Por Rafael Sánchez González
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Plantación de flor de ceniza |
Recientemente se han cumplido dos
efemérides, de muy distinto signo, relacionadas
con Manuel Rodríguez Sánchez Manolete.
Una, la exitosa, que dirían allí, confirmación de alternativa en México,
acontecida el 9 de noviembre de 1945 en la capitalina plaza de El Toreo de la
Condesa, acartelado junto a los espadas nacionales Silverio Pérez y Eduardo
Solórzano con ganado de Torrecilla, fecha
desde la que el diestro cordobés dejó cautivada a la afición azteca al punto de
ser recordado en aquel país tanto o más que en España. La otra cita a la que me
quiero referir es el fallecimiento de su madre, Angustias Sánchez Martínez, ocurrida
treinta y cinco años después, concretamente el día 10 del citado mes, estando muy
próxima a cumplir el siglo de edad, ciegos sus ojos pero disfrutando de buena
lucidez mental, y aunque nacida en Albacete bien podría considerársele
cordobesa, ya que llegó a nuestra
capital apenas cumplidos los cinco años, teniendo su primer domicilio en calle
Los Álamos (hoy Enrique Redel).
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Angustias Sánchez con su hijo. Foto Ricardo |
De sobra es conocido, por lo mucho que
se ha dicho y escrito sobre el tema, el gran cariño que Manolete sentía hacia su madre. Diríase mejor, que lo suyo más que
cariño era veneración. Sabido es también, que el torero se crió en el seno de
una familia matriarcal y rodeado de mujeres, habida cuenta las cinco hembras
fruto de los dos casamientos de Angustias Sánchez con los matadores de toros
Rafael Molina Martínez Lagartijo Chico y Manuel Rodríguez Sánchez Manolete.
Mujer temperamental, que supo de los avatares del toreo y no siempre con vientos
de bonanza, fue muy exigente en la educación
de su hijo, pero sin poder frenar los
flujos de la sangre torera que corría por las venas de aquel chiquillo, que
aprovechaba los recreos en el Colegio Salesiano para torear con el babero a sus
compañeros que le hacían de toro. Porque, la principal obsesión de Manolete
era triunfar en los ruedos para darle a ella el mejor bienestar posible. En el
terreno personal, por encima de cualquier otra pasión, la más importante para
él era el cariño que sintió siempre por su madre…, y después, el amor que
disfrutó junto a Lupe Sino, bella actriz secundaria de cine a la que en 1943 conoció
en el famoso establecimiento de Perico Chicote situado en la Gran Vía
madrileña. Me atrevería a decir que este
fue el único punto de contradicción entre él y su madre, a pesar de que ella,
transcurridos ya unos años de la muerte del torero, con cierto tono de comprensión
llegara a declarar en una entrevista (Pueblo
28/8/1972): “yo sabía todo lo de él y Lupe…
Nunca me lo ocultó”.
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Antoñita y Manolete. Foto Santos Yubero |
Sobre este escabroso asunto, si nos
dejamos llevar por las manifestaciones de sus amigos más íntimos, de no haberlo
impedido Islero, Manolete tenía intención de casarse con Antonia Bronchalo Lopesino,
que así se llamaba realmente su novia. Incluso el periodista Antonio Bellón
llegó a confirmar que cuando viajaban camino de Linares en el coche del diestro,
éste le pidió que tratara de convencer a su madre de la proyectada boda. Pero
el tema de Lupe Sino era tabú en todo
el entorno, sobre todo familiar, que rodeaba a Manolete, queriéndose ignorar que junto a esta mujer vivió su etapa
más feliz, tanto en Sayatón, pueblo manchego donde había nacido, como en los
periodos temporales que compartieron en México. Días de felicidad que solo eran
paréntesis en los tormentosos años finales de su vida, ya de por sí enrarecidos
en el terreno profesional por las reiteradas exigencias del publico, difíciles
de poder complacer, unidas a una
injusta campaña por parte de cierta prensa interesada. Es lamentable recordarlo,
pero entre los espectadores que la aciaga tarde de Linares gritaron a Manolete aireando la entrada en señal de
protesta, cuando ni siquiera había terminado el paseíllo, se encontraban
algunos cordobeses, según testigos presenciales de fiable condición. Es decir,
que ni en su tierra encontraba ya total comprensión. “Qué lástima. Ahora que
pensaba yo ir a verle torear”, exclamó uno al paso del cortejo fúnebre del
infortunado espada. Ante tan insostenible situación, en 1947 era
manifiestamente visible que Manolete
no estaba en condiciones, físicas y anímicas, de poder realizar aquella
temporada con el éxito acostumbrado. No en vano su apoderado, José Flores Camará, le había propuesto la conveniencia de trasladar la residencia a
Madrid (Toreros 13/5/1945). La respuesta fue: “Si lo hago, entonces será
cuando no podré volver a Córdoba”.
Además, insisto, por encima de todo
estaba el inquebrantable cariño a su madre, quien las tardes de corrida las
pasaba rezando ante una pequeña imagen de la Virgen de los Dolores que tenían
en la casa. Virgen a la que su hijo profesaba gran devoción, junto a San Rafael
y Jesús Caído, perteneciente a la hermandad de los toreros. “Angustias Sánchez,
qué pena pena. / Malhaya el toro, que lo mató. / No poder con tus besos contener aquella herida…”.
Dice el pasodoble canción que le compusieron Juan Guardón y Rafael Báez, que en
1949 grabó en disco la genial Lola Flores, y dos años antes,
incorporándolo a su espectáculo Solera de
España, había estrenado Juanita Reina
en el sevillano Teatro San Fernando.
