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jueves, 18 de julio de 2024

«TAUROMAQUIA Y VERDAD»

Por Antonio Luis Aguilera

 

Con este título reflexiona sobre sus veinte años de alternativa el matador de toros Manuel Escribano, dando forma al libro autobiográfico escrito con la colaboración del catedrático y amigo personal Antonio Ramírez de Arellano, que ha publicado la Editorial «El Paseíllo». Se trata de una interesante obra, prologada por el ganadero Victoriano Martín García, que capta inmediatamente la atención del lector, al que explica los sufrimientos y la lucha para abrirse paso en el mundo del toro un espada tan considerado por los aficionados, que saben bien de la verdad de sus triunfos y amarguras —en dos ocasiones ha visto de cerca de la muerte—, como maltratado por las empresas que manejan la tramoya del toreo.

 

Un libro que puede extrañar por tratarse de una biografía parcial, pues para grandeza del toreo el diestro de Gerena sigue en activo, pero que al narrarse en primera persona brinda al aficionado una visión más amplia de la calidad humana y profesional de Escribano, no solo por su experimentado conocimiento de la crudeza del mundo del toro, sino porque se trata de un torero completo, dueño y señor de la lidia, dominador de los tres tercios, que por si fuera poco sabe expresar con buen acento el toreo, con pureza y autenticidad, ante las corridas más duras del campo bravo, con las que ha demostrado algo que está al alcance de muy pocos: que no solo sabe lidiarlas sino que además es capaz de torearlas como el mejor.   

 

Legítimamente orgulloso de la historia que narra, el espada sevillano cuenta al lector una vida transitada por los sinuosos caminos del toreo con detallada información de los entresijos de la profesión. En sus páginas explica la complicada relación con alguno de los poderosos y ridículos personajes del campo del apoderamiento; el ostracismo impuesto a su carrera por el holding de empresas-comisionistas —este año tras triunfar rotundamente en Sevilla no va a la feria de Bilbao, mientras el pasado estuvo ausente de Madrid—; la dureza del Valle del Terror; la satisfacción de su independencia profesional sin importar el precio pagado; su relación con la plaza de Madrid, que definitivamente es la que da y quita; o el injusto trato del público de Sevilla con algunos de sus toreros. Una carrera profesional vivida entre la alegría de triunfos incontestables y las espeluznantes ocasiones que sintió la muerte, como aquella que titula el primer capítulo del libro, cuando pensó: «Estoy palmando. ¡La que voy a liar!».

 

Sorprende del ameno relato la capacidad de Manuel Escribano para definir magistralmente el comportamiento de los toros que habitualmente lidia, los del encaste Albaserrada, diferenciado las características de los de Victorino con los de Adolfo Martín, así como los de José Escolar, y las matizaciones sobre cómo son los legendarios toros de Miura. El torero lo explica con profusión de detalles, los que sin duda escapan de la visión del más sagaz aficionado, pues no es igual descifrar la lidia desde arriba que hacerlo en la soledad de la arena, escuchando el jadeo de una mole que mira y mide, cuando en diez minutos la inteligencia se enfrenta a la fuerza en una sorda interpretación de reacciones, las que se han de conocer e intuir para ganar la batalla y expresar el toreo. En un alarde de generosidad, el torero de Gerena no tiene reparos en hacer partícipe al lector de sus conocimientos profesionales, para enriquecer su afición con la gama de reacciones de estos encastes singulares, cuya lidia exige un plus sobre la rutinaria técnica interiorizada por la mayoría de los toreros. 

 

La obra finaliza con el testimonio de Antonio Ramírez de Arellano de la actuación de Manuel Escribano en la pasada feria de Sevilla, cuando la tarde del 13 de abril de 2024, anunciado con toros de Victorino Martín junto a Borja Jiménez y Andrés Roca Rey, el matador sevillano fue empitonado al torear de capote por “Disparate”, el toro que abría plaza, causándole una cornada de diez centímetros en el muslo derecho, de la que fue intervenido en la enfermería de la plaza sin anestesia general por indicación del torero, que al caer la noche sobre la Maestranza volvió al redondel para lidiar en sexto lugar al cuarto de la tarde, de nombre “Fisgador”. Le hizo frente con un pantalón vaquero recortado que le prestaron, y a pesar de estar recién operado no escatimó su entrega con el exigente cárdeno de Victorino: lo recibió como al primero, de rodillas a porta gayola, lo banderilleó por los dos pitones y lo cuajó toreándolo por abajo en la boca de riego de la plaza, donde realizó una importante y emocionante faena refrendada con una gran estocada. Las dos orejas que paseó emocionado y sin perder su sonrisa ante la entrega del público refrendaban su triunfo legítimo en una tarde a cara y cruz, resuelta con una verdad y torería que no está al alcance de muchos. 

 

«Tauromaquia y verdad», una nueva y atractiva obra de editorial «El Paseíllo», que apuesta por la Fiesta de los toros, su cultura y su difusión, en este tiempo de ignorancia, hipocresía y censura impuesta por los culturetas del poder en la mayoría de los medios de comunicación. 

 


lunes, 15 de julio de 2024

BILBAO: DE BUQUE A PECIO

Por Antonio Luis Aguilera


Ya están en la calle los carteles de Bilbao, plaza en otro tiempo buque insignia de la temporada, hoy hundida por los herederos del gran empresario vasco Manolo Chopera, desde hace unos años aliados con la empresa mexicana Bailleres. Como era de esperar, en la que fue el gran puerto de montaña del norte, se repite el compadreo impuesto en la temporada por los comisionistas, que dejan fuera a toreros que por sus méritos en el ruedo tenían que estar, mientras  se incluyen con calzador a los espectros de antiguas figuras, a espadas que ni están ni se les espera, sin sitio, destemplados, descentrados e inexpresivos, los amparados por MatillaCasas y otros comisionistas, que invitan al público a retraerse en la compra de las caras entradas y dar la espalda a una feria que fue buque insignia y hoy es un pecio complicado de reflotar.

