Por Antonio Luis
Aguilera
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Joselito |
No
solo fueron los reyes del toreo de su época, sino de todas las que vendrían después. Joselito y Manolete cambiaron el curso del toreo, y sus enseñanzas siguen vigentes cada tarde de corrida en la manifestación del ligado en redondo, que preceptuó Guerrita en su Tauromaquia, implantó Gallito en su modelo de faena habitual, pulió con su arte Chicuelo, y elevó a definitivo Manolete. Del trasteo de muleta con un pase aquí y otro allí, o el clásico natural ligado con el de pecho, con el torero en el terreno de dentro y el toro en el de fuera, al intercambio de terrenos, que permite la ligazón de los pases en series estructurando la faena, como los versos componen las estrofas del poema. Fueron los arquitectos del nuevo toreo eslabonado, que relaciona los pases y otorga sentido de unidad a la faena de muleta, que habría de ser adoptado por todos los espadas para expresar su arte.
A pesar de los que la escriben, la
historia termina poniendo a cada uno en su sitio. De nada valen los libros cargados de patrañas, aunque lleven firmas famosas como la del crítico Gregorio Corrochano, que tanta influencia tuvo en su largo ejercicio profesional. Ni las
magistrales conferencias académicas de respetados toreros como Domingo Ortega, que precisamente se olvidó de respetar a Manolete en su célebre alocución, el compañero que no
podía defenderse, porque lo había matado un toro de Miura en Linares, cuando en el Ateneo madrileño, sin nombrar al cordobés, pretendió explicar que
su toreo de pasos y pases al pitón contrario era el «de verdad», y no el de perfil o «de mentira», en clara alusión al majestuoso ciprés vestido de luces, que había instaurado definitivamente el toreo ligado en redondo.
Joselito y Manolete
coincidieron en su entrega absoluta a la profesión, incluso en las circunstancias más adversas de la vida, anteponiendo la vergüenza y dignidad a la conveniencia personal, para defender con gallardía, hasta el final, el cetro del toreo que sujetaban. Por eso sufrieron el peso de la púrpura, pues en el toreo nunca faltaron esos espectadores —sería impropio llamarles
aficionados— que constituyen el grupo de reventadores,
donde militan vehementes integristas que gozan acosando a las figuras que no ven fracasar. Un tipo de público fácil de manipular con titulares y arengas de esa prensa «seria y respetable», que en lugar de analizar cómo fue el toro —algo imposible para algunos por sus escasos conocimientos— y qué hizo el torero —para contar pases solo hace falta saber sumar, mas para analizar el planteamiento de una faena hay que saber de toros—, sistemáticamente denuncia la manipulación de las astas, los borregos de las figuras, o los altos precios que pagan los aficionados para que los engañen —algunos de los que escriben en periódicos antitaurinos, aunque mantengan sección taurina, incluso han llamado cobardes a las figuras por no anunciarse con la ganaderías duras—. Algo inaceptable. Mas siempre ha ocurrido con estos mediocres personajes, cuya soberbia al ejercer la crítica —un "sacramento de muy difícil administración", decía Ortega y Gasset—, les hace creer que saben de toros más que los toreros. Pero volviendo al relato, lo curioso es que tanto Joselito como Manolete sufrieron el acoso
del mismo personaje, Gregorio Corrochano, crítico de ABC, aunque realmente no fue el único que afiló la pluma en las postrimerías de tan grandiosas carreras, cuestión que es mejor no abordar, para que no afloren las tarifas que algunos célebres desvergonzados exigían por entonces. Así las cosas, desanimados por saber que eran el centro de una espiral de violencia y hostilidad que los desbordaba, ambos pensaron en dejar los ruedos cuando la muerte les sorprendió cumpliendo compromisos.
