Por Rafael Sánchez González
Rafael Guerra Bejarano «Guerrita». Óleo de Julio Romero de Torres |
Mientras España curaba sus heridas por la pérdida de las
colonias de ultramar, las plazas de toros eran los escenarios donde muchos
españoles, olvidando la situación política por la que atravesaba el país,
seguían entregándose a su afición favorita, los espectáculos taurinos, en cuyo
entorno se reflejaba también ese ambiente de pesar, influenciado además por la
retirada de los dos ídolos que durante más de cuatro lustros habían acaparado la
máxima atención y dividido sus pasiones: Rafael
Molina Lagartijo y Salvador
Sánchez Frascuelo. Cuando esto sucedía, otro diestro ocupaba ya el
liderazgo de manera absoluta, Rafael
Guerra Guerrita, cuya trayectoria profesional transcurrió envuelta
en una merecidísima aureola de auténtico magisterio. Desde su aparición
formando parte de la Cuadrilla Juvenil Cordobesa que en 1875 formó Francisco Rodríguez Gómez Caniqui, destacado banderillero a quien un
problema de visión le obligó a dejar la profesión, Llaverito, que así se le conocía entonces a Rafael (por ser hijo del conserje y por
consiguiente tener las llaves del viejo Matadero de Córdoba), mostró unas
cualidades excepcionales para la lidia, aptitudes que fueron progresando a
medida que avanzaba su excepcional carrera, hasta que en 1899 decidió retirarse
cuando era figura máxima e indiscutible de la Tauromaquia. Pero si toda su
ejecutoria en los ruedos fue brillantísima, cabe significar que en 1894 cuajó
su campaña más completa, que además se vio acompañada por acontecimientos de
muy diversa índole. Fue, la gran temporada de Guerrita, a la que quiero
dedicar la atención que por su relevancia merece.
El Barrio del Matadero de Córdoba, en el Campo de la Merced. |
A modo de introducción, he de indicar que en 1891 el bando lagartijista, declarado abiertamente en contra de Guerrita, tomó partido por Manuel García el Espartero, quien a base de gran pundonor y un arrojo temerario cogió alas en el coso de la Villa y Corte, situación por la que Rafael decidió no ajustarse el siguiente año (1892) con el empresario de tan importante plaza, el famoso Bartolo (Bartolomé Muñoz), que tampoco pudo contar con Luis Mazzantini y José Sánchez Cara-ancha. En 1893, siguiendo la determinación tomada por Frascuelo y cansado por el peso de los años se retiró Lagartijo, que ya había firmado las paces en Córdoba con Guerrita (un problema del que sus respectivos seguidores fueron más culpables que los propios espadas), y cuando este último regresa ante el exigente público madrileño, aun sin decepcionar, tampoco puede decirse que alcanzara el alto nivel de años anteriores. Al empuje del Espartero vino a unirse con fuerza en la segunda parte del abono Antonio Reverte, otro diestro sevillano con el valor como base de sus triunfos y la misma atracción popular que su citado paisano, del barrio de La Alfalfa. Así estaban las cosas cuando Rafael encaró su importante campaña de 1894, que curiosamente comenzó con dos actuaciones los días 2 y 5 de marzo en la plaza Serra do Pillar de Oporto (Portugal), acompañado del rejoneador Duarte d´Oliveira.
La temporada madrileña se abrió el siguiente día 25, con
ganado de Manuel Bañuelos para Espartero, Reverte
y Guerrita, quien, vestido de
verde y oro, se enfrentó a Picafuerte y Lagartijo (no sería el
único astado con este nombre que matase a lo largo de su carrera), actuación
que le sirvió para darse buena cuenta de que había que apretarse los machos,
dado que soplaban vientos de Fronda. Pero no tardaría Rafael en poner las cosas en su lugar exacto. En la primera de
abono, el domingo 1 de abril (suspendida por lluvia siete días antes), con los
mismos compañeros de cartel y reses de Esteban
Hernández, grandes y con poder, cuajó el diestro de Córdoba una de sus
tardes más completas en este coso frente a Rebollo, un colorao de
cuello rizao y grandes defensas, que derrochó mansedumbre desde que
asomó por la puerta de chiqueros, y a Segoviano, ejemplar de bonita
lámina, con el que se lucieron en quites los tres espadas y cuya muerte brindó
a la francesa duquesa de Uzés, que le correspondió con un valioso alfiler, para
realizar después una brillante faena a la que puso colofón con un soberbio
volapié. El público, que se había mostrado con intencionada frialdad tras
rematar a su primero, no tuvo más remedio que entregársele con una ovación
general, que le acompañó cuando en su jardinera enfilaba la calle de Alcalá
arriba para entrar en la del Turco camino de la fonda.
