sábado, 25 de mayo de 2019

PLAZA DE TOROS DE "LOS CALIFAS"

Por Antonio Luis Aguilera
Nueva plaza de toros de Córdoba inaugurada en 1965. Foto Paco Muñoz
Desde que en 1493 se celebrara en el Alcázar de los Reyes Cristianos una función donde se corrieron dos toros “en honor y divertimento del Príncipe don Juan”, único hijo varón de los Reyes Católicos, fueron varias las plazas públicas de Córdoba donde se celebraron festejos taurinos, entre las que hay que destacar la Plaza de la Corredera, y las que en distintas ocasiones se levantaron y desmontaron en el Campo de la Merced, en el arrabal contiguo al Convento de los Mercedarios.
Coso de "Los Tejares" de Córdoba.
La primera permanente, con un aforo superior a diez mil localidades, se levantó en la llamada Huerta de Perea, situada en la Carrera de los Tejares, y fue inaugurada oficialmente en septiembre de 1846, aunque previamente albergó los espectáculos de la feria de mayo de ese año. El 15 de agosto de 1866, al finalizar una novillada, se produjo un incendio que causó grandes destrozos y hubo de ser reconstruida. Fue reinaugurada el 20 de enero de 1868, manteniendo su actividad taurina hasta el 18 de abril de 1965. Tras seis años de penosa agonía, cubierta de maleza y olvido, definitivamente fue derribada en agosto de 1971 para que en su lugar se construyeran unos grandes almacenes. 
En 1964 se celebró la última temporada en la céntrica plaza de “Los Tejares”, siendo programadas dieciséis funciones: cuatro corridas de toros, seis novilladas picadas, cuatro sin caballos y dos festivales benéficos. Aquél año echaron el paseíllo en el histórico ruedo cordobés los matadores Miguel Báez Litri”, Paco Camino, Manuel GarcíaPalmeño”, Miguel MateoMiguelín”, Santiago MartínEl Viti”, Pedro MartínezPedrés”, José María Montilla, Manuel BenítezEl Cordobés”, Antonio Bienvenida, Gabriel de la HabaZurito” y Manuel CanoEl Pireo”, que tomó la última alternativa de las once otorgadas en aquel recinto, cerrando con su doctorado la nómina que encabezaba desde 1862 Antonio CarmonaEl Gordito”, maestro del gran "Lagartijo" y creador del par al quiebro -suerte que algunos siguen denominando erróneamente como par al cambio-. 
Coso de "Los Tejares", testigo fiel del Califato Taurino de Córdoba.
También actuaron en 1964 los novilleros con picadores Guillermo Gutiérrez El Ecijano“, Andrés TorresEl Monaguillo”, Agustín CastellanoEl Puri”, Fernando Tortosa, Pedro MengualEl Carloteño”, Juan Tirado, José Fuentes y Antonio RuizEl Barquillero”, y sin los del castoreño airearon sus formas toreras “El Cachorro”, Alfonso Castillero, Domingo Acedo, Rafael Poyato, Paco Asensio,  Angel Rodilla Angelín”, Florencio CasadoEl Hencho”, Rafael Saco Bejarano y “Romerito”. 
La nueva plaza y sus aledaños en 1965. Foto Paco Muñoz
En 1965 la temporada cordobesa se celebró en dos plazas. Hasta abril en “Los Tejares”, y desde mayo en la “Nueva Plaza de Toros de Córdoba S.A.”, años después denominada “Coso de Los Califas”. Hasta veinticuatro festejos, cinco en la antigua y diecinueve en la nueva, se anunciaron en 1965 a una afición que todavía podía presumir de plaza de temporada, pues si bien las corridas de toros se concentraban en las ferias de mayo y septiembre, que también Córdoba tenía entonces dos ferias, durante el resto de la campaña no faltaban fechas para anunciar novilladas picadas, becerradas y festivales, satisfaciendo así a un público al que la juventud torera de sus barrios motivaba para acudir a los espectáculos programados. 
El último cartel
Para la entrañable e incómoda plaza de “Los Tejares” las funciones taurinas terminaron el 18 de abril de 1965, fecha para la que se programó una novillada picada con utreros de doña Enriqueta de la Cova, que fue lidiada por Agustín CastellanoEl Puri”, Antonio Sánchez Fuentes y José María Susoni. Al caer la tarde, con los últimos ecos de clarines y timbales, la afición miraba con tristeza como se cerraban para siempre las puertas de un coso lleno de historia. En ese taurinísimo lugar, desde  1846 habían expresado su magisterio, entre otros grandiosos espadas, toreros de la categoría de Rafael MolinaLagartijo”, Rafael GuerraGuerrita”, Rafael GonzálezMachaquito”, José GómezGallito”, Juan Belmonte, Manuel JiménezChicuelo”, Manuel RodríguezManolete” o Manuel BenítezEl Cordobés”.   
Plaza de toros de "Los Califas" de Córdoba
El 9 de mayo de 1965 se inauguró el actual “Coso de los Califas”. Aquel domingo sería  histórico para la ciudad, pues por la mañana miles de cordobeses se congregaron en las inmediaciones del desaparecido Hotel “Córdoba-Palace”, para asistir a la coronación canónica de la venerada imagen de la Virgen de los Dolores, y por la tarde tuvo lugar la primera corrida de toros en el nuevo palenque construido en los terrenos de la antigua Huerta de la Marquesa, situada entre las barriadas de Ciudad Jardín y de Los Olivos Borrachos.
Cartel de la inauguración de la plaza
Se lidiaron seis toros de Herederos de don Carlos Núñez, por los matadores cordobeses José María Montilla (blanco y plata), que cortó una oreja al primero y dio la vuelta al ruedo en el cuarto; Manuel Benítez “El Cordobés” (grana y oro), que cortó una oreja al segundo y obtuvo las dos y el rabo del quinto; y Gabriel de la Haba “Zurito” (rosa y oro), que cortó una oreja al tercero y las dos y el rabo al último de la tarde. La corrida fue amenizada por la Banda Municipal de Música del Ayuntamiento de Córdoba, y la recaudación fue a favor de la Asociación Española de Lucha contra el Cáncer. El cartel fue obra del pintor y escritor cordobés Mariano Aguayo, siendo editado por la Imprenta “La Verdad”.
