Por Antonio Luis Aguilera
Juan Ortega recibe el trofeo «José María Martorell». |
El restaurante «La Casa de Manolete Bistró» fue el lugar elegido por la Tertulia Taurina «Tercio de Quites» de Córdoba para entregar el trofeo «José María Martorell», en su vigésimo sexta edición, al matador de toros Juan Ortega, a quien este grupo de aficionados ha querido reconocer «la ilusión despertada en la afición por la excelencia de su toreo». El premio otorgado es un busto en bronce del inolvidable torero, magistralmente modelado por los escultores cordobeses Hermanos García Rueda, que generosamente quisieron colaborar con la tertulia al fallecer el espada en 1995 por su amistad con el mismo, y en su basamento se representan diferentes alegorías de la lidia enmarcadas en los arcos de gradas de la antigua plaza de «Los Tejares», el histórico coso cuyo arena pisaron para expresar su arte, entre grandiosos toreros, todos los espadas cordobeses considerados «Califas» del toreo.
Juan Ortega ante un cuadro de «Manolete» |
El acto comenzó con una visita guiada a la última casa en la ciudad de Manuel Rodríguez «Manolete», y estuvo a cargo de Remedios Romero, directora del restaurante, que fue explicando y documentando con fotografías las dependencias del histórico palacecete de la antigua Carrera de la Estación —hoy Avenida de Cervantes—, construido en 1890 por encargo del escritor y periodista José Ortega Munilla, padre del filósofo José Ortega y Gasset, que decidió residir temporadas en Córdoba por favorecer el clima de la ciudad la salud de su esposa Dolores Gasset. La obra, de estilo colonial con pinceladas modernistas y clásicas, fue dirigida por el ingeniero militar Juan Tejón y Marín.
El torero posa con los miembros de «Tercio de Quites» |
Dos décadas después esta residencia sería adquirida por el bodeguero Rafael Cruz Conde, a quien lo compró «Manolete» en 1942, para fijar la vivienda de su madre y hermanas, a las que trasladó desde la humilde casa de la Plaza de la Lagunilla. La segunda remodelación del inmueble estuvo a cargo del arquitecto Carlos Sáenz de Santamaría. Cabe señalar como dato histórico que el torero vivió en cuatro casas de la ciudad, aunque generalmente solo se conocen tres. Nació en el número 2A de la calle Conde de Torres Cabrera. De allí sus padres se trasladaron al número 8 de la calle Benito Pérez Galdós, donde el 4 de marzo de 1923 fallecería su progenitor, el espada de igual nombre, apellidos y apodo que su hijo. Después la madre fijaría su domicilio en la Plaza de La Lagunilla, en el barrio de Santa Marina, donde residió hasta que su hijo le compró el palacete.
Juan Ortega posa con el trofeo «Martorell» y su Tertulia. |
Tras la visita guiada, en el jardín de entrada, se hizo entrega de la 26ª edición del premio «Martorell» a Juan Ortega, momento en que fue recordado como en 2010 también recibió el «Trofeo a la Ilusión», un capote de brega que anualmente regalaba la Tertulia al mejor de los becerristas que actuaban en los festejos de Córdoba, y que recibió de manos de Manuel Benítez «El Cordobés», premiado ese año con el trofeo «Martorell» en reconocimiento a su histórica carrera. Once años después es el diestro de Sevilla quien ha recibido el prestigioso busto en bronce del torero más importante que tuvo Córdoba tras la muerte de «Manolete».
Restaurante «La casa de Manolete» de Córdoba |
Y también lo ha sido por la ilusión, por la que ha despertado en los aficionados por la belleza, hondura y temple de su toreo. Juan Ortega tuvo palabras de gratitud para la ciudad de Córdoba, a la que dice recordar constantemente por la huella que le marcara durante su estancia universitaria, citando por el encanto de sus rinconces la impresionante plaza del Cristo de los Faroles, donde tantas veces acudía a rezar, o la misteriosa belleza y el silencio de sus calles, sin olvidar el privilegiado lugar que ocupa en la historia del toreo. Quiso reiterar a los amigos de la Tertulia su gratitud por la forma en que fue acogido y apoyado desde becerrista, y que estuvieran a su lado en los duros momentos profesionales que precedieron a la hermosa tarde de agosto de 2019, que los tertulianos recuerdan como «La Epifanía de Linares». El acto concluyó con un almuerzo en homenaje al torero y su familia, donde los miembros de la veterana Tertulia disfrutaron del supremo valor de la amistad, de la grandeza del toreo como arte que hermana a los aficionados, y de las excelencias gastronómicas del restaurante ubicado en la casa del diestro que marcó el rumbo de la Tauromaquia contemporánea.
Fotografías: José Luis Cuevas
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