Por Antonio Luis Aguilera
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Rafael Guerra Bejarano. Foto Montilla |
Caía la tarde del 11 de junio de
1899, cuando en la fonda de doña Gregoria Echezarreta, cuartel general
de Rafael Guerra Bejarano y su cuadrilla en los desplazamientos a la
Villa y Corte, al quitarse el traje de luces que lució por última vez en la
capital de España, harto de la hostilidad del público, le dijo a su amigo José
Bilbao: “Pepe, no toreo más en Madrid ni para beneficio del lucero del
alba“. Era el anuncio de la retirada del torero más poderoso de su época,
que durante su carrera había participado en doce corridas benéficas, siete de
ellas en Madrid. La despedida tuvo lugar el 15 de octubre de ese año en
Zaragoza, plaza donde el II Califa del toreo, vestido de gris plomo y oro, puso
final a su impresionante paso por los ruedos estoqueando al toro Limón,
colorado ojo de perdiz, de la ganadería de don Raimundo y don Jorge
Díaz. “No me voy, me echan", dijo con amargura a los suyos. Al conocer
la noticia el historiador don Luis Carmena y Millán, envió al domicilio del torero en
Córdoba el siguiente telegrama: "Mi enhorabuena y un abrazo; felicite a
Dolores. Hoy empieza el reinado de los maletas. L.C”.
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Guerrita y Judío, de Miura. Sevilla, 16/4/1895. Foto Montilla
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Lejos
quedaba el 8 de septiembre de 1876, cuando contando trece años de edad Guerrita
debutó en Andújar (Jaén), integrado en la Cuadrilla Juvenil Cordobesa fundada
por Francisco Rodríguez Caniqui, comienzos en los que llegó a
anunciarse como El Airoso y Llaverito. Su
extraordinaria torería pronto le facilitó la contratación como banderillero en
las cuadrillas de Manuel Díaz Lavi, Manuel Molina, Valentín
Martín, Manuel Fuentes Bocanegra, Fernando Gómez el
Gallo y Rafael Molina Lagartijo, su paisano y maestro,
que finalmente le otorgó la alternativa. Estos fueron los inicios profesionales
de uno de los espadas más grandiosos de la historia, de un coloso que, por
saber, hasta supo irse a tiempo, en pleno esplendor, ejerciendo de rey del
toreo, sin que nada le quedara por demostrar ante los toros. Precisamente fue
ese inmenso magisterio, del que con legítimo orgullo presumió toda su vida, lo
que no le perdonó el público de su tiempo, el “respetable”, al que ayer como
hoy parece cansar la regularidad en el triunfo de las auténticas figuras del
toreo.
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Guerrita, entrando a matar |
Pocos años antes de su muerte, Guerrita fue entrevistado
por don José María Carretero,
revistero cordobés nacido en Montilla, para El Libro de los Toreros
(Ediciones Caballero Audaz. Madrid, 1947), al que declaró:
“... Como la gente creía que yo
era el amo del toreo, resultaba que de todo lo que pasaba en las plazas me
hacían responsable a mí... Yo pensé que el tomarla conmigo obedecía a
que al público le cansa tener que aplaudir siempre al mismo artista... A la
gente le gusta encumbrar un torero y poderlo hundir cuando quiera, apenas le
llame la atención otra novedad. Pero conmigo no les valía... Desde que tomé la
alternativa no hicieron más que ponerme toreros enfrente e imaginar
competencias... Con Lagartijo, al que yo quería y respetaba como a un
maestro; con Mazzantini, con el Espartero, con Reverte,
con Fuentes, con el Algabeño, con Emilio Bomba...
Pero tuve suerte y amor propio y me mantuve siempre en mi puesto”.
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Guerrita, en su club de la calle Gondomar. Foto Montilla |
Rafael Guerra Guerrita, último
rey del toreo del siglo XIX, actuó como espada de alternativa durante trece
años, sumando 892 corridas, 21 de ellas como único espada, estoqueando 2.339
toros y sufriendo 15 percances de consideración. Pero su figura no ha sido comprendida
por quienes la analizan superficialmente, recreándose en anécdotas y
sentencias, sin entender lo que verdaderamente representó en el toreo de su
época y en el de nuestro tiempo. La Tauromaquia redactada bajo su dirección
técnica, publicada en 1896 por Leopoldo Vázquez, Luis Gandullo y Leopoldo López de Sáa,
revela que si hubo un diestro que intuyó el toreo del siglo XX, con otro toro que
habría de tener mayor fijeza y bravura, ese fue el Guerra, al que tampoco
comprendieron cuando sentenció: “Después de mí, naide, y después de naide, Fuentes”. Bien sabía el cordobés que el
trono que dejaba vacante no tenía sucesor. No se equivocó, porque nadie lo
ocuparía hasta tres lustros después, cuando Joselito, abrazando
los preceptos de su Tauromaquia, la pusiera en valor para toda la torería
andante.
