Por Antonio Luis Aguilera
Manolete y Pepe Luis en San Sebastián. Foto José Lara |
El pasado 21 de diciembre se cumplieron cien años del nacimiento de una grandiosa figura del toreo: Pepe Luis Vázquez, que falleció en su Sevilla natal el 19 de mayo de 2013. Fue el espada que más ocasiones actuó con Manolete, de quien en este mes de agosto se cumplen 75 años de la trágica tarde de Linares. Entre ambos diestros existió un estrecho vínculo profesional y personal; en la profesión compartieron 135 paseíllos, distribuidos en 120 corridas de toros, 8 novilladas con picadores y 7 festivales benéficos; en lo personal existió una sincera y recíproca admiración como toreros entre José y Manolo —de esta forma se llamaban ellos—, que afortunadamente estuvo por encima de las absurdas estrategias y "duros" desafíos ideados por Marcial Lalanda, apoderado del prudente diestro sevillano —quien nunca perdonó a Manolete que le anticipara su retirada—, para erosionar las amargas postrimerías del indiscutible rey del toreo de los años cuarenta, con la connivencia del crítico del diario ABC Gregorio Corrochano, el más influyente de la época.
Chicuelo al natural con el toro Corchaíto. Madrid 24/5/1928. Foto familia Chicuelo |
Abrimos un paréntesis para recordar que años antes, el célebre Corrochano, como el perejil de todas las salsas, se había despachado a su gusto contra Joselito "el Gallo" —a quien hizo la vida imposible hasta el pacto de "La Estrecha", un restaurante de Madrid donde se celebró un almuerzo a instancias de Ignacio Sánchez Mejías, cuñado de Joselito, para lograr un armisticio con el crítico, que desgraciadamente conduciría al grandioso torero a la muerte en la plaza de Talavera de la Reina, donde para reconducir las relaciones acordó torear ganado de María Josefa Corrochano, viuda de Ortega y tía del crítico, siendo empresario del festejo un hijo de esta, Venancio Ortega Corrochano, con quien acordaría actuar cobrando la mitad de sus honorarios en esas plazas—. De igual forma, Corrochano ninguneó a un torero de la tremenda importancia histórica de Manuel Jiménez "Chicuelo", el creador de la ligazón del toreo en redondo, que agrupa los pases en series alternando los terrenos de adentro y de afuera, es decir, la faena actual. Y por si fuera poco, se cebó en sus delirantes juicios sobre el toreo de perfil, el de Manolete, a quien no tuvo el menor reparo de calificar como "ventajista", en clara insinuación de cobardía, y al que con verdadero desprecio también llamó «banquero» en sus crónicas. Curiosamente, durante tres décadas de la historia del toreo, Gregorio Corrochano, utilizando la fuerza del medio donde escribía, estableció hostilidades contra los tres toreros considerados como auténticos arquitectos del toreo actual, aunque por fortuna la historia acabó poniendo a cada uno en su sitio. Cerramos paréntesis.
Excelso natural de Pepe Luis Vázquez en Sevilla |
Manuel Rodríguez Sánchez jamás tuvo reparos en manifestar su profunda admiración por Pepe Luis, en elogiar su arte y ponerlo como ejemplo del bien torear en las conversaciones donde se hablaba del espada sevillano, y no solo por su exquisito acento artístico, sino por la cabeza privilegiada que tenía para adivinar las condiciones de los toros. Pepe Luis fue, sin la menor de las dudas, el torero que más le gustaba a Manolete, que dicho sea de paso admiraba a todos sus compañeros, porque según él todos tenían algo, y nunca permitió —lo repetía Guillermo González Luque, su fiel mozo de espadas— que en su presencia se hablase mal de ninguno. Nos contó Manuel Sánchez de Puerta, amigo íntimo del «monstruo», que cada vez que alguien del grupo de amigos le ponía reparos al torero sevillano, Manolo atajaba pronto diciendo: «¡Ustedes no tienen ni idea de lo que dicen, porque no han visto torear bien a Pepe Luis, que de verdad chorrea almíbar toreando. Cuando a José se le cae el mechón de pelo a la frente no hay nadie que pueda torear mejor».
