Portada del libro |
El verano es época propicia para releer antiguos libros de toros, cuyos autores han sido olvidados y sus obras están agotadas. Al volver a leerlos reflexionamos sobre lo mucho que se han perdido los
aficionados jóvenes, aquellos que no han tenido oportunidad de acceder a los valiosos testimonios
que en ellos se expresan, pues algunos, como los que en esta entrada se recogen, fueron emitidos por espadas considerados definitivos en el toreo, al resultar determinantes en el curso de la historia.
Siguiendo el hilo de la vinculación de la familia Gallo con varios toreros
cordobeses, que el bibliófilo y gran aficionado Rafael Sánchez González desarrolló en la entrada anterior con lujo de detalles, vamos a continuar ocupándonos de los estrechos lazos que unieron a la célebre dinastía sevillana con destacados protagonistas de la fecunda torería cordobesa.
Nos situamos en la otra orilla, en la de la dinastía Gallo,
para poner de relieve la profunda admiración de esta grandiosa familia de
toreros sobre sus compañeros cordobeses. Y para ello rescatamos el libro
«Mi paso por el toreo», editado en 1980 por AGLI, que fue escrito por el
matador de toros Rafael Ortega Gómez Gallito, hijo de Enrique Ortega Fernández El Cuco y Gabriela Gómez Ortega, sobrino por
tanto de Rafael, Fernando y José Gómez Ortega -Joselito-,
y nieto del señor Fernando Gómez García el Gallo y la señá Gabriela Ortega.
En esta sencilla y amena obra, Rafael
Ortega Gallito, remacha algo que
hemos narrado en entradas anteriores, la profunda admiración de su abuelo, el señor Fernando el Gallo, y de toda la dinastía por la excelsa figura de Rafael
Molina Lagartijo, corroborando
que cuando su abuelo hablaba de toros en tertulias con los espadas de su época,
era costumbre que todos se levantaran y se quitaran el sombrero cuando se
citaba al primer Califa del toreo cordobés.
A quien si conoció personalmente Rafael Ortega Gallito y con quien tuvo
una cordial relación, fue a Rafael
Guerra Bejarano, el gran Guerrita, rey del
toreo de su tiempo y, para algunos historiadores como José María de Cossío, posiblemente el torero más completo de la historia.
Rafael Ortega Gómez Gallito, Dibujo de Pepe Sala |
En este libro Rafael
escribió un capítulo titulado «Mis conversaciones con Guerrita», del que vamos
a extraer algunos párrafos de interés sobre la figura del segundo Califa del
toreo de Córdoba, que ponen de manifiesto el sincero testimonio de cariño y
amistad que profesó a los Gallo.
Por ejemplo, al ser preguntado por Rafael Ortega sobre el origen del sorteo de los toros, impuesto en su
reinado por la presión de Mazzantini
según la mayoría de los libros de historia, las declaraciones de Rafael Guerra aportan datos que revelan
un protagonismo compartido con otros espadas de su tiempo.
Dice así Rafael:
«Guerrita mandaba en
el toreo tan ferozmente —ya es sabido que en aquel entonces no había sorteo— que
cuando los ganaderos proporcionaban una corrida, de los seis toros, ponían
cuatro corrientes y seleccionaban los dos más bonitos para él.
Como Guerrita casi siempre era el segundo espada, el toro que le
merecía al ganadero más garantías lo dejaba para quinto lugar.
De aquí nació la frase: «no hay quinto malo», pues entonces el ganadero era
quien establecía el orden de salida de los toros.
Así ocurrió durante casi todo su reinado.
Como yo esto lo conocía, le pregunté a Guerrita:
—Dígame, maestro, la verdad de lo que pasó para que se estableciera el
sorteo, pues he oído que Mazzantini fue
quien más influyó.
Guerrita me contestó:
—No hagas caso. Fue Reverte.
Reverte era un hombre muy rebelde, y se pasó las últimas corridas enfrentándose conmigo. Qué te voy a contar… Cuando salía el primer toro se tiraba al suelo y simulando dolor se iba para la enfermería haciéndose el cojo. Cuando pasaba por el burladero, camino del callejón, me decía enfadado: «los toros bonitos para usted…, y también los dos malos míos». Y esto pasaba muy frecuentemente. Claro, todo ello fue creando un clima muy difícil.
Reverte era un hombre muy rebelde, y se pasó las últimas corridas enfrentándose conmigo. Qué te voy a contar… Cuando salía el primer toro se tiraba al suelo y simulando dolor se iba para la enfermería haciéndose el cojo. Cuando pasaba por el burladero, camino del callejón, me decía enfadado: «los toros bonitos para usted…, y también los dos malos míos». Y esto pasaba muy frecuentemente. Claro, todo ello fue creando un clima muy difícil.
