martes, 2 de febrero de 2021

MANOLETE RECORDADO POR ALFREDO DAVID


Manuel Rodríguez Manolete con Alfredo David Puchades.

El semanario El Ruedo publicó una interesante entrevista al famoso subalterno Alfredo David Puchades (Valencia, 14/3/1893, Madrid, 13/2/1978), donde el gran torero de plata analizaba detalladamente el toreo de Manolete, con quien fue cinco años en su cuadrilla.  

Alfredo David por su brillante carrera profesional está considerado uno de los banderilleros auténticamente importantes de la historia, como lo fueron los espadas para los que ejerció su brega suave y magistral. Tras comenzar auxiliando en su Valencia natal a varios noveles, entre los que figuró un desconocido Juan Belmonte en dos novilladas sin picadores, trabajaría para Luis Guzmán Zapaterito, Pacomio Peribáñez, y Manuel Varé Varelito

El 26 de septiembre de 1918 tuvo lugar en Madrid una triple ceremonia de alternativa, donde Joselito el Gallo concedió el grado de matadores de toros a Varelito y Domingo González Dominguín, mientras que el gran subalterno cordobés Manuel Saco Cantimplas hizo lo propio con el banderillero Alfredo David, a quien cedió un par de rehiletes, ceremonia entonces habitual en Madrid cuando un banderillero debutaba en corrida de toros.

Durante su extensa carrera Alfredo David actuaría con Manuel Granero, Diego Mazquiarán Fortuna, José García El Algabeño, Marcial Lalanda, Vicente Barrera, Domingo Ortega, Manuel Rodríguez Manolete, Luis Miguel Dominguín, Manuel Calero Calerito, Manuel Jiménez Díaz Chicuelo II, Luis Segura, y Diego Puerta, retirándose de los ruedos en 1965, a los 72 años de edad.

El excelente peón valenciano pudo observar en primera línea los cambios del arte de torear desde la época de Joselito y Belmonte hasta la de Manuel Benítez El Cordobés, siendo testigo de la evolución del toreo moderno, instaurado definitivamente por Manolete al implantar el concepto de faena de línea gallista revelada por el gran artista sevillano Manuel Jiménez Chicuelo, razón por la que su perspectiva histórica concede singular importancia a estas declaraciones. 

En la manoletista PLAZA DE LA LAGUNILLA no podía faltar este valioso testimonio de Alfredo David sobre Manolete, que curiosamente en la noche de su agonía en el hospital de Linares tuvo unas palabras para el banderillero que ya no actuaba en su cuadrilla: «¿David, dónde está el toro...?».

Foto de cuadrilla: Miguel Atienza, Alfredo David,
Manolete, Cantimplas, Pinturas y Pimpi.

 Pregunta: ¿Cómo ve usted a Manolete?

Alfredo David: Me parece excepcional.

—¿Creador?

—Por lo menos en un estilo, esa es su personalidad. En esta profesión todo está hecho y todo está escrito. Las reglas son inconmovibles.

—¿Y cuál es la esencial característica de Manolete?

—El exacto conocimiento que tiene de lo que debe ser la lidia y muy especialmente del toro.

—¿En qué lo funda usted?

—Primero en mi experiencia. Yo he alcanzado en esta época a los más grandes artistas. Con unos he toreado años enteros, a otros les he visto, alternando con ellos en el ruedo, porque el peón también alterna, y puedo asegurar a usted que si cualquiera de ellos, pongamos como más punteros a Joselito y Juan Belmonte, han sido cumbres en los variados lances y en eso de alambicar sobre las condiciones del toro, este Manolete, por lo que sea, ha logrado tal superación en el dominio, que a veces, cuando habla con nosotros acerca de cualquier estilo de toro o de un lance de la lidia, lo que nos maravilla, a los que nos consideramos de vuelta de todas las experiencias, es la precisión en sus juicios y lo irrefutable de sus fallos.

Valencia, 19-3-1942. Pinturas colea al toro desde el suelo tratando de
 librar a Manolete de la cornada. A la izquierda, de azabache, Juanito
Belmonte quiere llevarse el toro con los brazos. A la derecha, sin capote,
Alfredo David trata de ayudar. Al fondo, acude también raudo al quite Pedro
Barrera. Todo acontece bajo la mirada de Guillermo González, fiel mozo de
espadas y chófer de Manolete, que a cuerpo descubierto y sin soltar sus trebejos,
expone su vida a cambio de asegurar la de su jefe de filas. Foto Finezas.

—¿Cómo le gusta a usted más Manolete?