Antes de la corrida, el alcalde de Córdoba, Antonio Guzmán Reina, el picador José de la Haba Torreras “Zurito”, el Presidente del Consejo de Administración de la Sociedad Propietaria de la plaza, José Rodríguez Jiménez, y el Presidente del Círculo Taurino de Córdoba, Carlos Valverde Castilla, esparcieron sobre el flamante redondel arena de la plaza de “Los Tejares”, mientras que miembros del Club Taurino Sevillano depositaron albero de la Real Maestranza de Sevilla. Indicar a modo de anécdota que la corrida iba a ser televisada en diferido al día siguiente por TVE, pero problemas de índole técnica lo impidieron.
Como apuntes históricos indicamos que el primer toro que saltó al redondel atendía por Cartujano, estaba marcado con el número 40 y era negro zaino. El resto del encierro, según orden de lidia, atendía por Bailaor, núm. 187, negro zaino; Recortito, núm. 125, negro bragado; Fogatero, núm. 163, negro zaíno; Catavino, número 170, negro zaino; y Corredor, núm. 181, negro zaino. El primer lance de la tarde corrió a cargo del diestro José María Montilla, que sin dejar salir a sus banderilleros a parar el toro, como entonces era habitual, toreó por verónicas. 
José María Montilla. Foto Framar
Precisamente fue Cartujano, el toro de la inauguración, el primero que saltó al callejón. Tras su intento de huida tomó tres varas, corriendo el primer puyazo a cargo del picador Francisco Sánchez “Ventolera”. El primer par de banderillas lo arponó Cristóbal Molina Alba “Minuto”, que previamente lo dedicó al público. El primer brindis de un matador de toros corrió a cargo de José María Montilla y fue para el público, correspondiendo al espada el honor de escuchar el primer pasodoble que amenizaba una faena de muleta en la nueva plaza.  El primer puntillazo lo instrumentó con éxito José López Fuentes.
El primer matador en visitar la enfermería fue Manuel Benítez “El Cordobés”, a quien Bailaor, segundo de la tarde, le dio una cornada en la axila derecha que le impedía continuar la lidia, pero el genio de Palma del Río, tras ser intervenido en la enfermería, decidió volver al ruedo para lidiar al quinto, al que cortó las orejas y el rabo. “El Cordobés” declinó salir a hombros por la puerta grande al encontrarse herido. Tampoco lo hizo, por respeto a su compañero herido, en un gesto de torería Gabriel de la Haba “Zurito”.
"El Cordobés". Foto Framar
Actuaron en la primera corrida de toros las siguientes cuadrillas:
José María Montilla. Picadores: Francisco Sánchez “Ventolera” y Andrés Garrido “El Gordo de Linares”. Banderilleros: Cristóbal Molina Alba “Minuto”, Julián Álvarez y Juan Márquez Sierra.
Manuel Benítez “El Cordobés”. Picadores: Juan María García “Palero” y José Ramos, que sustituía a Cristóbal Díaz “Ratón”. Banderilleros: Mariano Guerra, Paco Ruiz y Pepín Garrido.
Gabriel de la Haba “Zurito”. Picadores: Manuel Pérez y Rafael González Alcaide “El Pela”. Banderilleros: Cristóbal Sánchez “El Niño del Brillante”, y sus hermanos  Manuel y Antonio de la Haba Vargas.
Indicar que la plaza, obra del arquitecto José Rebollo Dicenta, fue bendecida el día anterior a su inauguración por Paulino Ortiz Molina, párroco de la Iglesia de Los Olivos Borrachos, desencajonándose a continuación la corrida de toros. El primer festejo fue presidido por José Ortega Pérez, Comisario del Cuerpo Nacional de Policía, que estuvo asesorado por el veterinario Manuel Daimiel Contreras y el banderillero Rafael Saco “Cantimplas”. Como Delegado Gubernativo actuó Ángel García García.
Gabriel de la Haba "Zurito"
Aforo de la plaza: En numerosos libros, revistas y portales taurinos se ofrece un dato erróneo que para nada guarda relación con la realidad, reproducido por el hecho de figurar así en la prestigiosa enciclopedia “Los Toros”, de José María de Cossío, obra que lo data en 16.900 espectadores. Al parecer era la cifra prevista cuando el proyecto arquitectónico contemplaba la mitad de vomitorios de los que definitivamente se construyeron para lograr mejor accesibilidad y evacuación, modificación que provocó que el aforo real fuera de 14.842 localidades, dato fidedigno que nos facilitó el empresario cordobés Antonio Pérez-Barquero Herrera, extraordinario y meticuloso aficionado que se encargó personalmente de verificarlo. 
Interior de la nueva plaza. Foto FIT
Posteriormente, en el año 2003, el aforo volvió a disminuir hasta las 14.621 localidades debido a las reformas que fueron llevadas a cabo en el recinto, dato que nos fue confirmado por Tomás González de Canales,  entonces Presidente del Consejo de Administración de la Sociedad Propietaria de la plaza.
Categoría de la plaza. También sobre este aspecto conviene recordar que en mayo de 1965 el coso abrió sus puertas siendo de segunda categoría, pero ese mismo mes fue clasificado como de primera por el Ministerio de la Gobernación, en reconocimiento a la importancia de Córdoba en la historia del toreo, calificación que fue comunicada mediante oficio al Gobierno Civil de Córdoba. Como este ascenso no figuraba en el Reglamento Taurino de 1962, la nueva categoría no estuvo exenta de confusión entre aficionados y medios de comunicación especializados.   