Complicado porque la afición está cansada de que le quieran vender el burro con las supuestas figuras, que ni juntas arrastran gente a la plaza, el «sota, caballo y rey» o coladero de espadas que hurtan los puestos que merecen los que de verdad han triunfado en los ruedos, los que interesan y anhela ver el aficionado junto a los jóvenes que son novedad. Los ganaderos-empresarios-apoderados, hoy influyentes comisionistas, enterraron la antigua fórmula de juntar en los carteles de ferias al torero consagrado, el emergente y la promesa que es novedad,  sustituyéndola por el «cartel rematado», en realidad el «cartel comisionado», ese que ha aburrido y echado a patadas de las plazas a tantos aficionados, cansados de ver a los mismos toreros, impuestos feria tras feria sin justificar sus inclusiones.

En la zona alta del escalafón se mantienen matadores que fueron pero no son, espadas que deberían reflexionar en el banquillo que, de momento, su tiempo pasó, y pensar por qué causan hartazgo. Quienes antes seducían hoy aburren con actuaciones repetitivas sin gobierno, sin colocación ni  orden, sin ajuste ni temple, donde la entrega fue sustituida por la técnica ventajista y la velocidad. Y a esta barbaridad se ha llegado por la nefasta política empresarial que excluye de las ferias a espadas que merecen estar, como Paco UreñaManuel EscribanoFernando Adrián o Tomás Rufo, sin olvidar al rejoneador Diego Ventura, mientras que como una penitencia se imponen a ManzanaresTalavante o Castella, que desesperan con su inexpresivo, tenso y gélido toreo, con actuaciones sin relieve que sin embargo no son obstáculo para que sigan estando en todas las ferias de la temporada. 

jueves, 27 de junio de 2024

URGE REFRESCAR EL ESCALAFÓN

Por Antonio Luis Aguilera 

José Ignacio Uceda Leal. Foto Plaza1

Están en todas las ferias importantes de la temporada. En los ciclos largos por triplicada o cuadruplicada impresión de su nombre en los carteles. Lo peor es que suelen completar sus citas igual que llegaron, haciendo que la afición siga preguntándose ¿y este qué ha hecho para estar otro año en tantas corridas si no justifica en la plaza el trato privilegiado de su inclusión? Nos referimos a los toreros apoderados por Matilla y Casas, los influyentes comisionistas que manejan los hilos que mueven el entramado del toreo. Son quienes los mantienen vivos en los carteles, los que les garantizan unas contrataciones que no se corresponden con las actuaciones de los que viven del recuerdo de lo que fueron, de otro tiempo que se fue y no tiene visos de volver. Han salido de las ferias de Sevilla y Madrid tocados, con el crédito bajo mínimos, pero seguirán ocupando los puestos que deberían pertenecer a quienes legítimamente han ganado en el ruedo lo que le birlan en las ferias.

Borja Jiménez. Foto Plaza1

La tarde que Talavante se dejaba ir un toro de cortijo de Santiago Domecq, con el que no se puso de verdad para torear ajustado, ofreciendo la panza de la muleta y templándolo para llevarlo hacia detrás en lugar de desplazarlo hacia afuera, para cuajarlo como merecía tan bravo, noble y  enclasado animal, hubo otro torero que sin ningún toro de tan excelsas condiciones dejó la gratísima impronta de su toreo clásico. Mientras un Alejandro sin gobierno, con violencia en el manejo de la muleta, poco  compromiso y sonrisas forzadas parecía implorar la complicidad del público, José Ignacio Uceda Leal se centraba en expresar su torería en las pocas embestidas que le ofrecía su lote, con el regusto de su elegante clasicismo, que esa tarde perfumaba la plaza y dejaba en evidencia a los que reparten y acoplan los puestos de las ferias según sus intereses. Cunde el hartazgo ante la abusiva repetición de quienes fueron figuras y son figurantes, toreros descentrados, desmotivados, sin ideas ni compromiso, que se dejan ir toros de verdadero triunfo grande, sin que el petardo sea obstáculo para continuar en las ferias.

Jorge Martínez. Foto Plaza1

Continuar marginando en los carteles a esos toreros que en buena lógica deben renovar el escalafón y lo han justificado en las plazas va contra la esencia del toreo. La pasada temporada, después de años ignorado y gracias al impulso de la «Copa Chenel» de la Fundación del Toro de Lidia, Borja Jiménez pudo dar el salto a un sitio de privilegio, el mismo que este año estaban dispuestos a arrebatarle al menor resbalón. Pero también en los veteranos hay quienes llaman la atención de los aficionados que, hartos de «sota, caballo y rey», anhelan ver en citas importantes, toreros cuestionados e injustamente orillados como Manuel EscribanoDaniel LuqueMiguel Ángel PereraPaco UreñaCurro Díaz Fernando Adrián, y por supuesto abrir la puerta de una vez a esos otros incipientes que en las pocas ocasiones otorgadas han demostrado tener más verdad y ganas de ser gente en el toro, que algunos de los coletas caducados impuestos por los comisionistas. Ahí están esperando a que les hagan caso muchachos con excelentes condiciones, como Jorge MartínezJosé Fernando MolinaVíctor Hernández o Isaac Fonseca, a quienes citamos entre un nutrido grupo de la nueva savia que necesita la Fiesta para ser más atractiva, generar interés y acabar con el aburrimiento de diestros más que previstos y vistos, que por su mandanga y sosería, además de por aquello de que el banquillo curte, tendrían que quedarse un tiempo en sus casas. Urge refrescar el escalafón. Hay que dar paso a quienes demuestran en el ruedo ilusión, condiciones y disponibilidad para justificar su inclusión en los carteles, para los que de verdad quieren ser figuras del toreo, algo que algunos han confundido con un título vitalicio. Las ferias no deben seguir hipotecadas por los intereses particulares de los comisionistas que ejercen como empresarios y apoderados. 

