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jueves, 2 de julio de 2020

CHICUELO Y MANOLETE: LA LÍNEA GALLISTA DEL TOREO

Por Antonio Luis Aguilera
Mirador, toro de la alternativa de Manolete. Sevilla, 2/7/1939
Se llamaba Comunista pero le cambiaron el nombre por Mirador, como si presagiara el de tantos críticos influyentes, que escribieron la historia del toreo mirando sin ver. Hoy se cumplen ochenta y un años de su lidia. Fue el toro de la alternativa de Manolete en Sevilla, apadrinado por Manuel Jiménez Chicuelo, y completando cartel Rafael Vega Gitanillo de Triana. La ganadería de Clemente Tassara, antes Parladé, corrida a beneficio de la Asociación de la Prensa. Manolete cruzó el dorado albero maestrante luciendo un traje color heliotropo y oro, y triunfaría cortando las orejas al rebautizado toro, aunque el gran triunfador de la calurosa tarde fue Chicuelo, al lograr las dos y el rabo del cuarto; Gitanillo de Triana no se fue de vacío y cortó las del quinto.
Chicuelo otorga la alternativa a Manolete
En la efeméride de aquella alternativa conviene recordar que Chicuelo no solo fue el padrino de la ceremonia, sino quien, al ceder los trastos a aquel espigado gallo de pelea, también otorgaba continuidad al toreo de línea gallista, que él había refinado con la gracia de su arte, y Manolete habría de elevar a definitivo durante su reinado.
José Alameda tuvo oportunidad de comentarlo con el mismo Manolete y levantó acta en su obra «Los arquitectos del toreo moderno» (Ediciones Bellaterra, 2010), donde escribió:

«… hemos visto que la aportación técnica de Manolete, su forma de obligar, tuvo una significación no sólo porque acortaba una distancia, sino porque lo hacía en rectitud. Esto no hubiera sido posible si Manolete hubiera estado en la línea de Belmonte, ya que, tal y como Belmonte entendía y practicaba el toreo, su cite oblicuo, su provocación en cruce, estaba cargado de razón.
El hecho es que Manolete procedía de la misma línea que Chicuelo. Esta afirmación sin duda parecerá sorprendente a muchos. Pero yo no digo que sea una opinión mía, me pongo categórico y sostengo que es una realidad, por eso he empezado diciendo «el hecho es». Y tan lo es que el primero en saberlo era el propio Manolete.
Corría el mes de febrero de 1946, cuando tuve ocasión de hablar con Manolete sobre este tema. Nos encontrábamos en el Hotel Reforma, de la ciudad de México, charlando mientras él terminaba de vestirse para acudir a una cita. Estaba en mangas de camisa, anudándose la corbata y, al oírme decir que yo encontraba mucha similitud entre su forma de torear y la de Chicuelo, volvió hacia mí sus ojos que revelaban una complacida sorpresa:


 Chicuelo al natural con Corchaíto, de Graciliano Pérez-Tabernero
—Así es —dijo sin titubear—, la gente no suele verlo, porque la gente no se fija en esas cosas, pero ese es mi toreo. Yo creo que el torero debe mantenerse lo más posible en su centro, en la línea. Y, en eso el mejor que yo he visto ha sido Chicuelo.
Todavía, mientras salíamos y tomábamos el elevador para dirigirnos a la calle, siguió con el tema, que parecía agradarle, y me contó que, a raíz de haber recibido de Chicuelo la alternativa, lo ayudó cuanto pudo no sólo porque algún pariente de Dora la Cordobesita (la esposa de Chicuelo), cordobés también y amigo suyo, se lo había pedido, sino porque el siempre había creído que esa era «la línea verdadera del torero».
—Lo que pasa –añadió– es que parecía que el Diablo le escogía los toros. Toro malo que venía en aquellos encierros le tocaba a él. Y como no peleaba mucho…
Manolete al natural con Perfecto, de Miura
Estábamos ya sobre la acera, en la esquina del paseo de la Reforma y la calle de París… Era el anochecer… México se adentraba en las horas en que la luz de sus faroles quietos se deja vencer por los focos movibles de los coches que pasan como en riada… En uno de aquellos coches, se fue Manolete. Pero lo que había dicho se quedó allí, conmigo, para que ahora pueda yo ponerlo en esta evocación.
Se comprende que, para la mayoría, resulte difícil advertir la similitud técnica de Manolete y Chicuelo bajo sus evidentes diferencias de figura, temperamento y conducta, que se traducían en un gran contraste de expresión.
Pero dentro del proceso del toreo moderno, pueden distinguirse claramente dos líneas o rutas que, si bien se influyen a veces mutuamente, conservan en lo profundo muy definido su trazo.
José Alameda
Una es la del toreo en cruce, de los lidiadores que caminan, toreo con traslación: Belmonte, Ortega, Arruza
Otra es la del toreo «en la línea», en que el torero busca ser centro y eje, toreo sin traslación: Chicuelo y Manolete».
El magistral análisis de José Alameda enseña que no debe confundirse la línea o procedencia del toreo, con su expresión artística o acento personal de cada torero. 
Gracias al genial Luis Carlos Fernández López-Valdemoro, hoy recordamos aquella alternativa que cambió el rumbo de la historia, con la confesión del propio Manolete sobre el origen de su toreo.  

