sábado, 21 de enero de 2023

ALTERNATIVA DE MANUEL BENÍTEZ «EL CORDOBÉS»

Por Antonio Luis Aguilera               

Alternativa de Manuel Benítez «El Cordobés»

El próximo mes de mayo se cumplirá el 60 aniversario de la alternativa de Manuel Benítez Pérez «El Cordobés», el torero de mayor tirón taquillero de la historia, el único entre los más grandes al que los empresarios anunciaban cualquier día de la semana, laborable o festivo, adelantando en la pizarra «El Cordobés y dos más» antes de colgar el cartel definitivo. No importaba si era el día grande de la feria o fiesta del patrón de la localidad: el éxito en taquilla estaba garantizado. Las plazas más grandes se quedaban pequeñas ante la demanda de boletos de las legiones de seguidores del torero; también, por la de aquellos otros que militando en el bando contrario, los defensores de la ortodoxia del toreo o antis, no estaban dispuestos a perderse sus actuaciones. Lo cierto y verdad es que cualquier día era bueno para que los cosos se llenaran hasta el tejado; la reventa «trincara» la aproximación del «gordo de Navidad», y una pedrea generosa del sorteo de premios que suponía para la ciudad anunciar al torero, quedara muy repartida entre los bares y restaurantes próximos a la plaza, donde era imposible encontrar una mesa o hallar un hueco en las barras tomadas por la bulla. Desde que despertaba el día solo se hablaba del torero de Palma del Río, al que por su melena y largo flequillo algunos llamaban «el Pelos»; puestos a poner etiquetas, en la publicidad de la prensa se recurrió a la hipérbole del «fenómeno», utilizada años atrás con Belmonte, a quien llamaron «Terremoto», y bautizaron al nuevo revolucionario como «Huracán Benítez». En los carteles, sin embargo, figuraba su nombre de pila y el gentilicio que «El Pipo» cambió por el anterior apodo de «El Renco»: Manuel Benítez «El Cordobés».

Cartel de la feria de 1963

La alternativa había sido programada para el 12 de octubre de 1962, mas la lluvia caída sobre la ciudad impidió su celebración. Así las cosas, en el escenario previsto, pero en la feria de la «Virgen de la Salud», el sábado 25 de mayo de 1963 se abrieron las puertas del viejo coso de «Los Tejares», cuyo ruedo hoyaron los cuatro «Califas» del toreo de Córdoba, además de un maravilloso elenco de grandiosos toreros históricos, para que en su arena se celebrara el doctorado del novillero que había revolucionado el toreo desde los albores de la prodigiosa década de los sesenta. El cartel no sufrió modificación, con toros de Samuel Flores, el maestro «Antonio Bienvenida» oficiaba la ceremonia sin perder su sonrisa, ante la mirada del elegante José María Montilla, entregando muleta y espada al toricantano, que abandonaría el palenque a hombros de la afición, tras cortar las dos orejas a «Palancar», el toro de la alternativa, y las dos y el rabo a «Lamparilla», el último de la tarde. La entrañable plaza, escaparate de la inolvidable elegancia de «Lagartijo», el inmenso poderío de «Guerrita», las formidables estocadas de «Machaquito», y la elegante majestuosidad de «Manolete», había sido testigo antes de su derribo de la coronación de quien sería otro «Califa», un torero irrepetible, dotado de unas cualidades magníficas para el oficio, que desarrolaría y lo convertirían en la «locomotora» del toreo de su tiempo, donde hubo tantos y tan buenos toreros, que alternarían en los mejores carteles con el espada de Córdoba, nuevamente definitiva en la historia del toreo. 

