viernes, 14 de agosto de 2020

EL RESPETO DE LOS GALLO POR LAGARTIJO Y GUERRITA

Por Antonio Luis Aguilera 

Portada del libro

El verano es época propicia para releer antiguos libros de toros, cuyos autores han sido olvidados y sus obras están agotadas. Al volver a leerlos reflexionamos sobre lo mucho que se han perdido los aficionados jóvenes, aquellos que no han tenido oportunidad de acceder a los valiosos testimonios que en ellos se expresan, pues algunos, como los que en esta entrada se recogen, fueron emitidos por espadas considerados definitivos en el toreo, al resultar determinantes en el curso de la historia.
Siguiendo el hilo de la vinculación de la familia Gallo con varios toreros cordobeses, que el bibliófilo y gran aficionado Rafael Sánchez González desarrolló en la entrada anterior con lujo de detalles, vamos a continuar ocupándonos de los estrechos lazos que unieron a la célebre dinastía sevillana con destacados protagonistas de la fecunda torería cordobesa.
Nos situamos en la otra orilla, en la de la dinastía Gallo, para poner de relieve la profunda admiración de esta grandiosa familia de toreros sobre sus compañeros cordobeses. Y para ello rescatamos el libro «Mi paso por el toreo», editado en 1980 por AGLI, que fue escrito por el matador de toros Rafael Ortega Gómez Gallito, hijo de Enrique Ortega Fernández El Cuco y Gabriela Gómez Ortega, sobrino por tanto de Rafael, Fernando y José Gómez Ortega -Joselito-, y nieto del señor Fernando Gómez García el Gallo y la señá Gabriela Ortega.
En esta sencilla y amena obra, Rafael Ortega Gallito, remacha algo que hemos narrado en entradas anteriores, la profunda admiración de su abuelo, el señor Fernando el Gallo, y de toda la dinastía por la excelsa figura de Rafael Molina Lagartijo, corroborando que cuando su abuelo hablaba de toros en tertulias con los espadas de su época, era costumbre que todos se levantaran y se quitaran el sombrero cuando se citaba al primer Califa del toreo cordobés.
A quien si conoció personalmente Rafael Ortega Gallito y con quien tuvo una cordial relación, fue a Rafael Guerra Bejarano, el gran Guerrita, rey del toreo de su tiempo y, para algunos historiadores como José María de Cossío, posiblemente el torero más completo de la historia.
Rafael Ortega Gómez Gallito, Dibujo de Pepe Sala
En este libro Rafael escribió un capítulo titulado «Mis conversaciones con Guerrita», del que vamos a extraer algunos párrafos de interés sobre la figura del segundo Califa del toreo de Córdoba, que ponen de manifiesto el sincero testimonio de cariño y amistad que profesó a  los Gallo.
Por ejemplo, al ser preguntado por Rafael Ortega sobre el origen del sorteo de los toros, impuesto en su reinado por la presión de Mazzantini según la mayoría de los libros de historia, las declaraciones de Rafael Guerra aportan datos que revelan un protagonismo compartido con otros espadas de su tiempo.
Dice así Rafael:
«Guerrita mandaba en el toreo tan ferozmente —ya es sabido que en aquel entonces no había sorteo— que cuando los ganaderos proporcionaban una corrida, de los seis toros, ponían cuatro corrientes y seleccionaban los dos más bonitos para él.
Como Guerrita casi siempre era el segundo espada, el toro que le merecía al ganadero más garantías lo dejaba para quinto lugar.
De aquí nació la frase: «no hay quinto malo», pues entonces el ganadero era quien establecía el orden de salida de los toros.
Así ocurrió durante casi todo su reinado.
Como yo esto lo conocía, le pregunté a Guerrita:
—Dígame, maestro, la verdad de lo que pasó para que se estableciera el sorteo, pues he oído que Mazzantini fue quien más influyó.
Guerrita me contestó:
—No hagas caso. Fue Reverte
Reverte era un hombre muy rebelde, y se pasó las últimas corridas enfrentándose conmigo. Qué te voy a contar… Cuando salía el primer toro se tiraba al suelo y simulando dolor se iba para la enfermería haciéndose el cojo. Cuando pasaba por el burladero, camino del callejón, me decía enfadado: «los toros bonitos para usted…, y también los dos malos míos». Y esto pasaba muy frecuentemente. Claro, todo ello fue creando un clima muy difícil.

