Por Antonio Luis Aguilera
Pepe Luis Vázquez |
Hay que tener mucho cuidado con los «doctores taurinos» que acuden a prestigiosos foros para ser protagonistas de coloquios donde se propaga la confusión. Con motivo de cumplirse hoy el centenario del nacimiento de Pepe Luis Vázquez, se están celebrando en Sevilla diversos actos para glosar sobre la figura del memorable torero, pero no en todos se le está guardando el respeto que merece a la historia del toreo. Que el conferenciante ostente un buen curriculum como docente, y ocupe la tribuna taurina de un importante periódico, no significa que esté capacitado para escribir o hablar de toros si sus juicios carecen de objetividad. No puede estarlo desde el momento en que se ignora el curso de los acontecimientos protagonizados por los que escribieron la historia.
Pepe Luis y Manolete |
Para hablar bien de Pepe
Luis no es necesario hablar mal o con desangelado desdén de sus compañeros de época,
porque puede que el «prestigioso orador» quede con el culo al aire, de olvidar que la época de Pepe Luis la protagonizó «Manolete»,
que fue quien mandó en el toreo de los años cuarenta, y el que implantó de forma definitiva el sistema de toreo actual, el que quedaría
establecido como canon para todas las generaciones de toreros que vendrían después:
el ligado en redondo. Sin embargo, resulta chocante observar la exaltación de los
pensamientos de Marcial Lalanda y de
Domingo Ortega, quienes nunca
perdonaron a «Manolete» que les adelantara la retirada del
toreo. Por esta razón, no es de recibo que para glosar la figura de Pepe Luis —que siempre habló bien de «Manolete» como éste a su vez lo hizo de
él—, se esboce una desafortunada y vaga referencia del dueño y señor de aquella
época, como un torero perfilero que mataba muy bien; o que al contemplar la historia
se aluda insulsamente al creador de la faena moderna: Manuel Jiménez «Chicuelo».
Como el burro da vueltas a la noria sin preguntar qué hace, afamados oradores manosean
la historia sin saber qué dicen.
Sería triste romper la magia del año que Sevilla pretende
dedicar a la figura del inolvidable y grandioso Pepe
Luis, si para ello algunos pretenden colocarlo
en el lugar que no ocupó en el toreo, o que para ensalzarlo caigan en el
menosprecio de otros enormes toreros sevillanos, que como el «Sócrates de San
Bernardo» expresaron su arte en los ruedos, cincelando en la historia las maravillosas
huellas de su toreo, aunque sus figuras no hayan sido cinceladas en las estatuas
toreras de la ciudad hispalense, como Pepín
Martín Vázquez o Paco Camino.
Ya está bien de escribir o hablar exaltando la prevalencia del toreo cambiado o de avance sobre el de reunión o ligado, cuando no se entiende o no se quiere entender que el toreo actual poco o nada tiene que ver con el de Domingo Ortega o el de Marcial, sino con el que reveló, alternando los terrenos para ligar los pases Manuel Jiménez «Chicuelo», al que siguen envolviendo en el papel de regalo de la chicuelina, sistema que consolidó definitivamente la irrepetible regularidad de «Manolete». No se puede desnudar a un santo para vestir a otro, ni se debe hablar de toros sin objetividad y perspectiva histórica. El público no puede salir confundido por lo que ha escuchado en el interior de un templo del toreo como es la Maestranza de Sevilla. Ni los profesionales del toreo mirarse en la puerta preguntándose qué hacen ellos allí. La historia es la historia, y porque cada cual ocupa su sitio hay que tratarla con el rigor y la seriedad que merece.
1 comentario:
Menos mal, amigo Antonio, que siempre hay personas como tú: dispuestas a llamar a lo blanco blanco y negro a lo negro.
¡Quien quiera oir, que oiga!
Un abrazo muy fuerte y sigue así.
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