Antigua plaza de «Los Tejares» de Córdoba

Así lo recordaba el propio torero, en una entrevista que tuvimos el honor de hacerle, veinticinco años después en la revista «Toros 92»:

—«Sabía que tenía mucha responsabilidad y tenía que salir todas las tardes a por todas y a no dejármela ganar. Y de novillero sabía que tenía que llegar a matador... ¡Iba a comérmelos…! La prueba la tienes que cuando salí, cogí mi camino y nadie se puso por delante. Respeté a todos, pero no di paso. Y los toros eran seis y dos para cada uno... Había matadores de toros que decían que cuando yo saliera de matador iban a comerme, porque no iba a andar... Y yo me dije: ¿Ah, sí…? ¡Pues os vais a enterar...! ¡Y los que no andaron fueron ellos! Me mentalicé pá ir a por todas… Ansioso... Lo llevaba dentro… No por hacer daño ni ná… No, ¡pá triunfar…! Fui a por todas... Y si de paso venía el dinero de por medio pues mejor todavía». 

«El Cordobés» y el autor de esta entrada. Foto M.Pérez Polo

Atrás quedaban por fortuna los oscuros años vividos en la década anterior, cuando un muchacho de Palma del Río, con una fe capaz de mover montañas, buscaba abrirse paso en el toreo huyendo del hambre y de la miseria más cruel. Obsesionado con que el toro era su solución, desde que en el cine del pueblo vio escapar de la pobreza a «Currito de la Cruz», jamás perdió la esperanza de cambiar su vida, ser otro protagonista como el de la película, y volver un día a la tierra que lo vio nacer conduciendo un «mercedes», siendo torero famoso. El toro era el único que en la triste época de penuria, hambre y esclavitud laboral que le había tocado vivir podría rescatarle de tan dramática situación. Y decidido emprendió el más duro aprendizaje. En la soledad de la noche, vadeando el río y alumbrándose con la luz de la luna que plateaba los cercados, burlando la vigilancia de vaqueros y «migueletes», comenzó a ejercitarse quedándose quieto y sorteando las acometidas de los cárdenos «saltillos». Temía más al hambre y la miseria que a los porrazos de las vacas y los toros; más al dolor de un estómago vacío, que a las inhumanas palizas del mayoral del terrateniente y las sacudidas de algunos miembros de la Benemérita, como el despiadado «Cara de Tomate», que le hizo sufrir un rosario de vejaciones por robar un saco de patatas o de naranjas, para llevar algo a la boca de los suyos, como desterrarlo de Palma del Río e ingresarlo como un delincuente en la prisión cordobesa.

—«Era un niño que en la vida lo tenía todo en contra. No tenía padre ni madre y me estaba criando con mi hermana Angelita. Faltaba de todo… Mi saquillo de naranjas,  de patatas… Lo que podía y ya está… Comiendo cuando podía, comía “tascardanchas cocías” (tagarninas).  Esas batallas, ley de vida, no había más… Entonces, ese chiquillo un día aburrido dijo: “Ea, pues yo ya me voy... Me voy de España”. Entonces me fui a Madrid en un tren mercancía, como siempre, y estuve por Salamanca, por las tientas, por todos lados… Pero nada. Aburrido, me tiro de espontáneo, la cárcel… ¡Esta vida dura!  Entonces, cuando ya me iba para Francia a trabajar, que era un crío, me apunté en una cola que se cortó cuando faltaban veinte o treinta. Me quedé en Madrid maldiciendo mi suerte. Allí, como pude, me acoplé en los albañiles de peoncillo. Más tarde me tiré de espontáneo otra vez en Madrid. Total, que seguí con el toro y arranqué ya».

El espontáneo Benítez detenido en Madrid

Pero ni las más dramáticas condiciones que la vida ofrecía a Manuel Benítez le hicieron dejar de pensar en el toro, sabía que era el único que podría cambiar su suerte y continuó buscándolo de forma obsesiva, seguro de sí mismo, sin perder la confianza a pesar de lo extremadamente difícil que resultaba el camino emprendido, donde en las duras capeas de los pueblos, con reses viejas y resabiadas, llegó a sufrir percances y contemplar terribles cornadas de compañeros de fatigas, que fueron víctimas del toro; como el joven que murió un día que Manolo resultó herido, en una cama junto a la suya de una habitación para pobres del hospital, donde en una larga madrugada de dolor dejó de escuchar los quejidos de aquel maletilla, observando en la penumbra como cubrían su cadáver con una sábana, y lo dejaban a su lado hasta que lo retiraron horas después.     

