lunes, 11 de febrero de 2019

EL APODERADO (y II)


Por Antonio Luis Aguilera
Manuel Flores Cubero. Foto Marogo
2ª parte de la tertulia taurina celebrada el 3 de abril de 1992 en el Hotel Meliá Córdoba, con el apoderado Manuel Flores CuberoCamará” y el comentarista taurino Rafael Sánchez González. Fue emitida por Onda Cero Córdoba, y figura incluida en el libro Tertulias Taurinas en Córdoba 1991-1992, editado por la Diputación Provincial de Córdoba.

Rafael Sánchez: Me vais a permitir que tengas un recuerdo hacia Pepe Camará, que para mí fue una sorpresa. Desgraciadamente lo conocí tarde, en su etapa de empresario en Córdoba. En diversas ocasiones que se montó la tertulia, pude comprobar cómo hablaba de toros, con ese conocimiento y con una gran amenidad. Yo, que soy un hombre que me encanta oír hablar de toros, quedaba embaucado, porque hablaba realmente bien, y además te contaba las cosas agradables del toreo. En el taurinismo sabemos que existen muchos momentos amargos; sin embargo, siempre tenía ese recuerdo grato para la Fiesta.

Confirmación de alternativa de Paquirri, de manos
de Paco Camino en presencia de José Fuentes.
Porque al ser un apoderado de campanillas puede parecer que todo lo que reluce es oro. Sin embargo, los entre bastidores son muy complicados. Y quiero recordar también una anécdota contada por Paquirri, que toreaba en Valencia, en los comienzos de llevarlo don José Flores. El público estuvo más decantado por un torero, que Paquirri reconoció que no había estado tan bien como él, mientras estuvo cicatero a la hora de pedir trofeos para Francisco Rivera -se entregaron en honor hacia ese otro torero-. Cuando lo comentaba entre barreras con Camará, creo que le contesto:
—Aprende a ser yunque para cuando seas martillo.
Eso es muy importante, porque hay que decirlo en los momentos justos, como bien ha dicho Manolo. Y los que hemos seguido a muchos toreros por amistad o por simpatía, hemos visto en muchas ocasiones esas habitaciones repletas de público “agradando” al torero porque ha estado bien o porque ha cortado las orejas. Y luego viene la soledad, esa soledad del mozo de espadas, que diría es el elemento de mayor intimidad con el diestro cuando no está el apoderado, pues este, al fin y al cabo, es su confesor espiritual.

Córdoba mandó en el toreo con el tándem Camará y Manolete. 
Y serían tantas las cosas que nos podría contar Manuel Flores, que nos quedaríamos sorprendidos de lo que representa un apoderado para un torero. De todas formas, Antonio, puede que alguien que esté escuchando la emisión, de los muchos que la oyen, se pregunte que con don José Flores también llegó, paralelamente, al unísono, el decaimiento del toreo. Me parece que es un tema que deberíamos abordar.
El apoderado se toma la obligación de velar por la carrera del torero; digamos, en una mala comparación, que se trata de un producto que tiene que cuidar, porque a su vez dependen, no ya el éxito de la propia Fiesta al ser una figura, sino una serie de personas que van relacionadas con el torero. Entonces ¿qué sucede? Pues que el apoderado tiene que cuidar al máximo que ese torero vaya con las mejores garantías y pueda torear un mayor número de festejos.
Y lo quiero decir delante de Manolo Camará porque, si en algún momento estuviera confundido, me puede corregir. A partir de ahí, entonces se interpreta el mimo del apoderado hacia el torero: tiene que procurar que vaya con las condiciones óptimas no solo en el aspecto económico, sino cuidando el cartel, buscar esa ganadería que vaya más a tono con sus características, evitar que sean unos hierros violentos para el tipo de toreo que ejecuta el diestro, etc. De ahí en adelante, pues posiblemente -y esto no se lo achaquemos ni mucho menos a Camará, porque ya ha llovido desde entonces-, ha ido tomando protagonismo el apoderado. Y en algunos casos ha degenerado -ya los tiempos que corren-, que con el monopolio ha tomado tanta importancia el apoderado como el torero.
