Por Antonio Luis Aguilera
|
José Gómez Ortega y Juan Belmonte García |
“En José estuvo el soplo
y en
Juan la brasa:
y en
los dos encendida,
la
llamarada”.
José
Bergamín
Dicen que Juan
Belmonte paró el toreo, pero quien de verdad se paró fue el genio de
Triana, que conservando la quietud de plantas toreó a la verónica como nadie lo
había hecho: cuadrando el capote para encelar, adelantándolo para citar,
enganchando al toro antes de que llegara al terreno del torero y, atrayéndolo
en un temple portentoso, llevarlo toreado hacia detrás de la cadera, agotando el
recorrido del brazo, para inmediatamente volver a presentar la tela e instrumentar otra verónica que parecía continuación de la anterior. Los lances se
sucedían ligados mientras el toro repetía hasta ser abrochados con media verónica escultural,
liándose el animal a la cintura, que liberaba la emoción contenida por el público
y provocaba su jubilosa manifestación ante un toreo nuevo, verdaderamente
excepcional, que nacía de la quietud y ligazón del torero en la suerte.
|
Medía verónica de Juan Belmonte
|
Callan que Gallito,
con un toro que había evolucionado e iba consintiendo que le disputaran su
terreno, reveló la senda del toreo de muleta moderno, colocando la primera piedra de la
técnica que permitiría la ligazón de los pases. Una
aportación de enorme trascendencia histórica que no halló eco literario, pues
mientras Belmonte se rodeó de amigos intelectuales, cuyas glosas magnificadas pretendieron atribuirle en exclusiva la paternidad del toreo moderno, José Gómez Ortega, enamorado profundamente de su
profesión y obsesionado por sujetar en solitario el cetro del toreo, frecuentó
la vida campera para conocer al detalle todas las ganaderías, reatas y reacciones
de los diferentes encastes del toro de lidia. Por este motivo, al carecer de relación social, su toreo no tuvo quien le escribiera. No obstante, la perspectiva de la historia enseña que aquella segunda edad de oro del toreo –el título había rotulado
la competencia mantenida por Lagartijo y Frascuelo- no
puede entenderse sin la solidaria y determinante influencia de José y Juan.
|
Joselito invita al toro a curvar la trayectoria y seguir la muleta |
Silencian que tras la muerte de Gallito en Talavera de la Reina Manuel Jiménez Chicuelo, discípulo suyo por haber bebido de su fuente, otorgaría continuidad al pase natural revelado por el torero de Gelves, pero ejecutado en el sitio y con el aplomo manifestado por Juan. Y como el diestro de
la calle Betis estaba bendecido con el don de la gracia, asombró por la belleza artística de su toreo. No lo hizo todas las tardes, pues ni todos los toros aún lo consentían ni
su carácter se prestaba a batallas, pero desde luego bastantes más de las que callaron deliberadamente los que escribieron la historia, más pendientes de otro tipo de toreo, que no aceptaron que cuando Chicuelo expresaba su arte “acababa con el cuadro”. Porque su toreo, por sosegado, rítmico y ligado era distinto a todos, y halló la inmediata acogida del público, que maravillado por tanta armonía y reunión comenzó a exigirlo a todos los toreros. Famosas fueron las faenas realizadas por Manuel Jiménez en La Coruña, Barcelona y Figueras, aunque las más importantes tuvieron lugar en México en el año 1925, donde se recuerdan por los nombres de los toros que las permitieron Lapicero y Dentista, de la ganadería de San Mateo. También, por la influencia de Chicuelo en la transmisión de ese toreo ligado a grandiosos toreros aztecas como Fermín Espinosa Armillita, el maestro de Saltillo. No obstante, la que cambiaría el curso de la historia del toreo fue la realizada en Madrid tres años después, el 24
de mayo de 1928, donde deslumbró y cautivó a la afición de la capital del reino ligando el toreo en redondo por
ambas manos al toro Corchaíto, bravo ejemplar de la ganadería de Graciliano
Pérez Tabernero, al que formó un alboroto descomunal que marcaría un
antes y un después en la evolución del toreo. Aunque no todos se percataron ni lo escribieron, Manuel Jiménez Chicuelo, intercambiando los terrenos del toro y del torero para ligar en redondo, creó la faena moderna.
|
Chicuelo, el creador de la faena moderna, y Corchaíto. Madrid 24 de mayo de 1928. |
La que implantaría definitivamente Manolete, torero por concepto de línea chicuelista y figura indispensable para comprender la historia del toreo. Manuel Rodríguez Sánchez representa el eslabón de la cadena que engarza la sabiduría
plasmada por Guerrita en su Tauromaquia, con la portentosa
técnica revelada por Joselito y la asombrosa quietud de Belmonte,
para consolidar la faena de Chicuelo, el sistema técnico que tras el reinado del cordobés sería aceptado por todos los toreros como la estructura para manifestar cualquier acento artístico. Manolete, centrado con el animal, en el sitio justo, reduce las distancias sin corregir la posición para obligar a arrancarse al toro que no viene, e imponer su modelo de faena a mansos y bravos, otorgando sentido de
unidad a su toreo. Con escalofriante quietud y asombrosa regularidad enseña en la arena que a la famosa frase “parar, templar y mandar” le faltaban los verbos “aguantar y ligar”, e impone el sistema donde el espada deja venir al toro por su
terreno natural para obligarlo a ir hacia atrás y hacia adentro. Manuel Rodríguez cambia el toreo: de la expulsión a la reunión, del
distanciamiento al ajuste, del pase suelto uno aquí y otro allí, a la colocación correcta y el acoplamiento
que facilita la ligazón y realza la expresividad artística.