 

domingo, 25 de junio de 2023

EL TORO NO PONE A CADA UNO EN SU SITIO

Por Antonio Luis Aguilera

Manuel Escribano. Foto Diario de Sevilla

Dicen que el toro pone a cada uno en su sitio, pero no siempre se cumple este aserto. Los que de verdad ponen y quitan son los gestores de las empresas taurinas, y no todos han mamado el respeto a la tradición, es decir, a los toreros y sus éxitos en los ruedos. Sirvan de ejemplo los casos de Manuel Escribano, a quien injustamente dejaron fuera de Madrid, o el de Paco Ureña, al que inmoralmente excluyeron de la corrida de la Beneficencia, programada este año para el domingo 18 de junio con dos puestos libres, para incluir a los triunfadores de san Isidro, a la que se cambió la fecha un día, al sábado 17, para favorecer la contratación de Sebastián Castella, legítimo triunfador pero anunciado previamente en la plaza de Istres para el día señalado, que se cambió por estar apoderado por Matilla, uno de los taurinos más poderosos del complejo entramado del toreo.

Rotundamente, no. En esta época el toro no pone a cada uno en su sitio, como cuando hace años un torero triunfaba en Madrid o Sevilla, pues los empresarios actuales, a diferencia de los de otras calendas, no solo son empresarios, sino apoderados —¿o simplemente comisionistas, si hablamos claro?— de uno o varios toreros, algunos son ganaderos —algo otrora reservado a las grandes figuras del toreo, que  hoy no está al alcance de la mayoría de los diestros destacados—, acaparadores de corridas, que compran para revender cuando escasean las de otras ferias, y miembros de un excluido grupo, donde cobra primacía el intercambio de toreros entre los que controlan las ferias de la temporada, aunque ello vaya en detrimento de los intereses de otros toreros, de la afición y, en definitiva, de la propia Fiesta. 

Juan Ortega. Foto Diario "El Mundo"

El incontestable triunfo de Manuel Escribano en la feria de Sevilla, que no fue sino otro más en el eslabón de la gloriosa trayectoria del  admirado torero de Gerena, denunciaba su vergonzosa exclusión en los carteles que confeccionaron para Madrid el señor García Garrido, gestor de viajes aterrizado en el negocio taurino, y el señor Casas, indómito charlatán que ante cualquier micrófono proclama odas exaltando la grandeza y verdad del toreo, aunque después, por ejemplo, no tenga reparos en dejar fuera de san Isidro a Juan Ortega, un espada del gusto de Madrid, porque el sevillano, que posiblemente es quien más despacio y reunido torea de todo el escalafón, decidió poner en otras manos el rumbo de su carrera, esa que el taurino francés tuvo aparcada varios años sin prestar ningún interés hasta la grandiosa epifanía de Linares y posterior confirmación en Jaén del torero de Triana. 

Paco Ureña en la corrida de Victorino. Foto Plaza 1

No, el toro no pone a cada uno en su sitio, porque entonces, por encima de intereses entre grupos de poder, Paco Ureña habría toreado la corrida de Beneficencia como legítimo triunfador de la feria de san Isidro. No se puede ofrecer la vida con más verdad para conseguir un triunfo legítimo, ni torear con mayor entrega y pureza, echando la moneda arriba dispuesto a dejarse matar si fuera necesario, como tan real y espeluznantemente hizo el de Cartagena en la seria y brava corrida de Victorino, donde no salió de la plaza a hombros por la puerta grande por la insensibilidad de un horroroso aficionado, el presidente  de la corrida, que ya debería estar cesado, obstinado en no atender una petición a todas luces mayoritaria y negarle el trofeo que le habría permitido salir en volandas, decisión que sirvió en bandeja a la empresa la exclusión del gran torero murciano, para cambiar la fecha y satisfacer compromisos empresariales de mayor calado entre los colegas que mueven los hilos del negocio. «¡Indecente!», así lo calificó el maestro Paco Ojeda en los micrófonos del programa «Clarín» de RNE.

No, el toro no pone a cada uno en su sitio. Aquí los que ponen y quitan son los insensibles comisionistas del toreo, los que gestionan las plazas para poner y quitar a los suyos, favorecer a otros cobradores de porcentajes como ellos, que con toda seguridad revertirán el favor, mantener a raya a los apoderados independientes, y organizar las ferias excluyendo a quienes demostraron su inmensa torería en el ruedo y ante el toro —que es donde tienen que hablar los toreros tener méritos sobrados para estar anunciados en los mejores carteles. 

domingo, 17 de febrero de 2019

CIRUGÍA TAURINA (I)

Por Antonio Luis Aguilera

Los cirujanos Rafael Ruiz y Ramón Vila, posan con el D.U.E. 
taurino Rafael Alonso y Antonio Luis Aguilera. Foto Marogo
Tertulia celebrada el 8 de mayo de 1992 en el Hotel Meliá Córdoba con los cirujanos taurinos Ramón Vila Giménez y Rafael Ruiz González. Fue emitida por Onda Cero Córdoba, y figura incluida en el libro del autor de este blog "Tertulias Taurinas en Córdoba 1991-1992", editado por la Diputación Provincial de Córdoba.

