miércoles, 27 de junio de 2018

CRONOLOGÍA DE "GUERRITA"

    
Rafael Guerra Bejarano Guerrita. Foto Montilla
En 1991, con motivo del 50 aniversario de la muerte de Rafael Guerra Bejarano Guerrita, la Tertulia Taurina del Círculo de la Amistad de Córdoba, editó un valioso documento, donde se recogía el extraordinario trabajo del gran aficionado y bibliófilo taurino cordobés Rafael Sánchez González, que con el título "Cronología de "Guerrita", recopila 125 fechas de la biografía del grandioso torero. Por el rigor y la solvencia que merecen los minuciosos estudios de este bibliófilo taurino, de quien tengo el honor de contar con su amistad, vamos a servirnos de su labor investigadora para recopilar algunos datos de ese exhaustivo trabajo, con objeto de profundizar y divulgar el conocimiento histórico de Guerrita, una figura legendaria del toreo. 

Antonio Luis Aguilera


CRONOLOGÍA DE "GUERRITA" (Resumen)
Por Rafael Sánchez González

-Era hijo de José Guerra Páez y Juana Bejarano Martínez, nació en Córdoba el 6 de Marzo de 1862,  y fue bautizado dos días después en la parroquia de Santa Marina de Aguas Santas; contrajo matrimonio con doña Dolores Sánchez Molina el 17 de enero de 1889, y falleció en la ciudad que lo viera nacer el 21 de febrero de 1941.

-Debutó en la plaza de Andújar el 8 de septiembre de 1876, contando trece años de edad, en la Cuadrilla Juvenil Cordobesa que había fundado Caniqui.

-Fue anunciado con tres apodos distintos durante su carrera. Estos fueron El Airoso, Llaverito y Guerrita, siendo este último con el que alcanzaría celebridad como uno de los diestros más importantes de la historia del toreo.

-Figuró como banderillero en las cuadrillas de Manuel Díaz Lavi, Manuel Molina, Valentín Martín, Manuel Fuentes Bocanegra, Fernando Gómez el Gallo, y Rafael Molina Lagartijo. 

-Cuando decidió abandonar la cuadrilla de Fernando el Gallo, el espada sevillano hubo de contratar a dos peones para suplir su ausencia. Estos fueron Fernando Lobo Lobito, y Juan Romero Saleri.

-Se doctoró en Madrid el 29 de septiembre de 1887. Luciendo un terno gris claro y oro, recibió el grado de manos de su paisano, jefe y maestro Rafael Molina Lagartijo. El toro de la ceremonia atendía por Arrecío, de don Francisco Gallardo, único ejemplar que se lidió de este hierro, pues los otros cinco pertenecían a don Juan Vázquez -antes Núñez de Prado-. Rafael también estoqueó esa tarde a Tinajero y Romanito.  

-Se libró milagrosamente de las dos puñaladas que intentó asestarle un exaltado espectador en su presentación como matador de toros en Sevilla. El hecho tuvo lugar el 15 de abril de 1888, al término de la corrida de feria en la que con reses de don José Orozco compartió cartel con El Espartero.

-Llegó a ser contratado en Madrid por seis mil pesetas por corrida en 1893. Estos honorarios no habían sido cobrados anteriormente por ningún otro torero.

-Toreó tres corridas en un sólo día, el 19 de mayo de 1895. Estas tuvieron lugar en San Fernando (Cádiz), por la mañana, alternando con Pepete en la lidia de toros de Saltillo; a mediodía, en Jerez de la Frontera, compartiendo cartel con Fabrilo y estoqueando reses de Cámara; y por la tarde en Sevilla, junto a Antonio Fuentes, frente a morlacos de Murube. En total, estoqueó nueve toros de diez estocadas y dos pinchazos.

-Rejoneó un astado en Barcelona vestido de calle el 16 de septiembre de 1895, en un festejo de aficionados, con la mala fortuna de que la cabalgadura fue derribada y el torero herido en la pierna derecha.

-Fue objeto de una falsa alarma de muerte el 20 de junio de 1896, a las 22,45 horas, cuando se cursó un telegrama en Ciudad Real que notificaba el asesinato de Guerrita en la estación de ferrocarril de Miguelturra.

-Asistió el 18 de julio de 1896 a la taberna de "Calzones" -actualmente "San Miguel"- con motivo de la inauguración del famoso "Club Guerrita". Posteriormente, el 24 de octubre, el club se trasladó a los altos del café "La Perla", en la calle Conde de Gondomar, y de allí (20/5/1887), a la otra esquina de dicha calle, en cuya planta baja estaba "La Cervecería", para quedar definitivamente ubicado (año 1902) en el núm. 19 de tan céntrica vía cordobesa, hasta que a la muerte de su titular (21/2/1941) cerró para siempre sus puertas.

-Actuó por última vez en Madrid el 11 de junio de 1899. Cansado de la hostilidad del público, al regresar a la fonda de doña Gregoria Echezarreta (cuartel general de "Guerrita y su gente" en sus desplazamientos a la corte), se dirigió a su amigo don José Bilbao y le dijo: "Pepe, no toreo más en Madrid, ni para beneficio del lucero del alba".