Se creó un clima muy difícil. Llegaron a Madrid para torear una corrida Reverte, Mazzantini y Guerrita. Los dos primeros se
negaron a torear si no se establecía el sorteo. Como Guerrita se negaba a ello
se generó tal conflicto que tuvo que intervenir el gobernador. Para no quitar a
Guerrita
su fuerza y para no desmerecer a los otros, se colocaron dos papeletas en el
mismo sombrero del gobernador: Una con «sorteo» y otra con el «no sorteo». Una
mano las escogió y salió la del «sorteo». Así fue; esta es la verdadera
historia del establecimiento del sorteo».
El autor del libro, Rafael Ortega Gallito con Rafael Guerra Guerrita |
«Maestro, dígame, ¿quienes son los mejores toreros que usted ha visto?
—Yo he visto
muy buenos toreros.
Pero ¿quienes
son los que más le han sorprendido?
—Los dos
mejores que he visto y admirado han sido tu tío José y Lagartijo; pero el que mejor ha toreado ha sido, sin duda, tu
tío Rafael Gómez el Gallo.
Me han dicho
que usted ha sido el banderillero más tremendo de la historia.
—Puede que
sea verdad -me respondió-.
—¿Le
importaría explicarme lo que hacía usted a los toros con las banderillas?
—Tú sabes que
había toros que se quedaban a lo mejor sin picar, y sabes que muchos pasaban
crudos al segundo tercio. Bueno, pues yo era capaz de dominarlos con las
banderillas.
—¿Cómo?
—Mira. Cogía
las dos banderillas; me iba para atrás, luego para adelante, hasta que me metía
en el cuello del toro y pasaba. Y los toros, sin picar, los armaba y los dejaba
dominados… Otras veces dejaba el toro en el tercio y caminando derecho hacia
él, me detenía a dos o tres metros de la cara. Y había momentos en que el
público se ponía en pie. Con muchos toros que tardaban en embestir, o no se
venían pronto, la gente, que no sabía para donde me iba a ir, se hacía hasta apuestas
de que si me iba por el izquierdo o por el derecho… Y cuando yo quería me
arrancaba al toro y daba la gente un ¡ay!, porque algunos toros me esperaban
hasta su misma cara.
—Un día, me
acuerdo que un toro de Veragua, en
Madrid, no igualaba y permanecía con la cara vuelta para atrás. Me acerqué y le
pegué dos banderillazos en el culo. El toro se volvió impetuoso. Yo pensé que
se iba a parar, pero se me vino encima repentinamente y la gente pegó un
alarido, yo creo que más que de susto, de gusto, porque se imaginaban todos que
me cogía. Le pegué un cambio y le dejé las dos banderillas encima. Entonces
me volví al tendido y les dije: «¿Qué creían ustedes…, que me iba a coger?».
Guerrita entra a matar en la plaza de Madrid |
«Maestro, me
ha contado mi tío Rafael el Gallo como usted se cuidaba y
vivía nada más que para el toreo.
—Para ser
figura del toreo y estar en la cima no se puede pensar más que en el toro y
vivir para el toro.
Los dos
toreros que se han cuidado más en la historia hemos sido tu tío José y yo. Por eso llegamos a ser lo
que fuimos.
Me contaba mi tío Rafael que usted, durante la temporada, no entraba nunca en Córdoba a dormir en su casa.
—Eso es
verdad -me dijo sonriendo-; casi nunca.
Cuando
toreaba por Andalucía le mandaba un telegrama a Dolores y salía ella a la estación con mis hijos y estaba con
ellos un rato. Luego les daba un beso y seguía yo mi viaje; la razón es clara:
como quería tanto a Dolores, si me
quedaba dormir en casa «pecaba» y yo no podía hacerlo… Porque te voy a decir
algo que no debes olvidar nunca: a los toreros se les va el valor por la picha».
La firmeza y torería de Joselito en un desplante |
«Le pregunté
a Guerrita
quien fue mejor, si él o Gallito. Se me quedó mirando y pensé
que me iba a pegar; verdaderamente me asusté.
Pero se conoce que recapacitó y me dijo:
—«A ti te lo puedo contar, pero a nadie más… Con el capote y la muleta fue
mejor que yo, pero con las banderillas y la espada se la gané yo».
Con el testimonio de Rafael Ortega Gómez Gallito,
esta entrada pretende subrayar la inmensa torería, camaradería, cariño y sincera admiración de la dinastía de los Gallo con dos de los más importantes
toreros cordobeses: Lagartijo y Guerrita.
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