Por Francisco Bravo Antibón
Manolete tras la cornada de Islero en la plaza de Linares. Foto Cano |
La tarde noche del 28 de agosto de 1947, tras ser intervenido en la enfermería de la plaza de Linares, Manolete fue llevado en camilla por las calles de la localidad hasta el hospital de los Marqueses de Linares.
Paco Bravo evoca con estos versos aquella tarde de feria, donde la alegría se tornó silencio ante la gravísima cornada sufrida por el espada cordobés. Los facultativos que le operaron, ante el temor de que el movimiento de la ambulancia pudiera repercutir en su delicado estado de salud, decidieron, a pesar del bullicio del pueblo en feria, que el torero fuera llevado por camilleros a pie y en parihuelas hasta el hospital donde de madrugada falleció.
EL ÚLTIMO PASEO
El reloj marcaba las diez,
tal vez minutos más…
¡Y qué importa!,
señalaba inexorable
los primeros momentos
de la angustiosa noche.
La trágica comitiva
iniciaba una siniestra marcha,
broche cruel y negro
de una tarde aciaga.
Manolete postrado
en la camilla, a hombros…
y cerca, muy cerca,
acechaba la parca…
El Califa se queja:
¡Qué salga la luna
y que ilumine el sendero!
Quiero llegar cuanto antes,
no quiero morir hoy,
¡no quiero!...
Soliloquio postrero
al filo ya de la muerte,
imaginando estremecido,
que le portan costaleros…,
de una procesión callada,
la nuestra… ¡La del silencio!
¡No soñamos! No es un sueño,
acelerad el paso compañeros,
en nuestros hombros va,
el pintor de naturales,
el más grande del toreo.
Manolete ensimismado
sigue oyendo la cadencia
de zapatos y alpargatas,
rozando a compás el suelo.
Tristeza y dolor unidos,
trance de Fiesta Nacional y oro,
y más tarde albero y sangre…
Donde el cadalso fue el coso...,
convertido en pantalla y lienzo,
siendo que antes fue silencio,
y ahora bullicio y jolgorio.
Tristeza por alegría,
desventura y ventura
por momentos, cambia todo.
El torero salió en penumbra,
y llegó de noche
entre silenciosos quejidos,
imagen desgarradora,
con su cuerpo entumecido,
sediento, desangrado,
roto y de muerte herido.
Aún restan minutos negros
empapados de lágrimas
esperando con tristeza
el final de la tragedia,
cuando el reloj marque
las cinco y siete minutos…
La madrugada implora
que no llegue la muerte,
¡Qué no llegue, que no llegue,
por Dios esa hora!
Pero la muerte se posó cerca,
y su venganza entristeció al cielo,
y rompió la rica cruz de caoba,
y llora el mundo entero,
y sobre todo el mundo ¡Córdoba!
Manolete, juncal y torero
su pie derecho desliza
en el virtual albero,
y ante su postrer faena
se cala la montera
y al son de su pasodoble
se persigna e inicia solo
el último paseo…
No hay comentarios:
Publicar un comentario