Por Antonio Luis Aguilera
2ª parte de la Tertulia celebrada el 8 de mayo de 1992 en el Hotel Meliá Córdoba con los cirujanos taurinos Ramón Vila Giménez y Rafael Ruiz González. Fue emitida por Onda Cero Córdoba, y figura incluida en el libro del autor de este blog "Tertulias Taurinas en Córdoba 1991-1992", editado por la Diputación Provincial de Córdoba.
Antonio L. Aguilera: Sin embargo, Ramón, la Sevilla oficial proyecta al exterior la imagen de estar muy cerca de la Fiesta de los toros.
Antonio L. Aguilera: Sin embargo, Ramón, la Sevilla oficial proyecta al exterior la imagen de estar muy cerca de la Fiesta de los toros.
Dr. Ramón Vila en el burladero de los cirujanos taurinos
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Ramón Vila: En nuestro país somos
vergonzantes la mayoría de las veces. Aquí no reconocemos nada a nadie hasta
que le otorgan un premio en el extranjero. En cuanto que nos dicen algo en otros
países -que no tienen nada que decirnos- nos volvemos locos. Actualmente la Fiesta
está pagando, desgraciadamente, lo que algunos países de Europa nos dicen,
mientras nuestras autoridades, y no se me cae ningún anillo al decirlo, están
pensando que llevan razón. Por ejemplo, es vox pópuli que la Expo-92 no ha dado
ningún apoyo a la Fiesta, cuando ésta, queramos o no, es tan nuestra como las
propias vivencias, porque ha nacido del pueblo. Y la Expo ha dicho no, que no
quiere saber nada de los toros, no sea que algún mandatario de Luxemburgo diga
que asesino es usted. Pues imagínate a los cirujanos taurinos, ni caso, ni nos
reciben, ni nos echan en cuenta, ni nada de nada, porque nosotros somos un grupúsculo
dentro de la Fiesta de los toros, y no es de extrañar que, si a esta no la
apoyan como cultura del pueblo que es, tampoco lo hagan con la cirugía taurina.
Antonio L. Aguilera: También es preocupante que los
toreros, a quienes está destinada este tipo de cirugía, no quieran saber nada
de la problemática.
Ramón Vila: Nada, no quieren saber nada.
Incluso, a veces, lo rechazan. Por ejemplo, al redactarse el Reglamento ninguna
asociación, ni picadores, ni subalternos, ni novilleros han dicho nada sobre el
servicio médico de las plazas. Ninguno ha salido en defensa nuestra. Dicen -y
puede que tengan razón- que los toreros no quieren pensar en la cosa médica
nunca, ni tan siquiera en invierno.
Puede
tener una cierta explicación, porque si pensaran constantemente en la parte
trágica no se vestirían de toreros. Pero creo que eso ha pasado ya, Antonio. Creo
que en los umbrales del año 2000 estamos ante un tabú de siglos pasados. Creo que
los toreros son conscientes de que necesitan una asistencia como cualquier otro,
y que mientras más la tengan mejor. Pero ellos ahora mismo están cómodos,
porque, afortunadamente en España -en
otros países también, pero principalmente en España- existen unos locos que
vamos allí a dejarnos nuestra propia vida en su tratamiento. Y se encuentran a
gusto.
Lo que
me gustaría saber es lo qué pasaría el día en que les quiten el caballo, como
les ha pasado a los picadores, el día que les quiten el caballo de los
cirujanos… Ese día en el que no vean a nadie en el burladero, que lo vean vacío… El
día en que le digan que si les pegan una cornada los tienen que llevar hasta el
hospital y tengan que pensar si llegan o no... Probablemente, entonces, organizarían
una huelga, pero tiene que llegar ese día, que es lo triste. Tiene que llegar. Como
también es verdad lo que estamos hablando de los picadores, lo sabían hace tres
meses y han esperado a que llegue el momento.