sábado, 18 de mayo de 2019

UNA DURA PAPELETA DE VALDESFRESNO


Por BARQUERITO 
Juan Ortega ante un ejemplar de Valdefresno en Madrid. Foto Rafael Villar

La corrida de Valdefresno, cinqueña, honda y armada, el cuajo propio de la línea Atanasio, tuvo dos mitades. En la segunda se jugaron tres toros de pésimo trato: un cuarto que, descompuesto, desarrolló mucha violencia, y con el que Galván solo pudo protegerse; un quinto gazapón de genio desapacible que se puso por delante a las primeras de cambio y no tuvo ni una sola embestida completa; y un sexto que, blando en el caballo, pegó cabezazos al aire y, ya sin enmienda, topó en la muleta bruscamente.

Por tanto, una desoladora segunda mitad. Esos tres toros, abiertos de cuerna, fueron los más ofensivos de un sexteto descarado sin excepción. Los tres primeros salieron de otra manera. Partió plaza uno de 600 kilos. Lámina mastodóntica: corto de manos, largo y ancho, más hondo que ninguno. Toro de exposición. De forma y conductas distintas a las de todos los demás. Suelto y abanto de partida, barbeó las tablas, hizo amago de saltar al callejón dos veces y todo eso sin dejar de ser un toro frío.

El segundo llevaba nombre de reata de nota en Valdefresno: 'Lirio'. Como el de uno de los toros que mejor ha toreado Ponce en Madrid. Hace unos cuantos años. Las hechuras de uno y otro, muy diferentes. Y el estilo. Aquél de los años 90 atacaba en tromba y este, a menos, duró muy poquito y se acabó aplomando. Mucha plaza recorrió el 'Lirio' de ahora, y mucha plaza tenía pese a ser el más liviano de los seis. De su brusco fondo dio cuenta con particular primor Juan Ortega en una faena de rico encaje, suavidad distinguida, asiento impecable y composición nada común. Tres tandas en redondo bastaron para dejar sello y huella a pesar de que, implacable, el viento se metió por donde y cuanto pudo. El manejo de avíos de Ortega llama la atención. Su colocación y postura natural también. La armonía toreando. Solo que protestó el toro antes de venirse abajo. Tras una estocada contraria, tres descabellos. Pareció que no había pasado nada. Pero pasó. Y volvió a pasar cuando, con decoro refinado, resolvió la papeleta del quinto, el peor de la corrida.


FICHA DEL FESTEJO

Seis toros de José Enrique y Nicolás Fraile. Todos, con el hierro de Valdefrescno, salvo dos -3º y 4º- con el de Fraile Mazas.

David Galván, saludos tras un aviso y silencio tras un aviso. Juan Ortega, aplausos y silencio tras un aviso. Joaquín Galdós, saludos y silencio.

Madrid. 3ª de San Isidro. Primaveral, variable, viento racheado. 11.226 almas. Dos horas y doce minutos de función. Un minuto de silencio en memoria de Joselito el Gallo.



BARQUERITO. Extracto de la crónica del 17 de mayo de 2019 (COLPISA)