Guerrita en la plaza de Sevilla trasteando a Judio de Miura |
Con el grato sabor de este triunfo llegó Rafael a Sevilla para participar en la
Corrida del Corpus (15/4) y en las tres de su famosa Feria abrileña, anunciado
con Espartero y Emilio Torres Bombita. Los toros pertenecían a las prestigiosas divisas de Adalid, Concha y Sierra, Ybarra
y Miura, y el resultado general no
pudo ser más exitoso para él. Con relación al segundo de estos festejos recojo
estas líneas escritas por Don Ventura
en su obra Al hilo de las tablas: “Los dos diestros [Espartero y Guerrita] estuvieron superiores de verdad contendiendo con las
reses de la Viuda, que así era cómo toreros y aficionados designaban a doña Celsa Fontfrede [Vda. de Concha y Sierra](…) Aquella noche de la
corrida los vendedores de periódicos voceaban éstos, repitiendo machaconamente
el bordoncillo de: con lo bien que han trabajado Espartero y Guerrita”.
Y añade después dicho historiador: “la gente se agolpaba como para contemplar
algo extraordinario, y quien producía aquel revuelo era el célebre diestro
cordobés, el cual avanzaba por la angosta vía ataviado con arreglo al puro
clasicismo torero: recogido sombrero calañés, chaquetilla de terciopelo
granate, rico pantalón negro de talle, botas de charol con cartera de color
claro, bastón, camisa bordada y deslumbradores brillantes. ¡Qué olor a torero
se esparció por la calle de las Sierpes! Al llegar Guerrita frente al Círculo de Labradores se encontró con el crítico
madrileño Don Clarencio, gran
partidario suyo. ¿Cómo? ¿Usted por aquí? -dijo Rafael-. A ver a ustedes y que sea enhorabuena -replicó Don Clarencio-. Rafael hizo una breve pausa, giró la mirada por aquella multitud
que le asediaba y le cerraba el paso, y añadió con firmeza: “¡Aquí soy el amo!”.
El domingo 22 volvió a Madrid, donde, después de varias
suspensiones por lluvia y variaciones en el cartel, se celebró la segunda
corrida de abono en la que, mano a mano con Reverte por reciente percance de Espartero en Sevilla, se enfrentaron a bichos de Juan Vázquez, con romana y bravura, que
a punto estuvieron de dejar en la ruina al señor Bonilla, encargado de la cuadra de caballos de esta plaza. Tercer
paseíllo en la Corte y otra lección magistral de Guerrita, esta vez ante Farolero, con el que
desempeñó una gran labor con la muleta y citó hasta cuatro veces en la suerte
de recibir, que fueron otras tantas ovaciones. Según Paco Media Luna (El Toreo 23/4/1894): “Nada más
bonito y artístico que aquellos pases naturales haciendo girar al toro en un
palmo de terreno (…) No hay que consignar que toda la faena fue exornada con
unánimes salvas de aplausos, repitiéndose al caer el bicho muerto”. Siete
días después nueva actuación en el mismo escenario, acompañado de Cara-ancha, que resultó
herido en una pierna al banderillear, y Antonio
Fuentes, alternativado por Fernando el
Gallo hacía siete meses, para lidiar un encierro de José Orozco remendado con un sobrero de
Conradi, que pareció raquítico
comparado con aquel ya citado de Vázquez
y por añadidura no dio el juego apetecido.