Mientras
vean a nueve señores en el burladero estarán tranquilos. Lo malo es cuando
llegue el momento...
Además,
hay otro tabú. Dicen que el novillero que empieza, o el torero que comienza en
plazas del pueblo, tienen que dejarse matar. Y a ellos les importa
tres pepinos lo que hay allí. Tampoco estoy de acuerdo con eso, nosotros
estamos capacitados para cubrir, dentro de las probabilidades que existen, esas
plazas de pueblo, pero no somos dioses sino seres humanos. Es cuestión de
organizarlo. Y es muy fácil, tan fácil como que ahora mismo la Administración y
nosotros lo hacemos, pero tienen que querer las dos partes, nosotros solos no
podemos. Tiene que haber asistencia en todos sitios.
Rafael Ruiz: Queremos que todas las
enfermerías posean las mismas características que las de Sevilla, Madrid, Córdoba,
Bilbao, etc. Porque los toreros van a esas plazas y ven a Ramón, a mí, a otro
compañero, y están tranquilos, pero hay que pensar también en el resto de las
plazas; pues en cualquiera puede ocurrir la tragedia. Nuestra ilusión es que no
existan clases de enfermerías, que todas sean de primera. Y si la Administración
tiene que afrontar con poner aquello en condiciones óptimas, pues así debe de
ser. De lo contrario que no haya toros.
Antonio L. Aguilera: Supongo que estarán
acostumbrados a escuchar la típica frase: “¡Menos mal que está el Vila, el Valcarreres,
el Ruiz…!”. Ello viene a demostrar que la Fiesta espera de ustedes un trato
paternalista.
Grave cornada en zona perianal |
Rafael Ruiz: Somos unos
profesionales que no miramos el horario ni nada, sino que estamos ahí a la hora
del festejo. Tenemos esa obligación porque nos gustan los toros, los toreros
son amigos o conocidos y no queremos que les pase nada ninguno.
Antonio L. Aguilera: Pues se deduce que tendrán que
seguir conformándose con los brindis de gratitud tras intervenir los percances...
Ramón Vila: Hay otra cosa que quiero
recalcar. Nosotros lo que de verdad vamos persiguiendo es que en las lesiones -vamos
a llamarle normales- que hay en la Fiesta no ocurra nada desagradable por falta
de asistencia. Porque somos médicos y sabemos que ante una lesión irreparable
no hay nadie que haga nada ni en una plaza de toros, ni en ningún otro lado, pero
lo triste es que una persona, por falta de medios, no sea atendido
adecuadamente. Eso es lo que como médicos nos duele.
Porque
sabemos que si a un señor le da un infarto y se muere, porque es masivo, hagas
lo que hagas y estés donde estés no lo puedes resolver. Lo malo es que un señor
se raje una vena y se desangre. Eso sí que es doloroso, porque es fácilmente
reparable. Y eso es lo que se presenta en el 99,9% de las lesiones por asta de
toro. Son lesiones fácilmente reparables, pero si no encuentras medios la cosa
se pone peor. Ahora, cuando te toca algo reversible, te pongas donde te pongas…
Esa es
nuestra misión, en la que estamos toda la Sociedad poniendo énfasis: que a una
plaza de pueblo vaya lo normal para resolver este tipo de lesiones.
Antonio L. Aguilera: En el campeonato mundial de
fútbol celebrado en España en 1982 entraron en funcionamiento, por supuesto con
cargo a la Administración, las UVIS volantes. Sin embargo, la problemática
asistencial de muchas plazas de pueblo, que podría resolverse con estos medios,
sigue siendo ignorada.
Antonio L. Aguilera con los doctores Ruiz González y Vila Giménez. Foto Marogo |
Nosotros
lo que pretendemos es que nos pongan las UVIS. ¡Encantados de la vida, como si
nos ponen catorce…! Pero que no las pongamos nosotros además… Porque si además
de que estamos preocupados, que tenemos que estar al día de todas las técnicas,
también tenemos que llevar los medios…
Rafael,
tú cuando vas al hospital el quirófano lo tienes preparado, y el enfermo lo
trae una ambulancia que tú no pones. En los toros no, en los toros tenemos que
ponerlas también nosotros.