Además de las hostilidades del público y de la prensa, estos reyes del toreo sufrieron en su vida privada el rechazo ante el proyecto de llevar al altar a las mujeres que amaban. Joselito, enamorado de Guadalupe de Pablo Romero, joven de la alta sociedad sevillana, vio como el padre de esta y célebre ganadero, que tanto
admiraba al torero hasta que conoció el romance, y que, según el espada, al principio lo quería como a un hijo pero después no quería que su hija se casara con un gitano. Manolete, vivió con una libertad inusual durante el franquismo su noviazgo con la actriz Lupe
Sino, pero al pretender formalizar aquella relación halló la feroz oposición de su madre, Angustias Sánchez, que no autorizaba el matrimonio ni pensaba asistir a la boda —prevista a pesar de todo por el torero para octubre de 1947 en Barcelona—. Guadalupe y Lupe, qué curiosidad del destino, hasta rimaban los nombres de las mujeres que conquistaron a los toreros más importantes de su tiempo.
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Manolete. Foto Ricardo |
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Joselito |
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Monumento a Joselito en Gelves (Sevilla) |
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Monumento a Manolete en Córdoba. Foto David Manolo Castilla. |
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Manolete. Bogotá 1946. Foto Manuel H. |
VENCIDOS
Por la manchega llanura
se vuelve a ver la figura
de Don Quijote pasar.
Y ahora ociosa y abollada va en el rucio la armadura,
y va ocioso el caballero, sin peto y sin espaldar,
va cargado de amargura,
que allá encontró sepultura
su amoroso batallar.
Va cargado de amargura,
que allá «quedó su ventura»
en la playa de Barcino, frente al mar.
Por la manchega llanura
se vuelve a ver la figura
de Don Quijote pasar.
Va cargado de amargura,
va, vencido, el caballero de retorno a su lugar.
¡Cuántas veces, Don Quijote, por esa misma llanura,
en horas de desaliento así te miro pasar!
¡Y cuántas veces te grito: Hazme un sitio en tu montura
y llévame a tu lugar;
hazme un sitio en tu montura,
caballero derrotado, hazme un sitio en tu montura
que yo también voy cargado
de amargura
y no puedo batallar!
Ponme a la grupa contigo,
caballero del honor,
ponme a la grupa contigo,
y llévame a ser contigo
pastor.
Por la manchega llanura
se vuelve a ver la figura
de Don Quijote pasar...
se vuelve a ver la figura
de Don Quijote pasar.
Y ahora ociosa y abollada va en el rucio la armadura,
y va ocioso el caballero, sin peto y sin espaldar,
va cargado de amargura,
que allá encontró sepultura
su amoroso batallar.
Va cargado de amargura,
que allá «quedó su ventura»
en la playa de Barcino, frente al mar.
Por la manchega llanura
se vuelve a ver la figura
de Don Quijote pasar.
Va cargado de amargura,
va, vencido, el caballero de retorno a su lugar.
¡Cuántas veces, Don Quijote, por esa misma llanura,
en horas de desaliento así te miro pasar!
¡Y cuántas veces te grito: Hazme un sitio en tu montura
y llévame a tu lugar;
hazme un sitio en tu montura,
caballero derrotado, hazme un sitio en tu montura
que yo también voy cargado
de amargura
y no puedo batallar!
Ponme a la grupa contigo,
caballero del honor,
ponme a la grupa contigo,
y llévame a ser contigo
pastor.
Por la manchega llanura
se vuelve a ver la figura
de Don Quijote pasar...
León Felipe
Joan Manuel Serrat compuso la música y cantó Vencidos
Joan Manuel Serrat compuso la música y cantó Vencidos
4 comentarios:
¡Además de tus elevados conocimientos taurinos, tienes arte para cuadrarlos con la Poesia! Bravo por tí, amigo Antonio
Otra coincidencia en estos dos grandes toreros la revela José Alameda en su obra LOS HETERODOXOS DEL TOREO.
Dice así :
Ambos cubrieron ocho temporadas cada uno. Gallito, de 1912 a 1920; Manolete, de 1939 a 1947. Meses más, meses menos, pues la temporada de la alternariva y la de la muerte son en ambos incompletas. Corto tiempo para tan honda huella.
Muchas coincidencias entre dos enormes toreros. Hasta el orden de lidia del toro que los mató. Bailaor e Islero saltaron en quinto lugar, para que digan que no hay quinto malo.
Saludos
Manuel
Enhorabuena Don Antonio, disfruto mucho de su blog
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