sábado, 2 de febrero de 2019

EL APODERADO (I)

Por Antonio Luis Aguilera
Manuel Flores Cubero Camará. Foto Marogo
Tertulia taurina celebrada el 3 de abril de 1992 en el Hotel Meliá Córdoba, con el apoderado Manuel Flores CuberoCamará” y el comentarista taurino Rafael Sánchez González. Fue emitida por Onda Cero Córdoba, y figura incluida en el libro Tertulias Taurinas en Córdoba 1991-1992, editado por la Diputación Provincial de Córdoba.

Córdoba no solo mandó en el toreo de barreras hacia fuera, también desde estas hacia dentro. José Flores González, matador de  toros cuya carrera se desarrolla en la “edad de oro del toreo”, revela en los años cuarenta, ya retirado de los ruedos, sus expertos conocimientos sobre los entresijos del planeta taurino y otorga verdadera personalidad a la figura del apoderado, pues define las competencias del torero y las de su representante, mientras deroga tácitamente la hasta entonces vigente figura de un apoderado sin iniciativa alguna, cuya misión se limitaba  exclusivamente a cumplir las órdenes del torero.
José Flores Camará y Manuel Rodríguez Manolete
No cabe duda de que Manolete revolucionó el toreo de su época, pero tampoco de que fue Camará quien hizo valer en los despachos la auténtica dimensión de la gran figura que representaba, rentabilizando sus triunfos para que mandase sin contemplaciones dentro y fuera de los ruedos. El éxito del tándem, como así se le denominó en su momento, solo puede explicarse desde una ilimitada confianza recíproca, verdadero soporte para que las inigualables dotes de cada uno resolvieran, de la forma que lo hicieron, en sus respectivos ámbitos profesionales.
La tragedia de Linares estuvo a punto de marcar el punto final de José Flores como apoderado. Sin embargo, estimulado por amigos y familiares, decide regresar a su actividad. Aún le quedaban cosas por demostrar, entre ellas, que sin la presencia del llorado Manuel siguió mandando en lo suyo, y que el prestigio de la casa Camará -pues el apodo tuvo sucesión con el paso del tiempo en sus hijos Pepe y Manolo-, por seriedad y responsabilidad, otorgaba el sello de figura del toreo a la mayoría de los diestros que representaba.
Para hablar sobre la figura del apoderado, quisimos conocer la opinión de Manuel Flores Cubero, último representante de la dinastía Camará, de quien empezamos diciendo que, acudiendo puntualmente a la cita concertada, nos dejó un testimonio impresionante, porque tenía motivos más que sobrados para cancelarla, debido a que su madre se encontraba gravemente enferma -falleció dos días después de esta tertulia-. Sin embargo, al desplazarse expresamente desde Sevilla a Córdoba, el gesto de Manolo recordaba que el valor de la palabra dada estaba por encima de las circunstancias, por duras que estas fueran.
Nos acompañó en la mesa Rafael Sánchez González, amigo y compañero en la información taurina de la cadena SER en Córdoba.

Antonio L. Aguilera: Seguramente que Rafael, experto en recopilación de datos taurinos, se habrá provisto de la extensa relación de toreros que han sido apoderados por la casa Camará. Sería interesante comenzar el programa con perspectiva histórica.

Rafael Sánchez González
Rafael Sánchez: Creo que casi todo el toreo ha pasado por las manos de Camará. Mi compañero José María Montilla, que siempre ha sido un enamorado de esta casa, en más de una ocasión ha dicho que Córdoba ha mandado en el toreo hasta cuando no ha tenido toreros, porque en el intervalo de tiempo transcurrido entre Manolete y El Cordobés, el que mandó en el toreo fue Camará, que se preocupó y puso todo su interés en que los toreros que él apoderase mandasen en el toreo, lo que quiere decir que quien mandaba también era el apoderado.
Efectivamente he traído una relación y agradezco la presencia de Manuel Flores, porque me ha aclarado que en algunos casos el hecho de decir que tal o cuál espada iba bajo la dirección de la casa Camará, no significa concretamente que su padre fuera el apoderado. 