El periodista Gonzalo Bienvenida encendía la luz de alarma en el artículo que escribió para el Diario El Mundo el 20 de diciembre de 2018. La Sociedad Española de Cirugía Taurina, preocupada por la situación en que se encuentran las enfermerías de las plazas de toros, propone una serie de medidas urgentes al Ministerio de Cultura.
El problema es para tomarlo en serio, pues no se trata solo de los habitáculos donde se practica una cirugía de urgencia vital, sino de la idoneidad para intervenir lesiones producidas por asta de toro de algunos de los facultativos que están actuando. Aumentan las cornadas que se suturan sin explorar todas las trayectorias. El asunto no es baladí. No solo es necesario ser cirujano para intervenir quirúrgicamente a los toreros, también hay que saber cómo cornean los toros.
En la temporada de 2018 fueron reintervenidos quirúrgicamente los matadores de toros Manuel Escribano, David Mora y el novillero Alberto López Niño del Barrio”. Y en este 2019, cuando la temporada aún no ha comenzado de verdad, el primero en ser reintervenido tres veces de las mismas lesiones ha sido Pepe Moral,  desde que un toro de Miura lo hirió en Valdemorillo. 
Algo está fallando estrepitosamente en la seguridad de los hombres de luces. Pero los que capitanean el escalafón no quieren saber del asunto. La Administración y los toreros deben reflexionar sobre las enfermerías de las plazas y la cualificación de los facultativos que intervienen a los toreros, aunque sea un tema tabú para los hombres del toro, del que nada quieren saber ni cuando suenan las alarmas. 
En la tertulia sobre Cirugía Taurina que en 1992 celebramos con los doctores Ramón Vila y Rafael Ruiz se profetizó lo que iba a ocurrir en el futuro con las enfermerías de las plazas de toros. Ese futuro ya es presente. Nada se ha solucionado y el vaticinio se está cumpliendo. 


Manolo Montoliú
Alboreaba la temporada de 1992 cuando concertamos una cita con los cirujanos Ramón Vila Giménez y Rafael Ruiz González, jefes de las enfermerías de las plazas de Sevilla y de Córdoba, con objeto de celebrar una tertulia que abordara extensamente la problemática de la cirugía taurina. Acordamos reunirnos el 8 de mayo, fecha intermedia entre los ciclos maestrante y califal. ¿Quién iba a imaginar que el toreo estaría de luto…? Lamentablemente, siete días antes, un toro había segado la vida de Manolo Montoliú en el albero sevillano.
Sin pretenderlo, el argumento elegido había cobrado actualidad. ¡Como siempre que el toro hiere de muerte...! Mientras, al menos así lo demuestran los profesionales con su silencio, el tema es considerado tabú. Solo se inquietan por él después de la cornada, cuando el pitón rompe o está a punto de arrancar el imperceptible hilo que separa la vida de la muerte. Entonces, por momentos, acaso por días, se maldicen al reflexionar sobre las condiciones en que los médicos -esos monstruos- desarrollan su trabajo en muchas más plazas de las deseadas. En cierto modo resulta comprensible, bastante preocupación conlleva pensar en el toro.
Sin embargo, parece mentira que la reguladora del espectáculo, una Administración que todo lo controla y articula, olvide que cuando el toro mete el pitón nunca pregunta por la categoría de la plaza. También ella delega en unos monstruos, aunque prefiera llamarles facultativos, a los que solo su afición desmesurada les alienta a taparse en un burladero del callejón, para realizar, siempre que les sea posible, el quite del milagro.
Los desgraciados acontecimientos no cancelaron la cita. Ramón Vila, el cirujano al que el toro Cubatisto obligó a certificar la muerte de Manolo Montoliú, se desplazó a Córdoba para intervenir junto a su compañero Rafael Ruiz en la tertulia programada. En una larga y agradable sobremesa, ambos abordaron una problemática que tampoco debe pasar inadvertida para el aficionado.