Sé que me va a decir Manolo que a la hora de la verdad quien estará en el ruedo será el torero. Y aquí viene a pelo, sin dar nombres, ese torero que le dijo el apoderado, cuando este le comentaba que iban a torear en un sitio donde le pagaban un millón de pesetas:
—Don Manuel -conste que no se trata de Manuel Flores- ya le dicho a usted que no me haga corridas por menos de un millón y medio de pesetas.
A lo que contestó el apoderado:
—Dame motivos y podré pedir, no uno y medio, sino dos.
Y claro, es que el torero no cortaba ni una oreja. Entonces, por mucho que se empeñe el apoderado, difícilmente se puede pedir la cantidad que el torero pretende ganar.
José Flores González Camará
Manuel Flores: Realmente, en parte llevas razón. El apoderado es quien se ha encargado de hacer que el torero desarrolle su labor profesional lo más cómodo posible. Pero eso es una cosa que siempre ha existido.
Lo que ocurre es que antes, en lugar de hacerse esa serie de mimos por parte del apoderado al torero, se lo hacían las propias figuras a sí mismos. Nosotros hemos hablado muchísimo con mi padre. Y él nos contaba infinidad de cosas de Gallito, siempre nos relataba de la forma que era, que cuando salía un muchacho lo cogía, se encerraba con él y acababa en dos minutos… Y en una ocasión recuerdo que le contestamos:
—Sí, papá pero cuando te ponías al lado de él era con la de Benjumea y compañía; en cambio, la de Murube y las buenas se las "comía" con Belmonte. No os ponía vosotros. ¡Y eso que era el más poderoso que había...!
Luego esos cuidados los han tenido siempre todas las figuras. Lo que ocurre es que antes eran los toreros los que se cuidaban, y después del tándem de mi padre con Manolete, fue el apoderado quien asumió esa responsabilidad.
Hay que tener en cuenta que mi padre cuidó a Manolete lo máximo que consideraba debía cuidar a una figura del toreo, pero Manolete siempre tenía sus gestos, en parte de acuerdo con mi padre y en parte porque mi padre lo obligaba, porque para ser figura del toreo había que tenerlos. Hoy en día los toreros tienen pocos gestos. Tienen pocos porque si mi padre como apoderado puso el listón en cuatro, el que vino detrás quiso ponerlo en cinco, y el otro que vino después quiso ponerlo en seis. Ha llegado el momento en que los toreros se cuidan demasiado, se llevan un poco entre algodones. Y eso no es beneficioso sino perjudicial.
Antonio L. Aguilera: José María de Cossío, en su extraordinaria enciclopedia, pondera las cualidades de don José Flores y afirma que sus defectos, corregidos y aumentados por sus sucesores, ha sido los que prevalecen.

Confianza ilimitada entre torero y apoderado
Rafael Sánchez: Siempre ocurre igual. Generalmente, cuando se intenta copiar a una figura lo que se copian son sus defectos. Porque si Camará cuidaba a sus toreros, los demás apoderados lo hacían también, pero Camará en cualquier momento sabía cómo tenía que decirles donde debían dar la cara a la hora de la verdad. No basta solo con decir llevo a este torero y le voy a poner estas corridas comerciales. No, hay que conocer también las posibilidades del torero que llevas. Y el apoderado sabe mejor que nadie cómo cuenta con el torero que lleva en sus manos. Por eso, como dice bien Manolo, posiblemente se estén llevando ya de una manera casi peligrosa, entre algodones, de tal modo que cuando llega el momento de la verdad se las ven y se las desean para salir adelante.
Antonio L. Aguilera: Manolo comentaba que los gestos de las figuras se han difuminado con el paso del tiempo. Ahora que no son habituales las llaman "gestas" y las anuncian a bombo y platillo.
Rafael Sánchez: Además, Antonio, creo que pierden el calificativo de gestas. Por ejemplo, cuando Espartaco se decide a torear la corrida de Miura en solitario, es porque su apoderado cogió onda de que Joselito lo iba a desafiar -valga la palabra- para torearla mano a mano; entonces prefiere torearla en solitario antes de enfrentarse a otro torero, que puede tener más suerte en el sorteo y poner en entredicho su trayectoria.
