Por Antonio Luis Aguilera
Manuel Flores Cubero. Foto Marogo |
Rafael
Sánchez: Me vais a permitir que tengas
un recuerdo hacia Pepe Camará, que para mí fue una sorpresa.
Desgraciadamente lo conocí tarde, en su etapa de empresario en Córdoba. En diversas
ocasiones que se montó la tertulia, pude comprobar cómo hablaba de toros, con
ese conocimiento y con una gran amenidad. Yo, que soy un hombre que me encanta
oír hablar de toros, quedaba embaucado, porque hablaba realmente bien, y además
te contaba las cosas agradables del toreo. En el taurinismo sabemos que existen
muchos momentos amargos; sin embargo, siempre tenía ese recuerdo grato para la
Fiesta.
Confirmación de alternativa de Paquirri, de manos
de Paco Camino en presencia de José Fuentes.
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—Aprende a ser yunque para cuando seas martillo.
Eso es muy importante, porque hay que decirlo en los
momentos justos, como bien ha dicho Manolo. Y los que hemos seguido a muchos
toreros por amistad o por simpatía, hemos visto en muchas ocasiones esas
habitaciones repletas de público “agradando” al torero porque ha estado bien o
porque ha cortado las orejas. Y luego viene la soledad, esa soledad del mozo de
espadas, que diría es el elemento de mayor intimidad con el diestro cuando no
está el apoderado, pues este, al fin y al cabo, es su confesor espiritual.
Córdoba mandó en el toreo con el tándem Camará y Manolete. |
El apoderado se toma la obligación de velar por la
carrera del torero; digamos, en una mala comparación, que se trata de un
producto que tiene que cuidar, porque a su vez dependen, no ya el éxito de la
propia Fiesta al ser una figura, sino una serie de personas que van
relacionadas con el torero. Entonces ¿qué sucede? Pues que el apoderado tiene
que cuidar al máximo que ese torero vaya con las mejores garantías y pueda
torear un mayor número de festejos.
Y lo quiero decir delante de Manolo Camará porque, si en algún momento estuviera confundido, me
puede corregir. A partir de ahí, entonces se interpreta el mimo del apoderado
hacia el torero: tiene que procurar que vaya con las condiciones óptimas no solo
en el aspecto económico, sino cuidando el cartel, buscar esa ganadería que vaya
más a tono con sus características, evitar que sean unos hierros violentos para
el tipo de toreo que ejecuta el diestro, etc. De ahí en adelante, pues
posiblemente -y esto no se lo achaquemos ni mucho menos a Camará, porque ya ha llovido desde entonces-, ha ido tomando
protagonismo el apoderado. Y en algunos casos ha degenerado -ya los tiempos que
corren-, que con el monopolio ha tomado tanta importancia el apoderado como el
torero.
Sé que me va a decir Manolo que a la hora de la verdad quien estará en el ruedo será el
torero. Y aquí viene a pelo, sin dar nombres, ese torero que le dijo el
apoderado, cuando este le comentaba que iban a torear en un sitio donde le
pagaban un millón de pesetas:
—Don Manuel -conste que no se trata de Manuel
Flores- ya le dicho a usted que no me haga corridas por menos de un millón y
medio de pesetas.
A lo que contestó el apoderado:
—Dame motivos y podré pedir, no uno y medio, sino
dos.
Y claro, es que el torero no cortaba ni una oreja.
Entonces, por mucho que se empeñe el apoderado, difícilmente se puede pedir la
cantidad que el torero pretende ganar.
José Flores González Camará |
Lo que ocurre es que antes, en lugar de hacerse
esa serie de mimos por parte del apoderado al torero, se lo hacían las propias
figuras a sí mismos. Nosotros hemos hablado muchísimo con mi padre. Y él nos
contaba infinidad de cosas de Gallito,
siempre nos relataba de la forma que era, que cuando salía un muchacho lo
cogía, se encerraba con él y acababa en dos minutos… Y en una ocasión recuerdo
que le contestamos:
—Sí, papá pero cuando te ponías al lado de él era
con la de Benjumea y compañía; en cambio, la de Murube y las buenas se las "comía" con Belmonte. No os ponía vosotros. ¡Y eso que era el más poderoso que
había...!