—Mi gusto no es el del público precisamente. Su actuación en el modo de llevar la lidia es lo que me encanta. Esto se le escapa al más aficionado, que ve la corrida desde el tendido. Para Manolete, toda su ciencia está en sacar partido del toro manso y del toro difícil. Para esto hace falta un gran dominio y una ciega afición.

—¿Qué opina usted de Manolete con el capote?

Manolete apunta su primera personalidad con el capote. Véalo usted en su toro, en el que ha de matar y podrá usted hacer juicio. Maneja Manolete el capote a conciencia de que sabe para qué sirve. Su raro sentido de la elegancia está hecho a base de sobriedad. Tiene una línea que puede coincidir con lo clásico y el «cordobesismo», pero yo califico de «manoletista» pura. Yo alcancé a ver de muchacho a tres cordobeses de solera: a Machaquito, al hijo de Juan Molina, otro Lagartijo, que apodándose Chico era en los días buenos un gigante, y al Manolete I, el padre de este Manolo. Los tres ofrecían como esencial característica no abusar del preciosismo. Todo lo que hacían bien, lo hacían con justeza, como medido a compás. Y eran clásicos en la estampa, en la manera de caminar por el ruedo, en que jamás estorbaban al compañero, en la forma de estar colocados para el quite. Y cuando metían el capotillo era siempre sin vacilaciones, sin forzar la figura, abriéndolo en la misma cara y tirando suavemente hasta el encuentro, para dar después la salida con la misma suavidad.

Pero aquella era la época florida de todas las florituras. Postrimerías de Fuentes, el más elegante y alegre de la escuela sevillana; genialidades de Rafael el Gallo, que puesto a alertar en el toro suavon y que le iba a la medida era un creador de suertes, el padre de Chicuelo, delicioso y hábil en eso de torear por la cara, en las famosas chicuelinas que luego heredó su hijo; Bombita que tenía el secreto de la sonrisa y del bullir, aun cuando no fuera el capote precisamente su gran fuerte. A estos toreros que arrancaban ovaciones y estaban en candelero, había que sacrificar una modalidad y un estilo, mandaba entonces la escuela sevillana, y los tres cordobeses lo ensayaban todo y lo ensayaban sacrificando lo que en ellos era lo mejor, su estilo, y habían de sacrificar la voltereta o la cornada para no desmerecer.

Valencia, 24-7-1942. La faena al toro Maganto, de pelo
colorado y de la ganadería de Clemente Tassara, le abrió
las puertas de la gloria. Manolete no puede sostener todos
los trofeos concedidos. Le ayuda su banderillero Alfredo
David. Foto Finezas.

—¿Y este Manolete?

—Este Manolete ha empezado por imponer, quiéralo o no el público, lo que él entiende que es el toreo de capa, exento casi siempre de esa cosa polícroma y luminosa que se convierte en gaoneras, galleos, chicuelinas, largas, afaroladas, serpentinas, mariposas, a las que no se puede quitar mérito aun cuando muchas veces, ellos mismos, lo paguen por convertir al toro que han de pasaportar en una devanadera.

—¿Entonces la suerte de capa?

—Tiene por delante la eficacia. El matador dispone de una suerte que si se realiza en forma es bastante para considerarla como figura imponderable: la verónica. Juan Belmonte se hace fenómeno antes de nada con su media verónica. Es algo que emociona y pone en pie al espectador, porque se trata de una suerte en la que hay que exponer, y el público con su instinto es lo que más premia. La verónica hay que lograrla; y es tan esencial como el capotazo que lanza el peón para correr y fijar el toro. Manolete torea por verónicas, echando por delante esa eficacia a que aludo al principio. Y como es artista de características personales, ha logrado la suya que es inconfundible en la ejecución.

Afirmado en esos pies que se juntan, para mantener la figura erguida y en línea graciosa, no rígida, con un movimiento leve de cintura para el juego y un manejo de muñeca, empapa al toro sin desplegar mucha tela, permitiéndole ir embebido en el engaño, realizando los lances que el animal acepta gustoso, cosa que Manolete mide con pasmosa seguridad. Cuando remata, lo hace generalmente por bajo y echándose el capote, más recogido todavía, más abajo de la cintura y sin romper la línea de la figura. Es el momento preciso que Manolete tantea su enemigo, más pendiente del estilo que muestra el toro que del lucimiento que puede tener la suerte. Pero como le pone mucho valor, y todos los movimientos son graciosos, la verónica de Manolete ya ha hecho escuela.