 Los cuatro ases. Foto Montilla
-Posó junto a Rafael el Gallo, Machaquito y Joselito el 15 de noviembre de 1915 para  la famosa fotografía conocida como los cuatro ases del toreo. El hecho ocurrió en la sierra cordobesa, en la finca denominada San José de Vista Alegre, propiedad entonces de don Juan Roldán.

-Asistió el 24 de octubre de 1923, festividad de San Rafael, a la inauguración del monumento al Sagrado Corazón de Jesús en las Ermitas de Córdoba. 

-Dio los últimos capotazos de su vida en abril de 1925, en la placita de tientas de El Capricho, en el término de Alcolea, donde pastaba la ganadería de su hermano Antonio

-Durante los trece años en que actuó como espada de alternativa, sumó 892 corridas y estoqueó 2.339 toros.
                       
Guerrita, posiblemente el torero más completo de la historia. Foto Montilla
                                      PERCANCES DE CONSIDERACIÓN QUE SUFRIÓ 

-16/8/1883. Orihuela (Alicante). Malospelos, retinto, del Conde de la Patilla, al lanzarle contra las tablas le fracturó el cúbito izquierdo, lesión que le impidió torear el resto de esa temporada.

-9/7/1886. Pamplona. Resultó doblemente corneado en el muslo derecho y contusionado en el brazo del mismo lado, al acabar  con el novillo que había rejoneado un individuo apodado Tabardillo.

-20/11/1887. La Habana (Cuba). En su debut en esta plaza, el cuarto de la tarde, de nombre Calderero le infiere un puntazo en el muslo izquierdo al hacerle un quite al picador el Morenito.

-1/1/1888. La Habana. Boticario de Saltillo, le hirió en el cuello al resbalar cuando acudía a auxiliar al picador Agustín Molina.

-28/12/1888. Córdoba. Encontrándose de espectador cuando se lidiaba una dura y difícil novillada de Lagartijo, decide bajar al ruedo para auxiliar a los lidiadores y sufre varios varetazos que, además de obligarle a guardar unos días de cama, le obligaron a retrasar su boda. En este accidentado festejo resultó mortalmente herido el banderillero Manuel Martínez Manene.

-11/9/1889. Salamanca. Resultó contusionado en el pecho y brazo derecho por un toro de Carreros.

-20/4/1890. Sevilla. Al rematar un quite, un caballo desbocado le atropella dejándole ante la cara de Farolito, de Udaeta, que en su derrote le lanzó a una considerable altura, lastimándose el pie derecho al caer sobre la arena.

-24/6/1890. Jerez de la Frontera (Cádiz). El sexto de la tarde, de Pérez de la Concha, le hiere en el muslo derecho al salir de un apretado par de banderillas.

-2/9/1892. Daimiel (Ciudad Real). Al saltar la barrera resulta lesionado por un toro de Cámara.

- 7/9/1893. Murcia. Puntazo en el maxilar inferior derecho -muy cerca de la cicatriz que se trajera de La Habana-, al entrarle a matar a Bragadito, negro entrepelado de don Agustín Solís.

-16/9/1895. Barcelona. En un festejo de aficionados, y vestido de calle, salió al ruedo para rejonear al tercer torete. Tras resultar cogida la cabalgadura, Rafael sufrió una herida en la pierna derecha.

-29/4/1896. Jerez de la Frontera (Cádiz). Al entrar a matar de perfecto volapié al quinto de la tarde, de Adalid, resulta herido en la mano izquierda.

-16/9/1896. Valladolid. Enfrentándose como único espada a un encierro de Adalid, por cogida de Antonio Fuentes, que sustituía a Mazzantini, el cuarto le infiere un puntazo en la mano izquierda.

-27/6/1897. Madrid. Estornino, de Veragua, le rompe la mano derecha.

-15/6/1899. Lisboa (Portugal). El sexto de la tarde, de don Carlos Márquez, le alcanza al saltar la barrera, dándose tan fuerte golpe al caer que sufrió una dolorosa luxación en el brazo izquierdo.

CORRIDAS QUE LIDIÓ COMO ÚNICO ESPADA

Guerrita y Ricardo Torres Bombita
-05/02/1888. La Habana. Seis toros de Lagartijo.
-27/05/1888. Barcelona. Otros seis lagartijeros.
-25/03/1889. Castellón. Seis de Torres Cortina.
-04/08/1889. Cartagena (Murcia). Seis de Cámara.
-03/09/1889. Daimiel (Ciudad Real). Seis de don Anastasio Martín.
-20/05/1890. Ronda. Seis de don José Torres Cortina.
-25/09/1890. Pamplona. Único espada frente a un encastado encierro de Ripamilán.
-05/10/1890. Barcelona. Seis de Saltillo.
-26/10/1890. Barcelona. Seis de Torres Cortina.
-29/11/1891. Córdoba. Seis de la Marquesa viuda de Saltillo.
-31/07/1892. Palma de Mallorca. Seis de Carriquiri.
-10/08/1892. Manzanares (Ciudad Real). Seis de Flores.
-25/06/1893. El Puerto de Santa María (Cádiz). Seis de Saltillo.
-01/07/1894. Madrid. Seis de Muruve.
-08/07/1894. Castellón. Seis de Muruve.
-27/07/1894. Mataró (Barcelona). Seis de Cámara, en la inauguración del coso.
-06/08/1894. Alicante. Seis de Muruve.
-08/08/1894. Málaga. Seis de Saltillo.
-25/09/1894. Valladolid. Seis de don Teodoro Valle.
-15/10/1894. Zaragoza. Seis de Saltillo.
-01/09/1895. San Sebastián. Seis de Saltillo.