Dos jovenes novilleros que harían historia: Manolete y Pepe Luis |
En el año 1997, dentro del programa de actos programados para conmemorar el cincuenta aniversario de la
muerte de Manolete, se celebró en el Salón
Liceo del Círculo de la Amistad de Córdoba, una charla coloquio donde intervino el maestro Pepe Luis, desplazado expresamente desde la ciudad hispalense para
recordar a Manuel. Aquella noche, el «Sócrates de San
Bernardo» manifestó que Manolete
“era el torero que más quieto se quedaba y eso impresionaba”, y quiso matizar que fue “el que mejor mataba a los toros, según él, el mejor de
todas las épocas”. En una entrañable intervención, a veces visiblemente emocionado, aseguró que Manolete dejó la impronta
de una casta torera de las más importantes, rubricando que sin Córdoba y Sevilla no se
podría escribir la historia del toreo. Recordó una anécdota que definía la pureza de Manuel, al referir que una tarde, en la
plaza de Palencia, cuando cosa rara en el espada cordobés no hallaba forma de matar a un toro, él le dijo desde tablas: “¡Manuel, a los bajos…!”. Y Manolete,
que seguía pinchando arriba, le contestó: “¡José, si no sé tirar a los bajos!”.
Manolete viendo doblar al toro. Foto Gonsanhi |
Para conocer mejor el
testimonio de Pepe Luis sobre Manolete, recurrimos a la extensa
entrevista que ofrece uno de los mejores libros escritos sobre la figura del torero cordobés: «Vida y tragedia de
Manolete», del periodista Filiberto
Mira, editado en 1984 por la revista taurina “Aplausos”. Al ser preguntado Pepe
Luis cómo pensaba él que lo valoraba Manolete, contestó:
«Pues la verdad, sin jactancia, debo decirte que tanto como yo a él. Esa mutua
admiración era consecuencia de la forma diferente que teníamos de entender el
toreo. Yo creo que nos complementábamos. Recuerdo que una tarde toreamos una
corrida “muy en tipo Parladé”, en
Algeciras. Alternó con nosotros Domingo
Ortega. Ellos esa tarde no tuvieron suerte, y yo mucha. Me parece que le
corté las orejas y los rabos a mis dos toros. Todavía estaban ellos en la plaza
al terminar la corrida. Manolete le
dijo a Domingo, para que lo oyera
yo: “Menos mal, Domingo, que a este
le falta algo de bragueta como dicen. Si tuviera todavía más, nos mandaba a ti
y a mí a los albañiles”».
También quiso Pepe Luis expresar en esta entrevista la
categoría humana de Manolete como compañero, recordando esta preciosa anécdota:
«Lo que más le
repugnaba a Manolete era verse en
ridículo. Un día, por ayudarme a mí, pasó en la plaza un rato malísimo. Fue
aquí en Sevilla. Era una extraordinaria corrida de la Cruz Roja. Toreábamos
toros de Saltillo (con el hierro de
doña Enriqueta de la Cova), Álvaro Domecq, Manolete, El Andaluz y
yo. Álvaro, Manolete y El Andaluz
habían triunfado y yo no cuando salió el quinto toro, que desgraciadamente me
tocó a mí. Fue un «saltillo» burriciego y con mucha «malaje». Matar aquel toro
fue una «agonía» para mí. No encontraba la fórmula de meterle como fuera la
espada. Temí que me lo echaran al corral. Eso, y en Sevilla, me descompuso los
nervios. Había sonado ya el primer aviso. Estaba a punto de sonar el segundo.
Yo y mi cuadrilla estábamos agotados del esfuerzo. Sentí junto a mí la voz de Manolete. Había cogido un capote y se
puso a mi vera, como si fuera mi peón de confianza. Intentaba que aquel toro
humillara para que yo lo pudiera descabellar. Como el toro era burriciego, en
un instante dejó de verme a mí, pero se fijó en Manolete que tenía el cuerpo flexionado para obligarlo a humillar. Se
le arrancó de improviso a Manolo,
que no tuvo más remedio que correr de espaldas, para no perderle la cara al
toro. Como no sabía correr, lo hizo de una forma rara y perdió las dos
zapatillas. Tuvo que meterse en un burladero como pudo. La gente se rió, pero a
mí fue el día que mayor admiración me causó. Nunca, ningún otro compañero me
demostró, en la plaza, ser tan humano».
