domingo, 24 de febrero de 2019

CIRUGÍA TAURINA (y II)


Por Antonio Luis Aguilera

2ª parte de la Tertulia celebrada el 8 de mayo de 1992 en el Hotel Meliá Córdoba con los cirujanos taurinos Ramón Vila Giménez y Rafael Ruiz González. Fue emitida por Onda Cero Córdoba, y figura incluida en el libro  del  autor de este blog "Tertulias Taurinas en Córdoba 1991-1992", editado por la Diputación Provincial de Córdoba.

Antonio L. Aguilera: Sin embargo, Ramón, la Sevilla oficial proyecta al exterior la imagen de estar muy cerca de la Fiesta de los toros.
Dr. Ramón Vila en el burladero de los cirujanos taurinos
Ramón Vila: En nuestro país somos vergonzantes la mayoría de las veces. Aquí no reconocemos nada a nadie hasta que le otorgan un premio en el extranjero. En cuanto que nos dicen algo en otros países -que no tienen nada que decirnos- nos volvemos locos. Actualmente la Fiesta está pagando, desgraciadamente, lo que algunos países de Europa nos dicen, mientras nuestras autoridades, y no se me cae ningún anillo al decirlo, están pensando que llevan razón. Por ejemplo, es vox pópuli que la Expo-92 no ha dado ningún apoyo a la Fiesta, cuando ésta, queramos o no, es tan nuestra como las propias vivencias, porque ha nacido del pueblo. Y la Expo ha dicho no, que no quiere saber nada de los toros, no sea que algún mandatario de Luxemburgo diga que asesino es usted. Pues imagínate a los cirujanos taurinos, ni caso, ni nos reciben, ni nos echan en cuenta, ni nada de nada, porque nosotros somos un grupúsculo dentro de la Fiesta de los toros, y no es de extrañar que, si a esta no la apoyan como cultura del pueblo que es, tampoco lo hagan con la cirugía taurina.
Antonio L. Aguilera: También es preocupante que los toreros, a quienes está destinada este tipo de cirugía, no quieran saber nada de la problemática.
Percance en región perianal de Serranito
Rafael Ruiz: Ellos vestidos de toreros no quieren saber nada que huela enfermería, su mente piensa en el toro y de la enfermería no quieren saber. Eso es así.
Ramón Vila: Nada, no quieren saber nada. Incluso, a veces, lo rechazan. Por ejemplo, al redactarse el Reglamento ninguna asociación, ni picadores, ni subalternos, ni novilleros han dicho nada sobre el servicio médico de las plazas. Ninguno ha salido en defensa nuestra. Dicen -y puede que tengan razón- que los toreros no quieren pensar en la cosa médica nunca, ni tan siquiera en invierno.
Puede tener una cierta explicación, porque si pensaran constantemente en la parte trágica no se vestirían de toreros. Pero creo que eso ha pasado ya, Antonio. Creo que en los umbrales del año 2000 estamos ante un tabú de siglos pasados. Creo que los toreros son conscientes de que necesitan una asistencia como cualquier otro, y que mientras más la tengan mejor. Pero ellos ahora mismo están cómodos, porque, afortunadamente en España -en otros países también, pero principalmente en España- existen unos locos que vamos allí a dejarnos nuestra propia vida en su tratamiento. Y se encuentran a gusto.
Lo que me gustaría saber es lo qué pasaría el día en que les quiten el caballo, como les ha pasado a los picadores, el día que les quiten el caballo de los cirujanos… Ese día en el que no vean a nadie en el burladero, que lo vean vacío… El día en que le digan que si les pegan una cornada los tienen que llevar hasta el hospital y tengan que pensar si llegan o no... Probablemente, entonces, organizarían una huelga, pero tiene que llegar ese día, que es lo triste. Tiene que llegar. Como también es verdad lo que estamos hablando de los picadores, lo sabían hace tres meses y han esperado a que llegue el momento.
Mientras vean a nueve señores en el burladero estarán tranquilos. Lo malo es cuando llegue el momento... 
Además, hay otro tabú. Dicen que el novillero que empieza, o el torero que comienza en plazas del pueblo, tienen que dejarse matar. Y a ellos les importa tres pepinos lo que hay allí. Tampoco estoy de acuerdo con eso, nosotros estamos capacitados para cubrir, dentro de las probabilidades que existen, esas plazas de pueblo, pero no somos dioses sino seres humanos. Es cuestión de organizarlo. Y es muy fácil, tan fácil como que ahora mismo la Administración y nosotros lo hacemos, pero tienen que querer las dos partes, nosotros solos no podemos. Tiene que haber asistencia en todos sitios.