lunes, 1 de julio de 2019

ALTERNATIVA DE MANOLETE: 80 ANIVERSARIO

Por Antonio Luis Aguilera
Alternativa de Manolete. Foto familia Chicuelo
Se cumplen ochenta años de la alternativa de Manolete en la plaza de Sevilla, ceremonia que ofició el gran Manuel Jiménez Chicuelo, -de quien el 28 de septiembre se celebrará el centenario de su doctorado en el mismo ruedo-, completando la terna -todavía no se había inventado la figura del testigo de la ceremonia-, Rafael Vega Gitanillo de Triana. La ganadería perteneció a don Clemente Tassara -antes Parladé- y el toro de la ceremonia, que se llamaba Comunista, fue "rebautizado" como Mirador. Esta corrida, que se celebró el domingo 2 de julio de 1939, a las 6,30 de la tarde, fue a beneficio de la Asociación de la Prensa. Manolete estrenó un traje color heliotropo y oro –que conservó la familia Camará-, y cortó las dos orejas al toro del doctorado, mientras que Chicuelo fue el gran triunfador de la tarde, al cortar las dos y el rabo al ejemplar lidiado en cuarto lugar, y Gitanillo de Triana paseó las dos del quinto.
Por su valor histórico reproducimos la crónica publicada en el diario ABC de Sevilla el martes 4 de julio de 1939, firmada por el director y cronista taurino Juan Mª Vázquez.

