domingo, 24 de abril de 2022

SEVILLA EN ABRIL

Por Antonio Luis Aguilera

Juan Belmonte, en la escultura de Venancio
Blanco, mira a la Maestranza desde Triana.  

Divisar la plaza de toros de la Maestranza desde Triana, bajo la escultura de Juan Belmonte, símbolo de la fecunda historia torera del barrio, resulta emocionante para los aficionados, una emoción que se vuelve sonrisa a escasos metros, en el paso de peatones de la calle Betis, al recordar que fue allí donde José Álvarez «Juncal», el entrañable personaje de Jaime de Armiñán inmortalizado por Paco Rabal, ayudaba a cruzar a un ciego «¡con muy mala leche!», que cambiaba de opinión una y otra vez para volver a cruzar de una acera a otra. También, donde el viejo torero, asomado a la barandilla del río, se quitaba respetuosamente el sombrero, para saludar a su plaza:

—«Buenos días, mi reina. ¿Has descansado bien? Y yo me alegro».

La Maestranza es la plaza más bonita del toreo

Admirar la plaza de la Maestranza desde el otro lado del río conmueve a quienes consideran que el toreo es una escuela de vida, un mundo de valores que va más allá de lo que ocurre en el ruedo, pues su singularidad trasciende a las Bellas Artes para enraizarlo en la literatura, escultura, pintura, cine, música… En la cultura de un pueblo que en el declive del toreo caballeresco, al término de la dinastía de los Austria, hizo suyo el toreo a pie, forjando un arte que nació del valor y arrojo de las clases humildes, fascinadas por enfrentarse al toro y arriesgar su integridad en un peligroso juego, tan emocionante y gallardo como efímero, donde el hombre desafía al animal con un trozo de tela para burlar su acometida. La inteligencia frente a la fuerza, la representación real de un encuentro a vida o muerte, las primeras hazañas de unos «chulos» convertidos en héroes, que con sus invectivas —«chulerías»—, gracia y destreza fueron creando «suertes», esos lances o actos ejecutados al toro que entusiasmarían a generaciones de españoles, mientras los escribanos se apresuraban a redactar los primeros capítulos de una nueva y apasionante historia: la Tauromaquia.

Plaza de toros de la Real Maestranza de Sevilla

Una historia que tuvo mucho que ver con Sevilla, ciudad que enamora cuidando sus tradiciones y siempre cautiva por su belleza, pero de forma más delicada en primavera, cuando el azahar perfuma calles, los geranios colorean balcones y cualquier rincón seduce bajo un cielo azul purísima, donde el sol se mueve pintando contrastes de luz y penumbra en plazas de naranjos en flor. Sol y sombra, como la media luna que divide en dos el impresionante coso de la Maestranza, adonde por Resurrección, apagados cirios e incensarios penitenciales, peregrinan aficionados de todo el orbe taurino para presenciar sus tardes de toros y admirar entusiasmados el cuidado palenque de albero, la impoluta alfombra amarilla que se ofrece para ser hoyada en la vieja liturgia, donde lances de seda embrocan bravas embestidas haciendo posible el milagro del toreo.    

Impoluta alfombra amarilla. Foto Arjona

La Maestranza es la plaza más bonita del toreo, la que todos los toreros quieren seducir con su arte y destreza, aquella para la que esmeran el cuidado de todos los detalles, desde el vestido de estreno, «el chispeante» que destellará en el paseíllo por el ovalado palenque bajo los acordes de «Plaza de la Maestranza», hasta los flamantes trastos que soltarán el apresto templando embestidas, meciéndolas de manera sutil, como los juncos acompañan la corriente del río. El coso del Baratillo acoge en primavera los sueños más íntimos de la torería, la que vista de oro o plata, alterne a pie o caballo, anhela que la suerte le sea propicia en ese ruedo, para trocar el silencio expectante por un ole seco y coral, en la manifestación jubilar que relampaguea y truena ante la belleza del toreo, poniendo el vello de punta y secando la garganta. Todos ambicionan que sea allí, en el coso del Arenal, junto al  torerísimo Guadalquivir, para poder mirar sus aguas al caer la tarde saliendo a hombros por la Puerta del Príncipe. Un triunfo en la Maestranza es alcanzar la gloria, abrazar fuertemente una fantasía mil veces soñada, porque Sevilla en feria de abril es la exaltación más hermosa del toreo. 

