martes, 7 de febrero de 2023

EL TOREO SE LLAMA JUAN ORTEGA

Por Antonio Luis Aguilera 

Juan Ortega en Valdemorillo. Foto Alfredo Arévalo

El toreo existe de milagro. Sale un torero excepcional como Juan Ortega, que está en boca de los mejores aficionados, y lo dejan fuera de Madrid. El motivo: haber roto con el comisionista que lo representaba, que a su vez tiene una pequeña participación en la empresa de Las Ventas. Y los aficionados que lo quieran ver, que vayan a donde lo anuncien, como Valdemorillo, donde el nuevo «Pasmo de Triana» formó hace dos días un lío grande. Y lo hizo de la forma que él sabe hacerlo: sin levantar la voz, susurrando el toreo, acariciando las embestidas con engaños de seda guiados por las yemas de los dedos, para contagiar a quienes se sientan en los tendidos del sentimiento más místico y auténtico del arte de jugarse la vida. No hay nada más verdadero que el valor de quien relaja todo su cuerpo —observen los dedos de la mano que no torea y las zapatillas en el trance— para crear una obra que estremece por su pureza y maravillosa belleza.

Pues Juan Ortega, este grandioso artista, está fuera de Madrid, porque el señor García, socio mayoritario de Plaza1, no es aficionado ni siente el arte del toreo, y deja que el locuaz y vacuo Casas, el socio minoritario, se tome la venganza con tan gran torero, al que hacía las corridas hasta la pasada temporada, ese al que no acompañaba casi nunca, y con quien no hablaba de las cosas que se deben hablar entre torero y apoderado: de cómo eran los toros de sus corridas, de cuándo fue a verlos al campo, del hierro y de las hechuras de los sobreros dispuestos para las plazas importantes. O lo que es igual: de las letras vocales que debe conocer un apoderado para diferenciarse de un comisionista.

El domingo, el torero que mejor torea de todo el escalafón, el castigado a quedarse fuera de San Isidro, la feria que llaman «el mundial del toreo», toreó en Madrid. Lo hizo en la provincia, en la serrana localidad de Valdemorillo, donde iluminó la tarde con la insuperable belleza del toreo más lento que puede verse en los ruedos, ese que no saben ver, porque no son aficionados, los listos que gestionan la plaza de Madrid, esos que, para escarnio de la gran afición de la capital del reino, lo han dejado fuera de los carteles. Observen las imágenes grabadas por Carmelo López, y entenderán de qué estamos hablando y de cómo se preocupan por la afición los gestores de la primera plaza del mundo, esos dos personajes que no tienen sensibilidad ni saben de toros.


3 comentarios:

JAragon dijo...

Un ejemplo más de aquellas personas, normalmente sin escrúpulos, que se aprovechan de su poder para influir en la trayectoria profesional de los artistas. La venganza de un personaje, permitida por la sociedad en la que participa económicamente, contra un torero que no se ha sometido a su dictadura, privará a los aficionados de Madrid degustar de imágenes como las que acompañan a esta entrada.
Mucho ánimo para que sigas denunciando las tropelías de los personajillos que se acercan al toreo para manipularlo a su antojo, amparados en el privilegio que les da su billetera

Anónimo dijo...

Esta faena es para ponerla en las escuelas taurinas y en las pantallas gigantes de cualquier ciudad anunciando las ferias taurinas.

Luis Miguel López R. dijo...

Nos podríamos perder en palabrerías para criticar la ausencia de Juan en Madrid, pero es que el toreo de Juan les deja en evidencia.
Un ridículo más de aquel que se autoproclama “productor de arte”. A ver si se entera, el verdadero productor de arte, se llama Juan, … de apellido Ortega. Para más señas, nació en Triana. Y este año, por las mezquindades del “sistema”, los aficionados no lo veremos en Madrid.