Traje de la alternativa. Foto Manolo Castilla
"Todo el mundo en ufanía, Arenal de Sevilla abajo. Venía el público de saborear la emoción de la lidia brava y la labor de arte; los toreros habían sostenido sin “calderones”, durante la tarde toda, la fuerte sonoridad de los aplausos; el ganadero acababa de jugar un ejemplar soberbio, de época y de bandera, y, en fin, a la empresaria Asociación de la Prensa cabía la satisfacción de haber sido testigo del lleno fecundo de su fiesta, del lucimiento de toros y toreros y, sobre todo, del radiante contento del tendido, donde ni por un instante habíase advertido esa sensación de enervamiento y cansancio que una corrida de toros suele producir en cuantos la presencian. 
En el ambiente expectante y ruidoso que es alma y sal de los grandes entradones, comenzó la función. Su primer capítulo, la estimuladora ovación dedicada a Manolete, que de ella hizo partícipes a sus famosos compañeros de cartel, al terminar el paseíllo. 
Logró el valiente cordobés un gratísimo doctorado. Gordo, bien puesto, alto de agujas, el negro zaíno de su alternativa -¡un buen mozo!- hizo pasar un mal susto a Viruta al alcanzarlo cuando se acogía al burladero del siete. Allí mismo toreó al bicho de capa Manolete, reposado y ceñido, y los aplausos ganados se repitieron en el primer quite. En el suyo, Chicuelo inició su tarde triunfal -una de las más esplendorosas de su historia- con un garbosísimo capotazo a pies juntos, dando tablas; dos lances más de penetrante aroma sevillano, y un gallardo recorte de rodillas. Resonó la unánime ovación, premio de Manuel Jiménez y acicate del ánimo de Rafael Vega, que en su turno hubo de mover persuasivamente su capote para que la res, picada por Catalino, y aplomada ya, lo tomara, y dibujar unas verónicas agitanadas y lentas, tan prietas, que la taleguilla y la manga teñidas de rojo quedaron por la sangre del bruto. Con la tempestad de palmas por el hermano de Curro Puya levantada, terminó el primer tercio, y luego de banderillear bien Cantimplas y Blanquito, llegó el instante, que podemos llamar histórico, de hacerse un nuevo matador de toros. Con gesto y palabra de amigo, Chicuelo puso en las idóneas manos de Manuel Rodríguez los trastos de matar, y allá fue el neófito, después de saludar a la presidencia, a ofrecer a la plaza entera las primacías de su ascenso. Con la serenidad en él habitual, obligando mucho al toro, bastante quedado, desarrolló el cordobés una excelente faena, durante la cual, luego del ayudado, el alto y el de pecho, acometió el natural, con ceñimiento extremado, y a continuación, ya en el centro del anillo, unos adornos de sobria traza, muy toreros. Magistralmente, como él sabe, ejecutó el volapié despacio, por derecho, bajando la muleta y cruzando impecablemente, y la estocada, que quedó en todo lo alto, hizo rodar al bicho, tras agonía breve y dura, sin necesidad de puntilla. Las orejas y la ovación circular y entusiasta refrendaron el ingreso del joven paisano de Guerrita en la más alta categoría del arte. 
Manolete. Ilustración de la crónica 
En el resto de la sesión, fue Manolete el buen torero que todos conocíamos. Experto conductor de la brega cuando a él incumbía su dirección, sucinto en quites y sin “molestar” al ganado, notable capeador en las brillantes verónicas del sexto y concienzudo siempre. Al último de la corrida se lo picaron poco, con que llegó al final entero, encampanado y en plenitud de su fuerte temperamento. Manolete, al muletear, aguantó con singular arrojo; más a la hora de matar se propuso hacerlo con la pureza de su admirable estilo, sin advertir que el trance exigía rapidez suma. Seis o siete veces entró, y ha de consignarse que jamás lo abandonaron la entereza y el pundonor taurino. Percatado de esto, el público no dejo de animarlo con sus aplausos más alentadores, y cuando, después de varios intentos consiguió descabellar, fue muy cariñosamente despedido. Pronto veremos al flamante espada en indiscutida posesión del puesto al que desde anteayer camina. 
Hállase Chicuelo, y lo confirmó el domingo en una alarga exhibición maravillosa, en un segundo amanecer de su arte genuino. Ardiente como un chaval, inspirado y gracioso como en la cima de sus entusiasmos taurinos, muy pocas veces, ni aún en los días ya lejanos de su primera juventud, le habíamos visto tan sinceramente arrojado, tan brillantemente bullidor, tan dueño de los secretos de la más fina orfebrería de la lidia como en esta ocasión. Cada  verónica un grito de júbilo; un himno riente a Sevilla materna cada instante de cualquiera de sus quites indescriptibles; un cuadro pletórico de color y armonía cada episodio de sus faenas. 
Chicuelo. Ilustración de la crónica
A la altura prócera de su primer trabajo, que descrito queda más arriba, se mantuvo toda la inconsútil tarea de filigrana por el genial artista desenvuelta hasta que la inolvidable corrida llegó a su fin. Y si no hubo en su deleitosa labor con la capa ni un solo lance vacío de eficacia o de belleza, muleteando sostuvo -él, tan descontentadizo en ese momento- el rango artístico alcanzado en verónicas, medias, chicuelinas y recortes. Con su primer toro -único que puso en la fiesta una nota de mansedumbre-, que derrotaba mucho, se apretó, muy cerca de las tablas, como un novillero pundonoroso, y fue de una calidad torera inestimable aquel momento en que, confiadísimo, apoyó la espalda sobre la barrera, teniendo a un palmo de la cintura las afiladas astas del enemigo. Faena de sabiduría y de coraje, sazonados una y otro por preciosos primores de estilo, de la cual dieron fin un pinchazo y una estocada arriba.
En el cuarto, mucho mejor. Costadillos, molinetes, faroles, cambios de mano por delante y por el dorso…; toda la gama juncal, salerosamente elegante, de la privativa manera de hacer de Manuel Jiménez. Y ello, con un toro de genio vivo, al cual el Chicuelo de la decadencia tal vez no habría aproximado sino el pico de la muleta. Con decisión, ¡también!, al herir, el rejuvenecido maestro dio un pinchazo y una excelente estocada. Por petición general adjudicáronle orejas y rabo, y después de recorrer el ruedo por dos veces, se le obligó a salir entre delirantes aclamaciones.
De la tarde de Manolo en la corrida de la Asociación de la Prensa se hablará mientras quede vivo siquiera un testigo presencial. ¡Y cuando el domingo no se murieron de gusto todos ellos...!
Gitanillo. Ilustración de la crónica

