domingo, 21 de febrero de 2021

RAFAEL GUERRA BEJARANO: UN GENIO DEL TOREO

Por Antonio Luis Aguilera

Rafael Guerra Guerrita. Foto Montilla

El 21 de febrero se cumple el ochenta aniversario de la muerte de un genio del toreo: Rafael Guerra Bejarano el Guerra o Guerrita. Fue precisamente el señor Fernando el Gallo, su jefe de filas, quien sugirió al cordobés que dejara de apodarse Llaverito y lo hiciera con su propio apellido, cuando el joven Rafael usaba este distintivo para recordar que era hijo del conserje del Matadero de Córdoba, tras haberse anunciado anteriormente como El Airoso, como hizo el 8 de septiembre de 1876 cuando a los trece años debutó en Andújar, en la cuadrilla juvenil cordobesa capitaneada por Francisco Rodríguez Caniqui.

No tardaron en cristalizar las excepcionales cualidades que se le atisbaban al chaval para el toreo. Su valor, destreza, poderío y conocimientos de la lidia corrían de  boca en boca entre la admiración y el interés por verlo de la gente del toro. A aquella fuente de torería pronto acudieron para llevarla en sus filas Manuel Díaz Lavi, Manuel Molina, Valentín Martín, Manuel Fuentes Bocanegra, Fernando Gómez el Gallo y Rafael Molina Lagartijo, que contrataron al banderillero cordobés con la seguridad de saber la autoridad que, mientras caminaba con paso firme hacia la alternativa, llevarían entre su gente.

Guerrita. Julio Romero de Torres

Sería el no menos legendario Lagartijo, su maestro y paisano, quien el 29 de septiembre de 1887 se la otorgaría en la plaza de Madrid. Aquella tarde Rafael, de gris perla y oro, adquiría el grado de matador de toros con Arrecío, de don Francisco Gallardo —procedencia de don Rafael José Barbero—, único ejemplar que se lidió de esta ganadería, pues los otros cinco pertenecieron a don Juan Vázquez –antes Núñez de Prado-. El toricantano también estoqueó a los ejemplares Tinajero y Romanito.

Comenzaba la fulgurante carrera de aquel matador excepcional, nacido en el Barrio más torero del mundo —el Campo de la Merced de Córdoba— y bautizado en la parroquia de Santa Marina de Aguas Santas, que es considerado como uno de los espadas más determinantes y completos de la Tauromaquia, de un rey del toreo que, por saber, hasta supo irse a tiempo, sin ceder su cetro ni que nada le quedara por demostrar en los ruedos, donde la profunda huella de su magisterio, del que presumió toda su vida, se agigantaría al ser analizada con perspectiva histórica.

Esa fue la falla del genio: la rotundidad de un magisterio que resultaba insultante, cualidad que al principio arrebata a los públicos, pero que de convertirse en rutina les cansa, cuando aguardan impacientes el fracaso que no llega del ídolo que han levantado. Si a ello le añadimos la arrogancia personal del propio Guerra, que no se callaba ni una, posiblemente hallemos la clave del acoso que sufrió en las últimas temporadas. Verbigracia, se cuenta que antes de echar el paseíllo para lidiar una corrida que había levantado admiración por la seriedad de sus ejemplares, mientras se colocaba el capote de paseo un espectador le preguntó con guasa: «Rafael, ¿qué va a pasar esta tarde?». Y Guerrita respondió sin inmutarse: «¡Lo que a mí me de la gana!»

Guerrita en Sevilla ante Judio, de Miura.

Podría decirse que entre la admiración por su poderío y el rechazo por su soberbia transcurrió su carrera, pero finalmente admitió que la hostilidad del público era difícil de llevar mientras tenía que jugarse la vida. Así las cosas, al atardecer del 11 de junio de 1899, en la fonda de doña Gregoria Echezarreta, su cuartel general y el de su cuadrilla en la Villa y Corte, cuando se quitaba el traje que lució por última vez en Madrid, le dijo a su buen amigo José Bilbao: «Pepe, no toreo más en Madrid ni para beneficio del lucero del alba». El torero de Córdoba asimilaba ya su retirada, que aconteció cuatro meses más tarde, el 15 de octubre en Zaragoza, donde vestido de gris plomo y oro, puso fin a su admirable carrera estoqueando al toro Limón, colorado ojo de perdiz, de la ganadería de don Raimundo y don Jorge Díaz. «¡No me voy. Me echan!», dijo con pena a los suyos.

Guerrita actuó como espada de alternativa trece años, sumando 892 corridas, 22 de ellas como único espada, estoqueando 2.339 toros y sufriendo 15 percances de consideración. Pero si dejamos los números aparte, como argumenta José Alameda su figura no ha sido comprendida por quienes la analizan de forma superficial, recreándose en datos, anécdotas y sentencias, sin profundizar en lo que verdaderamente fue y representó en el toreo de su época, y en la influencia que tuvo en el de nuestro tiempo.

