martes, 8 de febrero de 2022

LA IRONÍA DE «MANOLETE»

Por Antonio Luis Aguilera 

Guillermo coloca la chaquetilla a Manolete.
Pintura de Juan Cantabrana

La seriedad característica de su semblante invita a pensar que «Manolete» no fue un hombre de buen humor, pero lo era, aunque cueste imaginar que al torero le encantara reírse, disfrutar y pasarlo bien. Una cosa era la seriedad del oficio, jugarse la vida ante los toros, que no tiene nada de broma, y otra ser un muchacho alegre que, a pesar de su timidez, cuando estaba con sus amigos era una persona más, a la que le encantaba divertirse y gozar de la juventud.

En la entrada de este blog «Manolete recordado por un amigo», se cuenta la anécdota de la noche que el torero y sus amigos habían tomado unas copas y «estaban contentos», cuando por la céntrica plaza de San Miguel —iglesia donde fue bautizado— vieron venir a un señor bajito que llevaba un sombrero tipo «mascota». Al torero le hizo mucha gracia y se le ocurrió quitárselo para ponérselo y salir corriendo dando vueltas a la oscura plaza, mientras aquel hombre emprendía carrera tras ellos tratando de recuperar la prenda y llamándoles sinvergüenzas. Finalmente, el torero y su grupo se detuvieron ante uno de los pocos faroles que prestaba luz a la plaza, se identificaron ante ese señor, que quedó estupefacto al comprobar quién era el autor de la broma, y tras excusarse quedaron citados a la mañana siguiente para desayunar juntos.

En esta ciudad, tras la fachada de un semblante serio, es frecuente encontrar a personas de burla fina y disimulada, que con su ironía en cualquier ocurrencia, gesto o aseveración —generalmente de pocas palabras—, provocan la risa por sus divertidas ocurrencias. Personalmente consideramos que forma parte del carácter de Córdoba y guarda bastante relación con el que tuvo «Manolete». 

Guillermo entrega los trastos a Manolete en Linares. Foto Cano

Hemos recordado esta anécdota de la broma de «Manolete», que nos contó su íntimo amigo Manolo Sánchez de Puerta, al releer antiguos textos sobre el torero. Alguno de ellos no por conocido resulta indiferente, como el que relata la ocasión en que su fiel amigo y mozo de espadas Guillermo González Luque, cansado de la mala suerte del espada en los sorteos, decidió meter la mano en el sombrero y elegir la bola de papel. La anécdota la contó Ricardo García «K-Hito» en el semanario taurino «Dígame», en una entrevista al torero cordobés, y en ella es evidente la ironía del torero y su agudo sentido del humor: 

«K-Hito»: Muchas ganas de que empiece la temporada, ¿verdad?

«Manolete»: Regulá na más.

«K-Hito»: ¡Pero hombre!

«Manolete»: Estoy contando los días que me quedan de vacaciones. Y es que los toreros solo vivimos en invierno. Porque comprenderá usted que aquello otro no es vida.

«K-Hito»: ¿El qué?

«Manolete»: La temporada, criatura. Los toreros sevillanos, con sus bromas y sus alegrías, la llevan mejor; pero nosotros, los cordobeses, con nuestra seriedad senequista… ¿Ustedes han visto mi cuarto en día de corrida…? Caras largas como somieres. Muchas veces tengo yo que decir: Bueno ¿qué pasa? «Pepe Camará» es hombre serio. Y Guillermo, el mozo de “espás”. Y yo, porque no vamos a decir que sea yo unas castañuelas. Siempre que vuelven del “apartao” se pisan la barba con los pies: “No me digas ná; ya sé que me han tocado los más feos (se refiere al reconocimiento y sorteo de los toros entre las cuadrillas que torean cada tarde) y los más destartalados, agrego yo". “Y los más desaboríos”, añaden ellos. Excuso a usted de decirle lo que sale opinando el que entra entonces a mi cuarto de Séneca, de Pepe, de Guillermo y de mí. ¡Pa jaserle aire a los cuatro! (Reímos todos de buena gana).

Guillermo, su mozo de espadas, le dijo un día en Vitoria: “Hoy voy a meter yo la mano en el sombrero para el sorteo. Estoy seguro de que …”.

«K-Hito»: ¿Y qué tal, qué tal?

Valencia, 19-3-1942. Pinturas colea al toro desde el suelo tratando de
 librar a Manolete de la cornada. A la izquierda, de azabache, Juanito
Belmonte quiere llevarse el toro con los brazos. A la derecha, sin capote,
Alfredo David trata de ayudar. Al fondo, acude también raudo al quite Pedro
Barrera. Todo acontece bajo la mirada de Guillermo González, fiel mozo de
espadas y chófer de Manolete, que a cuerpo descubierto y sin soltar sus trebejos,
expone su vida a cambio de asegurar la de su jefe de filas. Foto Finezas.

«Manolete»: Yo por la tarde ya no me acordaba, pero noté que Guillermo me quería poner la chaquetilla desde la pared de enfrente. Caí entonces en la cuenta y le dije: “¿Qué has hecho, condenao?”. Guillermo estaba pálido. “Acércate, que te voy a matá”. “No lo volveré a hacer más”. “¿Qué clase de rinocerontes me has buscao?”. “Más vale no entrar en averiguaciones”, me repuso. Y es que —continúa «Manolete»— me quieren de verdad. Muchas veces en las tientas le digo a Guillermo: “Anda, echa un capotazo”. Y que si quieres arroz, Catalina. Pero como me coja el toro, allí está Guillermo mordiéndole el rabo. Es curioso. ¿Se explican ustedes a un mozo de “espás” que a mitad de temporada, y en contra de sus intereses, diga que ojalá fuese la última corrida? Claro que los banderilleros lo fulminan con sus miradas».

Ronda de «Los Tejares» de Córdoba, con la antigua plaza a la derecha 

Además el torero tenía buena memoria y las devolvía con suave ironía. Cuenta «José Luis de Córdoba», biógrafo de «Manolete», en su obra «El toreo en Córdoba» (Editorial Nebrija, 1980), que el 25 de julio de 1935 «Manolete» se presentó con picadores en la cordobesa plaza de «Los Tejares» (Cartel: novillos de Enriqueta de la Cova, para Jaime Pericás, Edmundo Cepeda y Manuel Rodríguez «Manolete»), y en la puerta de cuadrillas fue saludado por Jaime Pericás, que de broma le preguntó:

—¡Oye, chico! ¿En esta plaza salen los picadores por delante?

«Manolete» no contestó. Se santiguó e inició el paseíllo.

Años después «Manolete» fue a torear como matador de toros a Palma de Mallorca. En la puerta de cuadrillas coincidía nuevamente con Pericás, al que el espada de Córdoba devolvió la broma:

—¡Oiga, Jaime! ¿Los picadores cómo salen en esta plaza?

Sonrió Pericás y le dijo:

—Buena memoria tiene usted, maestro!


ENTRADA RELACIONADA: «MANOLETE RECORDADO POR UN AMIGO»

1 comentario:

Andrés Osado dijo...

Excelente, amigo Antonio.
Recuerdo haber oído alguna vez, no se ni donde ni cuando, este dicho:
"Un cordobés, un hombre serio; dos cordobeses un chiste; tres cordobeses, con unas copas de vino, una juerga"
Un abrazo