Se creó un clima muy difícil. Llegaron a Madrid para torear una corrida Reverte, Mazzantini y Guerrita. Los dos primeros se negaron a torear si no se establecía el sorteo. Como Guerrita se negaba a ello se generó tal conflicto que tuvo que intervenir el gobernador. Para no quitar a Guerrita su fuerza y para no desmerecer a los otros, se colocaron dos papeletas en el mismo sombrero del gobernador: Una con «sorteo» y otra con el «no sorteo». Una mano las escogió y salió la del «sorteo». Así fue; esta es la verdadera historia del establecimiento del sorteo».
El autor del libro, Rafael Ortega Gallito con Rafael Guerra Guerrita
También Gallito quiso conocer la opinión del Guerra sobre los toreros que más admiraba, y sobre el poderío que ostentó el propio Rafael en el toreo de su tiempo:
«Maestro, dígame, ¿quienes son los mejores toreros que usted ha visto?
—Yo he visto muy buenos toreros.
Pero ¿quienes son los que más le han sorprendido?
—Los dos mejores que he visto y admirado han sido tu tío José y Lagartijo; pero el que mejor ha toreado ha sido, sin duda, tu tío Rafael Gómez el Gallo.

Me han dicho que usted ha sido el banderillero más tremendo de la historia.
—Puede que sea verdad -me respondió-.
—¿Le importaría explicarme lo que hacía usted a los toros con las banderillas?
—Tú sabes que había toros que se quedaban a lo mejor sin picar, y sabes que muchos pasaban crudos al segundo tercio. Bueno, pues yo era capaz de dominarlos con las banderillas.
—¿Cómo?
—Mira. Cogía las dos banderillas; me iba para atrás, luego para adelante, hasta que me metía en el cuello del toro y pasaba. Y los toros, sin picar, los armaba y los dejaba dominados… Otras veces dejaba el toro en el tercio y caminando derecho hacia él, me detenía a dos o tres metros de la cara. Y había momentos en que el público se ponía en pie. Con muchos toros que tardaban en embestir, o no se venían pronto, la gente, que no sabía para donde me iba a ir, se hacía hasta apuestas de que si me iba por el izquierdo o por el derecho… Y cuando yo quería me arrancaba al toro y daba la gente un ¡ay!, porque algunos toros me esperaban hasta su misma cara.

—Un día, me acuerdo que un toro de Veragua, en Madrid, no igualaba y permanecía con la cara vuelta para atrás. Me acerqué y le pegué dos banderillazos en el culo. El toro se volvió impetuoso. Yo pensé que se iba a parar, pero se me vino encima repentinamente y la gente pegó un alarido, yo creo que más que de susto, de gusto, porque se imaginaban todos que me cogía. Le pegué un cambio y le dejé las dos banderillas encima. Entonces me volví al tendido y les dije: «¿Qué  creían ustedes…, que me iba a coger?».
Guerrita entra a matar en la plaza de Madrid
En sus conversaciones con Guerrita, Rafael Ortega debió caer bien al torero cordobés, tan sentencioso y parco siempre en palabras, e incluso alcanzó un grado de confidencialidad que llama la atención al leer su obra.

«Maestro, me ha contado mi tío Rafael el Gallo como usted se cuidaba y vivía nada más que para el toreo.
—Para ser figura del toreo y estar en la cima no se puede pensar más que en el toro y vivir para el toro.
Los dos toreros que se han cuidado más en la historia hemos sido tu tío José y yo. Por eso llegamos a ser lo que fuimos.

Me contaba mi tío Rafael que usted, durante la temporada, no entraba nunca en Córdoba a dormir en su casa.
—Eso es verdad -me dijo sonriendo-; casi nunca.
Cuando toreaba por Andalucía le mandaba un telegrama a Dolores y salía ella a la estación  con mis hijos y estaba con ellos un rato. Luego les daba un beso y seguía yo mi viaje; la razón es clara: como quería tanto a Dolores, si me quedaba dormir en casa «pecaba» y yo no podía hacerlo… Porque te voy a decir algo que no debes olvidar nunca: a los toreros se les va el valor por la picha».
La firmeza y torería de Joselito en un desplante
En una de las preguntas Gallito quiso saber de primera mano el concepto que Guerrita tenía de uno de sus toreros más admirados, su tío Joselito. Y no dudó en efectuar una pregunta atrevida, que imaginamos debió propiciar un tenso silencio en tan inmenso maestro del toreo:
«Le pregunté a Guerrita quien fue mejor, si él o Gallito. Se me quedó mirando y pensé que me iba a pegar; verdaderamente me asusté.
Pero se conoce que recapacitó y me dijo:
—«A ti te lo puedo contar, pero a nadie más… Con el capote y la muleta fue mejor que yo, pero con las banderillas y la espada se la gané yo». 

Con el testimonio de Rafael Ortega Gómez Gallito, esta entrada pretende subrayar la inmensa torería, camaradería, cariño y sincera admiración de la dinastía de los Gallo con dos de los más importantes toreros cordobeses: Lagartijo y Guerrita.

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