Rafael el Gallo, Joselito, Machaquito y Guerrita. Fotografiada titulada
"Los cuatro ases del toreo". Fue tomada el 15 de noviembre de 1915 en
la sierra cordobesa, en la finca "San José de Vista Alegre". Foto Montilla

De ello da testimonio la Tauromaquia redactada bajo su dirección técnica, publicada en 1896 por Leopoldo Vázquez, Luis Gandullo y Leopoldo López de Sáa, que revela que si hubo un diestro que intuyó el toreo que llegaría con el siglo XX, para lo que sería indispensable un toro más proporcionado de hechuras, con mayor fijeza y bravura, ese fue Rafael Guerra, al que no entendieron cuando sentenció: «Después de mí, naide, y después de naide, Fuentes». Bien sabía el cordobés que el trono que dejaba no tendría sucesor. Llegaba el interregno taurino o la generación de los naides, pues nadie lo ocuparía hasta tres lustros más tarde, cuando Joselito —«ese niño hace cosas que no hemos hecho más que Lagartijo y yo»— con sus portentosas cualidades, las que Rafael admiraría profundamente, abrazaría y desarrollaría los preceptos de la Tauromaquia del espada cordobés.      

Genio y figura: Rafael Guerra, como 
vistió de calle toda su vida. Foto Montilla

El gran analista José Alameda, en su “Historia verdadera de la evolución del toreo” (Bibliófilos Taurinos. México D.F. 1985), explicó que para comprender la historia del toreo es necesario hablar del antes y después del Guerra, al tratarse de la figura que establece la frontera entre el toreo de Lagartijo y Frascuelo, que en Guerrita alcanza la más alta perfección, y el nuevo toreo que el propio espada intuyó y expresó en su Tauromaquia, como cambiar los preceptos de la antigua verónica, donde el diestro citaba de frente y levantando los brazos despedía la embestida, para enseñar que con el cite de costado el espada jugaba indistintamente ambos miembros para articular el lance.

    Guerrita contempló igualmente la ligazón de los pases de muleta, al preceptuar que el pase regular (natural) se daría estirando el brazo hacia atrás, describiendo con los vuelos un cuarto de círculo, y no se remataría necesariamente con el cambiado de pecho, como entonces era habitual, sino que se repetiría con la misma mano las veces que fuera posible porque el animal lo permitiera. He ahí la técnica que Gallito desarrolló en su habitual modelo de faena, al torear con la mano izquierda sin despedir al toro en línea recta, dejándole colocada la muleta que le ofrecía seguir su viaje hacia atrás para repetir la suerte.  

Dos colosos del toreo, Joselito Guerrita, posan en el patio
de la conserjería de la vieja plaza de Los Tejares de Córdoba.

En el Califato Taurino de Córdoba, instaurado por la hipérbole del periodista aragonés don Mariano de Cavia, que proclamó Califa al inolvidable Lagartijo, la tradición popular proclamaba como II Califa, por haber sido quien fue en el toreo de su tiempo, a Rafael Guerra Bejarano. Desde su alternativa hasta la retirada el reinado de Guerrita fue incontestable. El nene del Barrio, criado entre reses en las paredes del viejo Matadero, dominó con tal precisión las suertes del toreo que su paso por las plazas eclipsó cuanto ocurría en el panorama taurino. Alejado de los ruedos, pero vistiendo toda su vida como un hábito de torero el traje de chaquetilla corta, complementado con botines y sombrero cordobés, en una ocasión le preguntaron: «Rafael, ¿siente usted haber dejado los toros?». A lo que con orgullo y legítima torería respondió: «¿Quién, yo...? ¡Eso, ustedes!» Bien sabía el genio lo que decía. El trono no tuvo sucesor hasta la llegada de Joselito, el hijo de su compadre y amigo Fernando Gómez.


 ENLACE AL TEXTO “CRONOLOGÍA DE GUERRITA”, de Rafael Sánchez González

domingo, 14 de febrero de 2021

NO ESTÁ EN JUEGO EL FUTURO, SINO EL PRESENTE

Por Antonio Luis Aguilera

Foto González Arjona

El inmovilismo y la estrategia cainita de las familias imperan en el mundo del toro. Los empresarios de las plazas grandes siguen atrincherados, esperando a que pase la pandemia, sin calibrar que lo que puede pasar a la historia es el propio toreo. Obcecados en mantener cerrados los cosos de no asegurar garantías, aguardan a que se les conceda el cincuenta por ciento de los aforos, porcentaje que de momento no cobra visos de realidad de no producirse un cambio radical en el panorama sanitario, oscuro como una tormenta por la lentitud en la administración de vacunas.