Rafael Ruiz: Queremos que todas las enfermerías posean las mismas características que las de Sevilla, Madrid, Córdoba, Bilbao, etc. Porque los toreros van a esas plazas y ven a Ramón, a mí, a otro compañero, y están tranquilos, pero hay que pensar también en el resto de las plazas; pues en cualquiera puede ocurrir la tragedia. Nuestra ilusión es que no existan clases de enfermerías, que todas sean de primera. Y si la Administración tiene que afrontar con poner aquello en condiciones óptimas, pues así debe de ser. De lo contrario que no haya toros.
Antonio L. Aguilera: Supongo que estarán acostumbrados a escuchar la típica frase: “¡Menos mal que está el Vila, el Valcarreres, el Ruiz…!”. Ello viene a demostrar que la Fiesta espera de ustedes un trato paternalista.
Grave cornada en zona perianal
Ramón Vila: Evidentemente, no podemos actuar de otra forma. Estamos ahí porque nos sentimos parte integrante de la Fiesta de los toros. Dejamos todo nuestro saber, nuestro vivir, y lógicamente, los demás se aprovechan de esa circunstancia nuestra. Es lógico, somos aficionados.
Rafael Ruiz: Somos unos profesionales que no miramos el horario ni nada, sino que estamos ahí a la hora del festejo. Tenemos esa obligación porque nos gustan los toros, los toreros son amigos o conocidos y no queremos que les pase nada ninguno.
Antonio L. Aguilera: Pues se deduce que tendrán que seguir conformándose con los brindis de gratitud tras intervenir los percances...
Ramón Vila: Hay otra cosa que quiero recalcar. Nosotros lo que de verdad vamos persiguiendo es que en las lesiones -vamos a llamarle normales- que hay en la Fiesta no ocurra nada desagradable por falta de asistencia. Porque somos médicos y sabemos que ante una lesión irreparable no hay nadie que haga nada ni en una plaza de toros, ni en ningún otro lado, pero lo triste es que una persona, por falta de medios, no sea atendido adecuadamente. Eso es lo que como médicos nos duele.
Porque sabemos que si a un señor le da un infarto y se muere, porque es masivo, hagas lo que hagas y estés donde estés no lo puedes resolver. Lo malo es que un señor se raje una vena y se desangre. Eso sí que es doloroso, porque es fácilmente reparable. Y eso es lo que se presenta en el 99,9% de las lesiones por asta de toro. Son lesiones fácilmente reparables, pero si no encuentras medios la cosa se pone peor. Ahora, cuando te toca algo reversible, te pongas donde te pongas…
Esa es nuestra misión, en la que estamos toda la Sociedad poniendo énfasis: que a una plaza de pueblo vaya lo normal para resolver este tipo de lesiones.
Antonio L. Aguilera: En el campeonato mundial de fútbol celebrado en España en 1982 entraron en funcionamiento, por supuesto con cargo a la Administración, las UVIS volantes. Sin embargo, la problemática asistencial de muchas plazas de pueblo, que podría resolverse con estos medios, sigue siendo ignorada.
Antonio L. Aguilera con los doctores Ruiz González y Vila Giménez. Foto Marogo
Ramón Vila: ¿A qué las UVIS volantes del mundial no las pusieron los médicos deportivos? Pues las de las plazas de toros, la mayoría de las veces las tienen que poner los médicos taurinos. ¿Por qué…? Pues porque en aquel momento interesó dar al mundo la imagen de que había una UVIS volantes que, entre otras cosas, dejaron de funcionar a los tres años. Fue nada más que el escaparate, porque en los estadios de fútbol no había un equipo médico.
Nosotros lo que pretendemos es que nos pongan las UVIS. ¡Encantados de la vida, como si nos ponen catorce…! Pero que no las pongamos nosotros además… Porque si además de que estamos preocupados, que tenemos que estar al día de todas las técnicas, también tenemos que llevar los medios…
Rafael, tú cuando vas al hospital el quirófano lo tienes preparado, y el enfermo lo trae una ambulancia que tú no pones. En los toros no, en los toros tenemos que ponerlas también nosotros.
¡Hombre, búsquela usted, y nosotros encantados de la vida! Ese es el tema, que tiene que ser alguien, en este caso la Administración, la que marque las pautas. No solamente en los toros, sino en cualquier espectáculo.