¡Hombre,
búsquela usted, y nosotros encantados de la vida! Ese es el tema, que tiene
que ser alguien, en este caso la Administración, la que marque las pautas. No
solamente en los toros, sino en cualquier espectáculo.
Antonio L. Aguilera: Las enfermerías
se han ido adaptando, sin duda gracias al esfuerzo personal de médicos
aficionados, a la realidad de cada época. Así, en la mayoría de las plazas de
primera y de segunda, la presencia del cirujano ha sido sustituida por la de un
verdadero equipo quirúrgico.
Rafael Ruiz: Han existido unas escuelas de cirujanos célebres que están en la mente de todos: Oliver Millet, en Barcelona; en Madrid: Jiménez Guinea y Máximo García de la Torre; en Carabanchel, el doctor Lumbreras; en Sevilla, el doctor Leal Castaños y el padre de Ramón, doctor Vila Arenas; Felipe de Luz, Ortiz Clot, Valcarreres… Todos han creado escuela. Y claro, sus hijos y familiares más allegados han seguido sus trayectorias.
Pero hace mucho tiempo que las técnicas de la cirugía han ido evolucionando, como todo en la vida, porque hay que estar al día. Para eso son nuestros congresos, para actualizarnos, para ver lo que hace cada uno en su plaza en determinado momento y poderlo desarrollar si nos ocurre en la nuestra. Nuestra ilusión es que algunos de los que vienen detrás se fueran acoplando a estos equipos de distintas plazas de primera categoría, para que se vayan orientando y viendo qué es la cirugía taurina.
Rafael Ruiz: Han existido unas escuelas de cirujanos célebres que están en la mente de todos: Oliver Millet, en Barcelona; en Madrid: Jiménez Guinea y Máximo García de la Torre; en Carabanchel, el doctor Lumbreras; en Sevilla, el doctor Leal Castaños y el padre de Ramón, doctor Vila Arenas; Felipe de Luz, Ortiz Clot, Valcarreres… Todos han creado escuela. Y claro, sus hijos y familiares más allegados han seguido sus trayectorias.
Pero hace mucho tiempo que las técnicas de la cirugía han ido evolucionando, como todo en la vida, porque hay que estar al día. Para eso son nuestros congresos, para actualizarnos, para ver lo que hace cada uno en su plaza en determinado momento y poderlo desarrollar si nos ocurre en la nuestra. Nuestra ilusión es que algunos de los que vienen detrás se fueran acoplando a estos equipos de distintas plazas de primera categoría, para que se vayan orientando y viendo qué es la cirugía taurina.
Ramón Vila: Mira, Antonio, nosotros vamos
poco a poco admitiendo, con arreglo a las necesidades y a una lucha tremenda
con las empresas, médicos especialistas en todas las plazas de toros. Hay
plazas que tienen internistas, traumatólogos; otras que empiezan a tener cirujanos
cardiovasculares… Yo me juego ahora mismo la mano derecha, que es la que me da
de comer, y qué me digan cuántas clínicas con servicio de urgencias tienen en
su plantilla a tres cirujanos, un anestesista, un hematólogo y un cirujano
cardiovascular en un día de guardia. ¡Muy pocas…! ¡Y están funcionando, les da el
plácet el Ministerio de Sanidad…! Y a nosotros no nos da nada. ¿Y cómo puede
ser…?
¡Y los tenemos…! Claro, cuando ves la plantilla que hay, te preguntas
cómo es posible esto. Y en una
clínica que recibe urgencias a gogó,
no los hay. Y tienen el plácet de Sanidad. ¡Hombre, eso no puede ser…!
Antonio L. Aguilera: Señores, resulta increíble que el colectivo que representan no
tenga sitio en la Comisión Consultiva Nacional de Asuntos Taurinos.
