Por Rafael Sánchez González
Córdoba: Azud del Molino de Martos. Foto Garzón. |
Eres más malo que el Matacan. Este calificativo solía aplicársele a quién mostraba un comportamiento rebelde o poco disciplinado, como parece ser que en sus años jóvenes removía el ánimo de Rafael Caballero González, quien, lejos de seguir los consejos paternos y aplicarse en las tareas de moler el grano en el Molino de Martos, a orillas del río Guadalquivir a su paso por Córdoba, volcaba toda su atención en hacerse desbravador de caballos, imbuido por el maestro herrador de caballerías de la Cruz del Rastro.
Córdoba. Plaza del Potro |
La familia Caballero abarcó varias generaciones dedicadas a la molienda, teniendo dicho enclave ribereño como lugar de trabajo y residencia familiar, siendo su último exponente Alfonso Caballero, conocido buzo municipal, salvador de numerosas personas a punto de perecer ahogadas en las aguas de nuestro río, experto nadador y conocedor como nadie de sus riadas y vendavales. En las amenas tertulias que mantuve con él, en la tabernita que durante sus últimos años y postrado ya en una modesta y destartalada silla de ruedas tuvo en la Plaza del Potro, junto a la cervantina y conocidísima Posada, me refirió pasajes de su ajetreada vida, unida siempre al Guadalquivir, y recordaba también una vieja cabeza de toro que había en el referido Molino, y acabó apolillada por el abandono y el paso del tiempo, único vestigio, junto a una amarillenta foto, de su tío-abuelo el picador Matacan. Pero antes de continuar con una breve semblanza sobre este varilarguero cordobés, habré de decir que el matacan (mataperro) era un exterminio alcaloide muy tóxico que se administraba a los animales que habían contraído la rabia. Y ese precisamente fue el alias taurino que acompañó a nuestro protagonista a lo largo de su vida profesional: Matacan.
Rafael Caballero Matacan. Revista La Lidia |
Hijo de Juan
Antonio Caballero y de Francisca
González, nació Rafael en
Córdoba el 22 de abril de 1848. Llevado por su afición a los caballos, y
amparado en una fuerte complexión física, decidió probarse como picador de
toros y a buen seguro que rodaría, nunca mejor dicho, por distintos ruedos de
la región, antes de darse a conocer en tan arriesgada profesión. La primera
noticia que de manera oficial se tiene sobre su actividad taurómaca hace
referencia a una función de novillos, que a beneficio de la Milicia Nacional se
dio en el antiguo coso malagueño de La
Victoria, el día 18 de abril de 1873.
El 19 de noviembre de 1876 debuta en la Real
Maestranza de Caballería de Sevilla, fecha en la que, formando tanda con Antonio Pinto, Manuel Calderón y Emilio Bartolesi, tres consumados
jinetes, Rafael Molina Lagartijo
y José Sánchez Cara-ancha
estoquearon reses de D. Vicente Romero. Y la primera vez que veo su
nombre en la cordobesa plaza de toros de Los
Tejares responde a la corrida celebrada el 23 de enero de 1878, con motivo
del casamiento del rey Alfonso XII
con María de las Mercedes de Orleans
y Borbón, en la que Manuel
Domínguez (el famoso Desperdicios)
y Manuel Fuentes Bocanegra,
se las entendieron con ganado de la mencionada divisa jerezana. Desde esa
fecha, los nombres de Bocanegra
y Matacan irán
unidos por el consolidado vínculo de una amistad tan sincera como
desinteresada.
Manuel Fuentes Rodríguez Bocanegra |
Ya tenemos a Rafael Caballero debutando en la plaza de toros de la Villa y Corte el domingo 11 de julio de 1880, fecha en que Lagartijo, acompañado de Francisco Arjona Currito, confirmó a su hermano Manuel la alternativa que el 5 de septiembre del año anterior le había concedido en Murcia. Matacan, que al igual que su paisano Juan Moreno Juanerito se presentaban como reservas en tan importante coso, picó cinco de los seis astados que aquel día se lidiaron con los colores morados y blancos de la ganadería de don Antonio Hernández. Hasta el 8 de octubre de 1882 no actuaría como picador de tanda en el mencionado coso madrileño, y lo hizo, brillantemente según las crónicas del festejo, junto a Emilio Bartolesi la tarde que Lagartijo, Cara-ancha y Gallito se las vieron con un complicado encierro de Salas.