Pues de Rafaelito Vega de los Reyes, ¿qué diremos? Él ayudó a mantener bien alto el tono excepcional del espectáculo, y al hermanar con la ya reconocida alcurnia de su escuela la nueva virtud de su arrojo desmedido, suyo fue también el éxito fervoroso y sin mácula. Temple, lentitud y salsa faraónica -las manos bajas, a la manera arrebatadora que Curro fundó-hermosearon en verónicas y quites los lances de Rafael, que en alguna ocasión bordeó la cama de operaciones por no querer que nadie le pisara el terreno. 
Tocóle, con el tercero, el bicho más difícil -sin llegar a ser el especialmente peligroso- de los del señor Tassara; un animal que se ceñía del lado derecho de manera muy sensible. Abrió el gitano su faena con el natural –olé- y muy cerca, muy seguro y muy lucido, prosiguió realizándola, entre aplausos y olés, a pesar de la pintada inclinación del adversario. Entrando bien, pinchazo y estocada delantera. Después, unos descabellos, y el epílogo de un extenso palmoteo, con el paseo de rigor.
Fue el quinto, quizá, el toro más bravo de que el cronista ha hecho mención en sus catorce años de ejercicio. Fiero, poderoso, insensible al castigo, y de una nobleza que iba aumentando en manejable sencillez según su lidia transcurría, el hermoso ejemplar hizo revivir en el redondel sevillano los antañones fastos de la casta Ibarreña. Seis veces, con extraordinaria pujanza, acometió a los caballos, sobre los cuales recargo con saña, volteándolos en cuatro ocasiones. Y sin que su hocico se abatiese en la arena ni un instante, ni sus patas escarbasen nunca, ni lo descompusiera el violento cabeceo a que le forzó una garrocha largo rato enhebrada en su piel. ¡Magnífico toro, bastante para situar en primera línea el cerrado de donde venía!
Se ha escrito que con reses así hasta grandes lidiadores solieron fracasar. Rafael Vega, no. Rafael Vega, dispuesto a ganar altura, desarrolló un trasteo justo, ceñido, adornado, que en la tarde de ovaciones una vez más hizo batir las palmas con estruendo. Mató pronto y bien y recorrió el dorado anillo, mientras las mulillas paseaban el cadáver de aquel bravísimo ejemplar del señor Tassara
Así fue, expuesta en trabajosa síntesis, la corrida benefactora del Seguro del Periodista; base de cordial parabién para el público, lidiadores, ganadero y Asociación organizadora". JUAN Mª VÁZQUEZ.

Comunista, toro de la alternativa de Manolete, "rebautizado" como Mirador
OBSERVACIONES:
Según el periodista cordobés José Luis Sánchez Garrido, que firmaba sus crónicas taurinas como José Luis de Córdoba, en el cartel de aquella tarde figuraban a las órdenes de Manolete los picadores Artillero y Gordoncho, así como los banderilleros Viruta, Cantimplas y Vito, pero en realidad los que actuaron fueron, a caballo, Bernabé Álvarez Catalino y Francisco de la Haba Zurito, y a pie Rafael Saco Cantimplas, Manuel Martínez Viruta y Blanquito.
Precisamente en esa corrida el picador Paco Zurito sufrió un grave percance que le obligó a abandonar el toreo. 