Antonio L. Aguilera: Las enfermerías se han ido adaptando, sin duda gracias al esfuerzo personal de médicos aficionados, a la realidad de cada época. Así, en la mayoría de las plazas de primera y de segunda, la presencia del cirujano ha sido sustituida por la de un verdadero equipo quirúrgico.
Rafael Ruiz: Han existido unas escuelas de cirujanos célebres que están en la mente de todos: Oliver Millet, en Barcelona; en Madrid: Jiménez Guinea y Máximo García de la Torre; en Carabanchel, el doctor Lumbreras; en Sevilla, el doctor Leal Castaños y el padre de Ramón, doctor Vila Arenas; Felipe de Luz, Ortiz Clot, Valcarreres… Todos han creado escuela. Y claro, sus hijos y familiares más allegados han seguido sus trayectorias.
Pero hace mucho tiempo que las técnicas de la cirugía han ido evolucionando, como todo en la vida, porque hay que estar al día. Para eso son nuestros congresos, para actualizarnos, para ver lo que hace cada uno en su plaza en determinado momento y poderlo desarrollar si nos ocurre en la nuestra. Nuestra ilusión es que algunos de los que vienen detrás se fueran acoplando a estos equipos de distintas plazas de primera categoría, para que se vayan orientando y viendo qué es la cirugía taurina.
Ramón Vila: Mira, Antonio, nosotros vamos poco a poco admitiendo, con arreglo a las necesidades y a una lucha tremenda con las empresas, médicos especialistas en todas las plazas de toros. Hay plazas que tienen internistas, traumatólogos; otras que empiezan a tener cirujanos cardiovasculares… Yo me juego ahora mismo la mano derecha, que es la que me da de comer, y qué me digan cuántas clínicas con servicio de urgencias tienen en su plantilla a tres cirujanos, un anestesista, un hematólogo y un cirujano cardiovascular en un día de guardia. ¡Muy pocas…! ¡Y están funcionando, les da el plácet el Ministerio de Sanidad…! Y a nosotros no nos da nada. ¿Y cómo puede ser…? 
¡Y los tenemos…! Claro, cuando ves la plantilla que hay, te preguntas cómo es posible esto. Y en una clínica que recibe urgencias a gogó, no los hay. Y tienen el plácet de Sanidad. ¡Hombre, eso no puede ser…!
Antonio L. Aguilera: Señores, resulta increíble que el colectivo que representan no tenga sitio en la Comisión Consultiva Nacional de Asuntos Taurinos.
Ramón Vila: Y además te voy a decir una cosa: nosotros también tenemos algo que decir en la Fiesta de los toros, porque para nosotros, por ejemplo, y ya vamos a cambiar un poquito el tercio para hablar de cosas taurinas, lo peor que hay es un pitón escobillado. La gente dice: ¡Vamos a afeitarlo, porque así no tiene peligro! Sin embargo, nosotros lo que decimos es que ojalá no se afeite, porque es precisamente el escobillado el que tiene peligro, no el astifino. El astifino o el que está muy arreglado, ese produce una herida limpia, pero el escobillado produce unas heridas brutales. Y la gente se cree que el escobillado no tiene peligro cuando para nosotros es todo lo contrario. Fíjate tú lo que son las vivencias taurinas de nuestra especialidad.
Rafael Ruiz: La característica de un pitón en puntas es que produce una herida limpia. No produce esa serie de destrozos por todos los sitios donde penetra como ocurre con el pitón astillado, con el que nosotros nos las vemos y deseamos para poder cohibir todas esas heridas que se forman en el abdomen o en los muslos de los toreros, con las trayectorias que forman. Cuando vemos un pitón de esas características nos aterramos, porque la cornada del pitón en tipo de alcachofa, como se suele decir, forma una serie de destrozos imposibles de organizarlos bien.
Ramón Vila: Totalmente de acuerdo con Rafael.
Antonio L. Aguilera: Aunque la pregunta puede resultar morbosa, al aficionado le gustaría conocer, por aquello de la superstición del torero al cuarto del hule, como suele comportarse este una vez allí.  
Ramón Vila: No, ellos el pasar al cuarto del hule lo ven lógico, porque es raro el torero que no haya tenido que pasar por él. Lo que van es derrotados, porque se ha malogrado una buena faena, porque no van a tener contratos, porque se les ha cortado la feria, porque no han podido desarrollar todo lo que llevan dentro. Eso es lo que les da coraje.