Ramón Vila: Y además te voy a decir una
cosa: nosotros también tenemos algo que decir en la Fiesta de los toros, porque
para nosotros, por ejemplo, y ya vamos a cambiar un poquito el tercio para
hablar de cosas taurinas, lo peor que hay es un pitón escobillado. La gente
dice: ¡Vamos a afeitarlo, porque así no tiene peligro! Sin embargo, nosotros lo
que decimos es que ojalá no se afeite, porque es precisamente el escobillado el
que tiene peligro, no el astifino. El astifino o el que está muy arreglado, ese
produce una herida limpia, pero el escobillado produce unas heridas brutales. Y
la gente se cree que el escobillado no tiene peligro cuando para nosotros es
todo lo contrario. Fíjate tú lo que son las vivencias taurinas de nuestra
especialidad.
Rafael Ruiz: La característica de un pitón en puntas es que produce una herida limpia.
No produce esa serie de destrozos por todos los sitios donde penetra como
ocurre con el pitón astillado, con el que nosotros nos las vemos y deseamos para
poder cohibir todas esas heridas que se forman en el abdomen o en los muslos de
los toreros, con las trayectorias que forman. Cuando vemos un pitón de esas
características nos aterramos, porque la cornada del pitón en tipo de
alcachofa, como se suele decir, forma una serie de destrozos imposibles de
organizarlos bien.
Ramón Vila: Totalmente de acuerdo con
Rafael.
Antonio L. Aguilera: Aunque la pregunta
puede resultar morbosa, al aficionado le gustaría conocer, por aquello de la
superstición del torero al cuarto del hule, como suele comportarse este una vez
allí.
Ramón Vila: No, ellos el pasar al cuarto
del hule lo ven lógico, porque es raro el torero que no haya tenido que pasar
por él. Lo que van es derrotados, porque se ha malogrado una buena faena,
porque no van a tener contratos, porque se les ha cortado la feria, porque no
han podido desarrollar todo lo que llevan dentro. Eso es lo que les da coraje.
En cuanto a la exploración, en cirugía taurina existen dos partes muy
diferenciadas. La primera que hacemos es la visual; es decir, cuando vemos
coger al torero si notamos ese giro trágico que pega en el asta, como por ejemplo
le ocurrió el año pasado al Capea, que le dio un giro que en escasas décimas de
segundo estaba de tener la cabeza arriba a tenerla abajo con el pitón dentro
del muslo. Yo sabía, como cualquier otro cirujano, que la trayectoria había ido
de arriba hacia abajo del muslo, como realmente fue. En segundo lugar, se hace
una exploración rápida para saber la gravedad de la lesión: si sangra
abundantemente, si el enfermo está en schock o no. Si afortunadamente no hay
ninguna urgencia que complique operar a
tumba abierta, pues entonces a
preparar: el enfermo se anestesia, realizas una exploración digital una vez
anestesiado que están los músculos relajados, se exploran todas las
trayectorias pensando siempre por donde entró el pitón y hacia abajo. Y tienes
que acordarte de la forma del pitón, pues no es lo mismo uno abierto, otro
playero u otro corniveleto; igual que si el pitón está limpio o escobillado.
Abres todo lo que hace falta. No hay problema para explorar todas y cada una de
las trayectorias. Esa es la exploración básica y fundamental que hay que
realizar en escaso tiempo en la enfermería de la plaza. Pero, claro, llevas la
imagen grabada desde el primer momento y vas directamente casi al sitio y la
cuestión.