domingo, 14 de abril de 2019

DOS TALEGUILLAS ROTAS

Crónica de don Fabricio en el Diario ABC del jueves 19 de abril de 1945. 
EDICIÓN DE ANDALUCÍA
Sevilla 18-4-1945: Manolete, Pepe Luis y Arruza. La tarde de las taleguillas rotas.
EN LA MAESTRANZA
La primera de feria
Seis toros de Clemente Tassara, para Manolete, Pepe Luis Vázquez y Arruza. Preside el teniente de alcalde don Manuel Grosso. Asisten numerosas personalidades, y la hija de S. E. el Jefe del Estado. Las cuadrillas son saludadas con aplausos.
Primero: Manolete lo fija con unos lances a pie quieto. En el tercio de quites es ovacionado Pepe Luis Vázquez. Tres varas y tres pares. El toro llega quedado al último tercio y Manolete lo torea por bajo eficazmente. Sigue cerca, obligando, pero el toro no pasa. Entra matar descordando a la res.
Segundo: Pepe Luis es ovacionado al lancear, y asimismo Arruza, en un quite de frente por detrás. El toro cumplen en varas, y banderilleado pasa a manos de Pepe Luis, que brinda a Sánchez Mejías. Tres pases por alto, muy buenos que se jalean. Tres molinetes superiores (Música). Sigue la faena eficaz. Pincha en lo alto y descabella a la tercera (Palmas).
Tercero: Arruza es aplaudido al lancear y ovacionado en un quite por chicuelinas, así como Manolete en el suyo. Arruza coloca tres colosalísimos pares de banderillas, que provocan ovaciones y olés. Caen sombreros al ruedo. Arruza  brinda al público e instrumenta una serie de muletazos cerquísima, como más no cabe. Mata superiormente de una gran estocada. (Ovación e insistente petición de oreja).
Cuarto: Manolete es ovacionado al quitar. Varas y pares, los reglamentarios. Manolete realiza una colosal faena, que empieza con tres altos estatuarios. Sigue con cinco naturales estupendos, el tercero y quinto ligados con el de pecho. Continúa por redondos. Molinetes y manoletinas. En un desplante resulta cogido y con las taleguillas destrozadas. Mata colosalmente, con arreglo a los cánones (Ovación, oreja vuelta y saludos).
Quinto: Nada de particular en los primeros tercios. Pepe Luis muletea desanimado; pero sin embargo hay algunos lances salerosos. El público se impacienta. Mata de un pinchazo y media. (Algunas muestras de desagrado).
Sexto: Después de tomar las varas reglamentarias Arruza clava un enorme par de poder a poder. Repite con un segundo en que llega de manera inverosímil, resultando cogido y empitonado y con las taleguillas rotas. Se levanta rabioso y repite con un par idéntico. (Ovación clamorosa).
La faena es superiorísima, descollando unos pases por bajo y dos molinetes de rodilla inenarrables. Sigue por naturales, derechazos y redondos, pisando los terrenos del toro (Olés y música). Mata de una estocada de efecto rápido. (Ovación, oreja y vuelta). Al abandonar la plaza el diestro mexicano se reproduce la ovación.
Peso: Primero, 275 kilos; segundo 270; tercero, 295; cuarto, 268 ; quinto, 271, y sexto, 254.
 Dos taleguillas rotas
El tema de los toros ha vuelto a ser habitual en esta nuestra Sevilla, madre del toreo. La expectación, forjada a fuerzas de valor y estilo por esas dos figuras señeras de la tauromaquia, que son Manolete y Arruza, se ha justificado ayer plenamente sobre el ruedo de la Real Maestranza, probadero de gallardías, en las que ineludiblemente ha de cimentarse el arte de la lidia de reses bravas. Y porque uno y otro han coincidido en el más gallardo propósito; al arriesgarse totalmente en pro del logro de su idóneo profesionalismo, el tema de los toros en Sevilla ha recobrado añeja preponderancia. Por obra y gracia de la emulación, la fiesta inaugural de la Feria alcanzó trascendencia suma. Tenían razón los esperanzados que por creer en el poderoso influjo del pundonor taurino presintieron el suceso.
Dos taleguillas rotas, las que ciñen Arruza y Manolete, califican y ponderan el éxito del festejo de ayer; las dos primeras taleguillas de la torería actual, hechas jirones por las astas de los toros de Tassara, son el exponente de una competencia que devuelve a la fiesta su emoción sustancial, sin la cual degeneraría el toreo.
