Por Antonio Luis Aguilera
De vuelta a corrales |
El juego de la corrida era más que previsible
ante el escaso juego de los encierros lidiados en las ferias precedentes, por eso pocos
aficionados se sorprendieron del «petardo» que pegó la corrida de Juan Pedro Domecq el domingo en Sevilla.
Díganme ahora con el ánimo que acudirán los abonados a los otros dos
festejos contratados por este hierro en el coso del Baratillo, porque han sido tres las corridas firmadas en el abono a una divisa que no está en su mejor momento, como esas ofertas del 3 x 1 que hacen algunos
supermercados. O digan qué ilusión genera para acudir a las taquillas de la plaza de
Córdoba, para comprar entradas del festejo que anuncia con estos toros a Morante y Aguado. Luego dirán que la respuesta de la afición no estuvo a tono con la categoría del cartel, pero como decía el Guerra:
«Lo que no puede ser, no puede ser... Y además es imposible».
En la difícil y respetabílisima labor de selección del toro de lidia se ha echado demasiada agua al vino. De nada vale que el envase y etiquetado de la presentación sean bonitos si en el interior se ofrece un caldo sin color, olor ni
sabor. No es algo reciente. Los toros del prestigioso hierro de Juan
Pedro Domecq llevan años aburriendo por falta de raza, pero las figuras se los disputan, porque permiten sumar corridas de un modo fácil, pues no
molestan y de vez en cuando salta algún toro enclasado que posibilita el triunfo. Demasiado
poco para que el histórico hierro, como si estuviera en sus épocas de gloria, se repita en los mejores carteles de las
plazas importantes, en lugar de pasar una rigurosa ITV que permita diagnosticar y corregir su manifiesta falta de casta antes de volver a circular en las grandes ferias.
En todas las épocas de la historia los toreros que cortaron el bacalao exigieron las corridas que consideraban de mayores garantías para triunfar. En la actual el encaste favorito es Domecq y están en su derecho de pedirlo, pero por el bien del toreo deberían exigir lo de Domecq que está embistiendo. Y en esa línea ahora están con mejores resultados los hierros de Victoriano del Río, Garcigrande o Núñez del Cuvillo. ¿Acaso no tienen fuerza las figuras que marcan el paso para exigir que una fecha tan señalada como el domingo de Resurrección se lidie alguno de esos hierros en el coso del Arenal? Por supuesto ello no garantiza el resultado, pues los toros son como los melones, pero al menos el «petardo» no hubiera sido tan previsible como el que se adivinaba el pasado domingo con el antiguo hierro de Veragua. Para una fecha tan señalada, con las carísimas entradas agotadas más el plus de ingresos de televisión del canal de pago, debió ser otra la previsión de la empresa y del espada que comandaba el cartel. El «petardo» ha sido grande.
1 comentario:
Así me gusta, amigo Antonio, a las "cosas", por su nombre. De nada sirve adornar para falsear la realidad.
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