En cuanto a la exploración, en cirugía taurina existen dos partes muy diferenciadas. La primera que hacemos es la visual; es decir, cuando vemos coger al torero si notamos ese giro trágico que pega en el asta, como por ejemplo le ocurrió el año pasado al Capea, que le dio un giro que en escasas décimas de segundo estaba de tener la cabeza arriba a tenerla abajo con el pitón dentro del muslo. Yo sabía, como cualquier otro cirujano, que la trayectoria había ido de arriba hacia abajo del muslo, como realmente fue. En segundo lugar, se hace una exploración rápida para saber la gravedad de la lesión: si sangra abundantemente, si el enfermo está en schock o no. Si afortunadamente no hay ninguna urgencia que complique operar a tumba abierta, pues entonces a preparar: el enfermo se anestesia, realizas una exploración digital una vez anestesiado que están los músculos relajados, se exploran todas las trayectorias pensando siempre por donde entró el pitón y hacia abajo. Y tienes que acordarte de la forma del pitón, pues no es lo mismo uno abierto, otro playero u otro corniveleto; igual que si el pitón está limpio o escobillado.
Abres todo lo que hace falta. No hay problema para explorar todas y cada una de las trayectorias. Esa es la exploración básica y fundamental que hay que realizar en escaso tiempo en la enfermería de la plaza. Pero, claro, llevas la imagen grabada desde el primer momento y vas directamente casi al sitio y la cuestión.
Rafael Ruiz: En el burladero, cuando ocurre la cornada, estás viendo cómo lo ha cogido, la forma cómo lo ha llevado. Cuando sales corriendo llevas la idea de cómo ese pitón ha destrozado, las trayectorias ascendentes o descendientes, profundidad, etc. Entonces, cuando llegas a la enfermería y traen al torero, éste llega en un estado angustioso, sudoroso, preocupadísimo… Tanto él como toda la cuadrilla que viene detrás y el apoderado. Lo primero que te preguntan es para cuánto tiempo tiene, el tiempo que permanecerá inactivo, en el dique seco. Hasta que no reconozcas, explores y trabajes esa cornada, no sabes calcular la profundidad que puede tener. Pero el torero llega preocupado, las cornadas duelen muchísimo, es como fuego según dicen ellos. Los toreros se dan cuenta del estado en qué llegan a la enfermería. Lo primero es tranquilizar a ese enfermo, sedarlo, canalizar una vena para a continuación entrar en el acto quirúrgico y operar regladamente lo que cabe o, en su caso, urgentemente.
Feria de Sevilla de 1978. Paquirri es llevado a la enfermería tras resultar
 herido en las dos piernas al banderillear un toro de Osborne. Foto Arjona.
Antonio L. Aguilera: El caso no es frecuente, pero los aficionados nos angustiamos cuando se acumula el trabajo en la enfermería; cuando entra más de un torero en la tarde, o cuando un diestro lleva varias cornadas, como por ejemplo las de ambos muslos que recibió Paquirri en Sevilla.
Ramón Vila: Pues mira, la vivencia que tengo más importante de la cirugía taurina es que si el torero, como el caso que refieres, está consciente, le pregunto. Porque él sabe perfectamente hasta dónde le ha entrado el pitón. Recuerdo que le pregunté: Paco, ¿qué? Y me contestó: “la gorda es en la derecha”. Por cierto, era un agujerito como una moneda de cinco duros, y en la otra, que tenía un boquete grande, me dijo: “en esta no me ha pasado nada y en la otra me ha metido el pitón entero”.

Ramón Vila examina las heridas operadas a Paquirri. Foto Arjona.

En el caso del año pasado, Emilio Muñoz, al que le pegaron una cornada curiosa, porque se trastabilló un poco, quedó de espaldas y el toro le hizo ¡zas! Y casi nadie se dio cuenta de que le había metido el pitón. Incluso yo llevaba la imagen de que no le había dado la vuelta y se trataba de una cosa pequeña, de un puntazo. Al llegar a la enfermería lo primero que me dijo fue: “Ramón, me ha metido el pitón hasta la mazorca”. Lo miré, tenía una herida pequeñísima al lado del ano, y le contesté: ¿Pero, Emilio…? Me replicó: “¡Hasta la mazorca, me lo ha metido hasta la mazorca!”. Y qué razón tenía, pues le había llegado hasta la vejiga.
