Tomada del ensayo publicado en 2008 por la
periodista Julia Rivera, «Manolete y la prensa. Cronología de una crítica
relación», en la Revista de Asuntos
Taurinos, editada por la Fundación de Estudios Taurinos de Sevilla.
Hotel
Cervantes, habitación nº 42, Linares, Jaén. 28 de agosto de 1947. Son las 12:30
de la mañana. La habitación de Manolete está llena de gente: el
empresario taurino Pedro Balañá; el
mozo de espadas del torero, Guillermo;
el ayuda, Chimo; y algunos periodistas.
Llega del
apartado su apoderado José Flores Cámara,
y despeja algo la habitación. Manolete se queda tumbado en la
cama. Sólo viste el pantalón del pijama. Frente a él, la silla ya está “hecha”
con un terno rosa pálido. Los críticos insisten —entre ellos sus íntimos: Bellón y K-Híto—, necesitan
material porque los comentarios que circulan sobre la retirada de Manolete
son casi hechos.
—No os
demoréis mucho que tiene que comer ya, dice Cámara.
Y Manolete
contesta a las preguntas, en una pequeña e improvisada rueda de prensa:
Pregunta.
Le encuentro cansado, a pesar de que este año está siendo menos agitado que los
anteriores.
Respuesta.
Me gustaría que este festejo fuera el cierre de la temporada.
P. ¿Por
qué?
R. Nunca
me había pesado tanto como este año.
P. Quizá
sea esta profesión, que es muy dura.
R. Estoy
deseando tener un momento libre. Esta profesión lo absorbe todo. Desde que
comienza la temporada hasta que termina está uno sujeto a una gran tensión. Viajar
por la noche, torear por el día, dormir poco. Yo me pongo aquí a torear y
puedo estar hasta mañana por la mañana pero, amigo, a la cuarta vez que se pasa
uno el toro por delante hay que abrir la boca en busca de aire.
P. De
todas formas, usted afirmó que si toreaba este año lo hacía al cien por cien.
R. Desde
luego, no quería que fuese una temporada de sumar y sumar corridas. Si salgo al
ruedo es para darlo todo, si no, me quedo en casa.
P. No
hablamos de retirada, pero ¿no será esta su última temporada en activo…?
R. ¡Quién
sabe! Lo que sí le aseguro es que esta temporada será la última oficial. A lo
mejor la próxima toreo siete u ocho festejos.
P. ¿La
presión del público le afecta cada vez más?
R. Cada
vez se me exige más, y más no puedo dar. Es lógica esta exigencia, pero hasta
cierto punto.
Manolete. Óleo sobre lienzo de Diego Ramos |
P. A
estas alturas, ¿qué le puede amedrentar?
R. Solo
el toro.
P. ¿Le
agrada la popularidad?
R. Nada.
P. Muchos
aficionados le han acusado de torear toros chicos.
R. Lamento
que haya gente que crea que siento reparos para torear el toro demasiado grande.
Nunca lo pensé. Lo que procuro, dentro de lo posible, es elegir toros de buena
casta, pero sin que su tamaño me haya impresionado. Además, en contra de lo que
cree la afición, el tamaño de los toros no es siempre lo esencial en una buena
tarde. Lo extraño es que los buenos aficionados estimen que el toreo que hoy
piden los públicos se pueda hacer con toda clase de ganado. No es posible y, si
fuese así, los toreros quedaríamos siempre bien porque nadie pasa una mala
tarde por gusto.
P.
El toreo no se debe al volumen del animal…
R.
El toro pequeño es mucho más nervioso, más rápido y se revuelve en menor
espacio. Sin embargo, el toro grande, el de peso, es lento de movimientos y se
asfixia rápidamente por los kilos.
P.
¿Cuál ha sido la mayor responsabilidad que ha tenido en su carrera?
R.
Quizá haya sido la de torear en Madrid la única corrida en la que actué el año
pasado. Fue una temeridad después de estar todo el año sin torear.
P. ¿Y debutar en la plaza monumental de México no le preocupo tanto?
R.
No. Cuando llegué allí sabía a lo que iba: a triunfar o a la enfermería.
Manolete en la plaza de El Toreo de México (17-2-1946) |
P. Por cierto, en México es considerado como una gran figura. ¿Qué le ha dado
aquel público?
R.
Allí la pasión por los toros es enorme, creo que más que aquí. La lucha es
terrible, el público se divide en dos bandos y en medio están los toreros. Pero
a mí me encanta aquello, aunque sea la guerra.