martes, 14 de mayo de 2019

JULIO ROMERO DE TORRES E IGNACIO ZULOAGA, PINTORES TAURINOS

Por Alejandro Adrián Arredondo Maldonado
Monterrey, Nuevo León (México). Abril de 2019
Romero de Torres. Retrato de su
amigo Anselmo Miguel Nieto
Siempre han existido gran cantidad de artistas de la pintura que se han ocupado de la fiesta brava y que sin duda sienten una gran atracción por esta manifestación cultural; desde luego son muchos los factores que inciden en su sensibilidad y los hacen tomar como motivo de su expresión plástica, la tauromaquia.  
En la historia de la pintura taurina sobresalen dos artistas españoles nacidos en el último tercio del siglo XIX, apasionados de la fiesta brava, uno andaluz, natural de Córdoba Julio Romero de Torres donde nació un 9 noviembre de 1874 y falleció en la misma ciudad un 10 de mayo de 1930 y el otro Ignacio Zuloaga Zabaleta, natural de Éibar, provincia de Guipúzcoa en el país Vasco donde nació en 1870, fallece en Madrid en 1945. Ambos cultivaron el retrato y se destacaron por la aportación a la pintura en general y en tema que me ocupa la aportación pictórica a la tauromaquia. Dos maestros de la pintura que sobresalieron entre otras características por su gusto indeclinable por la fiesta brava, por su pintura costumbrista y por ser grandes retratistas. Pintores siempre rodeados de intelectuales y de las figuras del toreo de su tiempo, además compartieron su admiración por uno de los grandes toreros de la época, el “Pasmo de Triana” Juan Belmonte.
Autorretrato de Ignacio Zuloaga
En un sector céntrico de la ciudad califal, casi frente al río Guadalquivir se encuentra la plaza del Potro y frente a la pequeña escultura del caballo reparando, el museo Julio Romero de Torres en lo que también fue su casa ya que sus padres Rafael Romero Barros y Doña Rosario de Torres Delgado tenían habilitada una vivienda donde nacieron sus ocho hijos. Su padre también fue pintor y autor de retratos románticos, bodegones y paisajes, fue nombrado director del recién creado Museo de Bellas Artes de Córdoba, recuerdo en mi primer visita a Córdoba, una visita muy rápida de ida y vuelta el mismo día, habíamos salido por la mañana de Sevilla en el recién inaugurado tren AVE allá en octubre de 1992, año de la conmemoración del quinto centenario del  encuentro de dos mundos, eufemismo con el que se llamó a tal evento. Recuerdo que al llegar a la plaza del Potro, un niño jugaba con un balón de futbol frente a la casa museo Romero de Torres, llegué acompañado del fotógrafo taurino Guillermo Escobar, lamentablemente el lugar estaba cerrado, el niño que jugaba nos avisó y al escuchar nuestro tono de voz nos preguntó con marcado acento andaluz, -¿de dónde sois? -De México le dijo Guillermo y rápidamente contestó: -¡De donde es Hugo Sánchez! se desatendió de nuestra presencia y siguió jugando con la pelota, nos retiramos a seguir recorriendo la ciudad. Al paso de los años ya por la primera década del 2000 regresé a Córdoba y visité la casa museo, verdaderamente extraordinaria con un tesoro colgado en los muros con obra de diferente formato del maestro cordobés.  En otra ocasión que estuve en Córdoba fui invitado por mi amigo el periodista e historiador cordobés Francisco Bravo Antibón al Círculo de la Amistad de Córdoba y recibido por su presidente que nos atendió espléndidamente, un lugar céntrico con una construcción tradicional cordobesa, sitio donde convive lo mejor de la sociedad, en aquella ocasión al recorrer sus pasillos, habitaciones y escaleras pude contemplar unos murales que datan de 1905 y me llamó la atención cuatro de ellos, pinturas de gran formato, que representan a las artes todas con fondos azules.
Plaza del Potro y Museos de Bellas Artes y de Julio Romero de Torres
Romero de Torres llegó muy joven a la pintura, sus primeros conocimientos los adquirió en el centro docente dirigido por su padre. La influencia del padre también pintor y su hermano Enrique fueron determinantes en un principio pero recibiría diferentes influencias desde el “fortunismo” hasta el impresionismo y el simbolismo francés, esta última corriente literaria y pictórica de moda desde 1880; en alguna etapa también tuvo influencia del valenciano Sorolla. Era un joven inquieto, aficionado al flamenco que sería una de las principales pasiones de su vida; también tuvo amistad con muchos toreros particularmente de Sevilla y de Córdoba.  Sin lugar a dudas el tema principal de la pintura de Romero de Torres fue la mujer, como dice la copla: “…pintó a la mujer morena…”, también el tema del paisaje cordobés, lo flamenco y lo taurino. A partir de 1915 se trasladó a Madrid donde se estableció.  En la capital del reino hacía una vida cultural intensa, acudía a los lugares de reunión de los intelectuales de la época, como Ramón Pérez de Ayala, José Ortega y Gasset y las tertulias de Valle Inclán y de Gómez de la Serna; también frecuentaba al otro Madrid el de las tabernas y los teatros, asistía a sitios de flamenco como Los Gabrieles. En 1913 apoyó públicamente a Juan Belmonte un joven torero muy discutido que se haría famoso, en el restaurante al aire libre del Buen Retiro, lo retrató desnudo y envuelto en un capote con el fondo de Sevilla y la Giralda. Belmonte fue un tema recurrente en la temática taurina del pintor cordobés, unos años antes en 1909 lo retrata como novillero con rostro casi infantil cuando el sevillano contaba con 17 años y era aún un desconocido. El trianero aparece vestido con corbata, mirando con seriedad al observador.
Belmonte. Retrato de Julio Romero (1909)
El tema taurino lo abordó en los retratos de sus toreros preferidos y en mínima parte en los carteles de la feria de La Salud en Córdoba en especial los de 1902 y 1905 y el de la Corrida Patriótica de 1921, donde se hace referencia de festejos taurinos; esos carteles se encuentran en el museo taurino de Córdoba, esta obra tiene una manifiesta influencia de los pintores de carteles franceses. Los primeros dibujos taurinos los publicó muy joven en la revista “El Toreo Cordobés” del cual era director artístico. Básicamente era un pintor de estudio no le gustaba pintar al aire libre por lo que las escenas taurinas son escazas en su obra. Del tema, su primer apunte digamos publicado nacionalmente fue de “Lagartijo muerto”, en la capilla ardiente que fue publicado el año 1900 en el diario “El Liberal de Madrid”; posteriormente pintó un retrato al óleo del mismo Rafael Molina. Tiempo después por encargo de importante banquero pintó a Rafael Guerra “Guerrita” en traje de luces. En el siguiente trabajo taurino pintó a “Machaquito” de cuerpo entero y aunque este retrato lo incorporó al conjunto de su cuadro “La Consagración de la Copla” es una magnífica representación del califa y en sí esta obra se le considera una síntesis pictórica de su obra. Posteriormente realizó de nuevo un retrato de Juan Belmonte, caso curioso Belmonte en la época hacía su servicio militar y por ello aparece con la cabeza rapada.  En otro cuadro llamado “Poema de Córdoba” está representada la Córdoba torera con una escena taurina de la plaza de La Corredera con la figura de “Lagartijo”. Existió otro cuadro con ambiente taurino “La Niña Torera” del que se desconoce su paradero. También hay una obra póstuma taurina que es  “Ofrenda al arte del toreo” pintura llena de contenido simbólico por demás interesante y que en primer plano y casi cubriendo más de tres cuartas partes del cuadro aparece una mujer desnuda. Fallece en Córdoba el 10 de mayo de 1930.
Guerrita. Retrato de Romero de Torres
A vuelo de pájaro su obra  la conforman su amada Córdoba, la mujer, el desnudo, el retrato, el costumbrismo, homenaje recurrente al flamenco y a la copla. Los toreros, en fin, un universo pictórico lleno de símbolos, en ocasiones provocador, con dos constantes: creatividad y calidad.
