Manuel Rodríguez Manolete con Alfredo David Puchades. |
El semanario El Ruedo publicó una interesante entrevista al famoso subalterno Alfredo David Puchades (Valencia, 14/3/1893, Madrid, 13/2/1978), donde el gran torero de plata analizaba detalladamente el toreo de Manolete, con quien fue cinco años en su cuadrilla.
Alfredo David por su brillante carrera profesional está considerado uno de los banderilleros auténticamente importantes de la historia, como lo fueron los espadas para los que ejerció su brega suave y magistral. Tras comenzar auxiliando en su Valencia natal a varios noveles, entre los que figuró un desconocido Juan Belmonte en dos novilladas sin picadores, trabajaría para Luis Guzmán Zapaterito, Pacomio Peribáñez, y Manuel Varé Varelito.
El 26 de septiembre de 1918 tuvo lugar en Madrid una triple ceremonia de alternativa, donde Joselito el Gallo concedió el grado de matadores de toros a Varelito y Domingo González Dominguín, mientras que el gran subalterno cordobés Manuel Saco Cantimplas hizo lo propio con el banderillero Alfredo David, a quien cedió un par de rehiletes, ceremonia entonces habitual en Madrid cuando un banderillero debutaba en corrida de toros.
Durante su extensa carrera Alfredo David actuaría con Manuel Granero, Diego
Mazquiarán Fortuna, José García El Algabeño, Marcial
Lalanda, Vicente Barrera, Domingo Ortega,
Manuel Rodríguez Manolete, Luis Miguel Dominguín, Manuel Calero Calerito, Manuel Jiménez
Díaz Chicuelo II, Luis Segura, y Diego Puerta,
retirándose de los ruedos en 1965, a los 72 años de edad.
El excelente peón valenciano pudo observar en primera línea los cambios del arte de torear desde la época de Joselito y Belmonte hasta la de Manuel Benítez El Cordobés, siendo testigo de la evolución del toreo moderno,
instaurado definitivamente por Manolete al implantar el concepto de faena de línea gallista revelada por el gran artista sevillano Manuel Jiménez Chicuelo, razón por la que su perspectiva histórica concede singular importancia a estas declaraciones.
En la manoletista PLAZA DE LA LAGUNILLA no
podía faltar este valioso testimonio de Alfredo
David sobre Manolete, que curiosamente en la noche de su agonía en el hospital de Linares tuvo unas palabras para el banderillero que ya no actuaba en su cuadrilla: «¿David, dónde está el toro...?».
Foto de cuadrilla: Miguel Atienza, Alfredo David, Manolete, Cantimplas, Pinturas y Pimpi. |
—Alfredo David: Me parece excepcional.
—¿Creador?
—Por lo menos en un
estilo, esa es su personalidad. En esta profesión todo está hecho y todo está
escrito. Las reglas son inconmovibles.
—¿Y cuál es la esencial característica de Manolete?
—El exacto
conocimiento que tiene de lo que debe ser la lidia y muy especialmente del toro.
—¿En qué lo funda usted?
—Primero en mi
experiencia. Yo he alcanzado en esta época a los más grandes artistas. Con unos
he toreado años enteros, a otros les he visto, alternando con ellos en el
ruedo, porque el peón también alterna, y puedo asegurar a usted que si
cualquiera de ellos, pongamos como más punteros a Joselito y Juan Belmonte, han sido cumbres en los
variados lances y en eso de alambicar sobre las condiciones del toro, este Manolete,
por lo que sea, ha logrado tal superación en el dominio, que a veces, cuando
habla con nosotros acerca de cualquier estilo de toro o de un lance de la lidia,
lo que nos maravilla, a los que nos consideramos de vuelta de todas las
experiencias, es la precisión en sus juicios y lo irrefutable de sus fallos.
—¿Cómo le gusta a usted más Manolete?
—Mi gusto no es el del
público precisamente. Su actuación en el modo de llevar la lidia es lo que me
encanta. Esto se le escapa al más aficionado, que ve la corrida desde el
tendido. Para Manolete, toda su ciencia está en sacar partido del toro manso
y del toro difícil. Para esto hace falta un gran dominio y una ciega afición.