Manuel García El Espartero |
El 3 de mayo, festividad de la Ascensión, junto a Reverte y Fuentes se las vieron con astados de Miura, muy grandes, duros y poderosos, sobre todo el cuarto, con el
que tuvieron que emplearse a fondo Pegote,
Zurito y Beao, ordenando el diestro que abrieran las puertas para una
vez en el callejón poderle quitar al toro la mitad del palo que Pegote había enterrado en el
morrillo de Enanito, que así se llamaba el miureño. De vuelta a la
arena, Rafael sacó a relucir una vez
más sus dotes de gran lidiador ante el público madrileño. Y según narra El
Toreo (4/5/1884): “se arranca a dos palmos de la cara de su enemigo, y
al volapié deja una gran estocada. El toro queda como inmóvil frente al 10, Guerrita se sienta en el estribo. El
bicho le mira. Saca el matador el pañuelo, se limpia con él, y vuelve a
guardarle. El toro da una vuelta y vuelve a quedarse mirando a Guerrita, que continúa sentado. Y se
acuesta a sus pies besándolos casi (…) Un espectador de la grada 9 gritaba:
¡ole por el Lagartijo y el Frascuelo, todo en una pieza! Conste
que la ovación fue de las que hacen época, y de las que son espontáneas”.
Añadir, que a su regreso a Córdoba fue recibido en la estación del ferrocarril
por una banda de música y numerosas personas que le acompañaron
entusiásticamente hasta su domicilio en
Plaza de Capuchinos.
Cuatro paseíllos más realizó Rafael Guerra sobre el ruedo madrileño (los días 6, 13, 17 y 20 de mayo) y en todos mantuvo en alza su bien ganado cartel de figura cumbre del toreo, llegándose a leer en la prensa expresiones como: “ya no se puede llegar más alto que ha llegado Guerrita”, o bien: “hoy día es el único torero capaz de poner en las taquillas el ansiado cartelito de no quedan localidades”. Relacionado con el tercero de ellos se produjo un leve incidente del que se han contado diferentes versiones que, más o menos, vienen a redundar en el mismo resultado final. En el mañanero apartado de los toros, propuso Guerrita la conveniencia de dejar fuera uno que desentonaba del resto por su exagerada altura y descomunal cabeza, aún dentro de un encierro que ya era grande y cornalón. El mayoral cometió la torpeza de advertirle al diestro que no debía preocuparse dado que dicho ejemplar no venía para él (conviene recordar que entonces era el ganadero quién señalaba el orden de salida de las reses a lidiar en cada corrida). Como era de esperar, la respuesta del califa fue tan rápida como contundente. Imponiendo su jerarquía exigió enfrentarse a Cocinero, que así se llamaba aquel elefante con cuernos perteneciente al ganadero colmenareño de D. Félix Gómez, quien, por cierto, fallecería veinticuatro días después. Con la maestría que era de suponer, Cocinero fue lidiado en segundo lugar y al caer fulminado de certera estocada sonaron con fuerza las palmas para el torero. De la dureza que sacaron los bichos es prueba exponente los 49 puyazos que recibieron, por 33 caídas y 18 caballos muertos.
Picador antes del peto para proteger las cabalgaduras |
Dos corridas de toros (25 y 26 de mayo) y una novillada conformaron en Córdoba la Feria de la Virgen de la Salud de aquel año, en las que Guerrita alternó con Mazzantini, y Espartero, frente a reses de Eduardo Ybarra y de Antonio Campos (oriundas de Barrionuevo) respectivamente. Por cierto, sería la última vez que el valiente espada sevillano abandonaría una plaza vestido de luces, dado que el día siguiente caía mortalmente herido por el toro Perdigón, de Miura, en el ruedo de la Villa y Corte. El paso por nuestra ciudad del vagón en el que viajaba el cadáver de Manuel García congregó en la estación a numerosos aficionados y por encargo expreso de Rafael Guerra, ausente al torear ese día en Granada, el clero de la parroquia de San Miguel acudió para rezar un solemne responso ante los restos mortales del desgraciado torero. Continuando con la Feria cordobesa, el tiempo desapacible, que quitó brillantez al recinto ferial, no restó público en el desaparecido coso de Los Tejares, escenario de un triunfo más de Guerrita, que fue clamorosamente aplaudido por sus paisanos, con el mismo entusiasmo que despertó cuando en la noche del viernes 25 advirtieron su presencia en la lujosa tienda (caseta) del Círculo de Amistad, lugar al que para felicitarle acudió el alcalde de la ciudad, señor Aparicio Marin, acompañado del Director General de Establecimientos Penitenciarios, el cordobés D. Antonio Barroso Castillo, que disfrutaba de las jornadas festivas en compañía de familiares y amigos.