Ignacio Zuloaga el genial vasco compartía como le hemos dicho con Romero de Torres aparte de la bohemia, el flamenco, el gusto por las tertulias intelectuales, la afición a los toros y la admiración por Belmonte. Colaboró con Manuel de Falla en la organización del célebre concurso del Cante Jondo de Granada; intentó y se hizo torero en Sevilla. Hecho curioso que es preciso referir  por cómo le utilizó en algunas de sus obras es el de comprar en Córdoba su cuadro favorito: “El Apocalipsis” de “El Greco” en cinco mil pesetas de aquellos tiempos, obra que le sirvió de fondo para algunas de sus obras en especial uno que dejó inacabado llamado “Mis amigos” que dedicó a la generación del 98. En ese cuadro pintó a Juan Belmonte junto a Valle Inclán, Ortega y Gasset, Marañón y Baroja con la finalidad de dejar constancia de la categoría que dejaba el arte del toreo en general y a Belmonte en particular, al que consideró otro miembro de esa generación.
Belmonte. Retrato de Ignacio Zuloaga
Zuloaga provenía de cuatro generaciones de artistas que ocuparon cargos en la corte de los Borbones, desde joven se dedicó a la pintura, estudió con los maestros del Museo del Prado, de ahí viajó a perfeccionarse a Roma luego se estableció en Paris. En la ciudad luz se relacionó con los pintores impresionistas, Monet, Degas y Gauguin con quién compartió estudio. La presión familiar y la precariedad económica a su estancia en Montmartre. Regresa a España concretamente a Sevilla. Consiguió trabajo, pero no deja su vocación. En Sevilla retrata a personajes populares, gitanos, floristas, cigarreras, etc. Vivió feliz en Sevilla donde prosiguió su vida bohemia, para él más atractiva que en Paris. En Sevilla pasó largas temporadas de 1893 a 1898 además en esta ciudad y posiblemente influenciado por el ambiente se decantó por la fiesta brava e intentó ser matador de toros debutando con el apodo de “El Pintor”. En el barrio de San Bernardo, junto a la puerta de la carne, un torero de la tierra Manuel Carmona abrió una escuela en una plaza por él construida y ahí se presentó Zuloaga, a lo largo de su fugaz trayectoria estoqueó diez y siete toros; en el último festejo que participó un novillo le  propinó serio percance que lo obligó a retirarse en un principio momentáneamente y después definitivo de su aspiración torera; todos estos festejos se dieron en los alrededores de la capital hispalense. En el museo de Pedraza, se exhibe un cartel donde participa Zuloaga y refiere que el sábado 17 de abril de 1897 en la plaza de la escuela taurina de Sevilla, alternó con Manuel Domínguez, anunciado el vasco como “El Pintor” lidiando cuatro novillos de cuatro años dos para capea y dos de muerte. En los cinco años que vivió en Sevilla fue rico en el tema taurino, pintó diversos cuadros de toreros.
Cartel de la actuación de Zuloaga
En el verano 1898 se traslado a Segovia donde permaneció hasta 1916; en esa población castellana vivía con su tío un medio hermano de su padre Daniel Zuloaga que era destacado ceramista. En esta tierra realizó obras que le valieron reconocimiento internacional; ahí pintó alrededor de catorce cuadros de tema taurino en cuyas composiciones destaca las figuras de sus protagonistas;  recorrió buena parte de las poblaciones cercanas atraído por los festejos taurinos que por esos rumbos se dan. De esa época se dan algunos de sus cuadros como: “Preparativos para la corrida”, “Toreros de pueblo”, “El Corcito”, “Torerillos de Turégano”, “En la corrida”.
La fama que iba adquiriendo y su amistad con toreros y ganaderos lo llevaron a participar como invitado a tientas en importantes ganaderías, por algún motivo familiar acompañado siempre de su tío y donde con entusiasmo echaba capa y calmaba sus ansias de  torero.
Estuvo en el cortijo Zahariche con don Félix Urcola; con el Marqués de Villagodío; en Aldeanueva, ganadería que más adelante sería adquirida por Domingo Ortega.
Ya con fama de pintor destacado debido a su talento y a que importantes hombres de negocios lo solicitan como retratista; es llamado de Madrid para pintar el retrato del Duque de Alba y luego el de la esposa de este, entonces se le abre un amplio panorama con la gente de la aristocracia. Vive en Madrid a sus anchas, asiste a las tertulias Valle Inclán, Pío Baroja, Belmonte, Pérez de Ayala, Marañón que le insisten a que exponga pero el reconocimiento madrileño todavía tardaría en llegar.
Domingo Ortega. Retrato de Zuloaga
En ese período organizó festejos taurinos y becerradas siempre con fines benéficos donde actuaron Juan Belmonte y otros destacados espadas, en la mayoría  de ellos el pintor corrió con los gastos; en esta aventura empresarial lo acompañó como gestor ante autoridades su tío Daniel que había sido nombrado profesor en la escuela cerámica de Madrid; a estos festejos siempre lo acompañaron intelectuales, políticos y hombres ilustres de la época. En uno de los festejos de Segovia donde estuvieron los hermanos Juan y Manolo Belmonte con ganado de Aleas estuvo presente el pintor cordobés Julio Romero de Torres. El año de 1924 realizó tres retratos de Belmonte destacando entre ellos el célebre “Belmonte en plata”. La amistad y la admiración entre los dos, pintor y torero, era mutua. En una ocasión en que reaparecía Juan Belmonte en Nimes el 25 de junio de 1934, Zuloaga ayudó a vestirlo, existe una foto en donde el pintor ayuda al pasmo de Triana a ponerse la casaquilla. Sobre la afición taurina del pintor, Belmonte expresó: “Creo que hubiese cambiado toda su pintura por haber matado un toro en Madrid, en la corrida de la beneficencia y verle rodar con las cuatro patas por lo alto y el tendido lleno de pañuelos”.
Albaicín. Retrato de Zuloaga
Era tal su fama de retratista que era solicitado por países de Europa y América. La afición y la amistad lo llevan a retratar a Rafael García EscuderoAlbaicín” a Domingo Ortega, Antonio Sánchez El Chepa", a su amigo de la época sevillana Ángel CarmonaEl Camisero” y hasta el mismo Manolete con el que nunca coincidió en agenda, sin embargo, sin modelo y atendiendo a su memoria privilegiada esbozó con suaves trazos un cuadro sobre Manolete de cuerpo entero y tamaño natural, pero la muerte sorprendió al pintor dejando inconcluso el cuadro. Una de sus últimas pinturas fue el “Palco de las Presidentas”. Realizado pocos meses antes de fallecer.
En sus últimos años en Madrid, abonado en Las Ventas y conviviendo en las tertulias con amigos como Manuel Machado y Díaz Cañabate entre otros, hicieron felices los últimos días que residió en la capital española. A los setenta y dos años seguía asistiendo como invitado a tientas en la finca de Domingo Ortega donde en los medios daba capotazos a becerras enrazadas, siembre bajo la atenta mirada y cercanía de Domingo Ortega y Rafael Albaicín. Fallece el 31 de octubre de 1945, en reconocimiento a su afición, a la salida del estudio el féretro fue cargado entre otros por José María Cossío, Domingo Ortega y Rafael Albaicín.
El Chepa. Retrato de Zuloaga
Dos pintores de excelente trazo, de gran calidad y capacidad; de un convencimiento total de su vocación artística, pintores de acendrada afición taurina, genios que coincidieron en el tiempo y que convivieron con los principales protagonistas del mundo cultural y político español de su tiempo; vidas paralelas que junto a otros artistas llenaron una época de esplendor ibérico. Desconozco que tan cercanos fueron ó si existió entre ellos una amistad cercana, amigos mutuos los tuvieron, influencias artísticas muy similares también. Son muy contadas las referencias de alguna cercanía entre ellos; existe la  constancia de la asistencia de Romero de Torres a uno de los festivales benéficos organizados por Zuloaga, sin embargo creo que debieron convivir en más de una ocasión e intercambiar sus particulares conceptos para expresar mediante la pintura el arte taurino.
Manolete, retrato inconcluso de Ignacio Zuloaga