Luego esos cuidados los han tenido siempre todas las figuras. Lo que ocurre es
que antes eran los toreros los que se cuidaban, y después del tándem de mi
padre con Manolete, fue el apoderado
quien asumió esa responsabilidad.
Hay que tener en cuenta que mi padre cuidó a Manolete lo máximo que consideraba debía cuidar a una figura del toreo, pero Manolete siempre tenía sus gestos, en parte de acuerdo con mi padre y en parte porque mi padre lo obligaba, porque para ser figura del toreo había que tenerlos. Hoy en día los toreros tienen pocos gestos. Tienen pocos porque si mi padre como apoderado puso el listón en cuatro, el que vino detrás quiso ponerlo en cinco, y el otro que vino después quiso ponerlo en seis. Ha llegado el momento en que los toreros se cuidan demasiado, se llevan un poco entre algodones. Y eso no es beneficioso sino perjudicial.
Hay que tener en cuenta que mi padre cuidó a Manolete lo máximo que consideraba debía cuidar a una figura del toreo, pero Manolete siempre tenía sus gestos, en parte de acuerdo con mi padre y en parte porque mi padre lo obligaba, porque para ser figura del toreo había que tenerlos. Hoy en día los toreros tienen pocos gestos. Tienen pocos porque si mi padre como apoderado puso el listón en cuatro, el que vino detrás quiso ponerlo en cinco, y el otro que vino después quiso ponerlo en seis. Ha llegado el momento en que los toreros se cuidan demasiado, se llevan un poco entre algodones. Y eso no es beneficioso sino perjudicial.
Antonio L.
Aguilera: José María de
Cossío, en su extraordinaria enciclopedia, pondera las cualidades de don José
Flores y afirma que sus defectos, corregidos y aumentados por sus sucesores, ha
sido los que prevalecen.
Confianza ilimitada entre torero y apoderado |
Antonio L.
Aguilera: Manolo comentaba que los gestos de las
figuras se han difuminado con el paso del tiempo. Ahora que no son habituales las
llaman "gestas" y las anuncian a bombo y platillo.
Rafael Sánchez: Además, Antonio, creo que pierden el
calificativo de gestas. Por ejemplo, cuando Espartaco
se decide a torear la corrida de Miura en solitario, es porque su apoderado
cogió onda de que Joselito lo iba a
desafiar -valga la palabra- para torearla mano a mano; entonces prefiere
torearla en solitario antes de enfrentarse a otro torero, que puede tener más
suerte en el sorteo y poner en entredicho su trayectoria.
Magistral lance rodilla en tierra de Antonio Ordóñez en Sevilla. Foto Arjona |
Hoy, porque el torero se ha convertido en un
producto al que hay que cuidar para sacarle el máximo provecho, pues se le
lleva a con tal cuidado que el aficionado se queda con las ganas de ver la
auténtica rivalidad, con esas divisas que pueden dar la justa medida de los
toreros. Realmente no tienen ningún problema.
Recuerdo un año que Capea toreó más que ninguno. No tuvo suerte en la feria de Zaragoza,
y nada más terminar ésta firmó dos corridas para el año siguiente, cuando no
había salido de la feria con un papel aceptable. Y estoy hablando de un diestro
de la categoría de Pedro Moya. Pero resulta que estaba en manos de una casa muy
poderosa y no importaba que tuviera una mala tarde o varias en una feria
determinada, porque tenía hechas seguras las del año siguiente.
No estamos en los tiempos aquellos en que cortar
una oreja en Madrid abría las puertas de muchas plazas.
Antonio Luis Aguilera y Manuel Flores Cubero. Foto Marogo |
Manuel
Flores: Bueno, sí, desde que soy
aficionado y estoy viendo toros pues he visto la evolución. Indudablemente la
Fiesta ha ido abocada a que lo principal sea el último tercio. Se han perdido
prácticamente los quites, pero no porque los toreros no quieran o no sepan
practicarlos, sino porque realmente los quites se hacían porque había algo que
quitar, que por eso se llamó quite. Realmente ahora no hay nada que quitar,
porque el toro no puede con el caballo, que es cuando se hacían, cuando este
podía con el caballo y había que quitarlo.