Así las cosas, gestores de plazas importantes como Valencia, Sevilla y Madrid confían en tiempos mejores para ofrecer programación en verano y otoño, parapetados en una asociación que los respalda al ocupar los cargos directivos, y que hace frente injustificada e irracionalmente a quienes pretendan alterar el orden establecido. El año comenzó hablándose de Sevilla, algunos medios daban fechas, nombres de espadas y divisas, pero conforme avanzaban las semanas todo parecía quedarse en un brindis al sol, en un amago de movimiento en las oficinas de la calle Adriano, donde no parece sobrar ilusión por programar sin garantías del porcentaje solicitado, que la Administración no asegura a ninguna otra actividad lúdica o comercial. También se habla que Valencia concentraría las corridas de Fallas con las de la feria de Julio; que Madrid podría ofrecer una larga feria de otoño con el paraguas de la televisión... Todo para más adelante. Ninguno de los gestores de las grandes parece dispuesto a dar el primer paso y poner en macha la actividad, como hacen desde que acabó el confinamiento otros sectores de la sociedad: cuándo, cómo y con lo que pueden.  

José María Garzón, Foto Rafael Ruiz

Por el contrario, empresarios jóvenes de otras plazas importantes no integrados en ninguna familia taurina, como Alberto García, gestor de Jaén y otros cosos, ha prologado la temporada programando en abril toros en Leganés, y si es autorizado por la Comunidad de Madrid –donde se autorizan conciertos, cines, teatro, pero no espectáculos taurinos– ofrecerá dos corridas y una novillada con picadores. También José María Garzón ha manifestado su intención de dar toros en mayo en Córdoba, aunque la feria haya sido suspendida, demostrando ambos que para ser empresarios, además de algo indispensable como es tener afición, es preciso emprender y hacer frente a las circunstancias. 

El planteamiento de los jóvenes gestores difiere del mantenido por los clásicos. Deben tener claro que el objetivo actual no puede centrarse en ganar dinero, algo que parece imposible de momento; ganar para guardar en la despensa no será posible, pero jugando bien las cartas tampoco perderán de lograr un consenso para equilibrar la contabilidad, cálculo posible de realizar cuando existen voluntad e ilusión por dar toros. Esta intención de movimientos requiere un plus de trabajo extra para hacer frente no solo a la adversidad, sino a la hostilidad de los piratas que controlan los mares del toreo, que procurarían hundir a los atrevidos veleros que surcan en las que consideran sus aguas.   

A propósito de lo anterior, resulta increíble que espadas considerados figuras miren para otro lado, sin querer saber de los atropellos que se exigen al negociar su nombre, y que por omisión validen los chantajes que se urden contra empresas, abortando carteles donde exigen incluir a representados que no interesan, para destrozar la función que se programa y multiplicar esas jugosas comisiones, que han permitido a algunos comisionistas un patrimonio antes exclusivo de quienes se jugaban la vida en el ruedo.

Pero igual que hay empresarios dispuestos a poner en marcha la maquinaria del toreo, también hay toreros y ganaderos dispuestos porque les duele la Fiesta y saben que es vital para el futuro. Sabemos que no son tiempos fáciles para nadie, pero el toreo no puede seguir escondido. No queda otra que dar un paso adelante y arrimar el hombro adaptándose a los tiempos que corren. Otro año sin toros sería insostenible para las ganaderías que no sacrificaron la pasada temporada, y que de sucumbir ante la necesidad estarían arrojando por el sumidero del matadero un caudal genético único, irrepetible e imposible de recuperar, para el que han sido necesarios muchos años de selección.

La pasada temporada José María Garzón fue el único empresario que organizó una corrida en plaza de primera, colocando con su gesto a Córdoba en el mapa taurino. Ahora, de persistir en su loable acción, puede que Córdoba impulse a Garzón a los primeros puestos de los empresarios más deseados para llevar cualquier plaza importante española, pues de ofrecer varias corridas en mayo demostrará saber manejar esa situación que orilla un sector viciado, inmovilista e injusto por las descalificaciones vertidas contra este gestor, que resultaron ser falsas.   

Según informa el diario EL MUNDO, la asociación ANOET ha recibido una carta firmada por nueve empresarios taurinos, dirigida al presidente Simón Casas, en la que se exige una asamblea general para elegir lo antes posible nueva junta directiva. En la misiva expresan su preocupación por la situación del sector, y entre los firmantes figuran José María Garzón, Alberto García, Óscar Polo o Maximino Pérez. Algo parece moverse en el toreo cuando varios empresarios quieren renovar la junta directiva que los representa.

Son momentos preocupantes donde es imprescindible la unidad. El toreo está siendo acosado por una jauría de políticos incompetentes, incultos e injustos, que, en su irrespetuosa e ilegal carrera por hundirlo, discriminan a los toreros denegándoles las ayudas extraordinarias aprobadas por el Covid para los artistas en espectáculos públicos, ayudas que los hombres de luces tienen que lograr mediante sentencias judiciales. El toreo no puede esperar nada de quien lo ignora y desprecia tan miserablemente, como los ridículos cargos ministeriales que hasta hace poco ocupaban los callejones en corridas televisadas y ahora desaparecen cuando se les necesita. Ni nada puede esperar de los medios de comunicación que miran hacia otro lado negando la información taurina. El toreo está más solo que nunca y necesita más unidad que nunca.