—«El torero tiene que ser duro, irse a los tentaderos, dormir en los pajares, pasar frío… ¿Qué no me dejan torear aquí…? ¡Pues verás cuando llegue como me van a dejar…!  Todas estas cosas pá uno, pá dentro… Y eso te va a ir dando fuerza pá llegar al punto ese».

«El Cordobés» y «El Pipo»

Cuando tanto esfuerzo por ser alguien en el toro parecía inútil, tras fracasar también en el cambio de rumbo que pretendió dar a su vida marchándose a Francia a trabajar, por fin la suerte iba a cambiar un día en un bar frecuentado por la gente del toro, en la madrileña plaza de Santa Ana. Allí conoció a don Rafael Sánchez Ortiz, un aficionado de Córdoba apodado «El Pipo», que había sido amigo y seguidor de «Manolete». Le enseñó una fotografía y le pidió que le ayudara. Tras no pocas rogativas, aquel hombre de negocios, entonces sin posibilidades, creyó ver algo en el joven, y dejado llevar por la intuición pidió a su familia que le ayudaran económicamente, proponiendo el empeño de las joyas y objetos de valor de tiempos mejores, con la promesa de su inmediata devolución ante el éxito que aseguraba para el muchacho que iba a apoderar. Así se gestaron los primeros festejos de «El Cordobés», que como decía «El Pipo» no sabía torear, pero atesoraba un valor nada común y un atractivo inmediato con el público, cualidades que manejadas inteligentemente en sus primeros éxitos con las lastimosas campañas del apoderado, propagaron un inusitado entusiasmo popular. La gente se puso de parte del muchacho que fue torero huyendo de la pobreza, el que se levantaba encorajinado una y otra vez, sin dolerse de los muchos porrazos de los novillos, y entusiasmada celebraba sus primeros triunfos, agolpándose en interminables colas ante las taquillas de las plazas donde lo anunciaban.  

«Me vio don Rafael Sánchez Ortiz en una foto, toreando una vaca en un pueblo, y le gusté. Me echó una mano y me trajo a Córdoba. Alquiló la plaza a don José Escriche  y con los hermanos Lozano dio una novillada de la que me dieron 80.000 pesetas. Entonces yo le vi a aquello otro color y me dije: ¡Ah, yo sigo con esto! Y seguí con la vida. Total, he sido torero por una miajilla, ya aburrido. ¿Qué quieres que te cuente más…? Mucha fatiga, mucha necesidad hasta llegar donde creí que nunca podría. ¡Fue el hambre…! Yo no tenía afición al toro ni ná… ¡Estaba esmayao…!».

 «El Cordobés», manoletinas de rodillas. Foto Framar

El 15 de mayo de 1960 se celebró en la antigua plaza de Córdoba la novillada sin picadores referida por el torero. Se corrieron seis novillos de don Francisco Amián Gómez para Edmundo Juárez –de Argentina–, Ramón Montero –de Venezuela–, y Manuel Benítez «el Cordobés», de Palma del Río. De la actuación de su presentación en «Los Tejares» escribió «José Luis de Córdoba» en su crónica del  periódico «Córdoba»: «Se llevaron a hombros al Cordobés, ese nuevo torero que le ha nacido a Palma del Río. En los tendidos tableteaban los aplausos, mientras el muchacho, con la segunda oreja de la tarde aprisionada sobre el corazón, sonreía, sonreía... Y soñaba. Soñaba con que ya era torero de verdad. Puede serlo. Porque de ahí, de esa misma madera, nacieron muchos que ahora son millonarios. Que Dios proteja, muchacho, tus sueños de gloria». 