Guerrita. Foto Biblioteca Nacional
ALTERNATIVAS QUE OTORGÓ

-22/5/1890. Mediante cesión del toro Judío, de Torres Cortina, otorga la alternativa a Juan Jiménez el Ecijano.

-16/9/1891. Madrid. Rafael cede al popular Antonio Reverte la muerte de Toledano, de Saltillo.

-21/4/1895. Sevilla. Concede el doctorado a Juan Gómez de Lesaca, con el toro Belonero, de Benjumea.

-5/9/1895. Linares (Jaén). Con toros de Orozco y en presencia de Bombita, confiere el grado de doctor a su paisano Antonio de Dios Conejito.

NOTA DEL AUTOR:
Hay que aclarar, porque es tema en el que se equivocan no pocos historiadores taurinos, que la ceremonia del 3/9/1891 en Madrid, con Guerrita de padrino, fue de confirmación a José Rodríguez Pepete, al que Mazzantini había doctorado el 30 de agosto de aquel mismo año en El Puerto de Santa María.
También conviene aclarar, que por aquellas fechas, la primera vez que en la plaza de Madrid coincidía el espada más antiguo del cartel con otro de alternativa posterior a la suya, solía cederle la muerte del primer toro, aunque ya tuviese confirmado su doctorado, circunstancia que ha dado lugar a no pocas confusiones. En el caso de Guerrita, así sucedió, por ejemplo, con Emilio Torres Bombita (27/6/1894) y Miguel Báez Litri (28/10/1894), con quienes el torero de Córdoba tuvo dicha deferencia.

Guerrita y sus veinte nietos. Foto Mundo Gráfico 1933
                                                 CORRIDAS BENÉFICAS QUE TOREÓ

-12/11/1898. Madrid. Junto a Frascuelo y Lagartijo, con reses de diferentes ganaderías, a favor de Rafael Sánchez Bebe.

-29/10/1891. Madrid. Festejo a favor de los damnificados por las inundaciones ocurridas en las provincias de Toledo y Almería. Estoquea un toro de Miura.

-15/11/1891. Sevilla. Mata un toro de don Francisco Pacheco en la corrida celebrada a beneficio de los pobres y familias perjudicadas por las aguas por los temporales de lluvia que azotaron a España en aquel invierno.

-29/11/1891. Córdoba. Torea gratis -tercera consecutiva- para los pobres de su tierra enfrentándose a seis reses de Saltillo.

-6/4/1892. Madrid. Lagartijo, Guerrita y Torerito se enfrentan a seis toros del Duque de Veragua  en corrida para recaudar fondos con que poder paliar las numerosas desgracias ocasionadas en Córdoba por las riás del Guadalquivir.

-13/11/1893. Valencia. En función a beneficio de la casa de Expósitos, estoquea un astado de Muruve.

-25/10/1896. Madrid. Organiza una corrida en favor de Fernando el Gallo, su antiguo jefe, en la que además de participar gratis logró que nadie -toreros, ganaderos, etc.- cobrara una peseta. Le correspondieron toros de Adalid y Cámara.

-11/6/1896. Madrid. Nuevamente interviene desinteresadamente. Corrida de beneficencia, en la que se lidiaron nueve astados de López Navarro, Concha y Sierra, y Marqués de los Castellones -a partes iguales-. Actuó junto a  Algabeño y Villita.

-13/11/1896. Madrid. Desinteresada actuación de Rafael frente a reses de Benjumea, acartelado con Reverte y Bombita, en función organizada por El Imparcial para socorrer a los soldados que combatían en Cuba.

-27/4/1898. Sevilla. Estoqueó toros de Miura y Halcón en festejo para recaudar fondos a favor de la Marina Española.

-12/5/1898. Madrid. Presidida por el Conde de Romanones, alcalde de Madrid, con el asesoramiento de Lagartijo -desplazado a tal fin- y una enorme expectación, se celebró una corrida patriótica que resultó brillantísima, en la que Rafael intervino desinteresadamente una vez más. Llegado su turno estoqueó una res de la divisa de Aleas.

-29/5/1898. Córdoba. Nueva intervención en festejo de matiz patriótico. Rafael brindó uno de sus oponentes -el quinto de la tarde- al General Serrano. 

jueves, 21 de junio de 2018

ANTES Y DESPUÉS DEL GUERRA

 Por Antonio Luis Aguilera
Rafael Guerra Bejarano. Foto Montilla
Caía la tarde del 11 de junio de 1899, cuando en la fonda de doña Gregoria Echezarreta, cuartel general de Rafael Guerra Bejarano y su cuadrilla en los desplazamientos a la Villa y Corte, al quitarse el traje de luces que lució por última vez en la capital de España, harto de la hostilidad del público, le dijo a su amigo José Bilbao: “Pepe, no toreo más en Madrid ni para beneficio del lucero del alba“. Era el anuncio de la retirada del torero más poderoso de su época, que durante su carrera había participado en doce corridas benéficas, siete de ellas en Madrid. La despedida tuvo lugar el 15 de octubre de ese año en Zaragoza, plaza donde el II Califa del toreo, vestido de gris plomo y oro, puso final a su impresionante paso por los ruedos estoqueando al toro Limón, colorado ojo de perdiz, de la ganadería de don Raimundo y don Jorge Díaz. “No me voy, me echan", dijo con amargura a los suyos. Al conocer la noticia el historiador don Luis Carmena y Millán, envió al domicilio del torero en Córdoba el siguiente telegrama: "Mi enhorabuena y un abrazo; felicite a Dolores. Hoy empieza el reinado de los maletas. L.C”.  