 Córdoba, 12 de octubre de 2020. Corrida con aforo reducido.

Una unidad que parece imposible cuando el silencio ha sido la única respuesta al llamamiento de la Unión de Criadores de Toros de Lidia a todas las asociaciones ganaderas para cerrar filas. O ante la insostenible situación de las novilladas, cuando los sindicatos de banderilleros y picadores se cierran a buscar soluciones que las hagan viables. El diálogo es más necesario que nunca para entender lo que está en juego. Nadie programa espectáculos ruinosos. Un novillero no deja de ser un aprendiz, y no puede llevar en la cuadrilla el mismo número de subalternos que un maestro de alternativa. Ni las empresas que ofrecen oportunidades de formación pueden sufragar gastos desorbitados de sueldos y cotizaciones a la Seguridad Social. Si las plazas de primera y segunda no pueden asumir los costes y marginan las novilladas ¿cómo van a hacerlo las de los pueblos? ¿Y si las novilladas siguen desapareciendo cuál es el futuro del toreo?

Un torero inactivo amigo nos enjuicia así la situación: «El toreo en el ruedo se caracteriza por la unión. Si hay que cortar un toro o torear un festival, ahí no hay problema. Pero fuera de la plaza, para mojarse por la profesión, no se hace nada ni se ha hecho a lo largo de la historia, salvo algunos toreros y hechos puntuales. Lo que pasa ahora, en la situación que se vive en España, es que se nos ven las vergüenzas a todos, porque el enemigo tiene el poder y las ideas claras, sabe a lo que va y lo que quiere. Y  en frente no tiene un ejército... Ni siquiera una pandilla. El lío es chico, porque estamos vendidos, completamente vendidos».

La pandemia está ahí y es una amenaza de la que no escapa la Fiesta. Pero el inmovilismo y la falta de unidad conducen al ostracismo y el olvido. No está en juego el futuro, sino el presente del toreo. 

martes, 9 de febrero de 2021

EL PICADOR "MATACAN", "BOCANEGRA" Y EL BANDIDO "PACHECO"

Por Rafael Sánchez González

Córdoba: Azud del Molino de Martos. Foto Garzón.

Eres más malo que el Matacan. Este calificativo solía aplicársele a quién mostraba un comportamiento rebelde o poco disciplinado, como parece ser que en sus años jóvenes removía el ánimo de Rafael Caballero González, quien, lejos de seguir los consejos paternos y aplicarse en las tareas de moler el grano en el Molino de Martos, a orillas del río Guadalquivir a su paso por Córdoba, volcaba toda su atención en hacerse desbravador de caballos, imbuido por el maestro herrador de caballerías de la Cruz del  Rastro.

Córdoba. Plaza del Potro

La familia Caballero abarcó varias generaciones dedicadas a la molienda, teniendo dicho enclave ribereño como lugar de trabajo y residencia familiar, siendo su último exponente Alfonso Caballero, conocido buzo municipal, salvador de numerosas personas a punto de perecer ahogadas en las aguas de nuestro río, experto nadador y conocedor como nadie de sus riadas y vendavales. En las amenas tertulias que mantuve con él, en la tabernita que durante sus últimos años y postrado ya en una modesta y destartalada silla de ruedas tuvo en la Plaza del Potro, junto a la cervantina y conocidísima Posada, me refirió pasajes de su ajetreada vida, unida siempre al Guadalquivir, y recordaba también  una vieja cabeza de toro que había en el referido Molino, y acabó apolillada por el abandono y el paso del tiempo, único vestigio, junto a una amarillenta foto, de su tío-abuelo el picador Matacan. Pero antes de continuar con una breve semblanza sobre este varilarguero cordobés, habré de decir que el matacan (mataperro) era un exterminio alcaloide muy tóxico que se administraba a los animales que habían contraído la rabia. Y ese precisamente fue el alias taurino que acompañó a nuestro protagonista a lo largo de su vida profesional: Matacan.

Rafael Caballero Matacan. Revista La Lidia

Hijo de Juan Antonio Caballero y de Francisca González, nació Rafael en Córdoba el 22 de abril de 1848. Llevado por su afición a los caballos, y amparado en una fuerte complexión física, decidió probarse como picador de toros y a buen seguro que rodaría, nunca mejor dicho, por distintos ruedos de la región, antes de darse a conocer en tan arriesgada profesión. La primera noticia que de manera oficial se tiene sobre su actividad taurómaca hace referencia a una función de novillos, que a beneficio de la Milicia Nacional se dio en el antiguo coso malagueño de La Victoria, el día 18 de abril de 1873.