Así dicho, entre don José Flores o los hermanos Flores Cubero, aquí queda la relación de los toreros que han pasado por las manos de la casa Camará: Manolete, Parrita, Domingo Ortega -en su campaña americana-, Julio Aparicio, Litri, Pedrés, Ordóñez, Cascales, Chamaco, Manolo González, José María Clavel, Diego Puerta Gregorio Sánchez, Curro Romero -en dos ocasiones-, Gómez Terrón, Luis Barceló, Vicente Perucha, los hermanos de la Casa, Paquirri, que fue cuando don José Flores ya entregó prácticamente el mando del apoderamiento, habiendo puesto el malogrado torero en el sitio más alto que puede soñarse en el toreo. Y a partir de ahí, ya solo sus hijos: Paco Alcalde, Roberto Domínguez, Jairo Antonio, Dámaso González, Currillo, Parrita hijo, Miguel Márquez, etc., hasta el apoderamiento de Finito de Córdoba.
Aparicio y Litri en sus inicios, cuando eran apoderados por Camará. Foto Cano
Creo que esta baraja de toreros dice muy a las claras lo que ha significado el nombre taurino de la casa Camará, dentro de lo que representa el dirigir y llevar toreros.
Recuerdo que cuando don José Flores apoderaba, pues los carteles más importantes se componían con toreros que habían pasado por sus manos. Y el sueño más grande de un torero -igual que en el fútbol es pertenecer al Madrid o al Barcelona-, para los chavales que empezaban a torear era que los llevase don José Flores Camará, quien a partir de él tomó auténtica representación la figura del apoderado.
Decirte, Antonio, que no terminaba la baraja de toreros en los citados. Lo que ocurre es que están en el ánimo de todos: Paco Ojeda, Dámaso González, Pepe Luis Vázquez hijo, Julio Robles… De todos puede hablarnos Manolo mejor que nadie.
Antonio L. Aguilera: Tras esta introducción, vamos a escuchar la opinión de Manuel Flores, a quien comenzamos preguntando por la época qué Manolete impone sumando absolutos los ruedos y su padre en los despachos. Suponemos que fue entonces cuando verdaderamente se instituye la figura del apoderado.
Pendientes de la lidia: Guillermo,
 Camará y Manolete. Foto Cano
Manuel Flores: No, lo que se instituye es la figura del apoderado con personalidad propia junto con la del torero al que administraba. El apoderado existe anteriormente en la historia del toreo. Puedo decir que el abuelo de una tía mía fue el apoderado de Lagartijo, se llamaba Poleo. Fíjate si viene el antiguo.
Lo que ocurre es que en aquella época y en anteriores, en la de Belmonte y Gallito -yo conocí personalmente a Domingo Ruiz, que fue un apoderado que tuvo Belmonte; conocí de oídas a Pineda, que era el apoderado de Gallito-, pues estos señores en aquellos momentos eran más bien administradores, no del patrimonio del torero, sino de su profesión taurina. Porque en realidad los que marcaban las pautas, los que decidían, eran los toreros- Ellos les decían a los apoderados que los llamaría tal empresario con el que habían concretado ir a tal sitio, para que mandaran los contratos y se ocuparán de ver la corrida. Pero era el torero quien decía al apoderado lo que tenía que hacer.
Luego llegan los años cuarenta. Un poquito antes mi padre decidió unirse a Manolete, este como torero y él como apoderado. Mi padre empieza desarrollar la personalidad del apoderado que también protagoniza, y se convierte en un protagonista similar al torero, porque él consideraba que el torero tenía que ser protagonista de la barrera hacia dentro, con el toro, y que el protagonismo que el torero hubiera de tener fuera lo asumiría él, con la responsabilidad que conlleva. En parte, para evitar al torero problemas que no debe porque tenerlos, y en parte porque ese tema lo conocía mi padre mucho mejor que el torero que dirigía, en este caso Manolete.