miércoles, 8 de mayo de 2019

CORRIDAS EN CANAL TOROS TELEVISIÓN

Por Antonio Luis Aguilera
Cámaras de televisión en la Maestranza de Sevilla
Desde que Canal Plus -ahora Movistar televisión- decidió transmitir para suscriptores de pago las principales ferias taurinas de España, la afición encontró una excelente forma de seguir la temporada española en primera línea, contemplando su curso en vivo y en directo  sin necesidad de recurrir a las opiniones subjetivas de los cronistas especializados –a más de uno la novedad, como se dice en el argot taurino, "le levantó los pies del suelo" dejando al aire sus vergüenzas-.

Con esta excelente información visual la afición ya podía obtener sus propias conclusiones sobre el momento de ganaderías, toreros, plazas según los aforos… Todo desde el salón de su casa, donde cómodamente  podía contemplar ferias tan importantes como Valencia, Sevilla, Madrid, Pamplona o Bilbao, así como otras significativas corridas sueltas desde relevantes cosos de España y Francia. Una gran oferta para las personas aficionadas al toreo, que de no ser por la televisión les habría resultado imposible ver todos estos ciclos. Aún así, consideramos mejorables algunos puntos para que las transmisiones de corridas por Canal Toros ganen un plus de calidad en el buen trabajo que se viene realizando.