El 19 de noviembre de 1876 debuta en la Real Maestranza de Caballería de Sevilla, fecha en la que, formando tanda con Antonio Pinto, Manuel Calderón y Emilio Bartolesi, tres consumados jinetes, Rafael Molina Lagartijo y José Sánchez Cara-ancha estoquearon reses de D. Vicente Romero. Y la primera vez que veo su nombre en la cordobesa plaza de toros de Los Tejares responde a la corrida celebrada el 23 de enero de 1878, con motivo del casamiento del rey Alfonso XII con María de las Mercedes de Orleans y Borbón, en la que Manuel Domínguez (el famoso Desperdicios) y Manuel Fuentes Bocanegra, se las entendieron con ganado de la mencionada divisa jerezana. Desde esa fecha, los nombres de Bocanegra y Matacan irán unidos por el consolidado vínculo de una amistad tan sincera como desinteresada. 

Manuel Fuentes Rodríguez Bocanegra

Ya tenemos a Rafael Caballero debutando en la plaza de toros de la Villa y Corte el domingo 11 de julio de 1880, fecha en  que Lagartijo, acompañado de Francisco Arjona Currito, confirmó a su hermano Manuel la alternativa que el 5 de septiembre del año anterior le había concedido en Murcia. Matacan, que al igual que su paisano Juan Moreno Juanerito se presentaban como reservas en tan importante coso, picó cinco de los seis astados que aquel día se lidiaron con los colores morados y blancos de la ganadería de don Antonio Hernández. Hasta el 8 de octubre de 1882 no actuaría como picador de tanda en el mencionado coso madrileño, y lo hizo, brillantemente según las crónicas del festejo, junto a Emilio Bartolesi la tarde que Lagartijo, Cara-ancha y Gallito se las vieron con un complicado encierro de Salas.

Muchas fueron las veces en que Matacan dio pruebas de su eficaz labor en los ruedos, porque, aun no siendo un estilista tirando el palo sobre los morrillos de las reses, a la hora de agarrarse con ellas era un sólido valladar, con la consiguiente aprobación por parte de los lidiadores, que valoraban muy positivamente estas cualidades en aquellos años en que la suerte de varas exigía arrojo y destreza, aptitudes que le sobraban a Rafael Caballero

Matacan. Caricatura de La Lidia

Y muchos fueron también los percances que sufrió a lo largo de su dilatada vida profesional, de los que al margen de las múltiples fracturas y dislocaciones de huesos, cabe reseñar las cogidas de Cabra (20/6/1875), donde un toro de Barrionuevo le hirió en el pie derecho; en agosto de 1879 una res de la Vda. de Varela le abrió una gran brecha en la cabeza actuando en Almería; esa misma temporada, en corrida a beneficio de los damnificados por las inundaciones de Murcia, un bicho de Siguri le atravesó un pie en la plaza de Córdoba; el Día del Señor del citado año, un cinqueño de Aleas le derribó estrepitosamente en el ruedo madrileño y tirándole varios derrotes le produjo una extensa herida en la mano derecha; en la corrida inaugural de la plaza de toros de Castellón (3/7/1887) un morlaco del Duque de Veragua, rebasando la altura del caballo alcanzó a Matacan hiriéndole seriamente en la mejilla derecha: por último, picando el 3 de septiembre de 1890 en la plaza de Daimiel, un toro de Anastasio Martín le corneó de gravedad en una pierna.

Sin perjuicio de que siguiera actuando en fechas posteriores, las últimas actuaciones que de él tengo recogidas le citan en festejos de relativa importancia, que a finales de siglo se desarrollaban por las provincias de Jaén  y Almería, acompañando a un novillero apodado Finito.

Rafael Caballero figuró a las órdenes de Lagartijo y de su hermano Manuel Molina, también trabajó para Frascuelo y el infortunado Julio Aparici Fabrilo, y en no pocas ocasiones fue Guerrita quien requirió sus servicios cuando se causaban bajas temporales en su tropa torera. Pero con quien más se prodigó durante varios años fue con Manuel Fuentes Bocanegra, al que, como ya he dejado apuntado, le uniría una duradera y leal amistad, además de compartir su afición por los caballos

El Boca, como cariñosamente era conocido en Córdoba el afamado matador de toros, gustaba mezclarse entre la gente de bronce. Amigo de algunos de los bandoleros que entonces dominaban Sierra Morena, cuentan, que en sus desplazamientos en unión de la cuadrilla eran escoltados y protegidos por elementos de estas partidas