Valencia, 28-7-1944. Al quinto toro, Cañamero, de Vicente
Muriel, le hizo una de sus mejores faenas en esa plaza.
Manolete devuelve -por partida doble- los sombreros que le
arroja el público, custodiado por los hombres de a pie de su 
cuadrilla: Cantimplas, Alfredo David y Pinturas. Foto Finezas.

—¿Y en ese primer tercio?

—Es donde echa mucha ciencia Manolete. Seguirle en sus intervenciones, de una pasmosa sobriedad, bien en el lance suelto, la preparación para la suerte de varas, la forma serena de llevar la lidia, la disciplina que pone en sus subalternos, para que no falte nada ni sobre tampoco, es una verdadera lección de torear, que al público cae muy bien, porque en ello advierte el dominio perfecto. Puede decirse que el paso al segundo tercio, es como debe ser, obra del matador que dirige; y que hay una inteligencia muda y sin gestos, entre el que está arriba y da la señal y el de abajo, pegando al toro, sabe dónde está lo suficiente.

—¿Y con la muleta?

—Es el momento impresionante de Manolete. No encuentro otra palabra más a mano para calificar. Si en el toreo muestra un sentido dramático y de hombría, en ese momento puede decirse que es cuando consolida su recia personalidad. Si Manolete en la suerte de matar y cuando tiene que realizar su preparación con la muleta, no hubiera logrado esa superación, hoy sería un matador más, posiblemente de los bien enterados, y de los que saben andar por la plaza, pero de vida corta en la profesión y sin dejar ninguna huella. A Manolete le ha cogido de lleno el conocimiento del uso de la muleta, y es pasmoso todo lo que realiza con ella pegado al toro. Ninguno, y en esto sí que pongo montados unos sobre otros a todos los genios taurinos, han sabido dar un riesgo y una emoción trágica, como Manolete con la muleta. Se discute si los pases naturales que él prodiga son inferiores a los dados por ese otro fenómeno que se llama Juan Belmonte, y en esto no quiero entrar ni salir porque no es necesario. El mismo Juan ha dicho que en el terreno que torea Manolete en esta suerte, nadie lo ha hecho. A su sabiduría me plegó y ante él me inclino.

Alicante, 29-6-1947. Pase de castigo a un toro del Conde de la Corte.
Según Finezas II, es la mejor fotografía que hizo su padre. La belleza
y la torería de la imagen la llevaron los pintores a sus lienzos. 

Lo que sí sostengo es que Manolete, acaso por su construcción y por el secreto que ha sacado a esa manera tan difícil, por lo sencilla, valga la paradoja, de jugar a la muñeca, le permite ligar faenas, que yo en todos mis años no había visto ligar. Con la muleta Manolete realiza los pases más artísticos y alguno de cultivo excepcional como la manoletina, de seguro efecto para el público, pero al que yo no le doy la misma importancia como otros que realiza, impecablemente y con la conciencia que la muerte está rondando. El dramatismo a que antes aludía.

Valencia, 7-9-1942. Manolete recibe de manos de Justino Arenillas,
jefe superior de Policía, el capote de paseo ganado en la Feria de Julio.
Le acompañan, de izquierda a aderecha, Alfredo David, Juan Atienza,
Miguel Atienza, Cantimplas, Cristóbal Peris, Jesús Lloret Recorte y Pinturas.
Foto Finezas.

—¿Y esos pases que él ejecuta mirando al público?

—Muy pocos interpretan su debido sentido. Es casi imposible que a Manolete le coja un toro cuando lo realiza. Precisamente lo que quiere demostrar con ellos es que el toro está tan sugestionado en la muleta que no obedece a otra cosa; y esa es la mejor prueba de su dominio.

—¿Y ese toreo que alguien califica de costado?

—El que lo hace como crítica es que entiende muy poco o nada de toros. El riesgo precisamente es llegarle al toro, como él le llega y colocarse como él se coloca. En eso sí tiene la patente. Ahí está el toro, para darle disgustos a aquellos que, sin saber las razones, se atreven a imitarle. Manolete es el más concienzudo técnico en el toreo, pero eso nada valdría, muchos aficionados saben de eso y de otras cosas, es que Manolete, mezclado con eso, tiene la experiencia de lidiador, que solo cuaja cuando hay afición, valor y resistencia. Tres cualidades que son imprescindibles para alcanzar la meta en el toreo.

NOTA: Tanto las fotografías como los textos que ilustran la entrevista datadas en Valencia y Alicante, pertenecen al Catálogo "MANOLETE visto por Finezas", editado por la Excelentísima Diputación de Valencia en 2017, con las magníficas instantáneas realizadas por Joaquín Sanchis Serrano Finezas I, y Manuel Sanchis Blasco Finezas II.

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