P.
¿Más pasión que en España, donde es el espectáculo por antonomasia?
R.
No se explican un espectáculo sin lucha, sin ardor, sin sectarismos. A un
mexicano una corrida en España le parecería algo frío. Son dos conceptos
distintos de un mismo espectáculo.
P.
De los matadores mexicanos que han actuado con usted, ¿a cuál destacaría?
R.
Silverio Pérez. Como torero tiene
momentos sublimes y como persona es único. Recuerdo una ocasión en la que le
obligaron a saludar al terminar el pasillo y me propuso que compartiera la
ovación. Yo le dije que no, que de ninguna manera, y él me dijo: "Pero
hombre, nos vamos a pelear antes de empezar la corrida".
P.
Recuerde una anécdota de su estancia en el país azteca.
R.
La expectación era muy grande. Mi mozo de espadas, Chimo, siempre se ha
sumaba la puerta del hotel para ver cuánta gente me estaba esperando. En una
ocasión estaba un maestro de un colegio con toda la clase. Al profesor se le
ocurrió que los niños me debían conocer en persona, porque no paraban de hablar
sobre Manolete.
P.
En sus viajes a América ha hecho escalas en Norteamérica, concretamente en
Nueva York. Allí por lo menos habrá pasado desapercibido…
R. No crea. En algunos
establecimientos en los que he entrado me ha sorprendido escuchar: «"¡Monster,
Monster!», que es lo único que entiendo del inglés.
P. ¿Qué le dicen los
periodistas norteamericanos?
R. Siempre me hacen
las mismas preguntas: cuántas cornadas me han dado los toros y cuánto dinero
tengo.
P. ¿Son muy raros?
R. Mire, un día
estaba con el boxeador Joe Luis y su preparador se me
acercó, me tocó los bíceps y me dijo: «Puaf». Por lo visto se creía que los
toros se matan a puñetazos.
P. Defíname a Carlos
Arruza, Pepe Luis Vázquez y Luis
Miguel Dominguín, sus amigos y rivales en los ruedos.
R. Arruza
es un gran torero. De Pepe Luis Vázquez
bastará con que se quede quieto, en ese caso sobraremos los demás. Y a Luis
Miguel Dominguín decirle que, cuando yo me vaya, heredará mis
enemigos.
P. A los 11 años
decidió ser torero. Sus primeros pases los da en una finca cercana a Córdoba. ¿Cómo fue aquella experiencia?
R. Me supo a gloria.
Era mi primer triunfo. Cuando llegué a mi casa me tiré toda la noche entrando a
matar en un macetón que había. Me causaba una grata satisfacción tocar con la
mano la tierra mojada de la maceta.
P. ¿Recuerda su
primera cornada?
R. Sí, fue una cogida
sin importancia en un tentadero, que me convirtió en un personaje entre los
chavales. Me acompañaban todos a la Casa
de Socorro a curarme y, aunque me dolían mucho las curas que me hacían,
aguantaba el dolor en silencio para que no dijesen que era un quejica.
P. La gente le admira
pero, a veces, su carácter le impacta mucho. Le ven muy serio.
R. Lucho contra esta
seriedad. La gente me cree huraño y orgulloso y soy, ciertamente, afectivo y
sentimental; los que me tratan con asiduidad lo saben.
P. Se habla mucho de
su relación sentimental con la actriz Lupe Sino, de la que media España
cree que será su esposa. ¿Qué piensa usted del matrimonio?
R. No le tengo miedo.
Creo que es el estado perfecto del hombre, pero yo no sé hasta qué punto sería
un buen marido. Soy un poco dominante, absolutista, si se quiere. Quizá un poco
chapado a la antigua. No me gusta que la mujer vaya a todos los lados con el
marido, sino que sea más bien casera, que no salga mucho del hogar. Una esposa
llamaría a esto egoísmo.
En ese momento llega
el almuerzo solicitado y los periodistas cierran sus cuadernillos y se
despiden. El torero come despacio y descansa un rato; ha concedido su última
entrevista.
El crítico taurino Ricardo García “K-Hito” así la transcribió ese mismo año en su libro Manolete
ya se ha muerto: muerto está que yo lo vi. Medio siglo después, la
revista Cambio 16 la evocó de la mano de Juan Lucio, y Francisco
Narbona hizo lo propio en su obra Manolete, 50 años después de su muerte.
Magnífico reportaje sobre Manolete en México emitido por RTVE
1 comentario:
Me ha encantado. Un abrazo
Publicar un comentario