Rafael Alonso, Antonio L. Aguilera, Rafael Ruiz y Ramón Vila. Foto Marogo
Antonio L. Aguilera: Doctores, todos reconocemos el impresionante valor que se requiere para ser torero, aunque haberlo sido en épocas antiguas, donde no existían medios…
Ramón Vila: Evidentemente, la profesión de torero lleva implícito un riesgo tremendo. Lo ha tenido siempre, en aquella época más que ahora. Sin embargo, desgraciadamente, hoy estamos hablando después de lo que ha sucedido… Ahora tampoco puede olvidarse que el toro hiere, que hiere gravemente e incluso mata. Esa es la grandeza del torero. Como cirujano creo, y pienso que Rafael está de acuerdo conmigo, porque vivimos los entresijos del dolor y de la herida, que estos hombres tienen una característica que los diferencia de todos nosotros. Después de grandes heridas, no digamos incluso después de una muerte, se vienen arriba, van palante, porque poseen un sentimiento en el cual tienen asumido mejor que nadie lo que es el toreo.
Manolo Montoliu, padre e hijo: "¡Las cosas del toro...!"
Te voy a referir las durísimas, pero realísimas palabras que dijo el padre de Manolo Montoliú cuando llegó a la plaza de toros de Sevilla, estando su hijo de cuerpo presente: “¡Las cosas del toro!”. Es una frase que se me ha quedado grabada en el corazón: “¡Las cosas del toro!”.
A cualquiera se nos mata un hijo en un accidente de circulación y nos ponemos histéricos. No lo aceptamos, no lo comprendemos. Ellos lo comprenden, porque lo tienen asumido desde el primer momento en que sienten esa sensación inefable de querer ser toreros.
Rafael Ruiz: Las circunstancias que dice Ramón son perennes en la vida del torero. La tragedia siempre está presente. Ellos lo llevan impregnado en su mente, en su subconsciente, pero la realidad de la vida del toro es que la tragedia aparece cuando menos lo esperamos. ¿Quién podría pensar que en una corrida de Atanasio Fernández, que la quieren torear las figuras, se presentara el riesgo? Pero este aparece en cualquier momento, no llama a la puerta. Esa es la tragedia y el fin de la Fiesta.
Antonio L. Aguilera: Tenemos claro que para ejercer como cirujano taurino se requiere ser un auténtico aficionado.
Percance de Cayetano Rivera Ordóñez en Zaragoza
Ramón Vila: Claro que sí, Antonio. Detrás de la barrera se pasan unos tragos que como no seas aficionado no puedes estar. Tú no puedes compensar los malísimos ratos que se pasan, viendo la posibilidad de que tengas que intervenir, si no tuvieras también el contrapunto de disfrutar con una faena de enjundia, con un quite de arte, con un par de banderillas de poder a poder, con un puyazo bien dado… ¡Es imposible! No conozco a nadie que, sin ser aficionado a los toros, sea capaz de aguantar el estrés que para nosotros supone estar detrás de las barreras de un burladero.
Porque, fíjate qué curioso, es el único sitio donde el cirujano ve la lesión. O sea, es como si cuando asistieras un accidente de trabajo o de coche, estuvieras en la carretera o en el tajo viendo caer al tío del andamio, o viéndolo clavarse el volante en el pecho. La cirugía taurina es la única en la que esto se ve. Y eso supone un estrés muy grande para nosotros. También, por otro lado, una gran ventaja, porque esa visión de la cornada te hace ver muchas veces lo que desgraciadamente ahora hemos visto con Montoliú: ¡Qué traía una cornada de caballo, de muerte! O en otros casos, que no les ha hecho nada. Eso es muy importante. Pero supone una fuerte descarga adrenalínica para nosotros, que se contrapone con el sacar un pañuelo, como el otro día yo lo saqué cuando Joselito se tiró en ese pitón astifino que tenía el de Álvaro Domecq, se tiró a ley y le cortó la oreja al toro. Ahí disfruté y eso me descarga. De lo contrario no podría estar ahí.
Rafael Ruiz: Para ser cirujano taurino tienes que saber y conocer de toros, que te gusten. Son muchas las horas que pasamos, años de ejercicio. Cuando vas a los pueblos a actuar son tan malos los ratos que se pasan: la carretera para ir, las horas que robas a tu familia... Para aguantar todas esas circunstancias te tienen que gustar los toros, de lo contrario no existe motivo para estar ahí, con esa angustia que estás viendo, porque conocemos cuando el toro tiene peligro; sabemos que lo va a coger porque está pisando un terreno que no le corresponde; observamos que el toro está haciendo cosas que quizá el torero no ve.
Antonio L. Aguilera: El público aficionado escucha o lee atentamente los partes facultativos, pero quizás no comprenda las trayectorias que recorre el pitón cuando entra en el torero, probablemente ignora que una penetración provoca varias cornadas.
 Ramón Vila Giménez en la tertulia. Foto Marogo.
Ramón Vila: Como decía Rafael, y lo dice con doble razón, porque es cirujano taurino y porque se ha puesto delante de los toros, él sabe perfectamente -yo menos, pero sé algo- cuando el toro está en condiciones de poder coger al torero. Y eso no se aprende en los libros de medicina, se aprende en los libros de tauromaquia, se aprende viendo. Como tú también te das cuenta cuando el torero está fuera de sitio, cuando no lleva al toro dominado, cuando se pega un muletazo sin mando ninguno y está a merced del toro. En ese momento es cuando te vas estresando cada vez más.
Cuando ves a un torero que ha dominado al toro, aunque sea muy ofensivo y tenga muchos pitones, te relajas, porque aunque puede surgir cualquier tragedia, resbalar y caerse porque ha pisado un hoyo, eso es un accidente no es una cornada. La cornada torera llega cuando el diestro está toreando y está mal colocado, o el toro tiene peligro y el tío echa la pata palante. Ahí es donde nosotros presentimos que lo puede coger. Para mí ese es el momento de mayor estrés.
Y eso, repito, no se aprende en los libros de la cirugía, sino en los de la tauromaquia. Para eso hay que ir muchas tardes a los pueblos, a pasarlo mal, para aprender ese problema.
Rafael Ruiz: Las trayectorias tienen unas características especiales por la forma en que se realizan. Ves en un muslo un agujero pequeño, más o menos chamuscado, con desgarros, una herida inciso-contusa, pero no sabes la profundidad que puede llevar esa cornada, porque el toro en su acometividad tiene una forma de mover la cabeza. El cuerno produce trayectorias, y hay que explorar para que no se quede ninguna atrás. Si la dejas puede surgir una sorpresa, y en circunstancias posteriores producirá algún hematoma o una infección en esa herida, que por cierto ya estaba infectada, ocasionará un absceso, lo que no es un éxito, pues el torero quiere estar toreando a los quince días.