Magistral lance rodilla en tierra de Antonio Ordóñez en Sevilla. Foto Arjona
Cuando un torero ve su carrera un poco mermada recurre a esas ganaderías más encastadas y difíciles para recuperar el sitio. Sin embargo, nunca en la historia del toreo las gestas quedan reducidas a cuatro cosas. De ahí que como aficionados tengamos que decir que Antonio Ordóñez, en cuanto a los hierros que toreó, quizás sea de las últimas figuras del toreo que han pasado con mayor dignidad, porque sus últimos fueron con toros del Conde de la Corte, Pablo Romero, etc.
Hoy, porque el torero se ha convertido en un producto al que hay que cuidar para sacarle el máximo provecho, pues se le lleva a con tal cuidado que el aficionado se queda con las ganas de ver la auténtica rivalidad, con esas divisas que pueden dar la justa medida de los toreros. Realmente no tienen ningún problema.
Recuerdo un año que Capea toreó más que ninguno. No tuvo suerte en la feria de Zaragoza, y nada más terminar ésta firmó dos corridas para el año siguiente, cuando no había salido de la feria con un papel aceptable. Y estoy hablando de un diestro de la categoría de Pedro Moya. Pero resulta que estaba en manos de una casa muy poderosa y no importaba que tuviera una mala tarde o varias en una feria determinada, porque tenía hechas seguras las del año siguiente.
No estamos en los tiempos aquellos en que cortar una oreja en Madrid abría las puertas de muchas plazas.
Antonio Luis Aguilera y Manuel Flores Cubero. Foto Marogo
Antonio L. Aguilera: Manolo, con tantas figuras del toreo como han pasado por las manos de la dinastía Camará, seguramente habrá observado de forma privilegiada la evolución de la Fiesta en estos últimos cincuenta años.
Manuel Flores: Bueno, sí, desde que soy aficionado y estoy viendo toros pues he visto la evolución. Indudablemente la Fiesta ha ido abocada a que lo principal sea el último tercio. Se han perdido prácticamente los quites, pero no porque los toreros no quieran o no sepan practicarlos, sino porque realmente los quites se hacían porque había algo que quitar, que por eso se llamó quite. Realmente ahora no hay nada que quitar, porque el toro no puede con el caballo, que es cuando se hacían, cuando este podía con el caballo y había que quitarlo.
"Los quites se hacían porque había algo que quitar"
Foto: Ignacio Perelétegui
Luego, como normalmente antes el toro pesaba cien o algunos kilos menos que ahora, tenía mayor movilidad y entraba dos o tres veces al caballo, porque de primeras no se picaba. Entonces tenía que entrar al caballo y por turno cada matador estaba en su derecho de hacer el quite, si pensaba que era el momento idóneo. Claro, como eso se acabado, pues se ha terminado la competencia.
Indudablemente, el toro que el ganadero ha ido formando y criando, lo ha sido pensando siempre en el último tercio. Recuerdo que entonces, en los años cuarenta, incluso en los cincuenta, no se le pegaba nunca a un toro más de treinta muletazos. ¡Y ya eran bastantes…! Cuando se decía que fulano le había pegado treinta pases a un toro era una cosa importante. Y sin embargo, de los años sesenta para acá, pues había quien machacaba a un toro y le pegaba cien pases, ochenta, noventa… Y ahora igual. Claro, el toro de ahora lo han “fabricado” para que admita esos pases, el de antes no los admitía.
Rafael Sánchez: También han cambiado los gustos del público. Hoy difícilmente soportaría una faena de doblegar a un toro, de dominarle…
Antonio L. Aguilera, Manolo Camará y Andrés Rodríguez. Foto Marogo
Manuel Flores: Las faenas esas de doblegar y poder, las de Domingo Ortega de los años treinta, y de Marcial Lalanda… Yo me precio de haber visto torear a Juan Belmonte vestido de torero -que no es cosa pequeña-, y en el toreo, desde los años cuarenta hacia acá, no ha salido ningún toro que necesitase ese tipo de toreo que dicen que hacía Domingo Ortega en los años treinta. Lo que ocurre es que el toro no aguantaba más de treinta pases, y el torero en esos treinta pases tenía que estar bien con el toro.
Sí es cierto que el toro tenía bastante más movilidad de la que tiene ahora. También, que el público ha cambiado de gustos y exige menos a los toreros. Hoy día se le exige bastante menos a un torero. Recuerdo de aquella época del toreo los años cincuenta, faenas buenas, de veinte pases buenos, con el público caliente dispuesto para dar la oreja, y porque la espada caía dos o tres dedos más baja de lo normal, aquello se diluía totalmente. No había ni opción para que aquello continuase en plan de éxito. Sin embargo, ¿ahora cuántos toros vemos matar, no ya en el rincón de Ordóñez, sino en el sótano del hotel, y se cortan orejas con facilidad…?