Guerrita y Judío, de Miura. Sevilla, 16/4/1895. Foto Montilla


Lejos quedaba el 8 de septiembre de 1876, cuando contando trece años de edad Guerrita debutó en Andújar (Jaén), integrado en la Cuadrilla Juvenil Cordobesa fundada por Francisco Rodríguez Caniqui, comienzos en los que llegó a anunciarse como El Airoso y Llaverito. Su extraordinaria torería pronto le facilitó la contratación como banderillero en las cuadrillas de Manuel Díaz Lavi, Manuel Molina, Valentín Martín, Manuel Fuentes Bocanegra, Fernando Gómez el Gallo y Rafael Molina Lagartijo, su paisano y maestro, que finalmente le otorgó la alternativa. Estos fueron los inicios profesionales de uno de los espadas más grandiosos de la historia, de un coloso que, por saber, hasta supo irse a tiempo, en pleno esplendor, ejerciendo de rey del toreo, sin que nada le quedara por demostrar ante los toros. Precisamente fue ese inmenso magisterio, del que con legítimo orgullo presumió toda su vida, lo que no le perdonó el público de su tiempo, el “respetable”, al que ayer como hoy parece cansar la regularidad en el triunfo de las auténticas figuras del toreo.       

 Guerrita, entrando a matar

Pocos años antes de su muerte, Guerrita fue entrevistado por don José María Carretero, revistero cordobés nacido en Montilla, para El Libro de los Toreros (Ediciones Caballero Audaz. Madrid, 1947), al que declaró:  
“... Como la gente creía que yo era el amo del toreo, resultaba que de todo lo que pasaba en las plazas me hacían responsable a mí... Yo pensé que el tomarla conmigo obedecía a que al público le cansa tener que aplaudir siempre al mismo artista... A la gente le gusta encumbrar un torero y poderlo hundir cuando quiera, apenas le llame la atención otra novedad. Pero conmigo no les valía... Desde que tomé la alternativa no hicieron más que ponerme toreros enfrente e imaginar competencias... Con Lagartijo, al que yo quería y respetaba como a un maestro; con Mazzantini, con el Espartero, con Reverte, con Fuentes, con el Algabeño, con Emilio Bomba... Pero tuve suerte y amor propio y me mantuve siempre en mi puesto”.                          

Guerrita, en su club de la calle Gondomar. Foto Montilla
Rafael Guerra
Guerrita, último rey del toreo del siglo XIX, actuó como espada de alternativa durante trece años, sumando 892 corridas, 21 de ellas como único espada, estoqueando 2.339 toros y sufriendo 15 percances de consideración. Pero su figura no ha sido comprendida por quienes la analizan superficialmente, recreándose en anécdotas y sentencias, sin entender lo que verdaderamente representó en el toreo de su época y en el de nuestro tiempo. La Tauromaquia redactada bajo su dirección técnica, publicada en 1896 por Leopoldo Vázquez, Luis Gandullo y Leopoldo López de Sáa, revela que si hubo un diestro que intuyó el toreo del siglo XX, con otro toro que habría de tener mayor fijeza y bravura, ese fue el Guerra, al que tampoco comprendieron cuando sentenció: “Después de mí, naide, y después de naide, Fuentes. Bien sabía el cordobés que el trono que dejaba vacante no tenía sucesor. No se equivocó, porque nadie lo ocuparía hasta tres lustros después, cuando Joselito, abrazando los preceptos de su Tauromaquia, la pusiera en valor para toda la torería andante.  
                                 
Los cuatro ases. Foto Montilla
No entendieron la historia quienes atribuyen a Juan Belmonte la paternidad del toreo moderno, porque en la instauración y desarrollo de ese toreo resultaron determinantes Guerrita y Joselito, a quienes con escaso rigor analítico algunos otorgan en el reparto un guión de actores secundarios. Mienten quienes afirman que Rafael Guerra y Gallito fueron poco más que dos lidiadores de inmenso poder que esquivaban con magistral destreza las embestidas. Fueron el faro que iluminó la oscuridad, para que un trianero genial pudiera acortar las distancias y manifestar un temple excepcional, que cambiaría el rumbo del toreo hacia una lidia más sosegada, de superior rango artístico, donde el juego de los brazos dominaría las embestidas destronando el protagonismo de las piernas. Porque para que Juan Belmonte pudiera ceñir el toreo, y pararse con los toros para interpretar la verónica tan magistralmente, fue necesario que Guerrita cambiara los preceptos de la antigua verónica, donde el diestro citaba de frente y levantando los brazos despedía la embestida, enseñando que con el cite de costado el torero juega indistintamente ambos miembros y articula el lance. Entonces le llamaron ventajista, pero gracias a esa “ventaja” el lance de la verónica recibió tratamiento de alteza en las manos de Belmonte y otros extraordinarios intérpretes como Chicuelo, Curro Puya, Cagancho, Rafael de Paula, Finito de Córdoba, Morante de la Puebla...   

