Por José Alameda
Chicuelo otorga la alternativa a Manolete |
Al cumplirse hoy el 84 aniversario de la alternativa de Manuel Rodríguez "Manolete", otorgada el domingo 2 de julio de 1939 por Manuel Jiménez "Chicuelo" en el incomparable marco de la plaza de la Real Maestranza de Sevilla, queremos rendir homenaje a estos dos extraordinarios toreros, ambos definitivos en la historia del toreo moderno, con los magistrales comentarios de Luis Carlos Fernández López-Valdemoro "José Alameda", a quien consideramos el más prestigioso analista del toreo, publicados en el imprescindible libro «Los arquitectos del toreo moderno» (Ediciones Bellaterra, 2010).
José Alameda |
«A un torero como Chicuelo, tan importante históricamente que todavía estamos en la zona de su influencia, se le ha ignorado en este aspecto, limitándose a registrarlo como el creador de la «chicuelina», un lance gracioso, pero banal, que nació como un adorno y hoy se ha convertido casi en una plaga. Chicuelo estableció el toreo en redondo, creó la faena moderna. Y esto, en la evolución y desarrollo de la fiesta de toros, es un hecho de primer orden.
En cuanto los públicos vieron ese toreo en redondo, ligado, fluido, sin balbuceos, en que los pases se enlazaban constituyendo series de unidad perfecta, ya no quisieron otra cosa. Consecuencia: casi todos los toreros que vinieron después tuvieron que seguir por aquel camino que había iniciado Chicuelo y se ajustaron al patrón que él cortó, al plano trazado por su muleta para la faena moderna. Cada uno a su modo y con su estilo; unos más sobrios, otros más ligeros; éste, alto; aquel, menudo; el de más allá, seco y emotivo; el otro, pinturero y galán… Simples diferencias de expresión personal, según el sentimiento de la constitución física de cada cual… Pero la faena en su concepción y en su desarrollo, fue ya siempre la misma…».
Manuel Jiménez "Chicuelo" creó la faena moderna |
«Pero ¿y Manolete?
Sin duda, el lector ya se había formulado esta pregunta. Porque Manolete cae de lleno en nuestro tema. Su toreo no tendría explicación, ni hubiera tenido posibilidad, sin el acortamiento de distancias de Belmonte, ni el trazado circular, con alternación de terrenos, de Chicuelo.
Ahora bien, la intención de la pregunta es ésta: ¿Aportó algo Manolete, dejó algo nuevo en el campo impersonal de la técnica, algo objetivo, separable de su persona, utilizable por los demás como sistema o modo de resolver algún problema de la lidia? ¿Añadió algo a la arquitectura que había tomado el toreo con Belmonte, Chicuelo y Ortega, o fue la suya una grandeza personal, residente en el tino para medir, en el temple para desarrollar, en la honradez para cumplir y en la expresión dramática que daba aquella trascendencia anímica a su toreo, cualidades geniales, pero que tenían que morir con él, porque sólo vivían con la presencia y la figura?
¿Qué aportó Manolete?
Por lo pronto, una manera de «obligar», o sea, de hacer arrancarse al toro que no viene. Y esto no sólo porque se le acercó más (que eso sería cuestión de grado y no de sustancia), sino porque lo hizo por el camino recto, reparando una desviación en la que habían caído los demás por vía imitativa: la de cruzarse mucho en el cite. La manera de «obligar» avanzando en sentido oblicuo, era apropiada en Belmonte, por la dramática contradicción interna de su toreo, ya explicada; pero vacía de sentido en los demás, que vinieron después a torear en redondo y que habían dado en ella por mimetismo. (Sólo tuvieron razón de usarla Ortega y Arruza, que torearon poco en redondo y caminaron por otras rutas de la arena, como también lo hemos señalado).
Manolete plantea bien la cuestión: si estoy centrado con el toro, en el sitio justo, lo que tengo que hacer es ir reduciendo la distancia, pero nunca corregir la posición, porque si ésta es la buena, cualquier otra que tome ha de ser necesariamente inexacta, y más si, al desplazarme, voy cambiando incesantemente de punto, porque entonces habré trocado mi punto bueno, mi justo centro, por un rosario de inexactitudes».
