Por Antonio Luis Aguilera
Madrid, Hotel Victoria, 19 de septiembre de 1946. Antes de torear gratis la gran corrida de Beneficencia, única que toreó en España ese año. Foto Finezas |
Debido a la precaria economía familiar, a los doce años de edad «Manolete» hubo de dejar los estudios en el colegio de los padres Salesianos de Córdoba, donde estaba considerado por sus profesores un estudiante responsable y aplicado. En su etapa colegial el niño Manuel Rodríguez destacó en Dibujo —siendo famoso como torero se divulgaron algunos de sus dibujos de toros y su propia autocaricatura—, y sobre todo era un apasionado de la lectura, inclinándose por los libros de Historia y por las Biografías de personajes importantes. Resulta menos conocida su facilidad en la escritura, algo que sin embargo no debe extrañar al tratarse de una persona que tanto cultivó su formación con la lectura.
Autocaricatura y autógrafo de Manolete |
«José Luis de Córdoba», periodista y biógrafo del torero, contaba en
sus publicaciones que el ilustre profesor D. Rafael
Castejón y Martínez de Arizala, miembro y presidente de la Real
Academia de Córdoba, le hizo llegar un artículo titulado «Mallorca, una
invitación al reposo», publicado con la firma de «Manolete» en la revista «Trenes», en el verano de 1945, y posteriormente reproducido en la revista poética «Hixen I», editada en Córdoba en 1947 por
la «Peña Domingo». El eminente profesor Castejón le explicaba que «dicho trabajo nos revela un «Manolete» intelectual que, como en sus trabajos de pintura, revela
un espíritu claro y sereno, muy cordobés, que de haberlo cultivado hubiera dado
sin duda muy buenos frutos».
Mallorca. Cala Gat. |
Este es el breve relato de Manuel Rodríguez «Manolete:
«Cada región de España
tiene para mí dos caras distintas. Una, en la plaza de toros; otra, fuera de la
plaza. Cuando paseo por una capital, me olvido de mis actuaciones taurinas y me
entrego a la belleza del paisaje o de las cosas. Y raro es el sitio donde no
encuentro algo que me guste. Y eso que a la velocidad que yo veo España, apenas si puedo saborear nada. La velocidad fatiga el cuerpo y los ojos son
parte de ese cuerpo que se fatiga.
Aparte de mi querida
Andalucía, uno de los lugares que más impresión me causa es Mallorca. Creo que esa
predilección se explica, porque en Mallorca todo parece invitar al descanso,
que es lo que yo suelo necesitar. Ante aquellas casas pequeñitas, que son como
pequeños hogares de la naturaleza en espera del inquilino de vida agitada; ante
aquella luz —yo soy de una tierra luminosa— me siento tranquilo y satisfecho.
Para mí, Mallorca, más que una isla llena de encantos es un gran establecimiento
de reposo, donde no llegan más ruidos que los del mar, que, por cierto, es poco
amigo de escándalo. A cada uno, lo suyo. Los toros que sean bravos y que
embistan. Los mares, que sean suaves y que estén quietos».
1 comentario:
Me ha encantado, amigo Antonio.
¡Qué sorprendentes las dos últimas líneas!
Publicar un comentario