          
 Joselito deja la muleta en la cara
Mas la Tauromaquia del Guerra no termina en el primer tercio de la lidia, sino que contempla la ligazón de los pases en el toreo de muleta, al preceptuar  el diestro que el pase regular (natural) se instrumentará estirando el brazo hacia atrás, describiendo con los vuelos de la muleta un cuarto de círculo, y no se rematará necesariamente con el de pecho, sino que se repetirá tantas veces como sea posible. Y Gallito aplicó esta técnica en su modelo de faena, toreando al natural sin despedir al toro en línea recta, dejándole colocada la muleta al final del pase para invitarlo a ir hacia atrás y repetir la suerte por los terrenos de adentro. Fueron los primeros capítulos de un toreo nuevo, carente aún del reposo y perfeccionamiento que alcanzaría después, pero de una dimensión histórica definitiva, porque se trataba de la técnica que iba a permitir el toreo actual. 

 Joselito, considerado por Guerrita un prodigio de torero
Guerrita fue un espada colosal que, como Joselito, vivió por y para el toreo. Fue tan portentoso que algunos historiadores, por largo y dominador de todas las suertes, consideran al II Califa de Córdoba como el torero más completo de la historia. Pepe Alameda, en su indispensable obra “Historia verdadera de la evolución del toreo” (Bibliófilos Taurinos. México D.F. 1985), enseñó que para comprender la historia del toreo es necesario hablar de antes y después del Guerra, por tratarse de la figura que establece la frontera entre el toreo de Lagartijo y Frascuelo, que en Guerrita alcanza la más alta cota de perfección, y el preceptuado en su Tauromaquia, que interpretado solidariamente por Joselito y Belmonte, y recreado artísticamente por la maravillosa ligazón de los pases de Manuel Jiménez Chicuelo, implanta definitivamente la regularidad de Manuel Rodríguez Manolete, con su valerosa forma de obligar a los toros, para que llegue hasta nuestros días. He aquí la historia de un nuevo modo de torear, el sistema que liga los pases en redondo, que no puede explicarse sin la profunda huella de Córdoba y Sevilla, ciudades determinantes en el curso del toreo. O sin Sevilla y Córdoba, las dos bañadas por el Guadalquivir, al-wadi al-Kabir, “el río grande”, cuyas riberas tanto saben de toros.





          

viernes, 15 de junio de 2018

EL MOZO DE ESPADAS


Por Antonio Luis Aguilera

Manuel Lara "Larita", mozo de Andrés Roca Rey
El extenso catálogo de funciones del mozo de espadas es desconocido por la mayoría del público aficionado a los toros, que generalmente asocia la figura de este personaje, con el encargado de vestir al torero, y quien le sirve los trastes de torear durante la lidia, tareas significativas, pero no las únicas, como analizaremos seguidamente, de este miembro de la cuadrilla, cuyo ingreso a las órdenes del matador requiere de un perfecto conocimiento del oficio, además de altas dotes de confianza, lealtad, prudencia y psicología. Sus obligaciones comienzan cuando el apoderado le informa de la contratación del torero en una plaza determinada, y finalizan mucho después de que las mulillas hayan arrastrado al último toro de la tarde.    

Una vez que tiene conocimiento de la inclusión del matador en un cartel, el mozo de espadas prepara el modelo de contrato, y envía cumplimentados los ejemplares necesarios a la empresa organizadora del festejo. Del mismo modo, con antelación suficiente, siempre que sea posible y no acudan para sustituir a un compañero herido, reservará habitaciones para el matador, el apoderado y los miembros de la cuadrilla en el hotel de esa ciudad donde tradicionalmente se alojan los profesionales del toreo, negociando las condiciones económicas –generalmente, las cadenas hoteleras, con objeto de alojar en sus establecimientos a los toreros, suelen ofertar ventajas, como alojar gratis al matador y reducir el precio del resto de habitaciones reservadas, así como convertir en menús platos de la carta a precios especiales-.

La silla. Foto WordPress.com
          Llegado el día de la corrida, el mozo de espadas consultará al matador el traje que desea vestir esa tarde, ropa que preparará según el ritual en una silla de la habitación. Cuando el torero delega esta función, el mozo de espadas elegirá, entre los tres o cuatro trajes que ha llevado, el que considera que al matador le agradará ceñirse, y, en caso de duda, preparará otra silla, para que en última instancia sea el diestro quien opte por el terno que quiera lucir. En la silla colocará, según la costumbre, chaquetilla, capote de paseo, camisa, chaleco, taleguillas, leotardos blancos, medias, tirantes, faja, pañoleta o corbatín, castañeta y montera. Junto a ella, en el suelo, las zapatillas y el calzador.