Manolete y Pepe Luis, Zaragoza 1943, Foto José Lara |
Preguntado Pepe Luis donde situaba a Manolete en relación con los toreros que él había visto torear, manifestó:
«Aunque solo alterné
en festivales con Belmonte, te diré
las equivalencias que tenían, en mi opinión, Juan Belmonte y Manolete.
Belmonte tuvo más sentimiento, pero
menos verticalidad que Manolete.
Para mí Manolete tuvo una mayor
pasión por el toreo, y superó a Belmonte
en afán. Claro que el sentimiento y el temple de Juan…
Siempre pondré como
ejemplo de técnicas toreras las de Marcial
Lalanda, Domingo Ortega y Armillita. Por su parte, Luis Miguel compendió mucho de estos
tres. Marcial era perfecto en cómo
se administraba el valor. Ninguno hemos superado a Domingo en el arte suyo de andarle a los toros. Armillita era un prodigio de facilidad
en todas las suertes. Lo que pasa es que la técnica de Manolete era más personal, más solo suya. Se le podía copiar la
forma, pero no el fondo.
Te voy a decir algo
—continúa Pepe Luis— que te va a
sorprender. Para mí, con la capa y con la muleta era Chicuelo la maravilla de las maravillas. Fíjate que Chicuelo, creo yo, aportó al toreo la
verticalidad y el parar, templar y mandar con los pies juntos. Algo de lo de Chicuelo influyó en Manolete. Lo que pasa es que, cómo te
diría yo, digamos tenían muy distintas arquitecturas y temperamentos. Considero
a Chicuelo mi principal modelo y lo
fue también para los Bienvenida, Pepín, Manolo González, Diego Puerta, Paco Camino e incluso para algunos que no lo vieron (te acabo de
citar a los que creo que hemos sido más afines). Tú mismo lo has citado este
año en tus crónicas, al referirte a los éxitos de mi hermano Manolo en sus despedidas.
Bueno, bueno, no sigo…
Pero yo también alcancé a ver a El Gallo,
y para hablar de su estilo no encuentro palabras.
Otros toreros
importantes que he admirado mucho quedan fuera de la época de Manolete, tales como pueden ser Ordóñez, El Viti, Rafael Ortega y hasta El Cordobés.
Sevilla, feria de abril 1945, Manolete, Pepe Luis y Carlos Arruza. |
Finalmente, al ser preguntado Pepe Luis por Filiberto Mira cuál fue el último encuentro que tuvo con Manolete, contestó:
«Quizá la última tarde que toreamos juntos fue en México, en la plaza de «El Toreo». Debió ser en febrero de 1946, toreamos con Luis Procuna, una magnifica corrida de Coaxamalucan. Nos salió a cada uno un toro muy bueno y estuvimos de «superiores para arriba». En México alcanzó Manolete su plenitud. El toro de allí le prestaba mucha colaboración. Fue allí donde hable con él por última vez. No recuerdo que después de esa corrida triunfal volviera a alternar con él en ninguna otra. Lo que sí recuerdo muy bien es la que fue nuestra última conversación. Me dijo textualmente: «José, ¡qué harto estoy de responsabilidad. Tengo muchas ganas de vivir con paz!».
No podía faltar en este blog manoletista el extraordinario y valioso testimonio del inolvidable matador del barrio sevillano de San Bernardo, cuya magistral carrera estuvo repleta de paseíllos compartidos con el irrepetible torero cordobés, aquel que de niño soñó con alcanzar las glorias del toreo jugando al toro en la Plaza de la Lagunilla. Gloria a Manolete y Pepe Luis, dos maravillosos toreros que llenaron de contenido un apasionante capítulo de la historia del toreo.
1 comentario:
Qué bonita historia de amistad, compañerismo y admiración has escrito.
Gracias por estos extractos de la historia del toreo, que nos permiten a los neófitos apreciar la grandeza e importancia de Manolete en ella.
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