PASODOBLE «PLAZA DE LA MAESTRANZA», INTERPRETADO POR LA BANDA DE MÚSICA DEL MAESTRO TEJERA, QUE AMENIZA EL PASEÍLLO EN LAS CORRIDAS DE LA PLAZA DE SEVILLA.


martes, 19 de abril de 2022

UN «PETARDO» GRANDE

Por Antonio Luis Aguilera                       

De vuelta a corrales

El juego de la corrida era más que previsible ante el escaso juego de los encierros lidiados en las ferias precedentes, por eso pocos aficionados se sorprendieron del «petardo» que pegó la corrida de Juan Pedro Domecq el domingo en Sevilla. Díganme ahora con el ánimo que acudirán los abonados a los otros dos festejos contratados por este hierro en el coso del Baratillo, porque han sido tres las corridas firmadas en el abono a una divisa que no está en su mejor momento, como esas ofertas del 3 x 1 que hacen algunos supermercados. O digan qué ilusión genera para acudir a las taquillas de la plaza de Córdoba, para comprar entradas del festejo que anuncia con estos toros a Morante y Aguado. Luego dirán que la respuesta de la afición no estuvo a tono con la categoría del cartel, pero como decía el Guerra: «Lo que no puede ser, no puede ser... Y además es imposible».

En la difícil y respetabílisima labor de selección del toro de lidia se ha echado demasiada agua al vino. De nada vale que el envase y etiquetado de la presentación sean bonitos si en el interior se ofrece un caldo sin color, olor ni sabor. No es algo reciente. Los toros del prestigioso hierro de Juan Pedro Domecq llevan años aburriendo por falta de raza, pero las figuras se los disputan, porque permiten sumar corridas de un modo fácil, pues no molestan y de vez en cuando salta algún toro enclasado que posibilita el triunfo. Demasiado poco para que el histórico hierro, como si estuviera en sus épocas de gloria, se repita en los mejores carteles de las plazas importantes, en lugar de pasar una rigurosa ITV que permita diagnosticar y corregir su manifiesta falta de casta antes de volver a circular en las grandes ferias. 

En todas las épocas de la historia los toreros que cortaron el bacalao exigieron las corridas que consideraban de mayores garantías para triunfar. En la actual el encaste favorito es Domecq y están en su derecho de pedirlo, pero por el bien del toreo deberían exigir lo de Domecq que está embistiendo. Y en esa línea ahora están con mejores resultados los hierros de Victoriano del Río, Garcigrande o Núñez del Cuvillo. ¿Acaso no tienen fuerza las figuras que marcan el paso para exigir que una fecha tan señalada como el domingo de Resurrección se lidie alguno de esos hierros en el coso del Arenal? Por supuesto ello no garantiza el resultado, pues los toros son como los melones, pero al menos el «petardo» no hubiera sido tan previsible como el que se adivinaba el pasado domingo con el antiguo hierro de Veragua. Para una fecha tan señalada, con las carísimas entradas agotadas más el plus de ingresos de televisión del canal de pago, debió ser otra la previsión de la empresa y del espada que comandaba el cartel. El «petardo» ha sido grande.

lunes, 11 de abril de 2022

SUERTE Y ENHORABUENA

 Por Antonio Luis Aguilera 

Emilio de Justo volteado al entrar a matar. Foto Plaza1

Como los funambulistas realizan ejercicios de riesgo sobre la cuerda floja o el alambre, los toreros expresan su arte pisando el imperceptible hilo que separa la vida de la muerte, echando la moneda al aire donde unas veces sale cara y otras cruz. La distancia que media entre la gloria y la tragedia es muy corta, en un instante puede desvanecerse la suerte y el matador caer deshecho en la arena. Todas las tardes y en todas las plazas, a los buenos aficionados no se les escapa como los hombres que intervienen en la corrida se desean «suerte» antes de liarse el capotillo de paseo; también, como se dan la «enhorabuena», independientemente del resultado de la tarde, antes de abandonar el palenque por su propio pie, como signos del enorme respeto que le tienen al toro y a la profesión. 

El torero cae de cabeza en la arena. Foto Plaza1

El domingo Emilio de Justo se encerraba en solitario con seis toros en la plaza de Madrid. Con una excelente entrada, que rozó el lleno, el espada extremeño cruzó la distancia que separa la puerta de cuadrillas del palco presidencial para jugarse la vida. Roto el desfile, el público le obligó a saludar con una gran ovación. Era la forma de reconocer su gesto y animarlo en la complicada tarea de enfrentarse a media docena de toros. Sin embargo, la tarde se rompió al echar la primera moneda al aire, pues salió cruz al estoquear el temperamental cárdeno que abrió plaza, que lo derribó y cayó de bruces sobre la arena, donde lo buscó para golpearlo violentamente en el cuello y el cráneo con la pala del pitón. Afortunadamente los banderilleros alejaron el peligro mientras, a duras penas y con ayuda de las asistencias, el matador se retiraba hasta las tablas con visibles gestos de dolor en el cuello.

Y queda a a merced del toro, que busca a su presa. Foto Plaza1

Todo el mundo sabía que Emilio de Justo había concluido la tarde de su gran apuesta en el primer episodio. Pasó a la enfermería y Álvaro de la Calle, el primer sobresaliente, se hizo cargo con dignidad y oficio de los cinco toros restantes. La tarde se tornó plomiza, y la gran expectación levantada por presenciar la lidia del matador anunciado en su encerrona con ejemplares de seis ganaderías, de pronto cristalizaba en el respetuoso apoyo al humilde rol del compañero, que tenía ante sí la difícil papeleta de despachar cinco toros de la manera más digna y profesional posible. Como así fue. Mientras, a través de los comentarios de la televisión —el canal Movistar toros emitía la función—, el público en la plaza y los aficionados en sus hogares conocían la gravedad del percance, confirmada cuando las pruebas radiológicas revelaban una fractura cervical en las vértebras C1 y C2, así como una fisura en la base del cráneo.

Emilio de Justo torea al natural. Foto Plaza1

Queda un largo y esperanzador camino para la recuperación de Emilio de Justo, que con seguridad agradecerá la suerte que ha tenido por seguir moviendo sus extremidades, sin que las graves lesiones sufridas hayan causado daños medulares. Será penoso el tiempo de rehabilitación, reposo o posible intervención quirúrgica, pero los médicos especialistas son optimistas en las primeras valoraciones. Deseamos una total recuperación al espada que el domingo salió a jugarse la vida, como lo hacen todos los toreros cada tarde de corrida, a pesar de ser mal vistos e ignorados por la Administración que preside el gobierno, y por una sociedad enferma, que desconoce el respeto a la historia, cultura y tradición del pueblo español. Por fortuna, tanto la suerte como la enhorabuena, esas dos palabras que pronuncian respetuosamente los toreros para saludarse y despedirse antes y después de la corrida, han estado junto a Emilio en estos penosos momentos. ¡Suerte, maestro! ¡Que pronto podamos verle en los ruedos!

domingo, 3 de abril de 2022

JUAN ORTEGA RECIBE EL TROFEO «MARTORELL»

Por Antonio Luis Aguilera 

Juan Ortega recibe el trofeo «José María Martorell». 

El restaurante «La Casa de Manolete Bistró» fue el lugar elegido por la Tertulia Taurina «Tercio de Quites» de Córdoba para entregar el trofeo «José María Martorell», en su vigésimo sexta edición, al matador de toros Juan Ortega, a quien este grupo de aficionados ha querido reconocer «la ilusión despertada en la afición por la excelencia de su toreo». El premio otorgado es un busto en bronce del inolvidable torero, magistralmente modelado por los escultores cordobeses Hermanos García Rueda, que generosamente quisieron colaborar con la tertulia al fallecer el espada en 1995 por su  amistad con el mismo, y en su basamento se representan diferentes alegorías de la lidia enmarcadas en los arcos de gradas de la antigua plaza de «Los Tejares», el histórico coso cuyo arena pisaron para expresar su arte, entre grandiosos toreros, todos los espadas cordobeses considerados «Califas» del toreo.

