Silverio Pérez confirma la alternativa a Manolete |
El 9 de diciembre de 1945, Manuel Rodríguez Manolete
hizo su presentación en la plaza de El
Toreo de la Condesa de México, actuando con los espadas locales Silverio Pérez, que le confirmó la
alternativa, y Eduardo Solórzano, en la lidia de un encierro de la ganadería de Torrecilla.
El torero cordobés obtuvo el rabo del primero de su lote, de nombre Gitano, en una actuación que impactó a la afición de aquél país, mientras que el segundo de su lote, de
nombre Cachorro, lo corneó al lancear de capote enviándolo a la enfermería.
Por el excelente análisis técnico que hace del
toreo de Manolete, rescatamos la opinión de una de las plumas más
brillantes y autorizadas de la crítica taurina mexicana, la del doctor don Carlos Cuesta Baquero (1886-1951), que además de cronista vocacional como médico profesional fue pionero en llevar la cirugía taurina a las plazas de toros de la nación hermana. Firmaba sus textos con el seudónimo de Roque Solares Tacubac.
"Desde tiempo lejano, la personalidad artística de los modernos toreros
hispanos —entiéndase especialmente espadas famosos— no promovía en mí la
expectación de aficionado y de crítico. A este respecto abrí paréntesis para
fijar mi interés en Joselito, Belmonte y
mi amigo Ignacio Sánchez Mejías. Y el paréntesis se
hallaba sin cerrar hasta que surgió el actual Manolete, que produjo en
mí intenso avivamiento en el criterio tauromáquico… Manolete es la
resurrección casi integral del inolvidable Antonio
Fuentes.
En lo relacionado con el manejo del capote y de la muleta, y en la
generalidad torera por la suficiencia de técnica para estar en el ruedo —para
lo que en otro tiempo llamábamos como "saber estar colocado y
saber andar en derredor del toro"—, el diestro cordobés nos hace ver de
nuevo en la arena al inmortal diestro sevillano. Existe en este artista igual
señorío natural, completamente ajeno a la afectación. Muestra igual valentía,
basada en la serenidad que estriba en "saber ver llegar a los toros",
lo que en frase no técnica sino de significación común y corriente es que el lidiador
sepa estar tranquilo, quieto en el sitio donde cita para la suerte, apreciando
bien que el toro toma el engaño —sea el capote o la muleta— y entonces hacer
que la embestida sea al pleno de la tela, no a las extremidades. Que el pitón
esté dando el derrote abajo, pero sin el exceso de ir en la semicircunferencia
del capote o en el ángulo redondeado de la muleta.
Estas dos cualidades —que Manolete posee— se llaman también aguantar primeramente, y después centrar. De ellas proviene que haya la
facilidad en templar y mandar, en la dirección que lleva el
derrote del asta del toro. Y de ese conjunto surge la belleza majestuosa —plástica— que hay en el modo de torear
que tiene Manolete y que es idéntico al que tuvo Fuentes.
Manolete es la
personificación de la belleza en su estilo artístico y deja satisfechos a todos
los aficionados, tanto a los que somos antiguos, como a los modernos.
Gran triunfo en la presentación del torero cordobés |
La belleza es suprema ley, afirmé en una de
mis críticas antiguas, cuando tenía el carácter de censor en alguno de los
numerosos periódicos en los que colaboré. Y ese apotegma lo apliqué cuando Belmonte hacía la revolución en el estilo de torear, modificando la jurisdicción del
torero, acortándola, metiéndose en la jurisdicción del toro y pisándole su
terreno.
Manolete, en esta corrida, no
fue excepcional a ese respecto. Fue graduando la distancia a que debía situarse
para citar a la suerte. A veces, vacilando —dudoso— por lo incierto de la
acometida que mostró el primero de los toros de la corrida —y también primero
de los de Manolete— situábase alejado, previsor de que el toro se
arrancara; pero cuando se percataba de que no lo hacía, a pesar de la
provocación flameando la tela de la muleta, se aproximaba con pasos cortos,
deslizando los pies. Esto es lo que técnicamente se dice mejorar el terreno, recurso de diestro perfectamente enterado de
los secretos del arte taurino.
En lo referente a la postura que adopta para practicar los lances de
capa y los pases con la muleta, no es enteramente
la clásica de frente. Toma la de un escorzamiento, pero no llega al exceso
de actitud de perfil exagerado: la que hace es aceptable. Luego, la quietud en
los pies, el ritmo en el movimiento de los brazos y llevar al toro bien centrado, dan al lance la belleza
escultórica y majestuosa, el plasticismo,
según en anterior párrafo ya fue elogiado. Corto
en el uso de la capa, a juzgar por lo que en esta corrida vieron, pues todos
los quites los hizo con la suerte de la verónica.
El modo de practicar el pase natural es perfecto, irreprochable en lo relacionado
con el aguante, el temple y el mando, porque tiene la excelente cualidad del centrado de la cabeza del toro.
Manolete atacando en la suerte suprema con la vista fija en el hoyo de las agujas. |
En la suerte de estoquear tiene cualidades. Se coloca cerca y en
rectitud al cuerno derecho del toro. Ayer, en el único que estoqueo no estuvo cruzado; la colocación que tomó fue enhilado y presentando el pecho. Hace el
viaje rectitud y sin excesiva rapidez, con la necesaria únicamente, y se deja
ver del toro; no hace la trayectoria con celeridad. Conserva su reunión —el
tener montado el estoque, tocando el
brazo derecho al pecho— hasta el instante en que la punta del acero hiere el
cuerpo del toro. Esta manera es la clásica y por tanto elogiable. En el toro
que estoqueó, el cruzamiento de la
muleta no dio el resultado requerido, porque la escasa codicia del toro motivó que no humillara. Por esto la estocada solo fue llegando a la mitad del acero y
el conjunto de este momento de la suerte careció de la belleza que ha de tener.
Vuelvo a decir que la deficiencia radicó en la índole del toro, no en falta de
destreza en Manolete".
Roque Solares Tacubac
Presentación de Manolete en México
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