Benítez corta un rabo en la plaza de Sevilla

Lo que llegó después resulta conocido. Los sueños del muchacho se hicieron realidad después de tanto sufrimiento. Su valor y las cualidades que mostraba en la cara del toro, rápidamente le hicieron asimilar los conocimientos para triunfar en la profesión, donde encadenaba vertiginosamente los éxitos, que asociados a su extrovertido carisma personal le proclamaron como el dueño absoluto del toreo, el amo de una época realmente maravillosa, repleta de excelentes e inolvidables toreros, donde Manuel Benítez mandó sin contemplaciones hasta 1971, año que decidió retirarse por primera vez del toreo. Durante nueve años consecutivos «El Cordobés» triunfó en todas las plazas, incluidas las consideradas «duras», los «tribunales» que lo «esperaban», como Sevilla y Madrid, donde del mismo modo triunfó a golpe cantado, como lo hizo en todo el «planeta de los toros»: España, Francia, Portugal, México, Venezuela, Perú, Colombia… Por supuesto, además del éxito y de los millones o «kilos» no faltaron las cornadas, algunas muy graves, pero tras los percances el «Huracán» reaparecía volviendo a ser el «Benítez», para no defraudar y continuar entusiasmando al público, pisando el sitio donde los toros se entregan, para someterlos en interminables y ajustadas series del más puro toreo ligado en redondo. 

Grave cornada en su confirmación. Madrid, 20 de mayo de1964 

—«Tengo varias cornadas, y tres muy fuertes, pero eso no es lo importante. He triunfado en todas las plazas. Hasta en México, que con 50.000 personas también “la barrí“... Si tú ganas una batalla debes de ir en el lugar más importante, y si la pierdes debes de ir en la cola. Pero hasta ganar esa batalla hay que luchar. Eso no te lo han regalado. A la plaza van seis toros, van dos para cada uno y en sorteo. ¡Lo que hace falta es estar todos los días en máquina en lugar de vagón! Ser vagón es muy cómodo porque te llevan».

Concluimos este recuerdo del grandioso torero de Córdoba en el sesenta aniversario de su alternativa, con un fragmento del magistral comentario de José Alamedaotro de los grandes en la literarura taurina. Este fue el análisis que hizo de Manuel Benítez en su libro «Los heterodoxos del toreo» (Editorial Espasa Calpe, 2002):

El ortodoxo toreo al natural de Manuel Benítez

«El Cordobés sabía y podía quedarse quieto, pero no andarle al toro. Por eso, cuando tenía que avanzar, o recolocarse, o buscar su sitio, lo hacía descompuesto, a veces casi cojitranco, en unan zapateta chaplinesca, como náufrago en la arena. Pero en cuanto llegaba a la línea de centro con el toro, como si sonara un timbre mental y se prendiera un foco invisible, toda la maquinaria “cordobesista” se ponía a ritmo y el toro, metido por el carrusel de un toreo en redondo que parecía mentira, circulaba en torno a la figura del torero, como si le hubieran dado cuerda. Algo contagioso, contaminante, hiperbólico, trascendía de aquellos dos cuerpos, eje y órbita de un mecanismo cuya vitalidad producía una atracción y una expansión que diríanse de naturaleza planetaria, astral».

Excelente pase natural de «El Cordobés»

NOTA: Pueden ver las imágenes a color de la alternativa de Manuel Benítez «El Cordobés», filmadas por Fernando Achúcarro, pinchando el siguiente enlace y registrándose en Vímeo: 

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2 comentarios:

JAragon dijo...

Todo un privilegio por tu parte haber podido entrevistar, de esa manera tan cercana y profunda, a una persona que, a través del toreo, pudo cambiar su futuro y convertirse en mito.
Gracias por compartir tanta historia de tu pasión

Andrés Osado dijo...

No has dejado nada en el tintero sobre quien tuvo tantos apodos. Excelente regalo le has hecho con estas dignas palabras a Manuel Benítez "El Cordobés"
Bien hecho amigo Antonio