Eso quiere decir que los gustos del público han cambiado también.
Antonio L. Aguilera: Hasta las broncas han derivado en indiferencia.
Manuel Flores: Ten en cuenta que los públicos de los espectáculos de masas son ya más educados. Y el hecho de meterse con una persona, que en el fondo está más indefensa que quien está arriba en el tendido, pues por ética, ha llegado un momento en que el público le tiene más respeto. No por el hecho de que el torero esté exponiendo la vida, porque quizás antes se exponía más que ahora, pero sí por el hecho del respeto a la persona. Indudablemente, la educación se tiene que notar en algo.
Antonio L. Aguilera: Efectivamente, pero ese respeto del público también favorece a los toreros birlongos.
Manolo Camará 
Manuel Flores: Si, indudablemente. Si el público les exigiese los toreros, por ejemplo, en el caso que he dicho antes, que si a un torero le cae la espada al entrar a matar un dedo dos más abajo de lo que es la cruz del toro -que era lo que se exigía antes- todo lo que hubiera hecho no sirviera para nada, aseguro que el torero se esmeraría en matar los toros por arriba como antes ocurría. Lo que ocurre es que como el público ha ido evolucionando y admitiendo eso que es más fácil que lo otro, pues el torero ha ido adaptándose a su propia comodidad. ¿Es lógico, no?
Rafael Sánchez: Manolo, el apoderado que lleva a un torero debe estar identificado con este hombre, pues de lo contrario difícilmente lo apoderaría, debe tener plena confianza en él. Pero, claro, sin olvidarnos que el apoderamiento es una profesión, puede existir el torero comercial y el de gusto. Sin citar toreros actuales, para evitar suspicacias, ¿qué torero le hubiera gustado apoderar a Manuel Flores, de los que no haya llevado -que ya es difícil en esta casa-, porque encaje más en sus gustos taurinos?
Manuel Flores: Hombre, comercialmente…
Rafael Sánchez: No, comercialmente no, como aficionado.
Pepe Luis Vázquez. El grandioso torero
 del sevillano barrio de San Bernardo.
Manuel Flores: Hombre, como aficionado me hubiera gustado apoderar a Pepe Luis Vázquez, padre. Era un gran torero, superdotado inteligentemente, un torero para que el apoderado disfrutase viéndolo, y además con la confianza de que iba a resolver una serie de problemas que a otro tipo de torero pues le costaba trabajo resolver, o si los resolvía lo hacía con más angustia para el apoderado que como los resolvía Pepe Luis Vázquez. Creo que ese es el torero que me hubiese gustado apoderar.
Antonio L. Aguilera: Manolo, con la enorme experiencia de tanta figura del toreo como ha pasado por la casa Camará, ¿qué piensa cuando escucha que hoy se torea mejor que nunca?
Manuel Flores: Hoy se torea con más perfección que antes. ¿Mejor…? No sé si utilizar esta palabra… Lo que ocurre es que se torea con más perfección, porque el toro se presta a esto, embiste con más templanza. Por eso los toreros pueden desarrollar mayor número de veces ese toreo templado que agrada a todo el que sea buen aficionado. ¿Qué se torea mejor…? ¡No!
Rafael Sánchez: Creo que el toreo como arte no se puede sacar de lugar. En todo momento se ha toreado, como bien ha dicho Manolo, en consonancia con los gustos del público y de las divisas que imperaban. También estoy de acuerdo en que no se puede decir que ahora se torea mejor que antes. Estoy seguro de que Guerrita hubiera sido figura hoy, y Espartaco en la época de Guerrita; aquél coloso del toreo se hubiera adaptado a lo de ahora.