"Los quites se hacían porque había algo que quitar" Foto: Ignacio Perelétegui |
Indudablemente, el toro que el ganadero ha ido
formando y criando, lo ha sido pensando siempre en el último tercio. Recuerdo
que entonces, en los años cuarenta, incluso en los cincuenta, no se le pegaba
nunca a un toro más de treinta muletazos. ¡Y ya eran bastantes…! Cuando se
decía que fulano le había pegado treinta pases a un toro era una cosa
importante. Y sin embargo, de los años sesenta para acá, pues había quien
machacaba a un toro y le pegaba cien pases, ochenta, noventa… Y ahora igual.
Claro, el toro de ahora lo han “fabricado” para que admita esos pases, el de
antes no los admitía.
Rafael
Sánchez: También han cambiado los gustos
del público. Hoy difícilmente soportaría una faena de doblegar a un toro, de
dominarle…
Antonio L. Aguilera, Manolo Camará y Andrés Rodríguez. Foto Marogo |
Sí es cierto que el toro tenía bastante más
movilidad de la que tiene ahora. También, que el público ha cambiado de gustos
y exige menos a los toreros. Hoy día se le exige bastante menos a un torero.
Recuerdo de aquella época del toreo los años cincuenta, faenas buenas, de veinte
pases buenos, con el público caliente dispuesto para dar la oreja, y porque la
espada caía dos o tres dedos más baja de lo normal, aquello se diluía
totalmente. No había ni opción para que aquello continuase en plan de éxito.
Sin embargo, ¿ahora cuántos toros vemos matar, no ya en el rincón de Ordóñez, sino
en el sótano del hotel, y se cortan orejas con facilidad…?
Eso quiere decir que los gustos del público han
cambiado también.
Antonio L. Aguilera: Hasta las
broncas han derivado en indiferencia.
Manuel Flores: Ten en cuenta que los públicos de los espectáculos de masas son ya más educados. Y el hecho de meterse con una persona, que en el fondo está más indefensa que quien está arriba en el tendido, pues por ética, ha llegado un momento en que el público le tiene más respeto. No por el hecho de que el torero esté exponiendo la vida, porque quizás antes se exponía más que ahora, pero sí por el hecho del respeto a la persona. Indudablemente, la educación se tiene que notar en algo.
Manuel Flores: Ten en cuenta que los públicos de los espectáculos de masas son ya más educados. Y el hecho de meterse con una persona, que en el fondo está más indefensa que quien está arriba en el tendido, pues por ética, ha llegado un momento en que el público le tiene más respeto. No por el hecho de que el torero esté exponiendo la vida, porque quizás antes se exponía más que ahora, pero sí por el hecho del respeto a la persona. Indudablemente, la educación se tiene que notar en algo.
Antonio L.
Aguilera: Efectivamente,
pero ese respeto del público también favorece a los toreros birlongos.
Manolo Camará |
Rafael
Sánchez: Manolo, el apoderado que lleva a
un torero debe estar identificado con este hombre, pues de lo contrario
difícilmente lo apoderaría, debe tener plena confianza en él. Pero, claro, sin olvidarnos
que el apoderamiento es una profesión, puede existir el torero comercial y el
de gusto. Sin citar toreros actuales, para evitar suspicacias, ¿qué torero le
hubiera gustado apoderar a Manuel Flores, de los que no haya llevado -que ya es
difícil en esta casa-, porque encaje más en sus gustos taurinos?
Manuel
Flores: Hombre, comercialmente…
Rafael
Sánchez: No, comercialmente no, como
aficionado.
Pepe Luis Vázquez. El grandioso torero
del sevillano barrio de San Bernardo.
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Antonio L. Aguilera: Manolo, con la
enorme experiencia de tanta figura del toreo como ha pasado por la casa Camará, ¿qué piensa cuando escucha que
hoy se torea mejor que nunca?
Manuel
Flores: Hoy se torea con más perfección
que antes. ¿Mejor…? No sé si utilizar esta palabra… Lo que ocurre es que se
torea con más perfección, porque el toro se presta a esto, embiste con más templanza.
Por eso los toreros pueden desarrollar mayor número de veces ese toreo templado
que agrada a todo el que sea buen aficionado. ¿Qué se torea mejor…? ¡No!
Rafael
Sánchez: Creo que el toreo como arte no
se puede sacar de lugar. En todo momento se ha toreado, como bien ha dicho
Manolo, en consonancia con los gustos del público y de las divisas que
imperaban. También estoy de acuerdo en que no se puede decir que ahora se torea
mejor que antes. Estoy seguro de que Guerrita
hubiera sido figura hoy, y Espartaco
en la época de Guerrita; aquél coloso
del toreo se hubiera adaptado a lo de ahora.