Rafael Ruiz: En el burladero, cuando ocurre la cornada, estás viendo cómo lo ha
cogido, la forma cómo lo ha llevado. Cuando sales corriendo llevas la idea de cómo ese pitón ha destrozado, las
trayectorias ascendentes o descendientes, profundidad, etc. Entonces, cuando
llegas a la enfermería y traen al torero, éste llega en un estado angustioso,
sudoroso, preocupadísimo… Tanto él como toda la cuadrilla que viene detrás y el
apoderado. Lo primero que te preguntan es para cuánto tiempo tiene, el tiempo
que permanecerá inactivo, en el dique seco. Hasta que no reconozcas, explores y
trabajes esa cornada, no sabes calcular la profundidad que puede tener. Pero el
torero llega preocupado, las cornadas duelen muchísimo, es como fuego según
dicen ellos. Los toreros se dan cuenta del estado en qué llegan a la
enfermería. Lo primero es tranquilizar a ese enfermo, sedarlo, canalizar una
vena para a continuación entrar en el acto quirúrgico y operar regladamente lo
que cabe o, en su caso, urgentemente.
Feria de Sevilla de 1978. Paquirri es llevado a la enfermería tras resultar
herido en las dos piernas al banderillear un toro de Osborne. Foto Arjona.
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Antonio L. Aguilera: El caso no
es frecuente, pero los aficionados nos angustiamos cuando se acumula el trabajo
en la enfermería; cuando entra más de un torero en la tarde, o cuando un
diestro lleva varias cornadas, como por ejemplo las de ambos muslos que recibió
Paquirri en Sevilla.
Ramón Vila: Pues mira,
la vivencia que tengo más importante de la cirugía taurina es que si el torero, como el caso que refieres, está consciente, le pregunto. Porque él sabe
perfectamente hasta dónde le ha entrado el pitón. Recuerdo que le pregunté: Paco, ¿qué? Y me contestó: “la gorda es en la
derecha”. Por cierto, era un agujerito como una moneda de cinco duros, y en la
otra, que tenía un boquete grande, me dijo: “en esta no me ha pasado nada y en
la otra me ha metido el pitón entero”.
Ramón Vila examina las heridas operadas a Paquirri. Foto Arjona.
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En el caso del año pasado, Emilio Muñoz, al que le pegaron una cornada curiosa,
porque se trastabilló un poco, quedó de espaldas y el toro le hizo ¡zas! Y casi
nadie se dio cuenta de que le había metido el pitón. Incluso yo llevaba la
imagen de que no le había dado la vuelta y se trataba de una cosa pequeña, de
un puntazo. Al llegar a la enfermería lo primero que me dijo fue: “Ramón, me ha
metido el pitón hasta la mazorca”. Lo miré, tenía una herida pequeñísima al
lado del ano, y le contesté: ¿Pero, Emilio…? Me replicó: “¡Hasta la mazorca, me
lo ha metido hasta la mazorca!”. Y qué razón tenía, pues le había llegado hasta
la vejiga.
Ellos sienten perfectamente la profundidad de la herida y hay que
preguntarles. Evidentemente, si pueden contestar. En caso de que el torero
venga inconsciente, con lo que has visto y considerando cómo era el pitón del toro,
tienes que abrir hasta donde puedas y explorar todas las trayectorias.
Rafael Ruiz: A veces te llueve el
trabajo y hay que tenerlo previsto. Porque puedes estar curando a un torero que
ha entrado y venir otra cornada. Entonces tienes que desdoblar el equipo, saber
si te metes en el quirófano principal, si haces las cosas en otro adyacente o
de entrada. Ahí afuera quedan toreros y tienes que tener en mente que no puedes
entretenerte mucho si es una cosa sin importancia, porque puede entrar otro con
mayor gravedad. En nuestra enfermería, gracias a Dios, tenemos dos equipos
completos, con dos anestesistas, tres cirujanos y el servicio de hematología.
Ramón Vila: No son frecuentes las cornadas repetidas. ¡Pero, al que le toque -como dice Rafael-, las pasa canutas! Porque en ese momento tienes que valorar cuál de los dos. Y a lo mejor dejar a este que ya está anestesiado y ponerte con el otro que entra más grave. Afortunadamente, y vamos a tocar madera, no son muy frecuentes.