Muchas fueron las veces en que Matacan dio pruebas de su eficaz
labor en los ruedos, porque, aun no siendo un estilista tirando el palo sobre
los morrillos de las reses, a la hora de agarrarse con ellas era un sólido
valladar, con la consiguiente aprobación por parte de los lidiadores, que valoraban muy positivamente estas cualidades en aquellos años en que la suerte
de varas exigía arrojo y destreza, aptitudes que le sobraban a Rafael Caballero.
Matacan. Caricatura de La Lidia |
Y muchos fueron también los percances que sufrió a lo largo de su dilatada vida profesional, de los que al margen de las múltiples fracturas y dislocaciones de huesos, cabe reseñar las cogidas de Cabra (20/6/1875), donde un toro de Barrionuevo le hirió en el pie derecho; en agosto de 1879 una res de la Vda. de Varela le abrió una gran brecha en la cabeza actuando en Almería; esa misma temporada, en corrida a beneficio de los damnificados por las inundaciones de Murcia, un bicho de Siguri le atravesó un pie en la plaza de Córdoba; el Día del Señor del citado año, un cinqueño de Aleas le derribó estrepitosamente en el ruedo madrileño y tirándole varios derrotes le produjo una extensa herida en la mano derecha; en la corrida inaugural de la plaza de toros de Castellón (3/7/1887) un morlaco del Duque de Veragua, rebasando la altura del caballo alcanzó a Matacan hiriéndole seriamente en la mejilla derecha: por último, picando el 3 de septiembre de 1890 en la plaza de Daimiel, un toro de Anastasio Martín le corneó de gravedad en una pierna.
Sin perjuicio de que siguiera actuando en
fechas posteriores, las últimas actuaciones que de él tengo recogidas le citan
en festejos de relativa importancia, que a finales de siglo se desarrollaban
por las provincias de Jaén y Almería, acompañando a un novillero apodado Finito.
Rafael Caballero figuró a las órdenes de Lagartijo y de su hermano Manuel Molina, también trabajó para Frascuelo y el infortunado Julio Aparici Fabrilo, y en no pocas ocasiones fue Guerrita quien requirió sus servicios cuando se causaban bajas temporales en su tropa torera. Pero con quien más se prodigó durante varios años fue con Manuel Fuentes Bocanegra, al que, como ya he dejado apuntado, le uniría una duradera y leal amistad, además de compartir su afición por los caballos.
El Boca,
como cariñosamente era conocido en Córdoba el afamado matador de toros, gustaba
mezclarse entre la gente de bronce. Amigo de algunos de los bandoleros
que entonces dominaban Sierra Morena, cuentan, que en sus desplazamientos en
unión de la cuadrilla eran escoltados y protegidos por elementos de estas partidas.
Suerte de vara. Litografía de J. Palacios. Revista La Lidia |
José Tirado,
más conocido por Pacheco, fue
un bandido muy popular en Córdoba, donde además de amoríos contaba con
numerosos amigos. En 1868 llegó a nuestra ciudad para unirse al bando liberal
que al mando del general Serrano
luchaba frente a las tropas realistas (Batalla de Alcolea que significaría el
destronamiento de Isabel II),
creyendo que con ello conseguiría su indulto, pero ocurrió, que, abatido a
tiros junto a la iglesia de la Trinidad,
la hermosa jaca que montaba, propiedad de Bocanegra,
quizás dejándose llevar por la querencia regresó hasta una casa que éste tenía
en pagos de la Fuensanta, pero requisada después por la autoridad, antes de ser
subastada, durante un tiempo tiró de un carro del servicio municipal de
recogida de basuras. Manuel Fuentes
reclamó la propiedad del equino, y como quiera que no fuese oído en lo que para
él significaba una justa petición, varios amigos, entre los que se contaba el
picador Matacan, decidieron
una noche recuperarlo a su manera, esto es, llevándoselo de las cuadras
donde lo tenían intervenido. El resultado fue la trena, de la que
pudieron salir gracias a las buenas relaciones del diestro con la autoridad
competente. Para desgracia del torero y sus leales amigos, la jaca sería
adjudicada en pública subasta a la que no quiso optar Bocanegra, que insistía inútilmente en su propiedad.
Rafael Caballero González, en los carteles Matacan,
falleció en Córdoba cuando el año 1908 (30/12) tocaba ya su final.
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