sábado, 7 de noviembre de 2020

JUAN ORTEGA: NATURALIDAD, CLASICISMO Y SENTIDO DE LA MEDIDA

Por Antonio Luis Aguilera

Lance de manos bajas meciendo la verónica de Juan Ortega.
Foto Joaquín González Arjona. Revista Aplausos.

Hace tiempo que algunos matadores olvidaron algo importantísimo en el toreo: el sentido de la medida. Como consecuencia, las plazas fueron tomadas por largometrajes de series sin estructura, avisadas con sonoros recados del palco. Lamentablemente, las ferias están cortadas por ese mismo patrón de faenas tediosas, desilvanadas, sin interés ni calado artístico, y lo que es peor: previsibles. Como los carteles los hacen los comisionistas, que cambian sus toreros según los intereses creados, como el título de la obra teatral de don Jacinto Benavente, puede asegurarse que según los actuantes el aficionado sabe cómo iniciará cada espada el planteamiento de faena, que en muchos casos no será atendiendo a la lidia que precisa el toro, sino buscando la inmediatez en la respuesta del público, recurriendo para ello a prólogos de pólvora, tracas y fuegos de artificio. 

Clásico toreo por bajo para abrir faena de Juan Ortega
Foto Joaquín González Arjona. Revista Aplausos.

Este tipo de repertorios, que podrían clasificarse como los del más difícil todavía, comienzan con uno o varios pases cambiados en los medios y suelen cerrarse con más cambios, estos con inciertos cites pendulares propios de prestidigitador, por aquello de la enseño por aquí pero cito por allí, para interpretar un popurrí de manoletinas, arruzinas o giraldillas, que por quiebros y juegos de brazos angustian a los tendidos, que cuando aquello termina se manifiestan con un ¡uy…! o un ¡vaya tela...! Por el contrario, en el toreo clásico, respetando la lidia que pide cada toro, el respetable suele manifestarse con ese biennn sostenido y contagioso que precede al ole rotundo y seco, exclamación que libera su emoción ante la elegancia y la naturalidad. 

La naturalidad y aplomo de Juan Ortega en el toreo en redondo. 
Foto: Joaquín González Arjona. Revista Aplausos.

Con el respeto que profesamos a todos los toreros, porque todos se juegan la vida y no existe suerte sin riesgo físico, y aceptando como algo natural que existan varios estilos que aseguran la variedad del toreo, observamos una inclinación hacia suertes cada vez más difíciles y arriesgadas. Lo que antes era más propio del circo –cuyas funciones también se celebraban en las ferias, como las corridas de toros–, donde en las llamativas y luminosas carpas, junto a malabaristas, domadores, trapecistas o payasos, para atraer la curiosidad de los espectadores se incluían otros artistas de complicada clasificación, que eran anunciados por megafonías ensordecedoras con las frases: pasen y vean..., lo más difícil, lo nunca visto..., contemplen algo sobrenatural y estremecedor...  En las funciones circenses siempre hubo actuaciones que se salían de lo normal, artistas que anunciados con redoble de tambor accedían a la pista para sobrecoger al público, como el famoso Hombre Bala –que salía disparado de un cañón a modo de proyectil–, o la no menos célebre Sansona del siglo XX –una robusta señora que hacia gala de una fuerza descomunal–.

Colocación, suavidad y buen trazo del natural de Juan Ortega
Foto Joaquín González Arjona. Revista Aplausos

Por otra parte, independientemente de la inclinación artística de cada torero, lo que resulta alarmante y debe solucionarse son las faenas interminables, esos trasteos faltos de métrica, ritmo y sentido de la medida, que buscando machaconamente el calor que no llega de un público aburrido, se alargan toro tras toro hasta que la tarde da paso a la noche, y la corrida pasa de las dos horas aproximadas que debe durar a cerca de tres. Entendemos que el toreo es otra cosa completamente distinta. Una faena bien planteada no tiene más de veinte o veinticinco pases sin violencia, bien rematados y culminados con una estocada entrando derecho y atacando arriba. Con ese toreo la gente no mira cansada los relojes como hace ahora ante ese batiburrillo de pases y toques más bruscos que los golpes de un martillo pilón.

Juan Ortega atacando derecho y arriba sin volver la cara 
Foto Carmen Moya. Revista Aplausos.

El toreo de verdad nace del sentimiento del torero. Y el sentimiento se manifiesta con buenos modales en el trato y respeto al animal, con la forma de estar, andar y dejarse ver en el ruedo, con la colocación correcta, ofreciendo despacito y con suavidad la bamba de la muleta para enganchar, templar, llevar, mandar, rematar por abajo vaciando atrás, y quedar colocado para ligar la suerte. Si además el torero está bendecido con la gracia de la clase o del arte, no hace falta más para dejar grabados en la mente del aficionado esos veinte o veinticinco muletazos, que lo dejarán ronco de gritar olés, y luego tratará de explicar toreando en la calle. 
Ahí está, verbigracia, Juan Ortega, el torero revelación de esta dolorosa temporada, con sus actuaciones en las plazas de Linares, Córdoba y Jaén, que gracias a Canal Toros Televisión ha visto todo el orbe taurino, para reivindicar la calidad, clasicismo y pureza de un torero al que el sistema tenía escondido y cuya epifanía lo convierte en el espada más esperado en las ferias del próximo año. El toreo bueno de verdad no deja indiferente a nadie.

P.D. Bienaventurados los empresarios modestos que valientemente han organizado este año corridas de toros mientras los importantes han estado escondidos.  
Por cierto, ¿cuándo pedirán disculpas los miembros de ANOET al empresario José María Garzón, a quien acusaron de "causar un importante daño a la imagen de la Fiesta" por la corrida celebrada el 6 de agosto en la plaza de El Puerto de Santa María, acusación desmontada por el atestado de la Policía Autonómica de Andalucía, que certifica que el empresario cumplió todas las normas sanitarias establecidas por la Junta?


           Movistar Canal Toros. Juan Ortega: Jaén, 17 de octubre de 2020

 

2 comentarios:

señorito dijo...

¡Bien!

Luis Miguel López R. dijo...

Antonio, qué importante ha sido ver a Juan Ortega en estos meses tan duros, y qué bonito es leer tus palabras sobre él en este blog. Al menos para mí han supuesto un soplo de aire fresco y de ilusión en tiempos oscuros. Tus palabras encuadran perfectamente con esa forma de torear de Juan, porque a ambos os une una SENSIBILIDAD especial.
Podría deshacerme en elogios para ambos en este comentario, pero me quiero aplicar a mí mismo ese sentido de la medida que tan bien defines. Y sólo me sale una palabra: ¡GRACIAS!, a Juan por su toreo y a ti, Antonio, por tu forma de escribir. A ambos, por vuestra forma de ser, porque definitivamente, “se torea y se escribe, como se es”.
Seguro que estamos un poco más cerca de volver a encontrarnos en una plaza de toros.
Un fuerte abrazo.