Ramón Vila: No son frecuentes las cornadas repetidas. ¡Pero, al que le toque -como dice Rafael-, las pasa canutas! Porque en ese momento tienes que valorar cuál de los dos. Y a lo mejor dejar a este que ya está anestesiado y ponerte con el otro que entra más grave. Afortunadamente, y vamos a tocar madera, no son muy frecuentes.
Antonio L. Aguilera: Otro
aspecto curioso de los toreros es que hasta hace unos años sentían preocupación
cuando los percances se producían en Francia. No se fiaban de los cirujanos
galos, preferían acudir a ustedes incluso alquilaban aviones.
Ramón Vila: Eso tiene dos explicaciones.
Una, que los toreros tienen una forma de ser donde se mitifica todo: a una ganadería,
porque salió un toro así, o el color de un traje, porque con él se consiguió
una gran faena. Mitifican todo. A nosotros, también. Dicen: “Pues fulano de tal
me curó de aquella cornada y es un monstruo”. Pero también tiene otra explicación,
y es la que desgraciadamente puede pasar en España.
Pepe Luis Vargas herido muy grave en Sevilla. Foto Arjona
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Te voy a contar una anécdota: un torero, que además tuvo después la cornada
más grave que yo he tenido en la plaza quitando la de Montoliú, que se llama
Pepe Luis Vargas, me vino una noche de Francia en un avión. Me avisaron que
venía con una cornada. Y cuando llegué vi que tenía una cornada en el muslo,
grande pero relativamente normal. Le pregunté porqué no se había dejado curar
en Francia, y me contestó: “Mire usted,
don Ramón, en Arles no hay enfermería en la plaza. Me llevaron en coche al
hospital, me metieron en la cama, y, de buenas a primeras, se abre la puerta de
la habitación y veo entrar a un médico negro. Y dije que ese tío no sabía nada
de toros y que nos íbamos para Sevilla”. Fíjate hasta donde llega… Y
efectivamente sería un gran cirujano, pero al ser negro…
Rafael Ruiz: Es cierto. Los toreros tienen predisposición por acudir al cirujano que
los curó de un percance anterior, bien porque saliera contento o porque resultó
un éxito. Pero hay que pensar que existen cirujanos especialistas muy buenos,
que asisten a nuestros congresos y presentan unas exposiciones de sus trabajos
realmente buenas. No hay que tener miedo si a un torero lo cogen en Francia,
porque puede quedar muy bien.
Antonio L. Aguilera: La grandeza
de la Fiesta, su inmensa verdad, es que el torero se juega la vida cada tarde,
porque el toro mata. Decía Luis Miguel, que la muerte saca su entrada todos los
días de corrida. Ustedes lo saben mejor que nadie, pues ambos han sido testigos
de excepción al sentir en sus propias carnes la frustración ante lo inevitable,
cuando Avispado mató a Paquirri, y Cubatisto a Manolo Montoliú.
Dr. Ramón Vila en la plaza de la Real Maestranza de Sevilla.
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Ramón Vila: Evidentemente. Lo que sentí
aquel día son unas impresiones personales que nadie puede sentir, quiero decir
lo que todo el equipo médico sintió. Es la impotencia ante la muerte, la que
siente siempre cualquier médico cuando ve morir a un enfermo, no solo en este
caso, sino en todos. Lo que ocurre es que hay veces que te acostumbras a la muerte
por una serie de circunstancias, porque no se puede hacer nada ante una
enfermedad grave… Pero, este caso, una persona joven, fuerte, en plena salud,
que muere trágicamente ante la vista de todo el mundo, pues es muchísimo más
doloroso. De verdad que aquel día fue el peor de mi vida, y ya tengo bastantes
años. Ver a Manolo Montoliú destrozado por dentro, como una auténtica granada…
No vi lo que posteriormente en el vídeo, cuando comprobé como el cimbronazo que
le pegó el toro al meterle el pitón fue absolutamente destructivo.