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Casa de Manolete en la actualidad. Foto Casa de Manolete Bistró. |
Manolete, reitero una vez más, siempre tuvo presente en el
pensamiento a su madre. Recordándola pronunció unas palabras minutos antes de morir:
“¡Qué disgusto se va a llevar mi madre!”. Y para ella compró a Rafael Cruz Conde, en 1942, el palacete
situado en la Carrera o Camino de la Estación (actual Avenida de Cervantes),
que cincuenta y dos años atrás mandara construir para residencia temporal José
Ortega Munilla, buscando un clima más
beneficioso para su esposa, Dolores Gasset, aquejada de tisis. En esta casa
pasaría parte de su infancia José Ortega y Gasset, hijo de ambos.
Las obras encaminadas a una mejor
adecuación para vivienda familiar, que bajo la dirección del arquitecto Carlos Sáenz de Santa María realizó Manolete,
construyéndose además el cuerpo de su fachada lateral a calle de la Bodega y
una azotea con pérgola, dieron al inmueble la visión con que a partir de entonces
se le conoce. Esta casa la disfrutó muy poco el torero. La casa del Monstruo,
llegó a denominarla un periodista taurino, quien confesaría después que por
respeto no quiso escribir La jaula del Monstruo. De allí salió su cuerpo ya
sin vida en el que sería su último paseo a hombros, esta vez sin olor a multitudes
y rodeado de un respetuoso silencio, camino del Cementerio de Nuestra Señora de
la Salud, donde reposan sus restos junto a los de su madre, unidos ya los dos para
siempre en un solemne panteón de mármol blanco, obra del escultor Amadeo Ruiz
Olmos, en el que al respaldo de una gran cruz puede leerse un bellísimo poema
del médico y poeta valenciano Rafael Duyos, que comienza así: “Aquel que las
arenas pisó con más firmeza / yace aquí bajo el cielo de su Córdoba
mora. /
Dictó frente a los toros, lecciones de majeza…”.
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Ana Muñoz en el patio de la calle Tinte número 9. Foto Diario Córdoba |
Abundando en el desmedido afán de Manolete por querer complacer a su madre
hasta en el más mínimo detalle, voy a referirme finalmente a una circunstancia,
que cuando menos me parece curiosa. Leyendo en su fecha unas declaraciones (ABC 6/5/2018) de Ana Muñoz, decana de los
participantes en el Concurso de Patios de nuestra ciudad, presentando durante
treinta y cinco años el suyo, situado en el número 9 de la calle Tinte, me
llamó la atención que al citar una de las plantas que adornan su bonito y bien
cuidado patio, dijera: “la flor de la ceniza, de la que cuentan que la
introdujo en Córdoba Manolete desde
México cuando se la regaló a su madre, gran aficionada a las plantas”.
En aquel momento quise recordar algo
sobre el tema, pero recientemente y es lo que me induce a escribir estas
líneas, removiendo papeles de mi archivo encontré unas cuartillas en las que
anoté lo que en su día, al salir de un programa radiofónico al que también
acudió mi recordado amigo José Guerra
Montilla -nieto de Guerrita- nos
contó Manuel Rodríguez Palitos, primo
de Manolete, por ser hijo de José
Rodríguez Sánchez Bebe Chico, matador
de toros al que llamaban Pijulin en
el barrio -para ellos no había más barrio que el Campo de la Merced-, quien el
día de su alternativa en Madrid (22/7/1900), mano a mano con Enrique Vargas Minuto, tuvo que matar, y lo hizo muy
dignamente, los seis ejemplares de Peñalver.
Ciertamente, Palitos era muy querido por Manolete,
él se encargaba de ahormarle los zapatos
antes de que este los usara, y bien que presumía de ello. Por cierto, los dos
actuaron en Cabra el Domingo de Carnaval de 1933, junto a Juanita Cruz, cuando el cuarto califa del toreo cordobés iniciaba
su andadura taurina. Pues bien, según nos dijo este hombre, al regreso de uno
de los viajes que su primo realizó a México, “envuelto en papel de celofán le
trajo a su madre el injerto de una flor que a él le había llamado la atención”
y que -según versión de nuestro interlocutor- Guillermo, el mozo de espadas y
hombre para todo en la casa, se encargó de plantar en una maceta, “con la
suerte de que le agarró”. Dato que en el fondo viene a coincidir con lo
manifestado por Ana Muñoz en el citado periódico.
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La flor de la ceniza |
Esta flor, llamada de la ceniza, que procede
de Santiago Huajolititlán estado de Oaxaca, y según los oriundos nace de las
cenizas de los muertos, para que sus almas sepan por donde regresar al mundo
terrenal y en su andar crecen despidiendo un característico y penetrante olor; ha sido muy cantada por poetas y cantautores,
entre ellos Luis Eduardo Aute, e incluso
llevada a uno de sus lienzos por el pintor
alemán Anselm Kiefer.
Leyendas y datos al margen, solo cabría
añadir, que, como homenaje a Manuel Rodríguez Sánchez Manolete y en recuerdo de su madre, en el palacete que fuera la
última morada de ambos, feliz y acertadamente recuperado y hoy abierto al
público como destacado establecimiento de hostelería, que ya nació con el
nombre puesto, La Casa de Manolete Bistró, junto a la
simbólica presencia del torero, entre la variedad de plantas que lo adornan
podría conservarse alguna maceta con esta flor que para su madre trajo
cuidadosamente desde México. La flor de la ceniza. Que yo he querido llamar hoy la
flor de Manolete.
1 comentario:
Amigo Antonio: Buena elección para un comienzo de año.
Que sea muy fructífero y así seguiré aprendiendo,, cada vez más, de este digno arte.
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