Manolete, cuya maestría es notoriamente insuperable, pisó ayer, acuciado por su hombría, el terreno del toro. Y Arruza, estimulando su trascendente valor por idénticas causas, se movió toda la tarde conscientemente en el área de la temeridad. Peleílla, que es el mejor adobo de la fiesta. El tema de los toros está en auge: dan fe dos taleguillas rotas.
Manolete exhibió ayer su toreo recio, del que en otras ocasiones hemos dicho, y probado está, que es de mucho riesgo y verdad. Si el toro que rompió plaza no se prestó a mayores intentos, porque llegó aplomado a la muerte, en cambio el cuarto brindó al cordobés la gran oportunidad, que no fue ciertamente desperdiciada. La faena de Manolete prologada con tres pases altos auténticamente estáticos, tuvo la unidad debida entre sus diversos tiempos, en los que había de resaltar las dos series de naturales    -cinco y tres- como fundamento, más los adjetivos de molinetes y manoletinas, todo engarzado con sobrios desplantes, uno de ellos tan cercano, que el diestro resultó cogido y por fortuna ileso. Faena cimera, justamente premiada con oreja y honores inherentes.
Pero aún el de Córdoba hizo algo mejor, y fue la estocada. La gallardía del volapié, con la traza original y arrogante con que Manolete reviste la emoción de la suerte suprema, tuvo en esta ocasión pleno logro. Así se matan los toros, señor Manuel Rodríguez, y no es mal señor quien honra a su estirpe.
Arruza merece la consideración de benemérito de la fiesta nacional. Decaía esta por falta de estimulantes de la maestría antes meritada, y llega Carlos Arruza, que con su arte personalísimo y desdén de cualquier temor, resuelve el problema de los terrenos, levantando todas las vedas. La maestría para no desmerecer ha de superarse y emparejar en el riesgo con el emocionante quehacer del gran Arruza, al que ayer hemos visto pasarse los toros tan cerca, ceñirse en los lances de manera inverosímil, dando a su toreo idóneo una emoción, que para siempre parecía perdida. Y no solo lo hace Arruza con capa y muleta. Con las banderillas estuvo ayer sencillamente maravilloso, llegando en su primero, por tres veces, a un par de metros de la cara del toro, instando las tres tan de cerca la arrancada para clavar otros tantos magníficos pares, sobre todo el tercero, que resultó perfectísimo.
Un rasgo de valor extraordinario hemos de meritar en su segundo. Alcanzado y corneado a la salida de un segundo par, de poder a poder, repitió la suerte en idéntica forma. Arruza es capaz de asustar al miedo. Huelga decir que las ovaciones se sucedieron, y en el segundo tercio de la lidia cayeron sombreros al ruedo.
Las faenas a sus dos toros fueron sencillamente inenarrables. La primera breve, pero cerquísima y eficaz, para matar como los cánones mandan. También Arruza es gente en este menester. La segunda faena, tan cercana como la otra, más reposada y completa, sobresaliendo los pases por bajo iniciales, dos magníficos naturales con la izquierda y dos emocionantísimos y soberbios molinetes de rodillas, como más no cabe. La faena había puesto en vilo a los espectadores y como la estocada fue certera, hubo oreja y aún unánimemente se pedía mayor premio para el aclamado espada. Nadie había abandonado su puesto después de arrastrado el toro. La emoción hacía su efecto en los tendidos.
Pepe Luis Vázquez dio ayer destellos de su arte personalísimo, para el que siempre hay abierto un crédito de confianza. Su primera faena, comenzada con tres bonísimos pases altos, fue torera y eficaz, descollando tres molinetes rebosantes de salero. Pinchó Pepe Luis en lo alto, pero luego erró el descabello de primeras y se consideró deslucido prematuramente, desistiendo en su segundo, al que dio algún muletazo saleroso. Quizás era razonable no terciar en la disputa. Pero tiene muchas oportunidades y su público lo espera
El ganado de Clemente Tassara, en general, gordo y fácil para el torero. Si el que abrió plaza se aplomó, no hizo en cambio nada feo. De los subalternos a pie, la cuadrilla de Manolete en pleno. De a caballo, Antonio Díaz. Almohadilla se excedió al castigar ¿Vamos a no salir más hasta los medios?
Resumen: En ambiente de peleílla, noble, eso sí, se logró brillantemente el prólogo de la Feria. Y que así siga hasta el epílogo.