Suerte de vara. Litografía de J. Palacios. Revista La Lidia

José Tirado, más conocido por Pacheco, fue un bandido muy popular en Córdoba, donde además de amoríos contaba con numerosos amigos. En 1868 llegó a nuestra ciudad para unirse al bando liberal que al mando del general Serrano luchaba frente a las tropas realistas (Batalla de Alcolea que significaría el destronamiento de Isabel II), creyendo que con ello conseguiría su indulto, pero ocurrió, que, abatido a tiros junto a la iglesia de la Trinidad, la hermosa jaca que montaba, propiedad de Bocanegra, quizás dejándose llevar por la querencia regresó hasta una casa que éste tenía en pagos de la Fuensanta, pero requisada después por la autoridad, antes de ser subastada, durante un tiempo tiró de un carro del servicio municipal de recogida de basuras. Manuel Fuentes reclamó la propiedad del equino, y como quiera que no fuese oído en lo que para él significaba una justa petición, varios amigos, entre los que se contaba el picador Matacan, decidieron una noche recuperarlo a su manera, esto es, llevándoselo de las cuadras donde lo tenían intervenido. El resultado fue la trena, de la que pudieron salir gracias a las buenas relaciones del diestro con la autoridad competente. Para desgracia del torero y sus leales amigos, la jaca sería adjudicada en pública subasta a la que no quiso optar Bocanegra, que insistía  inútilmente  en su propiedad.

Rafael Caballero González, en los carteles Matacan, falleció en Córdoba cuando el año 1908 (30/12) tocaba ya su final.

martes, 2 de febrero de 2021

MANOLETE RECORDADO POR ALFREDO DAVID


Manuel Rodríguez Manolete con Alfredo David Puchades.

El semanario El Ruedo publicó una interesante entrevista al famoso subalterno Alfredo David Puchades (Valencia, 14/3/1893, Madrid, 13/2/1978), donde el gran torero de plata analizaba detalladamente el toreo de Manolete, con quien fue cinco años en su cuadrilla.  

Alfredo David por su brillante carrera profesional está considerado uno de los banderilleros auténticamente importantes de la historia, como lo fueron los espadas para los que ejerció su brega suave y magistral. Tras comenzar auxiliando en su Valencia natal a varios noveles, entre los que figuró un desconocido Juan Belmonte en dos novilladas sin picadores, trabajaría para Luis Guzmán Zapaterito, Pacomio Peribáñez, y Manuel Varé Varelito

El 26 de septiembre de 1918 tuvo lugar en Madrid una triple ceremonia de alternativa, donde Joselito el Gallo concedió el grado de matadores de toros a Varelito y Domingo González Dominguín, mientras que el gran subalterno cordobés Manuel Saco Cantimplas hizo lo propio con el banderillero Alfredo David, a quien cedió un par de rehiletes, ceremonia entonces habitual en Madrid cuando un banderillero debutaba en corrida de toros.

Durante su extensa carrera Alfredo David actuaría con Manuel Granero, Diego Mazquiarán Fortuna, José García El Algabeño, Marcial Lalanda, Vicente Barrera, Domingo Ortega, Manuel Rodríguez Manolete, Luis Miguel Dominguín, Manuel Calero Calerito, Manuel Jiménez Díaz Chicuelo II, Luis Segura, y Diego Puerta, retirándose de los ruedos en 1965, a los 72 años de edad.

El excelente peón valenciano pudo observar en primera línea los cambios del arte de torear desde la época de Joselito y Belmonte hasta la de Manuel Benítez El Cordobés, siendo testigo de la evolución del toreo moderno, instaurado definitivamente por Manolete al implantar el concepto de faena de línea gallista revelada por el gran artista sevillano Manuel Jiménez Chicuelo, razón por la que su perspectiva histórica concede singular importancia a estas declaraciones. 

En la manoletista PLAZA DE LA LAGUNILLA no podía faltar este valioso testimonio de Alfredo David sobre Manolete, que curiosamente en la noche de su agonía en el hospital de Linares tuvo unas palabras para el banderillero que ya no actuaba en su cuadrilla: «¿David, dónde está el toro...?».

Foto de cuadrilla: Miguel Atienza, Alfredo David,
Manolete, Cantimplas, Pinturas y Pimpi.

 Pregunta: ¿Cómo ve usted a Manolete?

Alfredo David: Me parece excepcional.

—¿Creador?

—Por lo menos en un estilo, esa es su personalidad. En esta profesión todo está hecho y todo está escrito. Las reglas son inconmovibles.

—¿Y cuál es la esencial característica de Manolete?

—El exacto conocimiento que tiene de lo que debe ser la lidia y muy especialmente del toro.

—¿En qué lo funda usted?

—Primero en mi experiencia. Yo he alcanzado en esta época a los más grandes artistas. Con unos he toreado años enteros, a otros les he visto, alternando con ellos en el ruedo, porque el peón también alterna, y puedo asegurar a usted que si cualquiera de ellos, pongamos como más punteros a Joselito y Juan Belmonte, han sido cumbres en los variados lances y en eso de alambicar sobre las condiciones del toro, este Manolete, por lo que sea, ha logrado tal superación en el dominio, que a veces, cuando habla con nosotros acerca de cualquier estilo de toro o de un lance de la lidia, lo que nos maravilla, a los que nos consideramos de vuelta de todas las experiencias, es la precisión en sus juicios y lo irrefutable de sus fallos.

