Por
Antonio Luis Aguilera
Diego Urdiales al natural |
Hablando de toros con un torero de dinastía y buen
amigo, me decía que tener “sello propio”
en el toreo es ser distinto a los demás. No dice ser mejor o peor, sino diferente,
y afirma que el “sello” siempre ha sido valorado al alza por los buenos aficionados,
por los pocos que de verdad saben paladear ese toreo único que se distingue de los
demás.
Matiza que hay muy buenos toreros, profesionales
excelentes, pero la mayoría se parece al expresar, que ves a uno y crees
haber visto a todos ante una manifestación homogénea, despersonalizada, sin ese toque propio que marca la diferencia de los pocos que son distintos, que tienen personalidad y no están cortados por el mismo patrón. Y como habría hecho el mismísimo «Juncal»,
sentencia: “¡Ya está dicho!”.
Juan Ortega a la verónica |
Reconoce que todos los toreros son unos fenómenos, pero afirma con gracia que la mayoría tiene un toreo sin “pringue”, sin ese regusto que deja aquello que
es diferente y tanto agradece el paladar. Por eso le duele que “cenizos” y
“agoreros” quieran cortar el cuello a los pocos toreros que tienen ese
“saborcito”, a los que cuando se expresan en el ruedo levantan pasiones, defendiendo que merece la pena esperarlos y darles oportunidades.
Pablo Aguado en un cambio de manos |
Considera que probablemente no serán
figuras de las que tiren del carro, pero serán necesarios para otorgar aroma al
cartel, y pone de ejemplo a un diestro tan respetado, admirado y agradable de ver por
los aficionados como «Antoñete».
En el toreo —asegura—, no basta anunciar a los que cortan orejas sin dejar
ese “saborcito” bueno que tienen solo unos pocos, también deben tener sitio los
que te hacen paladear “otra cosa” en la plaza, y luego, cuando te vas andando para
tu casa, saboreas de forma placentera ese “regustito”.
1 comentario:
En la vida y en cualquier manifestación artística, los detalles, si se saben apreciar, marcan las diferencias en como se vive y como se trasmite.
No es lo mismo comerse un plato de un buen jamón que un par de lonchas, o tres, de un buen ibérico.
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