DON FABRICIO
 Sevilla, feria de 1945: Manolete y Pepe Luis, cuatro tardes; una con los Miura.

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lunes, 2 de julio de 2018

ALTERNATIVA DE MANOLETE

Por Antonio Luis Aguilera    

Alternativa de Manolete. Foto cortesía familia Chicuelo

Hoy se cumple el 79 aniversario de la alternativa de Manolete en la plaza de la Real Maestranza de Sevilla, ceremonia que ofició el gran Manuel Jiménez Chicuelo, ante la mirada, entre barreras -aún no existía la figura del testigo-, de Rafael Vega Gitanillo de Triana, que completaba la terna. Los toros fueron de la ganadería de don Clemente Tassara, antes Parladé, y el ejemplar del doctorado se llamaba Comunista, aunque, por razones fáciles de entender, fue "rebautizado" para que saltara al albero como Mirador. La corrida se celebró el domingo 2 de julio de 1939, a las 6,30 de la tarde, y se anunció como de la Prensa. El toricantano estrenó un traje heliotropo y oro, y cortó las dos orejas del toro de la graduación, mientras que Chicuelo, que fue el gran triunfador del festejo, cortaría las dos y el rabo al cuarto, y Gitanillo de Triana, las dos del quinto.
La efeméride invita a reflexionar sobre aquél majestuoso torero, cuya huella, vista con  perspectiva histórica, permanece indeleble al paso del tiempo. De ningún otro espada se han escrito tantos libros biográficos, poéticos, críticos o ensayos, tratando de ahondar sobre su figura y el peso de su legado, que en el caso de Manolete, sigue proyectándose, cada tarde de corrida, en el claroscuro de todos los palenques donde suenan clarines y timbales. Es cierto que la muerte en la plaza mitifica al héroe, pero la obra del torero cordobés no está idealizada ni sobredimensionada, tampoco pertenece al mundo de lo onírico, sino que corresponde a una realidad histórica de tal hondura que adquiere rango de canon en la Tauromaquia. Manuel Rodríguez Manolete no solo fue el rey de los toreros de su tiempo, lo ha sido también de varias generaciones posteriores que, cautivadas por su empaque, personalidad y autenticidad, así lo aceptaron, al considerarlo el espejo donde debe mirarse todo el que se viste de luces.    
El toro de la ceremonia. De Comunista a Mirador  
El diestro que de niño jugó al toro en la plaza de La Lagunilla resulta definitivo en la evolución del toreo, donde su excelsa figura abrocha una cadena de oro que engarza la sabiduría plasmada por Guerrita en su Tauromaquia, la portentosa técnica revelada por Joselito, y la asombrosa quietud de Belmonte, todo aglutinado y pulido con el arte de Chicuelo. La puesta en valor de tan inmenso caudal de torería fue encarnada por Manolete, que por regularidad y valor consolida el toreo ligado en redondo, como modelo de faena que habrían de aceptar todos los coletas para expresar su acento artístico, ante la efervescente exigencia de un público intolerante con sistemas pretéritos. Manuel Rodríguez acorta las distancias, para obligar a los toros a embestir, liga los pases en series, otorgando sentido de unidad a la faena de muleta, y enseñorea el toreo, demostrando en el ruedo, con simpar elegancia, que a la escolástica norma “parar, templar y mandar”, le faltaban los verbos “aguantar y ligar”, para que pudiera cristalizar la técnica que sigue vigente en nuestros días. 

La alternativa en fotos. Desaparecida taberna de Paco Acedo
No han entendido a Manolete quienes se detienen en la expresión artística de su toreo -la verticalidad del cite de perfil con la muleta retrasada-, sin alcanzar a comprender la dimensión de su obra como puente que une dos siglos de Tauromaquia. El diestro de Córdoba, por bragueta y perseverancia, implanta definitivamente el toreo donde el espada no expulsa al toro hacia afuera, sino que lo deja venir por su terreno natural para obligarlo a volver, a ir hacia atrás y hacia adentro. De la expulsión a la reunión, del pase suelto, uno aquí y otro allí, a la ligazón en series, del verso suelto a las estrofas rimadas, para expresar la faena con aire de poema. Manuel Rodríguez no solo hizo el toreo, lo enseñó, para que su estructura fuera aceptada y adoptada por todos los toreros. Como en los cantares de Antonio  Machado, poeta de poetas: golpe a golpe, verso a verso... Manolete, torero de toreros, hizo camino al andar.