Antes del mediodía acudirá a la plaza con los picadores y los banderilleros, para presenciar el apartado y sorteo de los toros de la tarde, tramitar los boletines de cotización a la Seguridad Social de los miembros de la cuadrilla, y retirar de taquilla una cantidad de dinero, a cuenta de los honorarios del espada, para pagar los sueldos de la cuadrilla, gastos del hotel y otros del viaje. Enchiquerada la corrida regresará al hotel, donde será testigo de la información que los banderilleros darán al matador, sobre las características de los toros de su lote. Después encargará al restaurante que lleven a la habitación el frugal almuerzo del torero, y procurará que desde ese momento nadie lo moleste, para que intente conciliar el sueño o, si los nervios lo impiden, que pueda descansar y estar tranquilo hasta el momento de vestirlo con el traje de luces.

Juan Romero, vistiéndose. Foto Risquillo
Sobre hora y media antes de la corrida, tiempo que varía según la distancia del hotel a la plaza y el tráfico de la ciudad, el matador comienza a asearse. El afeitado y la ducha prologan el ritual de vestirse de torero, casi siempre en presencia del apoderado y, en alguna ocasión, de amigos del espada. Una vez que el chófer informa que el coche de cuadrillas está en la puerta del hotel, el diestro abandona la habitación, tras rezar ante la improvisada capilla de sus devociones, llevando sobre el brazo izquierdo el capote de paseo y la montera en la mano derecha; junto a él, su mozo de espadas porta el fundón de los aceros, una botella de agua y toallas. 

Al llegar a la plaza el matador pasará a la capilla, mientras el mozo se dirigirá al callejón, donde armará las muletas, repasará la muerte de las espadas, y tendrá dispuestos los capotes de brega del jefe de filas, al que recogerá el capote de paseo cuando se rompa el paseíllo, para cambiar la seda por el percal. Después, durante la actuación del matador, recorrerá el callejón procurando estar siempre lo más cerca posible de la zona donde se desarrolle la lidia, para poder atenderle ante cualquier imprevisto. Al finalizar la lidia le ayudará a lavarse, permaneciendo a su lado en todo momento para lo que necesite.  

De vuelta al hotel, el mozo desvestirá al matador, recogerá la ropa de torear, que lavará más tarde, la repasará por si hay algún roto, y la tendrá preparada para la siguiente actuación, pues a veces los espadas son caprichosos y desean usar la misma si con ella hubo triunfo. También pagará el sueldo de los miembros de la cuadrilla, y liquidará la factura del hotel. Efectuados los pagos, anotará en un sobre la fecha y corrida que liquida, introduciendo los justificantes y el dinero que pudiera haber sobrado, documentación  que posteriormente entregará en la oficina de la administración del torero. 

Capotes y muletas. Foto Diario "El Mundo"
           El mozo de espadas tiene a sus órdenes un ayudante, conocido en el argot como “el ayuda”, en quien delega trabajos que le resultarían imposible realizar sin desatender al matador. El ayuda se encargará de limpiar todos los capotes de la cuadrilla y las muletas del matador, preparará el esportón, llevará toallas y agua suficientes para banderilleros y picadores, a los que auxiliará, tanto en el hotel como en la plaza, en todo lo que puedan necesitar –de ahí la costumbre que, además de sus honorarios, reciba una propina de cada miembro de la cuadrilla-, repasará los trastos que haya de coser, etc. El ayuda será el primer miembro de la cuadrilla en llegar a la plaza, para colocar los capotes de los banderilleros en la contera de las tablas –no así el capote del matador, que lo “echa” su mozo de espadas, al recoger el de paseo, prenda que colocará en barreras a la persona elegida por el diestro-. 

"Paco Repiso", ayuda de José Mª Manzanares
Durante la corrida el ayuda permanecerá a las órdenes del mozo de espadas, procurando auxiliar a la cuadrilla cuando sea requerido. Por ejemplo, llevará botellas de agua a los picadores, que suelen estar en el lado opuesto del ruedo al que ocupa el matador. En la lidia de los toros de su maestro, el ayuda estará junto al mozo de espadas, portando los trastos que este le indique. En las actuaciones de los otros dos matadores, auxiliará a los ayudas compañeros en el segundo tercio de la lidia, entregando capotes a los banderilleros que terminen de parear, y sustituirá el capote al peón que haya bregado ese toro por otro más viejo, conocido como “capote de sangre”, con el que auxiliará al matador al terminar la faena de muleta.

"Gonzalito", mozo de Curro Romero. Foto Sebastián
He aquí una resumen de las múltiples funciones que el mozo de espadas y su ayudante desempeñan en la cuadrilla del jefe de filas, tareas que abarcan muchas horas de trabajo, desde primeras horas del día de la corrida hasta bien entrada la madrugada, y que habitualmente desconoce la mayoría del público. Pero, además de las citadas, hay otras de tipo psicológico, como son prestar soporte anímico al matador en los malos momentos, cuando flaquea la confianza, o al restablecerse físicamente de una cornada, o arengarle en los terribles momentos en que debe salir a jugársela, para recuperar crédito ante la falta de contratos, o los de abatimiento, miedo y soledad, que preceden a tardes marcadas como determinantes para mantener el prestigio profesional. El mozo de espadas es mayordomo, confidente, gestor... Mucho más que un simple miembro de la cuadrilla. 

viernes, 8 de junio de 2018

RAFAEL MOLINA "LAGARTIJO"


Por Antonio Luis Aguilera                            


           
Rafael Molina Sánchez "Lagartijo" 
El 27 de noviembre de 1841, en el humilde hogar del barrio del Matadero de Córdoba, donde vivía el matrimonio formado por el modesto banderillero Manuel MolinaNiño Dios” y María Sánchez, hermana del torilero “Poleo”, abría los ojos a la vida un niño al que en la torerísima iglesia de "Santa Marina de las Aguas Santas" bautizarían con el nombre de Rafael, y que con el paso de los años, bajo el apodo de “Lagartijo”, estaba llamado a ser uno de los toreros más importantes de todos los tiempos.  