Valencia, 19-3-1942. Pinturas colea al toro desde el suelo tratando de
 librar a Manolete de la cornada. A la izquierda, de azabache, Juanito
Belmonte quiere llevarse el toro con los brazos. A la derecha, sin capote,
Alfredo David trata de ayudar. Al fondo, acude también raudo al quite Pedro
Barrera. Todo acontece bajo la mirada de Guillermo González, fiel mozo de
espadas y chófer de Manolete, que a cuerpo descubierto y sin soltar sus trebejos,
expone su vida a cambio de asegurar la de su jefe de filas. Foto Finezas.

—¿Cómo le gusta a usted más Manolete?

—Mi gusto no es el del público precisamente. Su actuación en el modo de llevar la lidia es lo que me encanta. Esto se le escapa al más aficionado, que ve la corrida desde el tendido. Para Manolete, toda su ciencia está en sacar partido del toro manso y del toro difícil. Para esto hace falta un gran dominio y una ciega afición.

—¿Qué opina usted de Manolete con el capote?

Manolete apunta su primera personalidad con el capote. Véalo usted en su toro, en el que ha de matar y podrá usted hacer juicio. Maneja Manolete el capote a conciencia de que sabe para qué sirve. Su raro sentido de la elegancia está hecho a base de sobriedad. Tiene una línea que puede coincidir con lo clásico y el «cordobesismo», pero yo califico de «manoletista» pura. Yo alcancé a ver de muchacho a tres cordobeses de solera: a Machaquito, al hijo de Juan Molina, otro Lagartijo, que apodándose Chico era en los días buenos un gigante, y al Manolete I, el padre de este Manolo. Los tres ofrecían como esencial característica no abusar del preciosismo. Todo lo que hacían bien, lo hacían con justeza, como medido a compás. Y eran clásicos en la estampa, en la manera de caminar por el ruedo, en que jamás estorbaban al compañero, en la forma de estar colocados para el quite. Y cuando metían el capotillo era siempre sin vacilaciones, sin forzar la figura, abriéndolo en la misma cara y tirando suavemente hasta el encuentro, para dar después la salida con la misma suavidad.

Pero aquella era la época florida de todas las florituras. Postrimerías de Fuentes, el más elegante y alegre de la escuela sevillana; genialidades de Rafael el Gallo, que puesto a alertar en el toro suavon y que le iba a la medida era un creador de suertes, el padre de Chicuelo, delicioso y hábil en eso de torear por la cara, en las famosas chicuelinas que luego heredó su hijo; Bombita que tenía el secreto de la sonrisa y del bullir, aun cuando no fuera el capote precisamente su gran fuerte. A estos toreros que arrancaban ovaciones y estaban en candelero, había que sacrificar una modalidad y un estilo, mandaba entonces la escuela sevillana, y los tres cordobeses lo ensayaban todo y lo ensayaban sacrificando lo que en ellos era lo mejor, su estilo, y habían de sacrificar la voltereta o la cornada para no desmerecer.

Valencia, 24-7-1942. La faena al toro Maganto, de pelo
colorado y de la ganadería de Clemente Tassara, le abrió
las puertas de la gloria. Manolete no puede sostener todos
los trofeos concedidos. Le ayuda su banderillero Alfredo
David. Foto Finezas.

—¿Y este Manolete?

—Este Manolete ha empezado por imponer, quiéralo o no el público, lo que él entiende que es el toreo de capa, exento casi siempre de esa cosa polícroma y luminosa que se convierte en gaoneras, galleos, chicuelinas, largas, afaroladas, serpentinas, mariposas, a las que no se puede quitar mérito aun cuando muchas veces, ellos mismos, lo paguen por convertir al toro que han de pasaportar en una devanadera.

—¿Entonces la suerte de capa?

—Tiene por delante la eficacia. El matador dispone de una suerte que si se realiza en forma es bastante para considerarla como figura imponderable: la verónica. Juan Belmonte se hace fenómeno antes de nada con su media verónica. Es algo que emociona y pone en pie al espectador, porque se trata de una suerte en la que hay que exponer, y el público con su instinto es lo que más premia. La verónica hay que lograrla; y es tan esencial como el capotazo que lanza el peón para correr y fijar el toro. Manolete torea por verónicas, echando por delante esa eficacia a que aludo al principio. Y como es artista de características personales, ha logrado la suya que es inconfundible en la ejecución.

Afirmado en esos pies que se juntan, para mantener la figura erguida y en línea graciosa, no rígida, con un movimiento leve de cintura para el juego y un manejo de muñeca, empapa al toro sin desplegar mucha tela, permitiéndole ir embebido en el engaño, realizando los lances que el animal acepta gustoso, cosa que Manolete mide con pasmosa seguridad. Cuando remata, lo hace generalmente por bajo y echándose el capote, más recogido todavía, más abajo de la cintura y sin romper la línea de la figura. Es el momento preciso que Manolete tantea su enemigo, más pendiente del estilo que muestra el toro que del lucimiento que puede tener la suerte. Pero como le pone mucho valor, y todos los movimientos son graciosos, la verónica de Manolete ya ha hecho escuela.