Ramón Vila: Las características que se dan en la cirugía taurina no se presentan en ninguna otra del mundo. Primero, estás viendo la lesión; segundo, no puedes estar preparado. ¡Fíjate lo que te digo...! Porque cuánto nos gustaría nosotros salir ya con nuestro pijama verde a la plaza, pero eso es intolerable en una plaza de toros. Si yo fuera torero y viera a tres médicos vestidos de verde me iba para atrás. Entonces, no podemos hacer lo que hacemos en cualquier hospital cuando estamos de guardia. En tercer lugar, tenemos que salir corriendo y quitarnos las chaquetas por el camino para prepararnos. Y hay que estar ejercitados para hacerlo lo más rápidamente posible.
Te contaré como anécdota que el otro día, cuando cogieron a Pedrín Sevilla, tenía invitado a un cirujano no taurino de Sevilla que quería vivir eso. Entonces, cuando entramos en la enfermería, como el hombre no está habituado llegó el último y nos encontró a todos vestidos. Después nos dijo qué cómo era posible, que jamás lo había visto en ningún hospital.
Y ahora encontrarnos con ese agujero negro, como decía Rafael, donde se abren una cantidad de trayectos, y explorarlos. Por eso, si no eres taurino, ni sabes cómo cornea el toro, ni cómo son los pitones y la vuelta que da el toro siempre al pitón para cornear más, no sabes las lesiones, se te pasan las trayectorias, se te olvida. Y si llega a un hospital un tío corneado por una vaca, y el cirujano que lo atiende, aunque sea el mejor del mundo, no conoce lo que es el toreo, se deja alguna trayectoria. Porque tú sabes como aficionado que el toro tiene una forma de embestir: agacha la cabeza, la levanta, clava el pitón y, con este dentro, trata de hacer el mayor daño posible sin sacarlo. Eso hay que saberlo y vivirlo, pues de lo contrario se te olvida la mitad.
Por eso digo que las características de la cirugía taurina son únicas en el mundo. Si añadimos la fuerza que tiene el toro, la velocidad con que cornea, que a veces ni incluso el video es capaz de captar el momento de la cornada, pues, a esa velocidad, esa fuerza, esas características, hacen que sea distinto a todo cuanto pueda ver cualquier otro cirujano en un hospital.
Gravísima cornada de Juan José Padilla en Zaragoza
Rafael Ruiz: Tienes que ir a la plaza con la predisposición de que en cualquier momento puedes actuar. No podemos ir holgados y tranquilos, como van los aficionados a los toros, con su puro, su café… Sabes que en cualquier momento tienes que ponerte los guantes, que ni incluso da tiempo para vestirse, porque aquella herida está sangrando y metes hasta el puño… Te lo traen los mozos en unas condiciones que tienes que estar allí, ver lo que ocurre.
Ramón Vila: Esas características hacen que después tengamos los resultados que tenemos. La gente cree que nosotros obtenemos buenos resultados en la cirugía taurina porque el torero es un ser divino. No, el torero es una persona normal como los demás. Lo que ocurre es que no hay ninguna cirugía que recién producida la herida, en escasos minutos, ya lo tengas anestesiado y estés operándolo. No hay en ninguna. Ni en accidentes laborales, ni de tráfico, ni de guerra. Lo óperas  inmediatamente. Ésa es la causa de que cuando salga el torero de la enfermería, ya tratado quirúrgicamente, se han ganado lo menos diez o quince días de postoperatorio.
En cambio, cuando te llevan a un señor que le han producido unas heridas hace cuatro horas, pues llega con estrés, con hemorragias, en unas condiciones totalmente distintas. Ese es nuestro éxito. No es que seamos mejores nosotros ni los toreros distintos.
Antonio L. Aguilera: ¿No les resulta extraño que el nuevo reglamento ignore la problemática de las enfermerías?
Ramón Vila: La problemática que tenemos es gorda. Más ahora, pues en el nuevo reglamento taurino estamos casi excluidos de la Fiesta después de llevar tantos años trabajando por ella. Es verdad que el hombre se enfrentó al toro, no ahora ni en España, sino hace muchos cientos de años y en países en los que hoy ni siquiera se habla de toros. Ese reto del hombre por el toro ha existido siempre. Entonces existieron unas personas con conocimientos médicos, los antiguamente llamados curanderos o barberos, actualmente denominados cirujanos taurinos, que aportaban sus conocimientos sin ningún apoyo, como tampoco la Fiesta lo ha tenido nunca, esta ha tenido el del pueblo, y nosotros también. Institucionalmente nunca ha existido apoyo para nada.
Nosotros, que hemos luchado durante muchos años para que ese apoyo se convierta en algo básico y fundamental en los tiempos modernos, como es una reglamentación, un futuro, nos hemos encontrado que después de luchar durante dieciocho años por esto, hacer multitud de congresos desde 1974, aglutinar a más de setecientos cirujanos de todo el mundo, pues cuando teníamos todo formado, aparece un reglamento que nos dice que somos unos médicos más, que no tenemos nada que ver con los toros ni con los toreros.
Eso es intolerable, porque nos hemos volcado para que esto sirva de semilla a los que vienen detrás. Si a un chaval joven que no sea aficionado le presentas la panorámica de la cirugía taurina actual, pues no tiene ningún porvenir. Y sin embargo, hay un porvenir muy bonito, mucho más importante que en otras ramas de la cirugía, pero nos encontramos que en el nuevo reglamento nos excluyen, no como médicos, sino como cirujanos taurinos.
Incluso comentaré como anécdota, que cuando se preguntó por qué no estábamos en la Comisión Consultiva Nacional que se ha creado para todo lo que es la Fiesta de los toros, el propio ministro dijo que nosotros no teníamos nada que ver con los toros. Le contesté: “No, claro, afortunadamente tenemos que ver con algo más importante, que es con el hombre, con el torero”. ¡Pues estamos fuera...!
Y el aficionado está muy tranquilo en la plaza. Cree que nosotros solo estamos para los toreros. Te contaré, como anécdota dramática, que en el momento en que entraba en la enfermería Manolo Montoliú, salía urgentemente de la plaza de toros un señor con una parada cardíaca que, afortunadamente, gracias al internista que tenemos en la enfermería, llego con vida al hospital. Y sí, era un señor que estaba muy alegre en el tendido, probablemente pensando que éramos unos locos los que hacemos cirugía taurina.