|
Barcelona. Manolete y Perfecto, de Miura. Foto Mateo. |
Consolidado el toreo en redondo irrumpe en la Fiesta Manuel Benítez el Cordobés, para dar a la ligazón otro giro de tuerca. El espada de Palma del Río se impone a un maravilloso elenco de figuras, triunfa
clamorosamente en todas las plazas del mundo y se convierte en la locomotora que remolca
el toreo de su tiempo. También, en el
torero que más público ha movilizado en la historia del arte de Cúchares, heterodoxo como Benítez e igualmente cuestionado por los escolásticos de su época. Los que con sus ojos miraron sin ver que el Huracán, excluyendo la heterodoxa por desenfadada puesta en escena, conectaba de inmediato con el público cuando sujetando muleta y espada en los medios y centrado con el toro, lo dejaba
venir por su terreno natural y con formidable flexibilidad de cintura e increíble juego de muñecas lo llevaba hacia atrás, hacia el terreno de su espalda, donde
una y otra vez lo volvía a enganchar en un carrusel de interminables y ceñidas series que encendían la pasión del público con el toreo más ortodoxo. Así rompió todos los moldes y se proclamó en el amo absoluto del toreo.
|
Manuel Benitez torea magníficamente en redondo en la Maestranza de Sevilla |
Parecía imposible dar otra vuelta de tuerca a la ligazón. Pero la historia volvió a
sorprender con Paco Ojeda, hasta el momento el último revolucionario, que en las distancias más
cortas instrumentaba los pases más largos, ligando el toreo de un pitón a otro sin
variar su eje. El genio de Sanlúcar de Barrameda cambiaba la muleta de una a otra mano para coser redondos con naturales, mientras el toro dibujaba auténticos “ochos”
en sus idas y venidas alrededor del torero, que permanecía clavado en su posición hasta cerrar aquellas espeluznantes series con verdaderos forzados de pecho. Ojeda dominaba primorosamente los toques, no solo
para fijar o alargar la embestida del toro, sino para obligarlo a describir una
curva de más en el remate de la suerte, donde le exigía volver por el otro
pitón sin que él rectificara su sitio en la arena, mientras el público se levantaba conmocionado al ver y no terminar de creer lo que estaba sucediendo en el ruedo. Paco Ojeda desarmó las teorías de los terrenos del toro y del torero para demostrar que solo existe el terreno del toreo.
|
Ojeda borda el pase natural. Foto Arjona |
De todas las fuentes citadas se alimenta la tauromaquia de José Tomás, y a todas ha honrado con un
toreo que aportó a la Fiesta la emoción que siempre le
tributaron las grandiosas figuras. Desde la primera retirada del diestro, pocas veces se ha registrado en la historia una comparecencia más deseada por el público.
La afición lo añora por su imperturbable quietud,
por el sitio que pisa y lo cerca que se pasa los toros, por
su forma de expresar el toreo, y porque sabe que está ante un torero histórico. De
ahí que las localidades de sus actuaciones se agoten con increíble
anticipación, la reventa maneje cifras increíbles, y aficionados de todo el mundo peregrinen a las plazas donde decide echar el paseíllo dispuestos a adquirir el abono para asegurar la entrada de su actuación.
Todos quieren ser testigos de ese toreo de manos bajas mecido por unas telas
cuyo temple y mando otorgan majestuosidad a una reunión que por ajuste, pureza y expresión eriza el vello y atenaza la garganta.
|
José Tomás toreando al natural. Foto Arjona |
Casi
cien años de historia han sido necesarios para la evolución, desarrollo y
perfeccionamiento del toreo ligado en redondo. Desde el soplo
de Gallito en la brasa de Belmonte, a la llamarada de Chicuelo propagada por la perseverancia de Manolete, que marca definitivamente el rumbo de la tauromaquia contemporánea, y consolida el sistema que aceptaron y adoptaron todos los toreros para manifestar su acento artístico. Esta es la perspectiva histórica de cuatro toreros legendarios que, al
expresar su toreo, enseñaron a todos los demás la estructura que conducía a la ligazón de los pases en series, el modelo de faena actual, estrechado por Manuel Benítez
el Cordobés y Paco Ojeda. De Gallito a José Tomás confluye un apasionante siglo de
tauromaquia.
2 comentarios:
Todo un tratado, en pocas palabras. Alargar la faena, para adornarse, sobraría. Genial
¡Grandiosa entrada! Todo el que quiera un extraordinario resumen del “hilo de toreo” que dijo el gran Pepe Alameda (D. Carlos Fernández y López-Valdemoro), aquí lo tiene. No se puede escribir más sintetizado y mejor.
Y es que, definitivamente, la historia del toreo ha estado muy mal contada. Esta entrada viene a ser un compendio del verdadero hilo conductor del toreo y hace justicia a toreros maltratados por los que nos han contado la historia del toreo. Entre ellos Joselito el Gallo, el Rey de los Toreros, Chicuelo y Manolete. Y es que cada tarde, en cada faena de la actualidad, resucita Manolete y la faena que implantó para siempre.
¡Enhorabuena Antonio Luis! Y como aficionado a los toros, mi más sincero agradecimiento.
Publicar un comentario