Pero si
pondría un pequeño adjetivo a la muerte de un torero. La muerte del torero no
es una frustración, es una grandeza. Es frustración morirte cuando subes una
escalera y te caes de espaldas golpeándote la cabeza. Es frustración ir por una
carretera tranquilamente y que salga un tío por la izquierda y te mate. Es
frustración que te dé un infarto cuando estás aquí en esta tribuna y te mueras.
Pero no es frustración morir en grandeza, delante de un toro, haciendo lo que
te gusta, sintiéndolo y llevándote para el recuerdo la gloria más grande que
puede tener una persona: morir en lo suyo.
Si me preguntara alguien dónde me gustaría morir, le contestaría que en el
quirófano con un bisturí en la mano. Pero desgraciadamente no voy a poderlo
hacer.
A lo
mejor, me muero en la cama con una diabetes insípida, o de un infarto que no se
me pueda operar, o de un cáncer… ¡Eso sí que es una frustración! La muerte de
un torero, de poder a poder, como la de Manolo Montoliú nunca es una
frustración, sino una grandeza.
Muchas
veces le he preguntado a amigos toreros, en charlas de chimenea, en los
tendederos de invierno, sobre la muerte, que ellos la aceptan absolutamente:
"¿Qué te gustaría, fulano, que un toro te cogiera y te cortaran una
pierna, o que te matara?”. Todos me contestan igual: "¡Qué me matara!” ¿Es
grande eso o no…? Porque lo otro sería morir en vida, como ha pasado con
algunos toreros que desgraciadamente todos tenemos en el recuerdo; que
siguieron viviendo, pero fueron muertos vivientes, sin ninguna ilusión, sin
ningún sentimiento. Creo que, dentro de la desgracia, lo malo es que Manolo Montoliú
hubiera muerto en el stop de una carretera, porque entonces nadie lo recordaría
con la grandeza y la entereza que hoy lo hacemos.
Rafael Ruiz: Tú recuerdas, Ramón, cuando en
Quito estuve hablando con referencia a la cogida y muerte de Paquirri. Os dije a quinientas personas
que deseaba que ninguno pasara el rato que yo pasé: "¡Qué no se os
presente a ninguno!”.
Ramón,
en sus propias carnes, lo está viviendo. Yo, al día siguiente, quise estar con
él, pero suspendieron la corrida y no pude estar. Por lo menos, estar
moralmente, porque sé que en esos momentos la ayuda entre compañeros es
indispensable.
Y
quería, para terminar, reproducir unas palabras. Son referentes a lo que Manolo
Montoliú dijo cuando salió el nuevo reglamento: "Lo importante es la forma
de picar. Creo que la puya no es el factor de mayor incidencia en el problema
de la fuerza del toro. Esto lo lleva el animal dentro, y lo que influye es la
forma de picar. Pienso que el ministro está abierto a ver cómo se desarrolla
todo cuando entre en vigencia, y hacerlo lo mejor posible por si hay que
reformar algo”.
Antonio L. Aguilera |
Rafael Ruiz: Quiero agradecer a Onda Cero y a
Antonio Luis Aguilera, el habernos emplazado para comentar sobre la cirugía
taurina, pues así la conocerá todo el público aficionado a los toros.
Ramón Vila: Quiero agradecerte, Antonio, que
hayas hecho posible que podamos hablar un poquito aquí, a corazón abierto, de
nuestras preocupaciones, de nuestros intereses y vivencias en cirugía taurina,
para que todo el mundo las conozca. Porque a veces las olvida. Quiero darte las
gracias, una vez más, por haberme traído a Córdoba, y agradecerle a Rafael Ruiz
que haya estado con nosotros, y nos haya acogido como siempre, con el cariño y el
apoyo que nos ha dado siempre. Y quiero desearle que en esta feria de Córdoba
tenga toda la suerte de su lado.
1 comentario:
Excelente "disección" a los cirujanos taurinos. Bravo por tí
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