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Los cuatro ases. Foto Montilla |
No entendieron
la historia quienes atribuyen a Juan Belmonte la paternidad del toreo
moderno, porque en la instauración y desarrollo de ese toreo resultaron
determinantes Guerrita y Joselito, a quienes con
escaso rigor analítico algunos otorgan en el reparto un guión de actores
secundarios. Mienten quienes afirman que Rafael
Guerra y Gallito fueron
poco más que dos lidiadores de inmenso poder que esquivaban con magistral destreza
las embestidas. Fueron el faro que iluminó la oscuridad, para que un trianero
genial pudiera acortar las distancias y manifestar un temple excepcional, que cambiaría
el rumbo del toreo hacia una lidia más sosegada, de superior rango artístico, donde
el juego de los brazos dominaría las embestidas destronando el protagonismo de las
piernas. Porque para que Juan Belmonte pudiera ceñir el toreo, y pararse
con los toros para interpretar la verónica tan magistralmente, fue necesario que
Guerrita cambiara los preceptos de la antigua verónica, donde el diestro
citaba de frente y levantando los brazos despedía la embestida, enseñando que
con el cite de costado el torero juega indistintamente ambos miembros y
articula el lance. Entonces le llamaron ventajista, pero gracias a esa
“ventaja” el lance de la verónica recibió tratamiento de alteza en las manos de Belmonte
y otros extraordinarios intérpretes como Chicuelo, Curro
Puya, Cagancho, Rafael de Paula, Finito
de Córdoba, Morante de la Puebla...
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Joselito deja la muleta en la cara |
Mas la Tauromaquia del Guerra no termina en el primer tercio de la lidia, sino que contempla
la ligazón de los pases en el toreo de muleta, al preceptuar el diestro que el pase regular (natural) se
instrumentará estirando el brazo hacia atrás, describiendo con los vuelos de la
muleta un cuarto de círculo, y no se rematará necesariamente con el de pecho,
sino que se repetirá tantas veces como sea posible. Y Gallito aplicó esta técnica
en su modelo de faena, toreando al natural sin despedir al toro en línea recta,
dejándole colocada la muleta al final del pase para invitarlo a ir hacia atrás
y repetir la suerte por los terrenos de adentro. Fueron los primeros capítulos
de un toreo nuevo, carente aún del reposo y perfeccionamiento que alcanzaría después,
pero de una dimensión histórica definitiva, porque se trataba de la técnica que
iba a permitir el toreo actual.
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Joselito, considerado por Guerrita un prodigio de torero |
Guerrita
fue un espada colosal que, como Joselito, vivió por
y para el toreo. Fue tan portentoso que algunos historiadores, por largo y
dominador de todas las suertes, consideran al II Califa de Córdoba como el torero
más completo de la historia. Pepe Alameda, en su indispensable obra “Historia
verdadera de la evolución del toreo” (Bibliófilos Taurinos. México D.F. 1985), enseñó
que para comprender la historia del toreo es necesario hablar de antes y
después del Guerra, por tratarse de la figura que establece la frontera
entre el toreo de Lagartijo y Frascuelo, que en Guerrita
alcanza la más alta cota de perfección, y el preceptuado en su Tauromaquia, que
interpretado solidariamente por Joselito y Belmonte, y recreado
artísticamente por la maravillosa ligazón de los pases de Manuel Jiménez
Chicuelo, implanta definitivamente la regularidad de Manuel
Rodríguez Manolete, con su valerosa forma de obligar a los
toros, para que llegue hasta nuestros días. He aquí la historia de un
nuevo modo de torear, el sistema que liga los pases en redondo, que no puede explicarse
sin la profunda huella de Córdoba y Sevilla, ciudades determinantes en el curso
del toreo. O sin Sevilla y Córdoba, las dos bañadas por el Guadalquivir, al-wadi
al-Kabir, “el río grande”, cuyas riberas tanto saben de toros.
2 comentarios:
Simplemente genial, Antonio Luís
Esto es disfrutar y aprender a la vez...Ojalá pudiera hacerlo la mitad de bien en mi espacio
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