Rodolfo Gaona |
El mexicano Rodolfo Gaona, por sus portentosas cualidades técnicas y elegancia
natural, fue de los toreros que dejó una profunda huella en el toreo de su tiempo, nada más y nada menos que la edad de oro protagonizada por Joselito y Belmonte,
con los que echó el paseíllo abriendo plaza en numerosas ocasiones. Gaona, que tomó la alternativa en Tetuán de las Victorias (Madrid) el 31 de mayo de 1908, de manos de Manuel Lara El Jerezano, con quien actuó mano a mano, fue un lidiador formidable, cuya carrera, marcada por altibajos de carácter personal y de forma más concreta por el desafortunado matrimonio contraído en nuestro país, cruelmente tomado a burla por el público para humillarlo en las tardes menos afortunadas, no tuvo el máximo nivel de regularidad, lo que no impide que sea considerado el primer torero importante de la historia sin haber nacido en España, una primerísima figura del toreo de las que marcan
diferencias por su templanza en el ruedo, conocimiento del oficio y magníficas condiciones artísticas.
En un texto editado el pasado mes de octubre en este blog (ver entrada), nos hicimos eco de la influencia
de Lagartijo
en la famosa dinastía de los Gallo, familia que siempre veneró y
respetó como modelo magistral de elegancia taurina la figura de Rafael
Molina Sánchez. En esta ocasión cruzamos imaginariamente el charco para seguir buscando la huella del genial espada cordobés, que también tuvo continuidad en México, donde Saturnino Frutos Ojitos, antiguo
banderillero en la cuadrilla de Frascuelo, conocedor por tanto en primera persona de la noble competencia mantenida entre Salvador y Rafael, creó una escuela taurina en León de los Aldama, localidad natal de Rodolfo Gaona, por la que pasó como alumno mostrando unas cualidades nada frecuentes, que serían pulidas por el experto y exigente banderillero madrileño, quien inculcaría al Indio Grande las elegantes enseñanzas del Califa de Córdoba para que terminara convirtiéndose en el Califa de León.
Rodolfo Gaona en la plaza de Madrid. Foto Espasa Calpe. |
Rodolfo Gaona ejecuta la gaonera, lance de frente por detrás de Cayetano Sanz. |
Una vez más recurrimos a la célebre sentencia del genial José Alameda: "La historia no establece dogmas, los establecen quienes la escriben". Efectivamente, como
ocurriera con Manuel Jiménez Chicuelo, a quien algunos quisieron despachar históricamente en dos renglones, envuelto en el bonito papel de regalo de la chicuelina, a Rodolfo Gaona se le conoce poco más que como el inventor de la gaonera —el lance de frente
por detrás del madrileño Cayetano Sanz, que por la soberana elegancia y ajuste del torero de México sería rebautizado definitivamente con el derivado de su apellido—. Mas Gaona también fue ninguneado por algunos de los plumillas que escribieron la historia, que no incluyeron al grandioso diestro azteca como el
tercer hombre de la edad
de oro del toreo. Desviando la atención a otra historia, la de su desafortunado matrimonio, no todos vieron para contar la inmensa torería del Indio Grande, que tanta inquietud despertó en los primeros años de ascensión al trono del toreo del magnífico Joselito —con quien finalmente llegaría a torear 139 corridas, cifra solo superada por Belmonte (258) y su hermano Rafael El Gallo (185)—, que conociendo mejor que nadie que no se trataba de ningún cualquiera, procuró orillarlo de las
corridas en que actuaba con Juan, pues sabía que Gaona era
un torero completo, con sello propio, de largo repertorio, conocedor de todas las suertes de
capote, excelente banderillero por ambos lados, armonioso muletero y eficaz estoqueador.
Para el gran escritor José Alameda, el espada mexicano fue insuperable en banderillas, pero también le andaba a los toros con la muleta, no solo para ir al animal o para citarlo, sino dentro del desarrollo de la faena, para mantener la reunión entre suerte y suerte, en el enlace de ellas, andándole, recolocándose sobre la marcha, siempre armónicamente.
Pero es Néstor Luján quien en su "Historia del toreo" nos ofrece un retrato radiográfico del Califa de León: “Gaona fue un artista extraordinario.
Con el capote, en su época, tan solo le pudo superar en finura y fantasía Rafael el Gallo, aunque Gaona era más clásico y tenía un
retoque más perfecto. Cultivaba unas verónicas elegantes y paradas,
parecidas a las de Fuentes, aunque
templando más que él, e imprimiéndoles una majestad menos rebuscada. Las daba
generalmente con los brazos muy levantados. Sus faroles y navarras eran limpios
e impecables. Su repertorio de largas era soberano, y entre todas, resaltaba
como una joya la sobria y majestuosa larga cordobesa del gran Lagartijo. Sus floreos en las largas cambiadas, afaroladas, revoleras
y serpentinas eran de una efervescencia inaprensible. Su tijerilla de rodillas
y su célebre gaonera, que resucitó del ya desvanecido repertorio de Cayetano Sanz, eran modélicas, y como tales
han quedado.
Para el gran escritor José Alameda, el espada mexicano fue insuperable en banderillas, pero también le andaba a los toros con la muleta, no solo para ir al animal o para citarlo, sino dentro del desarrollo de la faena, para mantener la reunión entre suerte y suerte, en el enlace de ellas, andándole, recolocándose sobre la marcha, siempre armónicamente.
La gaonera en los pinceles de Ruano Llopis |
Impresionante par de Rodolfo Gaona. Pamplona, 8 de julio de 1915. |
Adorno de Gaona en la plaza de Madrid. Foto Espasa Calpe. |
Las imágenes del video que insertamos al final de este texto hablan por sí mismas de la inmensa capacidad y torería del espada mexicano, de quien Juan León (Julio Fuertes), reivindicó su figura en la revista El Ruedo de Madrid en una editorial titulada “La terna de la Época de Oro”:
“Ya dejé apuntado que en la edad de oro del toreo, así
llamada por los furibundos partidarios de Joselito y Belmonte, con estos dos diestros sevillanos se completaba una terna
que hoy me parece justo llamar de oro, con el mexicano Rodolfo Gaona. Es indudable que Rafael el Gallo y Vicente Pastor, entre otros, también
“cortaban el bacalao” y con los cuales y algún otro diestro de la terna de oro,
se montaban carteles de gran atractivo para el público… Pero el cartel máximo
de la segunda década de este avanzado siglo XX era el mencionado Gaona, Joselito y Belmonte”.
Terminamos esta evocación homenaje al inolvidable torero mexicano con la belleza de los versos del gran escritor y poeta José Alameda.
Rodolfo Gaona en el célebre "par de Pamplona". |
Estampa de Gaona con Gallito
Huraño, cenceño, altivo,
quieto en la estampa te veo,
como cuando estabas vivo
en la suma del toreo.
Te da los palos José
—las banderillas, tu suerte—
Él lo sabe —y yo lo sé—
no por competir, por verte.
Por ver en tiempo y espacio
el milagro de ajustar
los pies al verso de Horacio.
Y salir como al entrar,
andando, abriendo despacio
tu gloria, de par en par.
"Rodolfo Gaona, el toreo mexicano más trascendental", de Elías Ruvalcaba.
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