—¿Qué opina usted de Manolete
con el capote?
—Manolete apunta su
primera personalidad con el capote. Véalo usted en su toro, en el que ha de
matar y podrá usted hacer juicio. Maneja Manolete el capote a conciencia de
que sabe para qué sirve. Su raro sentido de la elegancia está hecho a base de
sobriedad. Tiene una línea que puede coincidir con lo clásico y el «cordobesismo»,
pero yo califico de «manoletista» pura. Yo alcancé a ver de muchacho a tres
cordobeses de solera: a Machaquito, al hijo de Juan Molina, otro Lagartijo, que apodándose
Chico
era en los días buenos un gigante, y al Manolete I, el padre de este Manolo.
Los tres ofrecían como esencial característica no abusar del preciosismo. Todo
lo que hacían bien, lo hacían con justeza, como medido a compás. Y eran clásicos
en la estampa, en la manera de caminar por el ruedo, en que jamás estorbaban al
compañero, en la forma de estar colocados para el quite. Y cuando metían el
capotillo era siempre sin vacilaciones, sin forzar la figura, abriéndolo en la
misma cara y tirando suavemente hasta el encuentro, para dar después la salida
con la misma suavidad.
Pero aquella era la época florida de todas las
florituras. Postrimerías de Fuentes,
el más elegante y alegre de la escuela sevillana; genialidades de Rafael el
Gallo, que puesto a alertar en el toro suavon y que le iba a la medida
era un creador de suertes, el padre de Chicuelo, delicioso y hábil en eso
de torear por la cara, en las famosas chicuelinas que luego heredó su hijo; Bombita
que tenía el secreto de la sonrisa y del bullir, aun cuando no fuera el capote precisamente su gran fuerte. A estos toreros que arrancaban ovaciones y estaban
en candelero, había que sacrificar una modalidad y un estilo, mandaba entonces
la escuela sevillana, y los tres cordobeses lo ensayaban todo y lo ensayaban
sacrificando lo que en ellos era lo mejor, su estilo, y habían de sacrificar la
voltereta o la cornada para no desmerecer.
—¿Y este
Manolete?
—Este Manolete ha empezado por imponer,
quiéralo o no el público, lo que él entiende que es el toreo de capa, exento
casi siempre de esa cosa polícroma y luminosa que se convierte en gaoneras,
galleos, chicuelinas, largas, afaroladas, serpentinas, mariposas, a las que no
se puede quitar mérito aun cuando muchas veces, ellos mismos, lo paguen por
convertir al toro que han de pasaportar en una devanadera.
—¿Entonces
la suerte de capa?
—Tiene por delante la eficacia. El matador
dispone de una suerte que si se realiza en forma es bastante para considerarla
como figura imponderable: la verónica. Juan
Belmonte se hace fenómeno antes de nada con su media verónica. Es algo que
emociona y pone en pie al espectador, porque se trata de una suerte en la que
hay que exponer, y el público con su instinto es lo que más premia. La verónica
hay que lograrla; y es tan esencial como el capotazo que lanza el peón para
correr y fijar el toro. Manolete torea por verónicas,
echando por delante esa eficacia a que aludo al principio. Y como es
artista de características personales, ha logrado la suya que es inconfundible
en la ejecución.
Afirmado en esos pies que se juntan, para
mantener la figura erguida y en línea graciosa, no rígida, con un movimiento
leve de cintura para el juego y un manejo de muñeca, empapa al toro sin
desplegar mucha tela, permitiéndole ir embebido en el engaño, realizando los
lances que el animal acepta gustoso, cosa que Manolete mide con pasmosa
seguridad. Cuando remata, lo hace generalmente por bajo y echándose el capote,
más recogido todavía, más abajo de la cintura y sin romper la línea de la
figura. Es el momento preciso que Manolete tantea su enemigo, más
pendiente del estilo que muestra el toro que del lucimiento que puede tener
la suerte. Pero como le pone mucho valor, y todos los movimientos son
graciosos, la verónica de Manolete ya ha hecho escuela.