Ellos sienten perfectamente la profundidad de la herida y hay que preguntarles. Evidentemente, si pueden contestar. En caso de que el torero venga inconsciente, con lo que has visto y considerando cómo era el pitón del toro, tienes que abrir hasta donde puedas y explorar todas las trayectorias.
Rafael Ruiz: A veces te llueve el trabajo y hay que tenerlo previsto. Porque puedes estar curando a un torero que ha entrado y venir otra cornada. Entonces tienes que desdoblar el equipo, saber si te metes en el quirófano principal, si haces las cosas en otro adyacente o de entrada. Ahí afuera quedan toreros y tienes que tener en mente que no puedes entretenerte mucho si es una cosa sin importancia, porque puede entrar otro con mayor gravedad. En nuestra enfermería, gracias a Dios, tenemos dos equipos completos, con dos anestesistas, tres cirujanos y el servicio de hematología.
Ramón Vila: No son frecuentes las cornadas repetidas. ¡Pero, al que le toque -como dice Rafael-, las pasa canutas! Porque en ese momento tienes que valorar cuál de los dos. Y a lo mejor dejar a este que ya está anestesiado y ponerte con el otro que entra más grave. Afortunadamente, y vamos a tocar madera, no son muy frecuentes.
Antonio L. Aguilera: Otro aspecto curioso de los toreros es que hasta hace unos años sentían preocupación cuando los percances se producían en Francia. No se fiaban de los cirujanos galos, preferían acudir a ustedes incluso alquilaban aviones.
Ramón Vila: Eso tiene dos explicaciones. Una, que los toreros tienen una forma de ser donde se mitifica todo: a una ganadería, porque salió un toro así, o el color de un traje, porque con él se consiguió una gran faena. Mitifican todo. A nosotros, también. Dicen: “Pues fulano de tal me curó de aquella cornada y es un monstruo”. Pero también tiene otra explicación, y es la que desgraciadamente puede pasar en España.
Pepe Luis Vargas herido muy grave en Sevilla. Foto Arjona
Te voy a contar una anécdota: un torero, que además tuvo después la cornada más grave que yo he tenido en la plaza quitando la de Montoliú, que se llama Pepe Luis Vargas, me vino una noche de Francia en un avión. Me avisaron que venía con una cornada. Y cuando llegué vi que tenía una cornada en el muslo, grande pero relativamente normal. Le pregunté porqué no se había dejado curar en Francia,  y me contestó: “Mire usted, don Ramón, en Arles no hay enfermería en la plaza. Me llevaron en coche al hospital, me metieron en la cama, y, de buenas a primeras, se abre la puerta de la habitación y veo entrar a un médico negro. Y dije que ese tío no sabía nada de toros y que nos íbamos para Sevilla”. Fíjate hasta donde llega… Y efectivamente sería un gran cirujano, pero al ser negro…
Rafael Ruiz: Es cierto. Los toreros tienen predisposición por acudir al cirujano que los curó de un percance anterior, bien porque saliera contento o porque resultó un éxito. Pero hay que pensar que existen cirujanos especialistas muy buenos, que asisten a nuestros congresos y presentan unas exposiciones de sus trabajos realmente buenas. No hay que tener miedo si a un torero lo cogen en Francia, porque puede quedar muy bien.
Antonio L. Aguilera: La grandeza de la Fiesta, su inmensa verdad, es que el torero se juega la vida cada tarde, porque el toro mata. Decía Luis Miguel, que la muerte saca su entrada todos los días de corrida. Ustedes lo saben mejor que nadie, pues ambos han sido testigos de excepción al sentir en sus propias carnes la frustración ante lo inevitable, cuando Avispado mató a Paquirri, y Cubatisto a Manolo Montoliú. 

Dr. Ramón Vila en la plaza de la Real Maestranza de Sevilla.
Ramón Vila: Evidentemente. Lo que sentí aquel día son unas impresiones personales que nadie puede sentir, quiero decir lo que todo el equipo médico sintió. Es la impotencia ante la muerte, la que siente siempre cualquier médico cuando ve morir a un enfermo, no solo en este caso, sino en todos. Lo que ocurre es que hay veces que te acostumbras a la muerte por una serie de circunstancias, porque no se puede hacer nada ante una enfermedad grave… Pero, este caso, una persona joven, fuerte, en plena salud, que muere trágicamente ante la vista de todo el mundo, pues es muchísimo más doloroso. De verdad que aquel día fue el peor de mi vida, y ya tengo bastantes años. Ver a Manolo Montoliú destrozado por dentro, como una auténtica granada… No vi lo que posteriormente en el vídeo, cuando comprobé como el cimbronazo que le pegó el toro al meterle el pitón fue absolutamente destructivo.
