Por Antonio Luis Aguilera
Oliva Soto, que cortó una oreja la pasada feria de abril, se queda fuera este año por rechazar lo que le ofrecían: un puesto en la corrida de seis toros para seis toreros sevillanos. Foto Arjona |
A la afición no suele agradar el regreso de los toreros retirados.
Sobre todo, de los que nadie echó de menos en su ausencia, que es lo general —José
Tomás es punto y aparte—, y de forma especial si a las despedidas solo le
faltaron los mariachis, o lo que es igual: si se anunciaron a bombo y
platillo y tuvieron finales llorones. Salvo puntuales regresos que están en el
recuerdo de los aficionados, como aquellos de los años ochenta de Antoñete, Manolo
Vázquez y José
Luis Parada, la mayoría de los diestros, al volver a plazas donde su
presencia era recibida con agrado, observan como esa afición los saluda con
una frialdad alpina, como interpelándoles: ¿Y tú a qué vuelves?
Las madrugadoras combinaciones de Madrid y Sevilla incluyen en sus
carteles regresos de toreros que se marcharon como vulgarmente se dice “hace un
cuarto de hora”. Sin embargo, a pesar de la dura competencia para figurar
anunciados, no han tenido problemas para ser incluidos por una poderosa razón:
la influencia en el clan familiar del toreo de sus comisionistas, que cuelan
como imprescindibles a diestros que nadie ha llamado, porque a los que pagan la
entrada, en otro tiempo “el respetable”, hace tiempo que se les perdió el
respeto y no se les pide opinión antes de anunciar tan gélidos como
desangelados retornos.
Al “respetable” solo le asiste el derecho a expresar su cabreo en
peñas y tertulias, lugares que habitualmente no pisan los que hacen los carteles en los despachos taurinos, para no escuchar a los que
despotrican de sus planificaciones, ni aguantar críticas sobre los abusos del
sistema o las ausencias de toreros con más méritos para estar, cuyos
representantes no comen en la mesa de los comisionistas que controlan el toreo.
Así que poco importa si la afición quiere ver en los carteles a los
triunfadores del pasado año, toreros emergentes con posibilidades, que
necesitan madurar pero que son una seria apuesta para otorgar un imprescindible
relevo al escalafón de matadores, bien cargado de espadas con demasiados
años de alternativa, que por su rutinario hacer parecen tener todo dicho en el
toreo.
Ángel Téllez, triunfador en Madrid, fuera de Sevilla. Foto Arjona |
En Madrid se organizó una gala de presentación de los carteles,
que sustituyó a las antiguas ruedas de prensa, evitando así a periodistas
independientes, que son los menos pero molestan como "moscas
cojoneras", porque no enjabonan ni dan masajes añadiendo unas gotitas de
colonia. Quedaron, pues, fuera del guion de la noche, las preguntas molestas,
para que los políticos y la gente guapa disfrutaran del éxito de la ceremonia,
sin que a nadie se le atragantaran los canapés. En Sevilla, sin canapés, de
forma austera, más de lo mismo. El circunspecto empresario se ufanó en
presentar “la feria con mayúsculas”. Solo faltó el incensario humeante
perfumando el regio salón maestrante. Tampoco hubo ninguna
explicación del por qué se repiten más que un sofrito malo espadas caducados y
amortizados, ni los méritos para estar dos tardes en el abono de quienes
regresan sin ser llamados, y nada menos que tres los que, sin haberse retirado,
por lo que fueron hace temporadas, vuelven como las golondrinas al estar
representados por comisionistas de la gran familia.
Así las cosas, entre los que regresan y los que vuelven sin
haberse ido, en Madrid y en Sevilla, como le gustaba decir a mi abuela: “ni son
todos los que están, ni están todos los que son”. Y entre algunos buenos carteles, por
aquello de “vamos a llevarnos bien”, la programación de ambas plazas empacha
con tanto torero de tono gris, sin mayor mérito que estar impuesto por los comisionistas de las familias del toreo.
Las declaraciones que afirman que “la de este año es la feria con mayúsculas”,
cobrarían sentido si no existiera el intercambio de cromos en perjuicio de toreros que se han ganado el puesto en el ruedo. Las galas nocturnas y los
placenteros soliloquios de los empresarios de ambas plazas no pueden ocultar las
miserias que tanto daño están haciendo al toreo.
2 comentarios:
Es la pura verdad, amigo Antonio.
Un abrazo
Como siempre, Antonio Luis, tus comentarios derrochan sensatez y excelente pluma. Te sigo con devoción.Un fuerte abrazo
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