Por Antonio Luis Aguilera
Juan Belmonte, en la escultura de Venancio Blanco, mira a la Maestranza desde Triana. |
Divisar la plaza de toros de la Maestranza desde Triana, bajo la escultura de Juan Belmonte, símbolo de la fecunda historia torera del barrio, resulta emocionante para los aficionados, una emoción que se vuelve sonrisa a escasos metros, en el paso de peatones de la calle Betis, al recordar que fue allí donde José Álvarez «Juncal», el entrañable personaje de Jaime de Armiñán inmortalizado por Paco Rabal, ayudaba a cruzar a un ciego «¡con muy mala leche!», que cambiaba de opinión una y otra vez para volver a cruzar de una acera a otra. También, donde el viejo torero, asomado a la barandilla del río, se quitaba respetuosamente el sombrero, para saludar a su plaza:
—«Buenos días, mi reina. ¿Has descansado bien? Y yo me alegro».
La Maestranza es la plaza más bonita del toreo |
Admirar la plaza de la Maestranza desde el otro lado del río conmueve a quienes consideran que el toreo es una escuela de vida, un mundo de valores que va más allá de lo que ocurre en el ruedo, pues su singularidad trasciende a las Bellas Artes para enraizarlo en la literatura, escultura, pintura, cine, música… En la cultura de un pueblo que en el declive del toreo caballeresco, al término de la dinastía de los Austria, hizo suyo el toreo a pie, forjando un arte que nació del valor y arrojo de las clases humildes, fascinadas por enfrentarse al toro y arriesgar su integridad en un peligroso juego, tan emocionante y gallardo como efímero, donde el hombre desafía al animal con un trozo de tela para burlar su acometida. La inteligencia frente a la fuerza, la representación real de un encuentro a vida o muerte, las primeras hazañas de unos «chulos» convertidos en héroes, que con sus invectivas —«chulerías»—, gracia y destreza fueron creando «suertes», esos lances o actos ejecutados al toro que entusiasmarían a generaciones de españoles, mientras los escribanos se apresuraban a redactar los primeros capítulos de una nueva y apasionante historia: la Tauromaquia.
Plaza de toros de la Real Maestranza de Sevilla |
Una historia que tuvo mucho que ver con Sevilla, ciudad que enamora cuidando sus tradiciones y siempre cautiva por su belleza, pero de forma más delicada en primavera, cuando el azahar
perfuma calles, los geranios colorean balcones y cualquier rincón seduce bajo un cielo azul purísima, donde el sol se mueve pintando contrastes de luz y penumbra en plazas de
naranjos en flor. Sol y sombra, como la media luna que divide en dos el impresionante coso de la Maestranza, adonde por Resurrección, apagados cirios e incensarios penitenciales, peregrinan aficionados de todo el orbe taurino para presenciar sus tardes de toros y admirar entusiasmados el cuidado palenque de albero, la impoluta alfombra amarilla que se ofrece para ser hoyada en la vieja liturgia, donde lances de seda embrocan bravas embestidas haciendo posible el milagro del toreo.
Impoluta alfombra amarilla. Foto Arjona |
La Maestranza es la plaza más bonita del toreo, la que todos los toreros quieren seducir con su arte y destreza, aquella para la que esmeran el cuidado de todos los detalles, desde el vestido de estreno, «el chispeante» que destellará en el paseíllo por el ovalado palenque bajo los acordes de «Plaza de la Maestranza», hasta los flamantes trastos que soltarán el apresto templando embestidas, meciéndolas de manera sutil, como los juncos acompañan la corriente del río. El coso del Baratillo acoge en primavera los sueños más íntimos de la torería, la que vista de oro o plata, alterne a pie o caballo, anhela que la suerte le sea propicia en ese ruedo, para trocar el silencio expectante por un ole seco y coral, en la manifestación jubilar que relampaguea y truena ante la belleza del toreo, poniendo el vello de punta y secando la garganta. Todos ambicionan que sea allí, en el coso del Arenal, junto al torerísimo Guadalquivir, para poder mirar sus aguas al caer la tarde saliendo a hombros por la Puerta del Príncipe. Un triunfo en la Maestranza es alcanzar la gloria, abrazar fuertemente una fantasía mil veces soñada, porque Sevilla en feria de abril es la exaltación más hermosa del toreo.
PASODOBLE «PLAZA DE LA MAESTRANZA», INTERPRETADO POR LA
BANDA DE MÚSICA DEL MAESTRO TEJERA, QUE AMENIZA EL PASEÍLLO EN LAS CORRIDAS DE LA PLAZA DE SEVILLA.
3 comentarios:
Como siempre, es un lujo el poder leer artículos como los que nos deleita. Enhorabuena amigo Antonio luis.
Amigo Antonio, si de mi dependiera, te haría salir a hombros, por esa Puerta del Principe. Bravo por ti. Un abrazo.
Un maravilloso discurso de una gran persona.
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