En ese barrio, situado en el "Campo de la Merced", junto a la albarrana Torre de la "Malmuerta", vivían carniceros, matarifes, tratantes de ganado. También, una chiquillería desarrapada y huérfana de escuela para la clase pobre, demasiada en Córdoba a mediados del siglo XIX, donde el azote del paro y la miseria motivaba a los nenes a jugar al toro en las plazuelas, y a buscar el aprendizaje furtivo ante las reses destinadas para el abasto público, soñando con emular algún día las hazañas de los toreros célebres del barrio, como Francisco González Panchón” o José Dámaso RodríguezPepete”.

            Escasos palmos de altura debía levantar el chiquillo Rafael Molina Sánchez, cuando ingresó en el Matadero Municipal de Córdoba como mozo de nave, empleo que le duró un suspiro, por estar más pendiente de las vacas y becerros que llegaban a las corraletas, que de las obligaciones propias del jornal, y aguardar siempre el descuido del encargado del recinto, para trepar por tapias y muros con la habilidad de una lagartija, hasta saltar y ponerse ante las reses. Sus proezas fueron conocidas por el alcalde de la ciudad, señor García Lovera, que ordenó su inmediata expulsión y detención en caso de reincidir en sus andanzas toreras.

Pero estas otorgaron a Rafael gran fama entre los vecinos, que pronto le llamaron “Lagartijo”, por su destreza para escalar muros y por la impropia habilidad que a su edad mostraba ante las reses, cualidad que pronto difundieron los comentarios de los empleados del Matadero. Tal era su grado de afición e inmenso valor, que con solo diez años de edad echó su primer paseíllo en la plaza de “Los Tejares”, actuando como banderillero en la cuadrilla de jóvenes cordobeses, capitaneada por su vecino Antonio LuqueCamará”, acontecimiento que tuvo lugar el 8 de septiembre de 1852, en la corrida mixta organizada por el Ayuntamiento para conmemorar la festividad de la “Virgen de la Fuensanta”.

Rafael Molina, liado en el capote de seda
Tan grande fue el éxito de Rafael, que veinte días después repitió actuación, pero en esta ocasión su nombre ya figuraba el primero entre los banderilleros del cartel, no el último como en la fecha del debut. Tras sumar varios espectáculos con la cuadrilla juvenil, “Lagartijo” decidió dedicarse al toreo profesional, siendo su primer ajuste con el infortunado “Pepete”. Después formaría parte de las cuadrillas de los hermanos Carmona, conocidos como “Los Panaderos”, integrándose definitivamente en la de Antonio, “El Gordito”, que sería su maestro. 

            A sus órdenes actuó por primera vez en la plaza de Madrid el 13 de septiembre de 1863, donde al tomar las banderillas el público le pidió que las clavara al quiebro, invención y especialidad de su maestro. Rafael accedió y sorprendió a la concurrencia por su inusual destreza. Tan grande fue el alboroto que formó el novel, que las crónicas del festejo recogieron la hazaña. Pérez de Guzmán, escribió: “... Lagartijo echóse hacia los tercios y alegrando al toro lo aguantó hasta el momento de meterle la cabeza, en cuyo acto se cambió con tal aplomo, arte y serenidad, metiendo los brazos y resultando un par tan perfectamente puesto y en tan buen sitio, que el público no pudo por menos de admirarse de quien aquello hacia hubiera estado alejado del circo de Madrid hasta aquel día."   

Rafael en traje corto
Con veintitrés años de edad Rafael decide tomar la alternativa. El joven torero conocía bien los secretos del oficio y gozaba del estímulo del público, que mostraba su entusiasmo ante ese toreo diferente, que por elegante y sosegado no era habitual en su época, donde aún prevalecía la rudeza de formas y la falta de quietud en las suertes. Además, el cordobés había superado con gran éxito sus actuaciones como medio espada, estoqueando varios toros que “El Gordito” hubo de cederle ante la insistencia del respetable.

El 29 de septiembre de 1865, en la plaza de Úbeda (Jaén), su maestro ofició la ceremonia cediéndole el toro “Carabuco”, de la Marquesa viuda de Ontiveros. Pocos días después, el 15 de octubre, confirmó en Madrid con “Barrigón” de doña Gala Ortiz, oficiando como padrino el espada madrileño Cayetano Sanz, y completando cartel “El Gordito”. El público pronto tomó partido por el nuevo espada, y su nombre se hizo indispensable en el orden taurino, mientras pasaban a un segundo plano matadores como Cayetano Sanz, Curro Cúchares, Manuel Domínguez, El Tato, o El Gordito.

