Por Antonio Luis Aguilera
Sillón de «Manolete» de la desaparecida taberna «Casa de Paco Acedo» de Córdoba. Foto Rafael Baena Ruiz. |
A la sombra de la
Malmuerta, la vieja torre albarrana que tantas veces te viera pasar, cuando
venías desde la plaza de la Lagunilla a casa de Paco Acedo, la taberna
donde te reunías con tus amigos, se conserva la sala que cobijó aquellos
cálidos encuentros, repleta de fotografías de tus actuaciones, como cuando
albergaba la peña «Los amigos de Manolete».
En ella, bajo la ventana que se asoma a la calle Adarve, permanece tu sillón, símbolo del trono del héroe, en cuyo asiento de noble anea, a modo de homenaje y para que nadie lo ocupe, reposan capote, muleta y espada, trastos como los que en tus prodigiosas manos esculpieron la nueva tauromaquia que te consagró rey del toreo, con la que restauraste para Córdoba el esplendor de otro Califato, donde el cetro hubo de ceder su sitio al estoque y el turbante a la montera.
En tu sala,
geográficamente situada en el corazón de la Córdoba torera, siguen campanilleando
los finos cristales de las copas al rozar sus peanas, para recibir el vino de
Moriles que acompaña a las charlas taurinas. El flujo de la gente del toro que
acude a ese santuario es constante, Manuel.
¡Si vieras con la admiración que tus compañeros de profesión escrutan lo que
rememora tu carrera…! Todos observan atentamente las fotos de tu alternativa y
confirmación, o los trofeos expuestos de tus tardes memorables, como el rabo que
cortaste en la Real Maestranza de Sevilla al toro de Villamarta.
«Manolete». Natural al toro Perfecto (Ganadería de Miura). Plaza Monumental de Barcelona, 2 de julio de 1944. Foto Mateo. |
Mas donde todos detienen melancólicamente la mirada, como si figurándote intentaran encontrarte, es en el viejo sillón donde te sentabas para tomar unas copas de vino con los amigos del Campo de la Merced, el barrio más fecundo de la historia del toreo. Y es que el lugar invita hablar de toros como lo hacen los buenos aficionados: escuchando al que más sabe, mientras se guarda ese silencio tan cordobés, que se caracteriza por su proverbial prudencia y sabiduría. Parece como si tu sillón, con legítimo orgullo de haber sido el trono del Califa, guiase las charlas para que fluyan con respeto y elegancia, el estilo que dedicaste a la Fiesta y a la vida.
Por eso no es de
extrañar que tus compañeros te consideren torero de toreros, la figura de mayor
personalidad de todos los tiempos, y te sitúen en la historia como la piedra
angular que consolidó la quietud de Belmonte, con la ligazón de los pases prescrita por Guerrita, revelada por Joselito, y pulida con la gracia y el arte de Chicuelo; como el definitivo arquitecto del toreo ligado en redondo, el sistema que hubo de aceptar y
adoptar toda la torería, ante la exigencia de un público, que, tras tu inmarchitable huella, no
estaba dispuesto a tolerar la vuelta de sistemas pretéritos.
Tu sillón, Manuel, austero
como tu toreo, rememora tu majestuosa figura mientras contempla en silencio el
curso de una historia inacabada, que recobra vigencia cada tarde de corrida. Porque
siempre que un torero deje venir al toro por su terreno natural, para
llevarlo hacia atrás y hacia dentro, y permanezca en el sitio dejando la muleta
colocada para repetir la suerte, estará proclamando la grandeza del toreo de
reunión que tú elevaste a definitivo desde tu esbeltez de minarete, valiéndote
de un valor seco que demostró que a la célebre frase «parar, templar y mandar» le faltaban otros dos verbos: «aguantar y ligar», para que cristalizara un método que
todavía, tantos años después, admite la expresión de cualquier manifestación
artística.
Permite, admirado Manuel, que en esta sala dedicada a tu
memoria de la taberna de Paco Acedo,
junto al sillón considerado como el trono del héroe, levante mi copa
para brindar emocionadamente por la gloria del torero más grande de todos los
tiempos.
NOTA: Este texto, publicado en 2008 por la Revista «Cartel de Toros», recuerda la antigua taberna «Casa de Paco Acedo», en cuyo salón «Manolete» tuvo su sede la peña «Los amigos de Manolete». Posteriormente, desde 1995 hasta su cierre en 2011, acogió a los miembros de la Tertulia Taurina «Tercio de Quites» de Córdoba. El establecimiento estaba situado junto a la Torre de la Malmuerta, en el barrio del viejo Matadero, actual Campo de la Merced, fecunda cuna de la torería cordobesa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario