José Tomás, vestido de purísima y oro. |
Meciendo el toreo a la verónica con delicada naturalidad. |
Templando y cargando la suerte con el compás abierto. |
Sometiendo con gallardía y las zapatillas hundidas. |
Majestuoso natural en la plaza de Jerez. Foto Arjona |
Toreando hasta donde acaba el juego del brazo y la muñeca. |
Solemne verticalidad y dominio en el toreo de manos bajas. Foto Arjona |
No es el compromiso de José Tomás, que siempre se ha arrimado como pocos, colocando el cuerpo donde otros ponen las telas, para torear con suavidad de seda y conducir las embestidas con las manos bajísimas hasta donde acaban el recorrido del brazo y de la muñeca. Encajado con una pureza increíble ante el toro, el madrileño ha ligado el toreo en redondo dibujando en la arena carteles de toros, hilvanando sinfónicamente series de naturales como se engarzan las perlas de un collar, o rimando con majestuosos pases desmayados las estrofas más emocionantes y conmovedoras del toreo de verdad. José Tomás habla y se expresa en la arena con ese aire de dignidad que lo hicieron las más grandes figuras de la historia, las que imaginamos asomadas al balcón celestial batiendo palmas cuando lo ven torear, entre ellos Joselito, Chicuelo y Manolete, los precursores de su cuerda artística.
Las legiones de aficionados que le siguen en peregrinación abandonan las plazas cada vez más entusiasmadas, anhelando una nueva cita que nadie sabe cuándo o dónde llegará, si es que llega, mientras algunos detractores se obcecan en buscarle vicios porque no soportan la grandeza de su dignidad como torero, que libremente decide su destino sin dejarse manipular por el orden establecido, el tutelado por esos clanes de comisionistas que manejan ganaderías, plazas y toreros, los que mueven todos los hilos del negocio y acaparan las fortunas que antes atesoraban las figuras del toreo, muchas convertidas en un cuerpo de funcionarios al que de marzo a
octubre asignan ferias y honorarios que cumplen sin preguntar siquiera a qué hora comienza la corrida. No vayan a molestar.
José Tomás, un gran torero con aire de leyenda. |
1 comentario:
Bonita entrada sobre José Tomás, D. Antonio Luis. Definitivamente los rayos siempre fueron a las cumbres y el coloso de Galapagar no iba a ser excepción.
De lo que estoy seguro es que Manolete vive en José Tomas. Y José Tomás…en Manolete.
Muchas gracias por su entrada, que nace en la tierra del Monstruo cordobés, dedicada a otro monstruo. Un monstruo que hemos tenido la suerte que viva en nuestro tiempo. El que tenga ojos que vea… y el que no sea capaz de verlo, en el pecado lleva la penitencia.
Un fuerte abrazo.
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