La majestuosa elegancia de Manolete captada por Finezas en Alicante
Manolete confía plenamente en mi padre y mi padre plenamente en Manolete. Cada uno tiene la confianza mutua de que en sus terrenos no tienen porque mezclarse, y hacen un tándem que perdura durante todo el tiempo que Manolete es torero. Y claro, al desaparecer Manolete queda instituida la figura del apoderado.
A mi padre, como es lógico, aquello le afectó mucho, y de la forma en que sucede aún más. Pero al año empiezan los amigos a obligarle, a decirle que la vida hay que resolverla, que hay que sobreponerse.
Y un muchacho en el cual Manolete vio que tenía condiciones para ser torero -que es Aparicio-, pues acude mi padre y este empieza a ayudarle sin ánimo de apoderarle, pero poco a poco va tomando interés. Entonces aparece Litri, y hace el tándem Aparicio-Litri metiéndose de lleno en la profesión.
En aquella época mi hermano Pepe y yo le animamos mucho. No estábamos metidos de lleno en la cosa taurina, estudiábamos en Madrid, pero sabíamos que alguien -más que allegado a la profesión, ajeno a esta-, había dicho que al faltar Manolete desaparecía Camará. Nosotros considerábamos que nuestro padre tenía personalidad propia para que, incluso faltando Manolete, pudiera desarrollar su profesión, y lo animamos mucho para que pudiera demostrar que sabía caminar por sí solo, hecho que demostró con el paso del tiempo.
Miguel Báez Litri y Julio Aparicio. Foto Cano
Innovó en el año 1950, cuando con dos novilleros en la mano mandó en el toreo, estando como estaban Manolo González, Luis Miguel Dominguín, José María Martorell… En aquella época mi padre mandó con dos novilleros en la mano. Fíjate que en el año 1950, en la feria de Valencia, una de las más importantes de la época, solo se celebraron novilladas; no se dio ni una corrida de toros. Luego, cuando ya Litri y Aparicio se hicieron matadores de toros, siguió mandando. Y como bien ha dicho Rafael Sánchez, hizo que Córdoba siguiera mandando en el toreo durante muchos años, incluso hasta que realmente apareció El Cordobés.
Antonio L. Aguilera: Manolo, la pareja Manolete-Camará parece rozar la perfección, pues cada uno mandó en su parcela.
Manuel Flores: Pues sí, roza la perfección. Si me apuras mucho te diría que fue perfecta y creo que nunca se volverá a dar más. ¿Por qué? Pues por una razón muy simple: en Manolete concurrían una serie de circunstancias, pues como torero ha sido la persona que más cualidades importantes reunía para ser una figura del toreo; y después, en aquellas cosas en que tuviera alguna duda, como pudiera ser torear fuera de la plaza, se encontró que mi padre las resolvió perfectamente. Pero las resolvió perfectamente porque había mutua confianza, cada uno en su terreno desarrollaba lo que podía ser.
Te puedo contar la anécdota de como mi padre, llegados los momentos, arreaba a Manolete, porque sabía que era capaz de aquello, y este reaccionaba ante los arreamientos que le hacía...
Antonio L Aguilera: Por favor, continué.
México: Contrasta el gesto severo de Manolete con la
  sonrisa de Garza al saludar con el ganadero de Pastejé.
Manuel Flores: Bueno, pues muy fácil. Eso fue en las postrimerías de Manolete, te hablo del año 1946 en una corrida toros de San Mateo en México, una de las muchas que hubo.
Aquella temporada Lorenzo Garza había llevado durante todo el año una política de que toreaba mejor que Manolete, que era el mejor, que toreaba mejor con la mano izquierda… Andaba el hombre tratando de hacerle competencia. Entonces se dio la casualidad de que torearon una de San Mateo juntos. Lorenzo Garza había estado bien, pero sin redondear en el toro anterior. Manolete salió dispuesto arrimarse como siempre, más con las circunstancias que se habían dado. Y aquél toro, estando toreándolo, empezó a responderle; y cuando le respondió, lo cogió, le pegó una voltereta muy fuerte, se cebó con él, y lo llevaron bastante maltrecho hasta la enfermería, esa es la realidad. Cuando llegó a la enfermería mi padre, que iba detrás -no inmediatamente, pero iba detrás-, se lo encontró en la mesa previa que hay en todas las enfermerías. Lo miró, vio que no tenía ninguna herida, y le dijo:
—¿Tú qué haces ahí? ¿Tú vas a consentir, con los cojones que tienes, que ese te mate el toro?
