viernes, 8 de enero de 2021

MANOLETE: EL QUEHACER DE REGULAR EL ARTE

Por Germán Lebatard

Manolete. Óleo de Diego Ramos.

Soy manoletista de la misma manera que soy cristiano: por un acto de fe. A Manolete, como a Cristo, jamás los vi en la vida, pero me han bastado sus imágenes. Crecí rodeado siempre de una gran cantidad de iconografía manoletista y juro que, para mantener viva mi idolatría, no necesitaba ver la foto de alguna de aquellas medias verónicas (tan lacónicas y tan estéticas) o aquella otra famosísima del natural al Miura en Barcelona; era suficiente verlo liado en el patio de cuadrillas, o vestido de corto en algún tentadero, o dando la vuelta al ruedo, o recargado en la barrera, o incluso en la calle con aquellas gafas tan características. Como fuera, donde estuviera, Manolete siempre se veía torero. Y sin embargo, a pesar de todo este fervor juvenil, fui apóstata del manoletismo.

Natural de Manolete al toro Perfecto de Miura.
Barcelona, 2 de julio de 1944. Foto Mateo.

Cuando quise ser torero y andaba intentándolo, estaba de moda negar a Manolete: que el toro chico, que la muleta atrasada, que el toreo de perfil y todo aquel cúmulo de patrañas tecnicistas que los sabios de café pusieron tan en boga a finales de los cincuenta  a raíz de que algunos cronistas influyentes (Corrochano entre otros) se dedicaron a echar lodo sobre la tumba del gran torero cordobés. Y como los muertos no pueden defenderse y Manolete ya no podía ponerse en la cara del toro y taparle la boca a todos, aquello se puso de moda y yo me tragué el cuento. Contribuyó que a mi callaísmo de aquellos días había que agregarle un incipiente ordoñismo nacido con la faena a Cascabel, en la feria guadalupana del 56, y acentuado después cuando muchas veces lo vi en España en su momento cumbre. Y como los jóvenes tienden a radicalizar sus opiniones, yo no podía aceptar que me gustara tanto Ordóñez (torero de pata pa´lante, pecho pa´fuera y cintura flexible) y continuara, al mismo tiempo, vigente mi manoletismo.

La faena de Manolete a Platino «resistía el paso del tiempo»

De modo que empecé a seguir la corriente; si estaba de moda negar a Manolete, había que negarlo y punto. ¿Mi antiguo manoletismo? Pasiones infantiles. Ahora, ya opinaba yo en las tertulias taurinas, ya era novillero, ya «sabía mucho de esto» y de pronto… ¡zas! Me tropiezo de frente con la faena de Platino, y se hizo la luz. Resulta que un grupo de amigos y compañeros «del toro» nos reuníamos a ver viejas películas, y alguien consiguió la de aquella famosa tarde de Manolete,  Pepe Luis y Procuna con los Coaxamalucan. Lo que hizo Manolete a aquel toro castaño resultó una iluminación repentina para todos los que estábamos allí reunidos. No solamente porque la faena era extraordinaria -que lo fue- sino por el contraste. Me explico: lo que aquella misma tarde le hicieron a sus toros Pepe Luis y Procuna (cada uno a su estilo) era de un torerismo indiscutible y tenía, por supuesto, mucho mérito. Pero la de Manolete era diferente. Se veía moderna, tenía actualidad 20 años después; esa era la única faena de la célebre corrida que resistía el paso del tiempo, tenía la frialdad de un vídeo-tape. Aquello, para mí, fue toda una revelación. Comenzaba a reivindicarse mi torero. 

«Como fuera, donde estuviera, Manolete siempre se veía torero»

Algunos años después le platiqué esta anécdota a Pepe Alameda -con quien llegué a tener una entrañable amistad- y no solo me dio la razón sobre el trazo moderno de la faena de Platino, sino que abundó más en la vigencia del toreo manoletista a pesar de los años transcurridos. Alameda -manoletista confeso- contribuyó muchísimo a mi redescubrimiento del enorme torero cordobés y a echar por tierra las patrañas antimanoletistas, incluyendo el mito del toro chico y el mitote de los muletazos cortos.

Los toreros cumbres -y Manolete lo fue- son en cada época verdaderos «pararrayos» de la Fiesta. Siempre se les percibe culpables de todo lo que pase. Y tal parece que una de las culpas de Manolete debió ser la Guerra Civil Española. Resulta ocioso, a estas alturas, recordar como quedaron precisamente ese toro, menos graneado y menos corpulento -pero con más movilidad, por cierto- el que empezaron a lidiar en las plazas españolas todos los toreros del momento. Es decir, Manolete y todos sus contemporáneos.