Rafael Guerra Guerrita
Siempre recurrimos al ejemplo del atleta que ganó la medalla de oro en el salto de altura en Berlín en 1942. Esa altura la saltan hoy cuarenta, pero entonces era el único que la saltaba, y no se puede decir ahora que lo de aquél hombre no tenía importancia. Las cosas no se pueden extrapolar. Hay que considerar a las figuras en el momento que lo han sido, más en una profesión en la que cada vez se exige más. Fijaros como un chaval que empieza tiene que clavar los pies en el sitio, porque de lo contrario le están diciendo que no sirve cuando ni tan siquiera ha podido demostrar lo que lleva dentro. ¡Es dificilísimo ser torero! De ahí nuestra admiración por todo cuanto circunda alrededor del toro.
Antonio L. Aguilera: Manolo ¿qué le dice esos muchachos de Córdoba que sueñan con ser toreros?
Manuel Flores: Pues que sigan soñando, que tengan mucha afición, mucha paciencia, y que no se les vaya ni una sola ocasión, que el día que tenga ocasión de torear en público lo hagan con los cinco sentidos, porque si realmente tienen cualidades desde el primer momento les saldrá quien les ayude a ser figura del toreo.
Antonio L. Aguilera: Y ya que hablamos de chavales ¿qué opinión le merece esa novedad del Reglamento que tanto llama a la atención del aficionado, sobre que los noveles puedan lidiar erales despuntados?
Manuel Flores: Pues, hombre… Creo que es una medida buena, humanitaria… Pero viene a refrendar lo que hemos hablado antes de la comodidad que tienen los toreros.
Recuerdo haber oído hablar a mi padre de su época de principiante. Y uno se lleva las manos a la cabeza cuando entonces, a un chaval de doce años, lo ponían delante de un toro en puntas de cinco años. A él, para probarlo, lo llevaron a la Venta de Vargas cuando aún tenía babero, con once años, y lo pusieron delante de un toro de Félix Moreno, con cinco años, tuerto, y con las puntas…
Bueno, pues si ahora le van a cortar a los erales las puntas para poner a los chavales con dieciséis años o más, porque antes tampoco se les autoriza oficialmente a ponerse, pues… De ahí viene la evolución del toreo.
Manolete camino de la plaza. En primer plano, José Flores González,
matador de toros y fundador de la célebre dinastía de apoderados.
Antonio L. Aguilera: Manolo ¿continuará la dinastía Camará a través de sus hijos?
Manuel Flores: No, en el tema del apoderamiento, no. Ellos son muy aficionados. Tengo uno que es un gran aficionado, de los buenos, y sería capaz de desarrollar esta profesión como yo o mejor, pero quiero que ellos siempre tengan otra cosa, otra profesión a desarrollar, que esto lo tomen, si no como hobby, como segunda profesión.
Es muy desagradable poner la ilusión en un torero y que, por faldas o mangas aquello se venga abajo en veinticuatro horas.
Rafael Sánchez: Antonio, quiero agradecer la oportunidad que me has brindado para estar junto a Manuel Flores. Nosotros, que hemos estado en algunos momentos en desacuerdo en su etapa de empresario, siempre hemos encontrado en él talante de diálogo. Esto es muy importante, más en el mundo del toro, donde tanto desagradecido y tanto incomprendido estamos.
Indudablemente, nuestro agradecimiento a Manolo. Y decirle que nos hacía mucha ilusión que un torero de Córdoba y el apellido Camará hubiesen podido volar alto, porque sabemos que tanto Finito como torero, y Manuel Flores como apoderado, van a seguir siendo gente en el toro. Siempre encontrarán en nosotros, sin lugar a dudas, un amigo.
Manuel Flores: Te agradezco tus palabras. Indudablemente Finito tiene unas cualidades inmejorables para ser una primera o primerísima figura del toreo. Con el tiempo estoy seguro de que llegará, que las desarrollará. A mi, quizás, no me de tiempo ya.

Mezquita de Córdoba
Quiero dar las gracias por darme esta oportunidad de dirigirme personalmente a la afición cordobesa, para decirle que a nosotros -la familia Camará-, nos ha enorgullecido siempre llevar el nombre de Córdoba por todos los sitios que hemos ido.
Antonio L. Aguilera: Manolo, muchas gracias por la atención que ha tenido con nosotros, porque ha hecho posible este programa sobre la figura del apoderado. Ha sido un lujo ofrecer las palabras de un extraordinario profesional, digno representante de la dinastía que hizo mandar a Córdoba en el campo del apoderamiento: la casa Camará.
Gracias también a ti, Rafael, por tu valiosa aportación.


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