Madrid. Manolete y su amor propio. Abandonando
la enfermería con gesto tenso y buscando el toro. 
Y el o otro, sin pensárselo dos veces, se levantó de la cama, salió para afuera y le cortó el rabo.
Claro, eso lo hacía mi padre porque tenía confianza de que el hombre le respondía; pero también se echaba la responsabilidad de que cuando salía aquél hombre, de aquella forma, pues lo podía coger el toro y pasarle lo que le ocurrió luego después.
Indudablemente había que llevar la responsabilidad, y arriba estaba El que disponía una cosa u otra, pero había que tener una conciencia y una compenetración tal, para uno poder hacer eso, el otro poder hacer lo otro, y solamente darse explicaciones entre ambos.
Antonio L. Aguilera: Manolo, la palabra confianza debe tener auténtico sentido en la relación torero-apoderado.
Manuel Flores: Pues, sí. Mira, el puesto de apoderado, tal como mi padre lo establece, es un puesto de absoluta confianza. Precisamente, porque hay muchos momentos en los que el torero se tiene que jugar la vida, y el apoderado tiene que instarlo a que se la juegue. ¡Eso es muy duro! Como no haya confianza mutua, ¿dime quién obliga a uno a que se juegue la vida? Tiene que ser una relación de mutua confianza, porque de lo contrario, si aquello sale mal después de tú arrear a un torero para que se juegue el pellejo, al término ya sabes lo que te espera.
Antonio L. Aguilera: Sin duda, esa confianza debe ser fruto de un diálogo sincero. Se nos viene a la memoria un pasaje íntimo de la vida de Paquirri, que fue revelado por el propio torero. Decía que, tras una tarde de éxito en la que cortó tres orejas, mientras se quitaba el vestido en la habitación del hotel, le preguntó a don José Flores qué le había parecido su actuación. La respuesta no pudo ser más sincera, pues le contestó que en lugar de tres orejas pudo haber cortado las cuatro.
Manolo, después de la corrida debe ser fundamental un diálogo reflexivo entre apoderado y torero.
José María Montilla, Rafael Sánchez, Antonio Luis Aguilera, 
Manolo Camará y Andrés Rodríguez Ortigosa. Foto Marogo
Manuel Flores: Sí, el diálogo indudablemente siempre es bueno. Pero, más que inmediatamente después de la corrida, cuando ya los ánimos se han serenado. Tú sabes que las personas en un momento de acaloramiento tratan de defenderse, y en este oficio de torero es donde más disgusta que a uno le digan la verdad. Es lo que más les repele.
Justo en el momento del acaloramiento, recién llegado de una corrida de toros, si reprendes de mala forma, violentamente o con cierto orden al torero, pues este se suele defender. Es mejor esperar a que las cosas se serenen, hacer que rememore los momentos y entonces reprender; o más que reprender, llevar al ánimo del torero las cosas que no se han hecho bien en un momento.
Antonio L. Aguilera: Manolo, una persona de su experiencia verá mejor que nadie la cantidad de coba que le dan a algunos toreros: hoteles abarrotados, palmadas en la espalda, halagos….
Manuel Flores: Sí, por supuesto. Yo, por viejo, he conocido muchas cosas. Y he visto a muchos toreros que de primeras han estado rodeados de halagos y de amigos. Y cuando las cosas no han venido bien el torero y yo hemos estado muy solos en esas habitaciones. Claro, ya uno, a estas alturas, esto lo ve de pasada; y a veces, cuando estás con un muchacho que empieza y ves tanto halago, piensas en la desilusión que se llevará cuando le llegue el momento. Porque ese momento le llega a todos. ¡Que nadie crea lo contrario! Ese momento de soledad les llega a todos; unos lo superan antes y otros después, pero ese momento les llega a todos. 

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