Salvador Sánchez "Frascuelo" 
La elegancia natural de “Lagartijo”, su quietud, y el fino trazo de su toreo, pronto le convirtieron en el torero predilecto de la afición, que observaba como destacaba entre todos los que antes habían sido sus espadas favoritos. No ocurrió así con Salvador SánchezFrascuelo”, torero granadino con quien durante veintidós años protagonizaría una noble competencia. Ambos dieron contenido a la época que fue conocida como la “edad de oro del toreo”, título que volvería a rotular la competencia que en el siglo XX protagonizarían Joselito” y Belmonte. 

¿Pero cómo fue “Lagartijo” para ser considerado uno de los toreros más importantes de todos los tiempos? Se ha escrito tanto que hasta la época de Joselito” y Belmonte los toreros se quitaban cuando llegaba el toro, que la propia historia ofrece una imagen distorsionada sobre la evolución del toreo, más avanzada en el curso del tiempo de lo que algunos historiadores invitan a figurar. Por esta razón, conviene considerar que aunque en el toreo actual la faena de muleta haya adquirido un protagonismo que nunca tuvo, ello no debe ocultar que ese toreo de quietud, con menor grado de sosiego, no hubiera existido antes.

"Lagartijo" en el ruedo 
Porque esa cualidad debió tener el toreo de Rafael Molina para contar con la bendición del público durante veintiocho años, en los que contabilizó 1.632 corridas, de las que 404 tuvieron lugar en la plaza de Madrid. Para José María de Cossío la carrera taurina de Lagartijo”, a quien compara con el legendario Pedro Romero, no tiene par en la historia. El célebre historiador se hace eco de su elegante magisterio, cimentado en un valor auténtico, y caracterizado por la belleza plástica de un admirable toreo de capa, una prodigiosa capacidad como banderillero, su portentoso dominio de muleta, y la formidable forma de ejecutar la estocada en sus primeros años.

Busto del torero en la calle Osario
Más revelador aún resulta el testimonio que sobre el torero cordobés escribió Antonio Peña y Goñi, que en su libro “Lagartijo y Frascuelo y su tiempo”, donde se declara frascuelista, no tiene inconveniente en detallar magistralmente la verdadera dimensión taurina del "Califa", desarmando el juicio de quienes incluyen a “Lagartijo en la nómina de espadas que ejecutaron un toreo donde prevalecía el nerviosismo de piernas. Gracias al legado histórico de Peña y Goñi, sabemos que ante un toro de mayor edad y sentido, de cornamentas desproporcionadas, y con una conducta donde el genio prevalecía sobre la bravura, la majestuosa serenidad de Rafael Molina Sánchez destacó sobre el bullir de todos los espadas con los que compartió cartel. Basta con prestar atención a los siguientes párrafos:
            - “Lagartijo” torea con el busto; los pies no hacen sino acompañar los cadenciosos movimientos de una cintura flexible que imprime a todo el cuerpo ondulaciones llenas de abandono y gracia...”
            -“... el fondo y la forma, en fin, se dan la mano para hacer de “Lagartijo” la personificación del toreo más perfecto que haya podido existir, desde que hay toreros en el mundo”.
-“... Rafael no bulle jamás en la brega; está en ella como en terreno conquistado, anda más que corre, pisa siempre en firme y cae a plomo”.      

Rafael, foto de estudio
Tras esta inigualable revelación, el autor deja a un lado su pasión por Salvador Sánchez, para reflexionar históricamente sobre la figura de Rafael Molina:
 “... el toreo de “Lagartijo” ha venido precisamente a limpiar con su aplomo y su elegancia toda la parte movida, chabacana y falsa del arte de torear de “Cúchares”, que heredó Antonio Carmona (Gordito), y transmitió éste a Rafael. Lejos de “correr delante de los toros”, “Lagartijo” ha venido a detenerse ante ellos, reemplazando lo artificial y forzado de lo cómico, con el poder y la verdad de lo bello; y su toreo ha sabido volver a su primitivo cauce las reglas de un arte que el temperamento de Rafael Molina y su maestría han llevado a su más acabada perfección”.

Profundizando el análisis sobre aquella figura legendaria del toreo, a quien proclamó "Califa" la ingeniosa hipérbole del maestro de periodistas Mariano de Cavia, conviene cotejar otro importante testimonio, que nos detalla cómo era la verónica de “Lagartijo”. En esta ocasión corresponde a Natalio Rivas, que en su libro “Los toreros del Romanticismo”, escribe sobre el espada cordobés:
La verónica, imponiendo al viaje la línea recta, para hacer pasar al toro de cabeza a rabo, rozando con el cuerpo del capeador, sin trampas ni artificios y conservando fijos los pies, tuvo en Rafael un cultivador formidable”.
           
            Los valiosos testimonios de estos escritores, que contemplaron y analizaron el toreo de Rafael Molina Lagartijo”, demuestran que el célebre espada cordobés fue torero por naturaleza. Su valor seco e inigualable personalidad, el excepcional conocimiento de los toros y elegante dominio de los tercios de la lidia, la templanza en las suertes y el señorial ritmo en su ejecución, invitan a imaginar que su forma de ser y estar en los ruedos, debió de ser tan seductora para el público de su época como lo sigue siendo en la historia del toreo, donde la perspectiva del tiempo otorga a su figura esa privilegiada aureola de torero único, que lo corona como uno de los protagonistas definitivos de la Tauromaquia.