerrita, con lleno rebosante, teniendo que desalojar la autoridad al público que había invadido el callejón antes de comenzar el espectáculo, el jueves 2 de agosto se inauguró la tercera plaza de toros levantada en Jerez de la Frontera (las dos anteriores desaparecieron pacto de las llamas). Ni los bichos del señor marqués de Villamarta, procedentes de Juan Vázquez, ni Francisco Bonal Bonarillo, antiguo competidor suyo en novilladas matritenses que en esta ocasión alteraba con él, aportaron nada digno de ser recordado en fecha tan señalada para la afición jerezana. Consignar, si acaso, que el picador Rafael Moreno Beao pasó a la enfermería con erosiones en la cara y luxación del brazo izquierdo. Los días 4 y 5 compartió aplausos con Antonio Fuentes en la localidad murciana de Cartagena frente a sendos encierros de Saltillo y Muruve. Y el lunes 6, desilusión en Alicante al estrellarse los deseos de agradar del califa, que una vez más se anunciaba como único espada, por culpa de las nulas condiciones que salvo en varas aportaron los muruves lidiados. 

Antonio Fuentes

Rafael proseguiría su triunfal campaña con una doble participación en la Feria de Málaga. El miércoles 8 para despachar en veinte minutos un encierro de Saltillo, que representó un triunfo más para Guerrita, éxito que se vio complementado el jueves con una gran actuación, de manera especial en el toro cuya muerte brindó a su maestro y antiguo jefe Rafael Molina Lagartijo, invitado de honor en el palco de la Diputación. Extraordinaria faena, a la que Barabino ponía colofón en su reseña (El Toreo 13/8), con estas líneas: “En el quinto desarrolló arte, elegancia y maestría, entusiasmando al público de tal modo que hasta las presidentas aplaudían. Mató al bicho de una estocada muy buena, después de rascarle el testuz, llevándoselo luego a las tablas, donde se sentó, sacó el estoque y le remató con la puntilla. Ovación, oreja y música por las tres bandas que asistían a la corrida”. Testigos de excepción Mazzantini y Bombita, que completaban cartel con reses de Orozco.

Rafael Guerra en sus inicios

Tras un breve descanso a su paso por Córdoba, Rafael Guerra emprendió viaje para acometer las dos citas taurinas más importantes del norte como son los ciclos feriales de San Sebastián y Bilbao, en los que ya en aquellos años se daban cita miles de aficionados llegados de Francia. Comenzó en la desaparecida plaza guipuzcoana de Atocha (primera en España que en agosto de 1886 y bajo el reclamo de Toros de Noche anunció un festejo taurino nocturno), donde, vestido de corinto y oro, lidió ganado navarro del conde de Espoz y Mina (dueño ya en solitario de los antiguos carriquiris), junto con Luis Mazzantini, que aun habiendo nacido en Italia siempre se consideró un torero de esa tierra. Tres días después (15/8) repetirían actuación, esta vez frente a toros de la Sra. Vda. de López Navarro que colaboraron al triunfo de ambos espadas, sobresaliendo el alcanzado por el cordobés ante Donoso, del que le concedieron una oreja. Según la prensa: “Los trenes para Francia salen atestados de gente, y al partir de la estación, los franceses gritan con entusiasmo ¡viva España! ¡Viva Guerrita!”.  Quizás por no tener mucho de qué escribir en temporada estival, periódicos como El Tiempo y El Liberal se ocuparon de la comida ofrecida a Rafael Guerra a bordo del Conde de Venadito, intentando comprometer con ello a significativas personas relacionadas con el Ministerio de Marina, al punto de tener que enviar el torero una carta aclaratoria al respecto que fue publicada en el primero de los rotativos citados. 

En cuanto a Bilbao, tomó parte en las cuatro corridas programadas del 19 al 22 de agosto, abriendo actuación mano a mano con Mazzantini y ganado de Muruve al que le sobró mansedumbre. En los dos siguientes festejos alternaron ambos junto al sevillano Antonio Reverte, corriéndose la primera tarde reses de Veragua, con romana y desarrolladas defensas, que dieron un juego bastante aceptable, en tanto que en la siguiente los pupilos de Saltillo demostraron enorme poder y sacaron mucho que lidiar, mandando a la enfermería a los dos compañeros de Guerrita, motivo por el que Reverte no pudo torear el último día y Mazzantini anduvo muy mermado de facultades, cargando el califa con todo el peso de la lidia, en la que colaboró muy eficazmente y compartió palmas con él, haciendo gala de su reconocida solvencia, ese portento de la brega llamado Juan Molina, que todavía figuraba en la cuadrilla de Mazzantini para pasar el siguiente año a las órdenes del Guerra, quien a fin de cuentas sería el triunfador absoluto de la feria. Por compromiso con el empresario, su amigo José Arana, volvió de nuevo a San Sebastián el domingo 26, para estoquear saltillos en compañía de Emilio Torres Bombita, que fueron de Zalduendo el día 28 en Dax (Francia), y de González Nandín el 3 de septiembre en Valdepeñas.

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