Juan Ortega ante un cuadro de «Manolete» 

El acto comenzó con una visita guiada a la última casa en la ciudad de Manuel Rodríguez «Manolete», y estuvo a cargo de Remedios Romero, directora del restaurante, que fue explicando y documentando con fotografías las dependencias del histórico palacecete de la antigua Carrera de la Estación —hoy Avenida de Cervantes—, construido en 1890 por encargo del escritor y periodista José Ortega Munilla, padre del filósofo José Ortega y Gasset, que decidió residir temporadas en Córdoba por favorecer el clima de la ciudad la salud de su esposa Dolores Gasset. La obra, de estilo colonial con pinceladas modernistas y clásicas, fue dirigida por el ingeniero militar Juan Tejón y Marín. 

El torero posa con los miembros de «Tercio de Quites»

Dos décadas después esta residencia sería adquirida por el bodeguero Rafael Cruz Conde, a quien lo compró «Manolete» en 1942, para fijar la vivienda de su madre y hermanas, a las que trasladó desde la humilde casa de la Plaza de la Lagunilla. La segunda remodelación del inmueble estuvo a cargo del arquitecto Carlos Sáenz de Santamaría. Cabe señalar como dato histórico que el torero vivió en cuatro casas de la ciudad, aunque generalmente solo se conocen tres. Nació en el número 2A de la calle Conde de Torres Cabrera. De allí sus padres se trasladaron al número 8 de la calle Benito Pérez Galdós, donde el 4 de marzo de 1923 fallecería su progenitor, el espada de igual nombre, apellidos y apodo que su hijo. Después la madre fijaría su domicilio en la Plaza de La Lagunilla, en el barrio de Santa Marina, donde residió hasta que su hijo le compró el palacete.

Juan Ortega posa con el trofeo «Martorell» y su Tertulia.

Tras la visita guiada, en el jardín de entrada, se hizo entrega de la 26ª edición del premio «Martorell» a Juan Ortega, momento en que fue recordado como en 2010 también recibió el «Trofeo a la Ilusión», un capote de brega que anualmente regalaba la Tertulia al mejor de los becerristas que actuaban en los festejos de Córdoba, y que recibió de manos de Manuel Benítez «El Cordobés», premiado ese año con el trofeo «Martorell» en reconocimiento a su histórica carrera. Once años después es el diestro de Sevilla quien ha recibido  el prestigioso busto en bronce del torero más importante que tuvo Córdoba tras la muerte de «Manolete». 

Restaurante «La casa de Manolete» de Córdoba

Y también lo ha sido por la ilusión, por la que ha despertado en los aficionados por la belleza, hondura y temple de su toreo. Juan Ortega tuvo palabras de gratitud para la ciudad de Córdoba, a la que dice recordar constantemente por la huella que le marcara durante su estancia universitaria, citando por el encanto de sus rinconces la impresionante plaza del Cristo de los Faroles, donde tantas veces acudía a rezar, o la misteriosa belleza y el silencio de sus calles, sin olvidar el privilegiado lugar que ocupa en la historia del toreo. Quiso reiterar a los amigos de la Tertulia su gratitud por la forma en que fue acogido y apoyado desde becerrista, y que estuvieran a su lado en los duros momentos profesionales que precedieron a la hermosa tarde de agosto de 2019, que los tertulianos recuerdan como «La Epifanía de Linares». El acto concluyó con un almuerzo en homenaje al torero y su familia, donde los miembros de la veterana Tertulia disfrutaron del supremo valor de la amistad, de la grandeza del toreo como arte que hermana a los aficionados, y de las excelencias gastronómicas del restaurante ubicado en la casa del diestro que marcó el rumbo de la Tauromaquia contemporánea. 

Fotografías: José Luis Cuevas