A su mencionada actuación en Granada, siguió la de
Aranjuez, el miércoles 30, donde se dieron cita numerosos aficionados
desplazados desde Madrid, y a continuación las de Antequera (31/5), Barcelona y
Nimes (Francia), los días 3 y 10 de junio respectivamente, antes de regresar a
la capital de España para participar el 17 de junio en la tradicional
Corrida de Beneficencia, con Mazzantini,
Lagartijillo (en sustitución
de Reverte), Fuentes (que sufrió una extensa herida en la región lumbar derecha)
y ganado de la Marquesa Vda. de Saltillo.
Según El Bachiller González de Rivera en Sol y
Sombra: “el segundo saltillo, de nombre Baratero, fue bravísimo, llegó a
la muleta cortando terreno y Guerra,
de tórtola y oro, le toreó de un modo magistral con diecisiete pases, en cada
uno de los cuales obtuvo una ovación, que aumentó al matar con una estocada
algo caída recibiendo. Al sexto, Zorrillo, lo toreó con suprema elegancia,
matándolo de un magnífico volapié. La segunda ovación igualó a la primera”.
El jueves 21 toreó en la lisboeta plaza de Campo Pequeño y el domingo 24
en la Real de El Puerto de Santa María, recintos taurómacos con la
belleza arquitectónica y reconocida importancia que en la actualidad conserva y
sigue disfrutando respectivamente uno y otro.
Guerrita entra a matar a Cocinero, de don Félix Gómez |
Entre las festividades de San Juan y San Pedro vuelve a Madrid el día 27, en tarde lluviosa que no repercutió en los tendidos pese a ser además jornada laborable, esta vez para entendérselas con ganado de Adalid en compañía de Antonio Fuentes y Ricardo Torres Bombita, que confirmaba la sevillana alternativa que el año anterior le había otorgado el Espartero (única que dio este diestro) en la Feria de San Miguel. Guerrita, que tuvo que descalzarse para poderse mover con cierta seguridad sobre el barrizal en que se había convertido el ruedo, estuvo valentísimo toda la tarde, sacando a relucir su incontestable magisterio taurino, sobre todo ante Gallarete, un buey con desarrolladas defensas que mostró mansedumbre desde su aparición por la puerta de chiqueros. Según la prensa, los antiguos núñezdeprado no dieron el juego esperado y ya no tenían la pujanza frente a los caballos de cuando los presentaba D. ª Teresa. Y con doble y triunfal participación en la feria burgalesa, los días 29 y 30, ponía punto final Rafael al mes de junio.