Valencia, 28-7-1944. Al quinto toro, Cañamero, de Vicente
Muriel, le hizo una de sus mejores faenas en esa plaza.
Manolete devuelve -por partida doble- los sombreros que le
arroja el público, custodiado por los hombres de a pie de su 
cuadrilla: Cantimplas, Alfredo David y Pinturas. Foto Finezas.

—¿Y en ese primer tercio?

—Es donde echa mucha ciencia Manolete. Seguirle en sus intervenciones, de una pasmosa sobriedad, bien en el lance suelto, la preparación para la suerte de varas, la forma serena de llevar la lidia, la disciplina que pone en sus subalternos, para que no falte nada ni sobre tampoco, es una verdadera lección de torear, que al público cae muy bien, porque en ello advierte el dominio perfecto. Puede decirse que el paso al segundo tercio, es como debe ser, obra del matador que dirige; y que hay una inteligencia muda y sin gestos, entre el que está arriba y da la señal y el de abajo, pegando al toro, sabe dónde está lo suficiente.

—¿Y con la muleta?

—Es el momento impresionante de Manolete. No encuentro otra palabra más a mano para calificar. Si en el toreo muestra un sentido dramático y de hombría, en ese momento puede decirse que es cuando consolida su recia personalidad. Si Manolete en la suerte de matar y cuando tiene que realizar su preparación con la muleta, no hubiera logrado esa superación, hoy sería un matador más, posiblemente de los bien enterados, y de los que saben andar por la plaza, pero de vida corta en la profesión y sin dejar ninguna huella. A Manolete le ha cogido de lleno el conocimiento del uso de la muleta, y es pasmoso todo lo que realiza con ella pegado al toro. Ninguno, y en esto sí que pongo montados unos sobre otros a todos los genios taurinos, han sabido dar un riesgo y una emoción trágica, como Manolete con la muleta. Se discute si los pases naturales que él prodiga son inferiores a los dados por ese otro fenómeno que se llama Juan Belmonte, y en esto no quiero entrar ni salir porque no es necesario. El mismo Juan ha dicho que en el terreno que torea Manolete en esta suerte, nadie lo ha hecho. A su sabiduría me plegó y ante él me inclino.

Alicante, 29-6-1947. Pase de castigo a un toro del Conde de la Corte.
Según Finezas II, es la mejor fotografía que hizo su padre. La belleza
y la torería de la imagen la llevaron los pintores a sus lienzos. 

Lo que sí sostengo es que Manolete, acaso por su construcción y por el secreto que ha sacado a esa manera tan difícil, por lo sencilla, valga la paradoja, de jugar a la muñeca, le permite ligar faenas, que yo en todos mis años no había visto ligar. Con la muleta Manolete realiza los pases más artísticos y alguno de cultivo excepcional como la manoletina, de seguro efecto para el público, pero al que yo no le doy la misma importancia como otros que realiza, impecablemente y con la conciencia que la muerte está rondando. El dramatismo a que antes aludía.

Valencia, 7-9-1942. Manolete recibe de manos de Justino Arenillas,
jefe superior de Policía, el capote de paseo ganado en la Feria de Julio.
Le acompañan, de izquierda a aderecha, Alfredo David, Juan Atienza,
Miguel Atienza, Cantimplas, Cristóbal Peris, Jesús Lloret Recorte y Pinturas.
Foto Finezas.

—¿Y esos pases que él ejecuta mirando al público?

—Muy pocos interpretan su debido sentido. Es casi imposible que a Manolete le coja un toro cuando lo realiza. Precisamente lo que quiere demostrar con ellos es que el toro está tan sugestionado en la muleta que no obedece a otra cosa; y esa es la mejor prueba de su dominio.

—¿Y ese toreo que alguien califica de costado?

—El que lo hace como crítica es que entiende muy poco o nada de toros. El riesgo precisamente es llegarle al toro, como él le llega y colocarse como él se coloca. En eso sí tiene la patente. Ahí está el toro, para darle disgustos a aquellos que, sin saber las razones, se atreven a imitarle. Manolete es el más concienzudo técnico en el toreo, pero eso nada valdría, muchos aficionados saben de eso y de otras cosas, es que Manolete, mezclado con eso, tiene la experiencia de lidiador, que solo cuaja cuando hay afición, valor y resistencia. Tres cualidades que son imprescindibles para alcanzar la meta en el toreo.

NOTA: Tanto las fotografías como los textos que ilustran la entrevista datadas en Valencia y Alicante, pertenecen al Catálogo "MANOLETE visto por Finezas", editado por la Excelentísima Diputación de Valencia en 2017, con las magníficas instantáneas realizadas por Joaquín Sanchis Serrano Finezas I, y Manuel Sanchis Blasco Finezas II.