 Rafael Ruiz González. Foto Marogo
Rafael Ruiz: La problemática es gorda. Nosotros hemos comentado días atrás las reuniones que se han celebrado con los ministros de interior y sanidad, para ver cómo se pueden definir nuestra postura. En el nuevo reglamento no se menciona para nada la Sociedad de Cirugía Taurina, una sociedad científica que está trabajando en congresos desde 1974, que sigue celebrándolos cada dos años en las distintas naciones donde existe la Fiesta de los toros. El próximo, que se celebrará este año en España, será el número diez y Ramón Vila será el presidente. Hemos pasado por Madrid, Colombia, Venezuela, Sevilla, Ecuador, Perú, Francia, México, y ahora en Sevilla. En estos congresos vamos a profundizar sobre lo que vemos en las enfermerías, para dar explicaciones a la juventud que ya está apareciendo en los mismos. Nos preocupa poder enseñar a los que vienen detrás, para que ellos sigan con la misma trayectoria que nosotros hemos marcado, porque eso no se aprende en la Universidad. Que pasen por las enfermerías de las plazas y vean las clases de cornadas. Esa es nuestra ilusión: llevar a esos muchachos una especialidad como es la cirugía taurina.
Antonio L. Aguilera: Nos gustaría saber algo más de la Sociedad de Cirujanos Taurinos.
Ramón Vila: Mira, Antonio, la historia es muy fácil. Aquellos hombres que iban de forma independiente y aislada las plazas de toros en los países donde había corridas, un buen día, gracias a la gestión de don Máximo García de la Torre y de don Javier Campos Licastro, médicos de las plazas de Madrid y México, respectivamente, decidieron aglutinarse. ¿Por qué? Pues para decir que las experiencias que tenemos entre todos son mucho más importantes que si las tengo solo aislado. Dijeron, vamos a reunirnos para cambiar impresiones y crear una base científica sobre la cirugía taurina. Así empezaron nuestras sociedades.
Entonces se constituyeron sociedades en todos los países de habla hispana y Francia. Fueron sociedades nacionales, posteriormente una internacional que aglutinaba a todas, estoy hablando del año 1974. A partir de ahí nos reunimos periódicamente, como ocurre en cualquier otra rama de la cirugía, para intercambiar opiniones, trabajos, cornadas que ha asistido cada uno, cómo se puede hacer esto o lo otro, qué es lo que hay que llevar a las enfermerías, cómo hay que dotarlas.
Enfermería de la Real Maestranza de Sevilla.
Pues esa labor ingente de setecientos cirujanos, hematólogos y anestesistas, el equipo médico, todo eso, a lo largo de este tiempo se ha aglutinado en revistas, libros, cuatro tesis doctorales sobre heridas por asta de toro que se han publicado por compañeros muertos. Todo eso, llega el año 1992 y es papel mojado. Lo que me duele mucho es que esa experiencia no sea acogida y, a partir de ahí, potenciada, no anulada, que es lo que realmente se ha hecho. Ahora no sabe nadie quién va a la plaza, ni qué medios se tienen que llevar, ni cómo se tienen que hacer las cosas. Nada de nada.
Esto se lo dijimos al ministro escrito en un buen tomo, donde le expusimos nuestras experiencias para que le sirvieran de base para mejorarlas. Y no solo no han servido, sino que ni siquiera aparecen. Aparece que tiene que existir un servicio médico en las plazas, pero no se dice cómo, cuántos, de qué manera, medios. Nada de nada.
Y nosotros lo vivimos, porque no somos de los que decimos que lo queremos todo. No. Queremos lo preciso, lo que nos hace falta de verdad en las plazas del pueblo, de capitales. Y eso es fácil en el mundo del toreo, donde hay mucho dinero y la mayoría de las veces son empresas públicas, donde se manejan cientos de millones de pesetas lo nuestro es insignificante.
Recuerdo que una vez, sentado en la mesa del Senado, le dije al senador Arévalo que me gustaría, como médico de la plaza de Sevilla, que a mi equipo lo considerasen igual que a una cuadra de caballos. ¿Qué quiere decir eso? Pues que le pagan más a una cuadra de caballos por ir a una plaza a torear, que a un equipo médico compuesto por nueve personas, que tienen más medios, y nosotros no tenemos nada, que llevamos lo nuestro, de nuestro propio bolsillo. Pensaba que en 1992 se iba plasmar una línea de actuación para el futuro, y he visto que todo se ha quedado en el aire, en agua de borrajas. Ahora hay que empezar a rehacer todo de nuevo.
Personalmente estoy algo cansado, pero me duele por los que vengan detrás, me duele por los que ahora son como yo cuando tenía 24 o 25 años, que empecé a ir de recogegasas en un equipo médico a una plaza de toros, después empecé a ir a los pueblos, y más tarde, por fin, conseguí la plaza de Sevilla. Igual le ha pasado a Rafael y a cualquier otro cirujano.
Los que vengan detrás lo van a tener crudo. Y dudo mucho ahora mismo, te hablo con el corazón en la mano, que la especialidad o lo que quieran llamarle a la cirugía taurina, pueda tener alguna viabilidad en el futuro. Podrá existir una gran ambulancia que lleve al torero al hospital, podrán existir todos los medios que queramos en el hospital, pero nunca podrá existir la vivencia que el cirujano taurino tiene en la enfermería de la plaza de toros para curar, tratar y recuperar al hombre herido. Eso lo van a pagar primero los hombres del toro, y después la gente que asiste a los espectáculos.
Recordarás que hace poco tiempo murió un chico en el estadio de fútbol del Español, porque le explotó un cohete en el cuello y allí no había ni gasas. Y ahora nosotros, cuando ocurre algo en una plaza de toros, que está perfectamente dotada, somos los más malos del mundo, los peores. No, mire: el señor que salió el otro día vivo de la plaza es porque nosotros teníamos un desfibrilador y los medios necesarios para tratar un infarto de miocardio, que se da con mucha frecuencia en las plazas de toros. Sin embargo, el del Español no lo pudieron atender ¿a eso vamos a llevar la Fiesta de los toros? Pues como cirujano te digo que están equivocados.
Antonio L. Aguilera: Los aficionados, después de escuchar su comparación con la cuadra de caballos, habrán descartado que ustedes puedan estar motivados por los honorarios que perciben.