El domingo 1 de julio se cerraba la primera temporada del
abono madrileño con un cartel de extraordinario interés. Nada menos que Guerrita como único espada con
seis ejemplares de Joaquín Muruve,
gesta que llevaría a cabo en veinte ocasiones a lo largo de su carrera. De la
expectación que el festejo había despertado es señal inequívoca el comienzo de
la crónica de Paco Media Luna
en el semanario El Toreo: “El delirio, el disloque, el acabóse, el
colmo, todo en una pieza (…) Los billetes para presenciar la corrida de ayer se
han cotizado a precios fabulosos. Asientos que en el despacho valían de
ordinario dos pesetas se han pagado a seis y ocho, sin andarse con requisitos,
so pena de quedarse a la luna de Valencia. Y si esto ha ocurrido con los
billetes de las andanadas frente a la sombra, ¿qué precios no habrán obtenido
los billetes de preferencia? La calle de Sevilla toda la mañana de ayer estuvo
convertida en una segunda edición de la Bolsa, con mucha más animación que la
mejor sala de contrataciones, y cotizándose en alza continua el papel, según
transcurría el tiempo. A las dos era ya difícil obtener un asiento en la
mezquita, porque quedaban contados, y esos a precios fabulosos. (…) A las
cinco, D. Manuel Cobos Canalejas,
encargado de la presidencia, dio las órdenes de comenzar. Al poco presentábase
el ejército capitaneado por el gran califa Rafael
Guerra «Guerrita», vestido de
verde y oro, que fue saludado por la asamblea con un aplauso general”. De
su continuado elogio a la redonda actuación del torero de Córdoba, destaco
estas líneas: “El sexto, como queda dicho, fue un buey. Pero como una de las
grandes habilidades que tiene el Guerra
es convertir a la hora de la muerte bueyes carreteros en toros boyantes,
tomando al manso de cerca y tapándole siempre la salida, consiguió apoderarse
de él y dar fin a la faena con la mejor estocada que se clavó en toda la tarde,
cayendo el bicho sin necesidad de puntilla”.
Guerrita y su tropa torera |
Con lleno a rebosar en Castellón, el 8 de julio volvió a encerrarse en solitario con seis muruves a los que despachó de otras tantas estocadas y un pinchazo recibiendo. Así resumía su labor la reseña de Arte Taurino (15/7): “Con la muleta hizo todo lo que sabe, que no es poco. Dio pases acabadísimos, imposibles de describir con la perfección con que él los ejecuta”. Cuatro días después y precedido de toda la parafernalia que allí rodea a los festejos taurómacos, lidió en Lisboa reses nacionales de Palha, que dieron un excelente juego. En cambio, no sucedió igual con cinco de los seis morlacos que el domingo 15 se jugaron en Barcelona, marcados con los hierros de Benjumea, Miura y Mazzantini, que pasaportó junto con el Gallo y Don Luis, que en dicha función conjugaba protagonismo como ganadero y torero.
Cuatro corridas compusieron la valenciana Feria de Julio
(todavía no se celebraba el ciclo fallero, que con el paso del tiempo
alcanzaría mayor celebridad), de las que solamente él fue máximo protagonista
de todas, figurando también en la programación Bombita, Mazzantini,
el diestro local Julio Aparici Fabrilo
y Rafael Bejarano Torerito en
sustitución de Reverte que se
encontraba herido. Lo más destacado corrió a cargo de Guerrita, lucido con los toros aceptables, que
salieron pocos, y mostrándose dominador con los que mansearon, que fueron
mayoría. Intercalando actuación entre estos festejos viajó a Mataró el día 27,
para estrenar el único coso taurino levantado en la capital del Maresme, con
capacidad para ocho mil espectadores, en una nueva encerrona, ahora
frente seis cornúpetos de José María de
la Cámara que averiguó con sobrada solvencia.
Aplazado a fin de que pudiese intervenir Guerrita, con lleno rebosante,
teniendo que desalojar la autoridad al público que había invadido el callejón
antes de comenzar el espectáculo, el jueves 2 de agosto se inauguró la tercera
plaza de toros levantada en Jerez de la Frontera (las dos anteriores
desaparecieron pacto de las llamas). Ni los bichos del señor marqués de Villamarta, procedentes de Juan Vázquez, ni Francisco Bonal Bonarillo,
antiguo competidor suyo en novilladas matritenses que en esta ocasión alteraba
con él, aportaron nada digno de ser recordado en fecha tan señalada para la
afición jerezana. Consignar, si acaso, que el picador Rafael Moreno Beao pasó a la enfermería con erosiones en la
cara y luxación del brazo izquierdo. Los días 4 y 5 compartió aplausos con Antonio Fuentes en la localidad murciana de Cartagena frente a sendos
encierros de Saltillo y Muruve. Y el lunes 6, desilusión en Alicante al
estrellarse los deseos de agradar del califa, que una vez más se
anunciaba como único espada, por culpa de las nulas condiciones que salvo en
varas aportaron los muruves lidiados.