Con uno de La Punta, la ganadería que más toreó en México

En la actualidad es usual que los aficionados exijan un toro corpulento, gordo, enmorrillado, con muchos kilos aunque se «acochine». Creen que el toro es toro cuando pesa 550 kg. En cambio, la realidad es otra: el toro es toro cuando cumple cuatro años, pese los kilos que pese. Veamos entonces lo del mito: 1) Manolete y todos sus alternantes lidiaban -a veces- un toro relativamente disminuido en peso. 2) Testimonios de aficionados y toreros de la época (a mí me lo han dicho el maestro Cagancho y El Choni) me hacen pensar que, aún pesando menos, casi siempre se lidiaban con cuatro hierbas. 3) Tengo testimonios gráficos de Manolete toreando de todo: toros chicos, medianos, grandes y enormes. 4) Una de sus faenas consagratorias fue a un sobrero de Pinto Barreiro paréntesis (Ratón) que era un tío. 5) Su debut en México fue con una corrida bastante seria de Torrecilla (al primero le cortó las orejas y el rabo). 6) Otra de sus faenas cumbres en plazas mexicanas, la de Manzanito, fue en aquella tarde con Lorenzo Garza, el Ahijado y un corridon más que serio de Pastejé; sobra aclarar que Manzanito como Murciano, el primero de su lote fue un «tío» igual que el resto de la corrida. 7) Por aquellos días había una ganadería en México con reputación de lidiar las corridas más serias; toros largos, hondos, enmorrillados, cubiertos de culata y con más leña en la cabeza que un bosque canadiense. Esa ganadería (puro Parladé) se llamaba La Punta. ¿Sabe usted cuál fue la ganadería que más toreo Manolete en México? Adivinó: La Punta. En resumen, ni el toro chico de la época es atribuible a Manolete, ni Manolete requirió del toro chico para triunfar.

Superado el mito, pasemos al mitote; al del muletazo más corto y la muleta atrasada.

He escuchado de muchos contemporáneos suyos, que Manolete fue -en la forma aunque no en el fondo- dos toreros: uno del 39 hasta el 42, y otro muy diferente de mediados del 42 en adelante, que fue cuando encontró el sitio, se relajó y suavizó sus maneras, es decir: cuando Manolete encontró a Manolete.

 «Verticalidad de torre sin fisura alguna en su fábrica»
(José María de Cossío).  Foto Cano

Al principio era un torero muy tieso y bastante «esaborío» que solo lograba salir adelante en base a aquel valor, aquel carácter y aquella entrega que siempre tuvo. Su propósito, desde siempre, fue lograr torear con lucimiento y quedársele quieto al mayor número de toros que fuera posible, pero se demoró toda su etapa novilleril y casi cuatro temporadas de matador de toros para encontrar el toque, la colocación, el temple, el sitio exacto, el cómo de la técnica que andaba buscando y que consistía en andar en rectitud hacia el toro (no hacia el pitón contrario, con lo que se echa al toro para afuera) enhilado con el pitón por el que se está toreando hasta llegar a la distancia en que el toro embiste, esto con la muleta atrasada casi sobre la pierna de salida. De esta forma sacrificaba medio metro del inicio del muletazo, pero lograba, en cambio, rematar lucidamente el pase aún tratándose de toros con poco recorrido.

Aclaro: esta técnica la utilizan muchos toreros actuales como recurso recomendable (tranquillo) para poder correr la mano a toros con recorrido corto. La diferencia estriba en que Manolete le fue fiel a su técnica (una vez que la encontró) y la llevó hasta las últimas consecuencias, toreando de este modo a todos los toros, tuvieran el recorrido que tuvieran. Es muy cierto que el pase, al no comenzar enganchando al toro adelante, tiene menos dimensión; sin embargo de esta manera logró torear más toros, ser más consistente y acabar de golpe con el cuento de que en el toreo se puede vivir en la comodidad de una faena al año.

Triunfo y felicidad de Manolete en México.

Yo, francamente, no me quejaría del balance, porque en el Debe tenemos medio metro menos en cada pase, pero en el Haber está uno de los grandes logros manoletistas: aquella consistencia, aquel triunfar tarde a tarde, aquel torear con quietud y con lucimiento más toros de más diverso comportamiento. 

No sé si esto quede claro. En Manolete se consolida la faena actual, ya esbozada por otros desde antes, pero sin llegar nunca a la realidad manoletista: la realidad de regularizar el arte.

La sombra eterna del toreo... Monumento a Manolete en el
 barrio de Santa Marina de Córdoba. Foto Ernesto Castillejo

Esto es lo que pienso cada vez que visito el cementerio de La Salud, para poner una flor, en su tumba, cada año, desde 1970. Pienso en esto ante su figura de mármol y, sin saber por qué, me viene a la mente aquella bella y certera metáfora del inolvidable soneto que Pepe Alameda escribió para Manuel Rodríguez Sánchez

a ti que eras una epifanía y hoy eres un estoque abandonado. 


Artículo publicado en la Revista 6Toros6/Extra Manolete/del 26 de agosto de 1997.

                                     Manolete en México. Incluye la faena a Platino



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