«Ya hemos visto que aportó una forma de «obligar», acercándose al toro un paso más que sus predecesores. Ahora bien ¿de dónde procedía? ¿Cuál es, taurinamente, su origen? ¿Con qué corriente entronca? O, dicho de otro modo, ¿a qué línea pertenece Manolete?
Manolete aportó una manera de obligar. |
Algunos, yéndose por la vertiente fácil de las apariencias, lo relacionan con Belmonte, sin duda porque ambos han sido los toreros con más expresión, lo que yo llamo «trascendencia anímica», en toda la historia del toreo. Pero, aparte de que en este aspecto arrojaban una tonalidad distinta, son, en cuanto a su técnica, más bien opuestos. Manolete no es afín a Belmonte, sino que, en cierto sentido, se contrapone a él.
La fuerza expresiva de Belmonte |
Hechas las afirmaciones escuetas, procedemos a darles desarrollo.
El único parentesco entre Belmonte y Manolete es el de la fuerza espiritual que de ambos trascendía, cual si su toreo estuviese henchido de alma y este soplo interior escapara hasta rodearlos como un halo. Distínguense de los demás por su mayor fuerza expresiva, pero hemos de reconocer que la expresión de cada uno de ellos era de diversa índole y esto, creo yo, debíase a que también se originaba en distinta fuente.
El matiz ya se ha advertido, ya se ha señalado con definiciones oportunas. En tanto que en Belmonte crepitaba una fuerza dramática, de Manolete parecía desprenderse una cierta llama mística.
En Belmonte había drama, porque había lucha interna.
Hemos examinado ya, al principio de este ensayo, la contradicción, diremos dialéctica, que hacía del toreo de Belmonte un drama técnico antes que humano. Y es natural que en esa pugna sin salida, su toreo, con la caldera a toda presión hasta llegar al rojo, adquiriese tonalidades dramáticas sin precedente. Belmonte era el torero problema. Por eso mismo, tan literario, pues no hay drama sin conflicto, ya sea el de Belmonte o el de Edipo.
Lo de Manolete era otra cosa. Torero lógico, sin conflicto alguno en el planteamiento técnico de su arte, tenía sin embargo una expresión de suma grandeza. Provenía ésta de su actitud moral, de la tensión sostenida, que lo mantuvo en perenne afán de cumbre, angustiosamente alargado hasta la cima. Manolete fue el torero aspiración, como una llama que asciende. Se le ha llamado alguna vez el torero de El Greco. Pues lo era, pero más que por su traza física por su ética estricta, que lo elevaba como puro espíritu como forma que se levanta. Belmonte mientras tanto tenía su drama en la tierra, «en los terrenos».
«El hecho es que Manolete procedía de la misma línea que Chicuelo. Esta afirmación sin duda parecerá sorprendente a muchos. Pero yo no digo que sea una opinión mía, me pongo categórico y sostengo que es una realidad, por eso he empezado diciendo «el hecho es». Y tan lo es que el primero en saberlo era el propio Manolete.
Corría el mes de febrero de 1946, cuando tuve ocasión de hablar con Manolete sobre este tema. Nos encontrábamos en el hotel Reforma, de la ciudad de México, charlando mientras él terminaba de vestirse para acudir a una cita. Estaba en mangas de camisa, anudándose la corbata y, al oírme decir que yo encontraba mucha similitud entre su forma de torear y la de Chicuelo, volvió hacía mí sus ojos que revelaban una complacida sorpresa:
—Así es —dijo sin titubear—. La gente no suele verlo, porque la gente no se fija en esas cosas, pero ese es mi toreo. Yo creo que el torero debe mantenerse lo más posible en su centro, en la línea. Y, en eso, el mejor que yo he visto ha sido Chicuelo».
2 comentarios:
Muchas gracias Antonio por este artículo tan ilustrativo sobre aspectos tan importantes para ayudarnos a entender el arte de la tauromaquia
Un placer leer lo que se comparte con tanto respecto y conocimiento de manoletista a Manoletista, gracias.
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