Pero si pondría un pequeño adjetivo a la muerte de un torero. La muerte del torero no es una frustración, es una grandeza. Es frustración morirte cuando subes una escalera y te caes de espaldas golpeándote la cabeza. Es frustración ir por una carretera tranquilamente y que salga un tío por la izquierda y te mate. Es frustración que te dé un infarto cuando estás aquí en esta tribuna y te mueras. Pero no es frustración morir en grandeza, delante de un toro, haciendo lo que te gusta, sintiéndolo y llevándote para el recuerdo la gloria más grande que puede tener una persona: morir en lo suyo.
Si me preguntara alguien dónde me gustaría morir, le contestaría que en el quirófano con un bisturí en la mano. Pero desgraciadamente no voy a poderlo hacer.
A lo mejor, me muero en la cama con una diabetes insípida, o de un infarto que no se me pueda operar, o de un cáncer… ¡Eso sí que es una frustración! La muerte de un torero, de poder a poder, como la de Manolo Montoliú nunca es una frustración, sino una grandeza.
Muchas veces le he preguntado a amigos toreros, en charlas de chimenea, en los tendederos de invierno, sobre la muerte, que ellos la aceptan absolutamente: "¿Qué te gustaría, fulano, que un toro te cogiera y te cortaran una pierna, o que te matara?”. Todos me contestan igual: "¡Qué me matara!” ¿Es grande eso o no…? Porque lo otro sería morir en vida, como ha pasado con algunos toreros que desgraciadamente todos tenemos en el recuerdo; que siguieron viviendo, pero fueron muertos vivientes, sin ninguna ilusión, sin ningún sentimiento. Creo que, dentro de la desgracia, lo malo es que Manolo Montoliú hubiera muerto en el stop de una carretera, porque entonces nadie lo recordaría con la grandeza y la entereza que hoy lo hacemos. 
Rafael Ruiz: Tú recuerdas, Ramón, cuando en Quito estuve hablando con referencia a la cogida y muerte de Paquirri. Os dije a quinientas personas que deseaba que ninguno pasara el rato que yo pasé: "¡Qué no se os presente a ninguno!”.
Ramón, en sus propias carnes, lo está viviendo. Yo, al día siguiente, quise estar con él, pero suspendieron la corrida y no pude estar. Por lo menos, estar moralmente, porque sé que en esos momentos la ayuda entre compañeros es indispensable.
Y quería, para terminar, reproducir unas palabras. Son referentes a lo que Manolo Montoliú dijo cuando salió el nuevo reglamento: "Lo importante es la forma de picar. Creo que la puya no es el factor de mayor incidencia en el problema de la fuerza del toro. Esto lo lleva el animal dentro, y lo que influye es la forma de picar. Pienso que el ministro está abierto a ver cómo se desarrolla todo cuando entre en vigencia, y hacerlo lo mejor posible por si hay que reformar algo”.
Antonio L. Aguilera
Antonio L. Aguilera: Señores, ha sido un verdadero honor acompañarles en la tertulia. Seguramente, desde hoy los oyentes de esta emisión comprenderán mejor las justas demandas de los cirujanos taurinos. Muchas gracias por su generosa colaboración, especialmente a Ramón por la gentileza que ha tenido de desplazarse a Córdoba.
Rafael Ruiz: Quiero agradecer a Onda Cero y a Antonio Luis Aguilera, el habernos emplazado para comentar sobre la cirugía taurina, pues así la conocerá todo el público aficionado a los toros.
Ramón Vila: Quiero agradecerte, Antonio, que hayas hecho posible que podamos hablar un poquito aquí, a corazón abierto, de nuestras preocupaciones, de nuestros intereses y vivencias en cirugía taurina, para que todo el mundo las conozca. Porque a veces las olvida. Quiero darte las gracias, una vez más, por haberme traído a Córdoba, y agradecerle a Rafael Ruiz que haya estado con nosotros, y nos haya acogido como siempre, con el cariño y el apoyo que nos ha dado siempre. Y quiero desearle que en esta feria de Córdoba tenga toda la suerte de su lado.

1 comentario:

Andrés Osado dijo...



Excelente "disección" a los cirujanos taurinos. Bravo por tí