Rafael Guerra Guerrita |
Antonio L.
Aguilera: Manolo ¿qué le dice esos muchachos de
Córdoba que sueñan con ser toreros?
Manuel
Flores: Pues que sigan soñando, que
tengan mucha afición, mucha paciencia, y que no se les vaya ni una sola ocasión,
que el día que tenga ocasión de torear en público lo hagan con los cinco
sentidos, porque si realmente tienen cualidades desde el primer momento les
saldrá quien les ayude a ser figura del toreo.
Antonio L.
Aguilera: Y ya que hablamos
de chavales ¿qué opinión le merece esa novedad del Reglamento que tanto llama a
la atención del aficionado, sobre que los noveles puedan lidiar erales
despuntados?
Manuel
Flores: Pues, hombre… Creo que es una
medida buena, humanitaria… Pero viene a refrendar lo que hemos hablado antes de
la comodidad que tienen los toreros.
Recuerdo haber oído hablar a mi padre de su época
de principiante. Y uno se lleva las manos a la cabeza cuando entonces, a un
chaval de doce años, lo ponían delante de un toro en puntas de cinco años. A
él, para probarlo, lo llevaron a la Venta de Vargas cuando aún tenía babero,
con once años, y lo pusieron delante de un toro de Félix Moreno, con cinco
años, tuerto, y con las puntas…
Bueno, pues si ahora le van a cortar a los erales
las puntas para poner a los chavales con dieciséis años o más, porque antes
tampoco se les autoriza oficialmente a ponerse, pues… De ahí viene la evolución
del toreo.
Manolete camino de la plaza. En primer plano, José Flores González,
matador de toros y fundador de la célebre dinastía de apoderados.
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Manuel
Flores: No, en el tema del apoderamiento,
no. Ellos son muy aficionados. Tengo uno que es un gran aficionado, de los
buenos, y sería capaz de desarrollar esta profesión como yo o mejor, pero
quiero que ellos siempre tengan otra cosa, otra profesión a desarrollar, que
esto lo tomen, si no como hobby, como segunda profesión.
Es muy desagradable poner la ilusión en un torero
y que, por faldas o mangas aquello se venga abajo en veinticuatro horas.
Rafael
Sánchez: Antonio, quiero agradecer la
oportunidad que me has brindado para estar junto a Manuel Flores. Nosotros, que
hemos estado en algunos momentos en desacuerdo en su etapa de empresario,
siempre hemos encontrado en él talante de diálogo. Esto es muy importante, más
en el mundo del toro, donde tanto desagradecido y tanto incomprendido estamos.
Indudablemente, nuestro agradecimiento a Manolo. Y decirle que nos hacía mucha
ilusión que un torero de Córdoba y el apellido Camará hubiesen podido volar alto, porque sabemos que tanto Finito como torero, y Manuel Flores como
apoderado, van a seguir siendo gente en el toro. Siempre encontrarán en
nosotros, sin lugar a dudas, un amigo.
Manuel Flores: Te agradezco tus palabras. Indudablemente Finito tiene unas cualidades inmejorables para ser una primera o primerísima figura del toreo. Con el tiempo estoy seguro de que llegará, que las desarrollará. A mi, quizás, no me de tiempo ya.
Quiero dar las gracias por darme esta oportunidad
de dirigirme personalmente a la afición cordobesa, para decirle que a nosotros
-la familia Camará-, nos ha
enorgullecido siempre llevar el nombre de Córdoba por todos los sitios que
hemos ido.
Manuel Flores: Te agradezco tus palabras. Indudablemente Finito tiene unas cualidades inmejorables para ser una primera o primerísima figura del toreo. Con el tiempo estoy seguro de que llegará, que las desarrollará. A mi, quizás, no me de tiempo ya.
Mezquita de Córdoba |
Antonio L.
Aguilera: Manolo, muchas
gracias por la atención que ha tenido con nosotros, porque ha hecho posible
este programa sobre la figura del apoderado. Ha sido un lujo ofrecer las palabras
de un extraordinario profesional, digno representante de la dinastía que hizo
mandar a Córdoba en el campo del apoderamiento: la casa Camará.
Gracias también a ti, Rafael, por tu valiosa aportación.
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