Antonio Fuentes |
Rafael proseguiría su triunfal campaña con una doble participación en la Feria de Málaga. El miércoles 8 para despachar en veinte minutos un encierro de Saltillo, que representó un triunfo más para Guerrita, éxito que se vio complementado el jueves con una gran actuación, de manera especial en el toro cuya muerte brindó a su maestro y antiguo jefe Rafael Molina Lagartijo, invitado de honor en el palco de la Diputación. Extraordinaria faena, a la que Barabino ponía colofón en su reseña (El Toreo 13/8), con estas líneas: “En el quinto desarrolló arte, elegancia y maestría, entusiasmando al público de tal modo que hasta las presidentas aplaudían. Mató al bicho de una estocada muy buena, después de rascarle el testuz, llevándoselo luego a las tablas, donde se sentó, sacó el estoque y le remató con la puntilla. Ovación, oreja y música por las tres bandas que asistían a la corrida”. Testigos de excepción Mazzantini y Bombita, que completaban cartel con reses de Orozco.
Rafael Guerra en sus inicios |
Tras un breve descanso a su paso por Córdoba, Rafael Guerra emprendió viaje para
acometer las dos citas taurinas más importantes del norte como son los ciclos
feriales de San Sebastián y Bilbao, en los que ya en aquellos años se daban
cita miles de aficionados llegados de Francia. Comenzó en la desaparecida plaza
guipuzcoana de Atocha (primera en España que en agosto de 1886 y bajo el
reclamo de Toros de Noche anunció un festejo taurino nocturno), donde,
vestido de corinto y oro, lidió ganado navarro del conde de Espoz y Mina (dueño ya en solitario de
los antiguos carriquiris), junto con Luis Mazzantini, que aun habiendo nacido en Italia siempre se
consideró un torero de esa tierra. Tres días después (15/8) repetirían
actuación, esta vez frente a toros de la Sra. Vda. de López Navarro que colaboraron al triunfo de ambos espadas,
sobresaliendo el alcanzado por el cordobés ante Donoso, del que le
concedieron una oreja. Según la prensa: “Los trenes para Francia salen
atestados de gente, y al partir de la estación, los franceses gritan con
entusiasmo ¡viva España! ¡Viva Guerrita!”.
Quizás por no tener mucho de qué escribir en temporada estival, periódicos como
El Tiempo y El Liberal se ocuparon de la comida ofrecida a Rafael Guerra a bordo del Conde de
Venadito, intentando comprometer con ello a significativas personas
relacionadas con el Ministerio de Marina, al punto de tener que enviar el
torero una carta aclaratoria al respecto que fue publicada en el primero de los
rotativos citados.
En cuanto a Bilbao, tomó parte en las cuatro corridas
programadas del 19 al 22 de agosto, abriendo actuación mano a mano con Mazzantini y ganado de Muruve al que le sobró mansedumbre. En
los dos siguientes festejos alternaron ambos junto al sevillano Antonio Reverte, corriéndose la primera
tarde reses de Veragua, con romana y
desarrolladas defensas, que dieron un juego bastante aceptable, en tanto que en
la siguiente los pupilos de Saltillo
demostraron enorme poder y sacaron mucho que lidiar, mandando a la enfermería a
los dos compañeros de Guerrita,
motivo por el que Reverte no pudo
torear el último día y Mazzantini
anduvo muy mermado de facultades, cargando el califa con todo el
peso de la lidia, en la que colaboró muy eficazmente y compartió palmas con él,
haciendo gala de su reconocida solvencia, ese portento de la brega llamado Juan Molina, que todavía figuraba en la
cuadrilla de Mazzantini para pasar
el siguiente año a las órdenes del Guerra,
quien a fin de cuentas sería el triunfador absoluto de la feria. Por compromiso
con el empresario, su amigo José Arana, volvió de nuevo a San Sebastián
el domingo 26, para estoquear saltillos en compañía de Emilio Torres Bombita, que fueron de Zalduendo el día 28 en Dax (Francia), y de González Nandín el 3 de septiembre en Valdepeñas.
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