Pensamos que deben evitarse las entrevistas a los toreros en los momentos tensos que preceden al paseíllo, cuando estos se lían el capotillo o velan como mejor pueden su miedo recogidos en la penumbra. Son instantes donde las palabras no salen de la boca, ni el ánimo está presto para contestar con monosílabos preguntas absurdas como si le hace ilusión estar en esa feria. Esos momentos son sagrados y sobran todas las preguntas a quien está concentrado porque va a salir a jugarse la vida. Del mismo modo, deben moderarse las entrevistas entre cada toro y no convertirlas en rutina; primero porque los espadas rechazan hablar en caliente, y segundo porque poco pueden añadir a lo que todo el mundo ya ha visto en las imágenes. Tampoco parece que tenga gran interés informativo entrevistar a un espada cuando lo llevan a hombros por la puerta grande. Son momentos de explosión jubilar que debe vivirlos el protagonista y no necesitan ninguna explicación. Ya en la feria de Sevilla Morante de la Puebla no atendió ningún tipo de entrevistas, y de no cuidarse este aspecto puede que el ejemplo cunda y otros toreros se sumen a la tranquilidad que ofrece administrar sus silencios.  

Consideramos imprescindible que los comentaristas que conducen el hilo de la transmisión conozcan las suertes del toreo. No pueden quedar en blanco cuando los espadas realizan algunas menos conocidas, por desuso o menos populares, y han de "tomar el olivo" o salir del trance con el manido calificativo de “vistosas”. Sí, son vistosas, ¿pero cómo se llaman: saltilleras, tafalleras, cordobinas, caleserinas...? Del mismo modo, cuando la banda inicia el pasodoble, se debe citar el nombre y autor de la pieza. Los "quites" en estos temas no deben ser exclusivos del comentarista Máximo Pérez, siempre bien colocado y eficaz en sus intervenciones; los primeros espadas de la narración deben resolver con solvencia estas situaciones propias del espectáculo. Inevitablemente nos viene a la memoria el magisterio del maestro de periodistas Matías Prats Cañete, cordobés por cierto, toda una referencia en la locución de festejos taurinos. También conviene recordar que la televisión no es la radio, que el espectador está viendo lo que se emite y a veces es más prudente un silencio que palabras que no tapan nada.

En cuanto a la realización, es fundamental encuadrar el plano donde se encuentren el toro y el torero, porque ahí se está desarrollando la corrida. Hay que evitar planos del público durante la lidia y dejarlos para los intermedios tras el arrastre de cada toro. Especial prudencia y sensibilidad debe tenerse en no emitir planos groseros y machistas de aquellas señoras sorprendidas en el tendido con escotes exagerados o faldas demasiado cortas, pues no vienen a cuento y resultan de mal gusto para el espectador. Por el contrario, cuesta entender que se eviten imágenes de descabellos o se recurra a planos panorámicos cuando el espada no acierta de primera, o el cachetero marra con la puntilla, pues son suertes del toreo y el espectador no debe adivinarlas sino verlas. La muerte del toro forma parte de la lidia y hay que estar por encima de sensiblerías o críticas animalistas, pues han sido muchos los accidentes y graves cornadas que han ocurrido en estas suertes finales.
César Rincón, David Casas y Emilio Muñoz
Entre los comentaristas el diálogo debe ser ameno en el planteamiento y desarrollo de la faena, resultando imprescindible atesorar conocimientos sobre la evolución del toreo, que se sepa de qué se está hablando al citar capítulos de la historia, y acertar con los espadas que se nombran como ejemplos cuando explican el toreo moderno y los orígenes de la ligazón, para no caer en la tentación de reproducir historietas que no son ciertas. Los panegiristas del belmontismo recurren a explicaciones poco afortunadas sobre el origen de la ligazón de los pases de las que no saben salir, ni tienen el menor sentido para quienes las están escuchando y sí conocen el curso de la historia del toreo. Se olvida con frecuencia que hablan para un canal de pago mantenido exclusivamente por aficionados.

Por último, en las tertulias que se emiten en los previos o después de las corridas, el periodista conductor debe moderar y repartir proporcionalmente el tiempo de las intervenciones. Ningún tertuliano, aunque padezca incontinencia verbal, debe impedir que se expresen sus compañeros, pues el objeto de estos espacios es confrontar puntos de vista, no que nadie trate de impartir charlas magistrales o lucir su virtuosa memoria.

Consideramos que Canal Toros está ofreciendo un buen trabajo, y aunque entendemos mejorables algunos aspectos como los citados, ello no resta importancia a la gran labor que desarrolla el equipo de profesionales que hace posible las transmisiones.


jueves, 2 de mayo de 2019

"CHICUELO" VUELVE A TRIUNFAR EN TOLEDO, CIEN AÑOS DESPUÉS

Por Luis Miguel López Rojas
Chicuelo: suerte del molinillo en Toledo. Foto familia Chicuelo
Dentro de la XXXIV Semana Cultural Taurina que organiza la Peña Taurina de Sonseca (Toledo), el pasado viernes 26 de abril, tuvo lugar un emotivo homenaje a la figura de Manuel Jiménez Moreno Chicuelo.

Bajo el título “Manuel Jiménez Chicuelo, el creador de la faena moderna (en el centenario de su alternativa 1919-2019)”, este acto se viene a encuadrar dentro de los que quieren conmemorar tan importante acontecimiento taurino, y situarlo a la altura de los que ya tuvieron Gallito, en 2012, y Belmonte, en 2013. Aquellos, cuyo pistoletazo de salida tuvo lugar en el Ateneo de Sevilla, homenaje capitaneado por José Morente, en el que intervinieron Rafael Jiménez Castro -Rafaelito Chicuelo- y Manuel Jiménez Amador Chicuelo, hijo y nieto, respectivamente del gran Chicuelo. Continuaron, como no podía ser de otra manera, en Córdoba el pasado 9 de marzo. Concretamente en La Carlota. Acto organizado por el Círculo Taurino Juan Ortega, donde intervinieron  Antonio Luis Aguilera, autor de este blog, Manuel Jiménez Amador y Pepe Luis Vargas.