 Ramón Vila en la enfermería de la plaza de Sevilla.
Ramón Vila: A mí me daría vergüenza decir cuáles son los honorarios, porque la gente pensaría que no tenemos dignidad humana. ¡Nosotros vamos por lo que nos echen! ¡Es tan poca la cantidad…! Además, esa en las mejores plazas, porque si te dicen que vas a ver las ferias de Madrid, Córdoba, Valencia, Bilbao o Sevilla, pues todavía habrá algunos que digan que encima vamos gratis a los toros, Bien, pero ¿y cuando vas al Corralón de Abajo, o a Trebujena de los Palacios, el 15 de agosto, a las cuatro de la tarde, con tu propio coche, jugándote la vida por la carretera, para presenciar una novillada de las que además echan zambombos? Vas allí solo y te dan menos que eso... Ahí no se va a ninguna feria importante, se va por afición. Además, nosotros en Sevilla, gran parte de los honorarios que tenemos los destinamos a otorgar trofeos a los toreros. ¡Para que veas hasta donde llegamos!
Ahí no se puede ir por dinero. ¡Ojo, ni lo queremos, porque el día que yo vaya una plaza solamente por dinero, me retiro! Pero tampoco voy a ponerlo de mi bolsillo. Hay quienes dicen que ganamos mucho dinero con los toreros… ¡No está equivocada la gente…! Menos mal que Hacienda es la única que lo sabe, menos mal.
Percance de Andrés Roca Rey
Rafael Ruiz: Lo que parece mentira es la ilusión que todos teníamos puesta en 1992, porque saldría el nuevo reglamento, ilusión por ver que la cirugía taurina estaría presente. Ahora vemos como en el mismo solo se menciona esta en un artículo, de forma parcial, cargándolo todo al Ministerio de Sanidad, y en otro apartado hace otra pequeña mención sobre nuestra presencia en las escuelas taurinas. Tendremos que esperar a que el ministerio se decida confeccionar un anexo, que está pendiente, sobre las necesidades mínimas que debe reunir una enfermería de plaza de toros. Por supuesto, en las enfermerías de Sevilla y Córdoba, Ramón y yo aportamos todos los medios que consideramos necesarios, pero en otras plazas es mejor no saber lo que hay.
Antiguamente, en el siglo pasado, los cirujanos taurinos no tenían una entidad propia, era un cirujano de hospital al que se designaba la guardia el día de corrida. Aquel cirujano iba un día, pero probablemente no volvía asistir hasta dentro de unos dos meses; y las cornadas que ellos estaban viendo eran todas graves y hasta mortales. Por eso nosotros decidimos constituirnos en una Sociedad que cambiara criterios, se unificaran, y se obtuvieran conclusiones para poder tratar a todos los toreros en las mejores condiciones posibles. Así nació la Sociedad Internacional de Cirugía Taurina, que se formó en México y ahora lleva veinte años de evolución. El próximo congreso será en Sevilla.
Ramón Vila: Efectivamente, porque se da la circunstancia que correspondía a España, mejor dicho a Europa, el anterior fue en Biarritz (Francia). Y qué mejor que en Sevilla, para que todo el mundo pueda echar una miradita a la Expo-92, que tampoco está mal. Entonces dijeron, pues vamos a dárselo al Vila.
Ya dije en Zacatecas que me costaría mucho trabajo organizarlo. Llevaba razón, porque conocía a la ciudad y los problemas que existían con la Exposición Universal. Efectivamente, estoy encontrando muchos problemas. A nivel institucional no existe nadie que nos apoye. A nivel taurino nos apoya la empresa de Sevilla, la Real Maestranza y la empresa de Huelva, pero no tenemos más apoyos, así que tendremos que apoyarnos nosotros y con nuestro dinerito hacer realidad el congreso.
¿Qué misión tiene el congreso? Pues hablar de las lesiones anorectales; de los problemas inmunológicos que tenemos con las transfusiones, algo que dicho de paso no se toca en la mayoría de los congresos de cirugía y que nosotros tocamos en este; los problemas de las lesiones medulares, teniendo en cuenta los accidentes que se produjeron el año pasado en Francia, tan gordos como los de Nimeño y Julio Robles; los problemas de la cirugía taurina como especialidad…
Y ahí estamos trabajando un montón de gente, intentando mejorar lo que tenemos. Por ejemplo, estamos casi siendo pioneros en introducir en las plazas las autotransfusiones, algo que en los hospitales está costando mucho trabajo y que es el futuro de la hematología, porque la sangre no existe prácticamente en casi ningún hospital y cada día se gasta más. Nosotros estamos siempre avanzando en esto. Todo lo haces sin que nadie te apoye, sobre todo a nivel administrativo, y le hemos dado su sitio. Le hemos dicho a la Administración Nacional y Autonómica que hagan la reglamentación que quieran, pero que nos metan dentro a los que estamos ahí, porque tenemos experiencia, pero, desgraciadamente, nada.
Volviendo al Congreso de Sevilla, pienso que saldrá bien, como hasta ahora han salido todos los celebrados, porque nosotros los cirujanos tenemos una ventaja sobre otros: formamos una auténtica familia. Y eso sí que es bueno. Seremos menos que otros colectivos, pero cuando vengan a Sevilla, como cuando fuimos a Zacatecas o cualquier otro país, estaremos apiñados, unidos, eso es muy importante no solo a nivel profesional, sino también humano.