Por Antonio Luis Aguilera
Juan Ortega en Las Ventas |
Afortunadamente las vacunas están dando luz al
oscuro túnel del Covid. Pero mientras las plazas abren sus puertas, la primera del
mundo permanece cerrada como lo estuvo en abril la de Sevilla, esa preciosa joya
que anunció carteles de farol a principios de primavera —pues de farol era
imponer aforos a la Junta de Andalucía—, y que de momento solo está para ser
fotografiada desde ambas orillas del río. No obstante, además de la pésima gestión
de los que cortan el bacalao en el
sindicato de empresarios, nos queda la esencia del toreo. El toreo por el que lucha gente de
todos los colectivos dispuesta a dar lo mejor de sí misma.
Ahí están empresarios como José María Garzón y Alberto
García, navegando en un mar de dificultades controlado por viejos bucaneros,
que no solo han puesto en marcha esta temporada, sino que también lo hicieron el
año pasado. Ganaderos que han resistido a la tragedia y la ruina de enviar camadas
bravas al matadero. Picadores, banderilleros y mozos de espadas, que de la
noche a la mañana se veían sin sustento para sus familias, porque el gobierno de
la nación denegaba las ayudas económicas por el Covid al toreo. Y por supuesto la
televisión, Canal Toros Movistar, que ha estado y sigue estando con el toreo, alimentando la llama con su programación para que llegue
a todos los aficionados.
Pablo Aguado en Vistalegre. Foto Cultoro |
A pesar de todo, la primavera del toreo ha vuelto a
florecer exuberante, gracias a un maravilloso elenco de toreros, capaces de aficionar
a la gente joven y llevarla a las plazas, que reciben con alegría a esas nuevas generaciones
que se acercan al toreo. Los nombres de Emilio
de Justo, Juan Ortega, Pablo Aguado o Ginés Marín, se
suman a los de Morante, El Juli, Roca Rey, José María Manzanares,
Diego Urdiales, Paco Ureña y otros más, para ofrecer un selecto catálogo de torería
que promete emoción por la expresión de un arte singular, con sello propio.
Una nueva primavera con molestas mascarillas y aforos reducidos,
donde se está toreando primorosamente de capa, con una despaciosidad desconocida,
a toros con más de cinco años cumplidos —a mayor edad, mayor sentido— para que
la afición pueda degustar excelsos lances a la verónica, algunos de tan añeja torería
que parecen escapados de las viejas fotografías que explican la historia. Una
primavera de verónicas en flor interpretadas con ritmo y acento personal, tan
magistral como el de los grandes que dejaron su huella en el toreo. Una primavera de aterciopelado
manejo de la muleta, conducida por muñecas de seda y clavando las zapatillas en
la línea roja de la que habla Paco Ojeda,
donde un trozo de tela sujeto a un palo es guiado con las yemas de los dedos
para inmortalizar el toreo intemporal de Juan
Ortega, cuyo arte versificado en estrofas pide poetas que le canten.
Juan Ortega en Vistalegre. Foto Mundotoro |
Sin estar libres de la pandemia empezamos a ver la luz gracias
a empresarios como José María Garzón
y Alberto García, a quienes han
seguido los hermanos García Jiménez.
El toreo no puede estar paralizado por el inmovilismo de los miembros del
selecto club, incapaces de ponerse a trabajar, necesita poner en marcha la locomotora
de su actividad para remolcar a todos los estamentos. Llegará el día que algunos
rendirán cuentas de su nefasta gestión. Mientras tanto ha de cundir el
ejemplo de los nuevos, de los que han llegado con ganas de atraer a la juventud
y llevarla a las plazas, como ha sucedido en la plaza de Córdoba, ofreciéndole abonos
baratos y carteles de expectación. En el toreo no deben renovarse solo los
escalafones de espadas y ganaderías, sino también el de empresarios que no han
sabido estar a la altura en las terribles circunstancias
que han tocado vivir.
Por fortuna, cuando la oscura noche parecía impedir la luz del día, la grandeza del toreo ha vuelto a florecer recordando los versos de Pablo Neruda: «Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera».
1 comentario:
Grandioso artículo... ¡Como siempre!
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