En este camino iniciado hacia el norte, cruzar Despeñaperros “pa arriba”, atravesar la llanura manchega como lo hiciera el Ingenioso Hidalgo, podemos decir sin temor a equivocarnos que Chicuelo triunfó en Toledo. A las puertas de Madrid: “Su Madrid”.

Magistralmente conducido por Antonio Luis Aguilera, que desgranó la verdadera importancia que el torero de la Alameda ha tenido como arquitecto del toreo moderno. Chicuelo ha sido seguramente el torero más injustamente tratado por los que han escrito y nos han contado la historia del toreo. Quisieron despacharlo únicamente como un torero artista, pinturero, fundador de la “escuela sevillana”, o como el creador de algunos pases de muleta, como el de costadillo y el de la firma; o de capote, por el lance que con su nombre pasará a la eternidad: la “chicuelina”. Pero Chicuelo es más. Mucho más. Perfectamente argumentado, como ya lo hiciera uno de los más grandes historiadores del toreo, el gran Pepe Alameda, que así firmaba Luis Carlos Fernández y López-Valdemoro (Pepe por Joselito y Alameda, por la Alameda de Hércules, como relató Antonio Luis), nos descifró la línea Guerrita-Gallito  -el gran Joselito el Gallo, por siempre rey de los toreros y fuente de la que bebe directamente Chicuelo-. Y Chicuelo como referente de Manuel Rodríguez Sánchez Manolete. De alternativa y, lo más importante, de concepto. Ese toreo cristaliza y desde ese momento nada será igual. Se impone la faena moderna, la línea del toreo natural, la del ligado en redondo: los pases enlazando las series como en la poesía los versos componen las estrofas, para dar forma al poema de la faena. La línea sin la que no se entiende el toreo de nuestro tiempo, y que motiva en muchas ocasiones la incomprensión de lo que acontece en el ruedo.  Sin entender a Manolete (culmen de esa línea), no se puede entender el  toreo de hoy. Y es que cada tarde, en cada faena, resucita Manolete, y con él,  Chicuelo. Y Gallito, Guerrita
Justo López Rosado, Luis Miguel López Rojas, Antonio L. Aguilera y Manolo Chicuelo
Una vez captada la atención de todos los aficionados y expuestos estos pilares del toreo como las columnas que custodian la “Alameda de Hércules”, donde se ubica la casa de los Chicuelo, Antonio Luis dio paso a su nieto, Manuel Jiménez Amador. “Solo” por la condición de torero y nieto de “Chicuelo” habría sido más que suficiente para justificar su presencia, pero además hizo una brillante demostración de conocimiento de la historia del toreo en general y del sevillano en particular.

Impregnó todo el Teatro Echegaray de aromas de Sevilla, de aromas de su abuelo. Con una memoria fuera de lo común, fue contando la vida de su abuelo, de lo que ha vivido y le ha contado su padre: Rafaelito Chicuelo. Fue tocar el mito. En una especie de “encerrona”, sin ningún tipo de preparación previa, se fueron proyectando fotos de su abuelo y él iba ofreciendo datos de la fecha, plaza, nombre del toro o de la ganadería. Y todo aderezado con anécdotas que hicieron las delicias de los aficionados allí reunidos.

Sevilla y Córdoba, ciudades sin las que no se puede entender la historia de toreo.  Córdoba (Antonio) y Sevilla (Manuel), hablando de Manuel Jiménez Chicuelo, sin el que tampoco se puede comprender la  historia del toreo.  Pasaron más de horas e incluso después de terminar el acto, los aficionados seguían acercándose para seguir preguntando por esta grandiosa figura. Así que podemos decir, sin temor a equivocarnos, que Manuel Jiménez Moreno, el gran Chicuelo, ha vuelto a triunfar en Toledo, como lo hiciera en vida en la plaza de toros de la ciudad Imperial.

Esperamos que Madrid -su Madrid-, aquel que lo vio cambiar la historia del toreo con una sola faena, la de Corchaíto, también le vuelva a abrir sus puertas de par en par y le rinda el homenaje que merece en el año que se conmemora el centenario de su alternativa. 
Alternativa de Chicuelo de manos de Juan Belmonte. Sevilla 28/9/1919.
POSDATA PARA ANTONIO LUIS AGUILERA Y MANUEL JIMÉNEZ AMADOR:

Justo López Rosado,  presidente de la Peña Taurina “Sonseca”, en nombre de todos sus socios y el suyo propio, les agradece su absoluta disposición, de forma totalmente desinteresada, para que fuera posible este bonito homenaje en la XXXIV Semana Cultural Taurina. Se llevan un trocito de corazón de toda la afición sonsecana.

A nivel particular, tuve un premio adicional. Llevarles en mi coche a la estación del tren me hizo sentirme por momentos chófer de toreros. Escucharles hablar de toros y compartir tertulia con ustedes, en lo que es mi gran pasión, fue un placer y un privilegio. Cada vez iba más despacio para que el camino durara lo máximo posible… (Manuel lo llamó “conducir con temple...” Creo que me descubrió). Lo guardaré en lo más profundo de mi corazón.

Muchísimas gracias y hasta pronto.