—¿Y en
ese primer tercio?
—Es donde echa mucha ciencia Manolete.
Seguirle en sus intervenciones, de una pasmosa sobriedad, bien en el lance
suelto, la preparación para la suerte de varas, la forma serena de llevar la lidia,
la disciplina que pone en sus subalternos, para que no falte nada ni sobre
tampoco, es una verdadera lección de torear, que al público cae muy bien,
porque en ello advierte el dominio perfecto. Puede decirse que el paso al
segundo tercio, es como debe ser, obra del matador que dirige; y que hay una
inteligencia muda y sin gestos, entre el que está arriba y da la señal y el de
abajo, pegando al toro, sabe dónde está lo suficiente.
—¿Y con
la muleta?
—Es el momento
impresionante de Manolete. No encuentro otra palabra más a mano para calificar. Si
en el toreo muestra un sentido dramático y de hombría, en ese momento puede
decirse que es cuando consolida su recia personalidad. Si Manolete en la suerte de
matar y cuando tiene que realizar su preparación con la muleta, no hubiera
logrado esa superación, hoy sería un matador más, posiblemente de los bien
enterados, y de los que saben andar por la plaza, pero de vida corta en la
profesión y sin dejar ninguna huella. A Manolete le ha cogido de lleno el
conocimiento del uso de la muleta, y es pasmoso todo lo que realiza con ella
pegado al toro. Ninguno, y en esto sí que pongo montados unos sobre otros a
todos los genios taurinos, han sabido dar un riesgo y una emoción trágica, como
Manolete
con la muleta. Se discute si los pases naturales que él prodiga son inferiores
a los dados por ese otro fenómeno que se llama Juan Belmonte, y en esto
no quiero entrar ni salir porque no es necesario. El mismo Juan ha dicho que en el terreno que torea Manolete en esta suerte,
nadie lo ha hecho. A su sabiduría me plegó y ante él me inclino.
Lo que sí sostengo es
que Manolete,
acaso por su construcción y por el secreto que ha sacado a esa manera tan
difícil, por lo sencilla, valga la paradoja, de jugar a la muñeca, le permite
ligar faenas, que yo en todos mis años no había visto ligar. Con la muleta Manolete
realiza los pases más artísticos y alguno de cultivo excepcional como la
manoletina, de seguro efecto para el público, pero al que yo no le doy la misma
importancia como otros que realiza, impecablemente y con la conciencia que la
muerte está rondando. El dramatismo a que antes aludía.
—¿Y esos pases que él ejecuta mirando al público?
—Muy pocos interpretan
su debido sentido. Es casi imposible que a Manolete le coja un toro cuando lo
realiza. Precisamente lo que quiere demostrar con ellos es que el toro está tan
sugestionado en la muleta que no obedece a otra cosa; y esa es la mejor prueba
de su dominio.
—¿Y ese toreo que alguien califica de costado?
—El que lo hace
como crítica es que entiende muy poco o nada de toros. El riesgo precisamente
es llegarle al toro, como él le llega y colocarse como él se coloca. En eso sí
tiene la patente. Ahí está el toro, para darle disgustos a aquellos que, sin
saber las razones, se atreven a imitarle. Manolete es el más concienzudo
técnico en el toreo, pero eso nada valdría, muchos aficionados saben de eso y
de otras cosas, es que Manolete, mezclado con eso, tiene la
experiencia de lidiador, que solo cuaja cuando hay afición, valor y
resistencia. Tres cualidades que son imprescindibles para alcanzar la meta en
el toreo.
NOTA: Tanto las fotografías como los textos que ilustran la entrevista datadas en Valencia y Alicante, pertenecen al Catálogo "MANOLETE visto por Finezas", editado por la Excelentísima Diputación de Valencia en 2017, con las magníficas instantáneas realizadas por Joaquín Sanchis Serrano Finezas I, y Manuel Sanchis Blasco Finezas II.
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