domingo, 15 de agosto de 2021

LA GRAN TEMPORADA DE «GUERRITA» (I)

Por Rafael Sánchez González

Rafael Guerra Bejarano «Guerrita».
Óleo de Julio Romero de Torres

Mientras España curaba sus heridas por la pérdida de las colonias de ultramar, las plazas de toros eran los escenarios donde muchos españoles, olvidando la situación política por la que atravesaba el país, seguían entregándose a su afición favorita, los espectáculos taurinos, en cuyo entorno se reflejaba también ese ambiente de pesar, influenciado además por la retirada de los dos ídolos que durante más de cuatro lustros habían acaparado la máxima atención y dividido sus pasiones: Rafael Molina Lagartijo y Salvador Sánchez Frascuelo. Cuando esto sucedía, otro diestro ocupaba ya el liderazgo de manera absoluta, Rafael Guerra Guerrita, cuya trayectoria profesional transcurrió envuelta en una merecidísima aureola de auténtico magisterio. Desde su aparición formando parte de la Cuadrilla Juvenil Cordobesa que en 1875 formó Francisco Rodríguez Gómez Caniqui, destacado banderillero a quien un problema de visión le obligó a dejar la profesión, Llaverito, que así se le conocía entonces a Rafael (por ser hijo del conserje y por consiguiente tener las llaves del viejo Matadero de Córdoba), mostró unas cualidades excepcionales para la lidia, aptitudes que fueron progresando a medida que avanzaba su excepcional carrera, hasta que en 1899 decidió retirarse cuando era figura máxima e indiscutible de la Tauromaquia. Pero si toda su ejecutoria en los ruedos fue brillantísima, cabe significar que en 1894 cuajó su campaña más completa, que además se vio acompañada por acontecimientos de muy diversa índole. Fue, la gran temporada de Guerrita, a la que quiero dedicar la atención que por su relevancia merece.

El Barrio del Matadero de Córdoba, en el Campo de la Merced.

A modo de introducción, he de indicar que en 1891 el bando lagartijista, declarado abiertamente en contra de Guerrita, tomó partido por Manuel García el Espartero, quien a base de gran pundonor y un arrojo temerario cogió alas en el coso de la Villa y Corte, situación por la que Rafael decidió no ajustarse el siguiente año (1892) con el empresario de tan importante plaza, el famoso Bartolo (Bartolomé Muñoz), que tampoco pudo contar con Luis Mazzantini y José Sánchez Cara-ancha. En 1893, siguiendo la determinación tomada por Frascuelo y cansado por el peso de los años se retiró Lagartijo, que ya había firmado las paces en Córdoba con Guerrita (un problema del que sus respectivos seguidores fueron más culpables que los propios espadas), y cuando este último regresa ante el exigente público madrileño, aun sin decepcionar, tampoco puede decirse que alcanzara el alto nivel de años anteriores. Al empuje del Espartero vino a unirse con fuerza en la segunda parte del abono Antonio Reverte, otro diestro sevillano con el valor como base de sus triunfos y la misma atracción popular que su citado paisano, del barrio de La Alfalfa. Así estaban las cosas cuando Rafael encaró su importante campaña de 1894, que curiosamente comenzó con dos actuaciones los días 2 y 5 de marzo en la plaza Serra do Pillar de Oporto (Portugal), acompañado del rejoneador Duarte d´Oliveira.

La temporada madrileña se abrió el siguiente día 25, con ganado de Manuel Bañuelos para Espartero, Reverte y Guerrita, quien, vestido de verde y oro, se enfrentó a Picafuerte y Lagartijo (no sería el único astado con este nombre que matase a lo largo de su carrera), actuación que le sirvió para darse buena cuenta de que había que apretarse los machos, dado que soplaban vientos de Fronda. Pero no tardaría Rafael en poner las cosas en su lugar exacto. En la primera de abono, el domingo 1 de abril (suspendida por lluvia siete días antes), con los mismos compañeros de cartel y reses de Esteban Hernández, grandes y con poder, cuajó el diestro de Córdoba una de sus tardes más completas en este coso frente a Rebollo, un colorao de cuello rizao y grandes defensas, que derrochó mansedumbre desde que asomó por la puerta de chiqueros, y a Segoviano, ejemplar de bonita lámina, con el que se lucieron en quites los tres espadas y cuya muerte brindó a la francesa duquesa de Uzés, que le correspondió con un valioso alfiler, para realizar después una brillante faena a la que puso colofón con un soberbio volapié. El público, que se había mostrado con intencionada frialdad tras rematar a su primero, no tuvo más remedio que entregársele con una ovación general, que le acompañó cuando en su jardinera enfilaba la calle de Alcalá arriba para entrar en la del Turco camino de la fonda.

Guerrita en la plaza de Sevilla trasteando a Judio de Miura

Con el grato sabor de este triunfo llegó Rafael a Sevilla para participar en la Corrida del Corpus (15/4) y en las tres de su famosa Feria abrileña, anunciado con Espartero y Emilio Torres Bombita. Los toros pertenecían a las prestigiosas divisas de Adalid, Concha y Sierra, Ybarra y Miura, y el resultado general no pudo ser más exitoso para él. Con relación al segundo de estos festejos recojo estas líneas escritas por Don Ventura  en su obra Al hilo de las tablas: “Los dos diestros [Espartero y Guerrita] estuvieron superiores de verdad contendiendo con las reses de la Viuda, que así era cómo toreros y aficionados designaban a doña Celsa Fontfrede [Vda. de Concha y Sierra](…) Aquella noche de la corrida los vendedores de periódicos voceaban éstos, repitiendo machaconamente el bordoncillo de: con lo bien que han trabajado Espartero y Guerrita”. Y añade después dicho historiador: “la gente se agolpaba como para contemplar algo extraordinario, y quien producía aquel revuelo era el célebre diestro cordobés, el cual avanzaba por la angosta vía ataviado con arreglo al puro clasicismo torero: recogido sombrero calañés, chaquetilla de terciopelo granate, rico pantalón negro de talle, botas de charol con cartera de color claro, bastón, camisa bordada y deslumbradores brillantes. ¡Qué olor a torero se esparció por la calle de las Sierpes! Al llegar Guerrita frente al Círculo de Labradores se encontró con el crítico madrileño Don Clarencio, gran partidario suyo. ¿Cómo? ¿Usted por aquí? -dijo Rafael-. A ver a ustedes y que sea enhorabuena -replicó Don Clarencio-. Rafael hizo una breve pausa, giró la mirada por aquella multitud que le asediaba y le cerraba el paso, y añadió con firmeza: “¡Aquí soy el amo!”.

El domingo 22 volvió a Madrid, donde, después de varias suspensiones por lluvia y variaciones en el cartel, se celebró la segunda corrida de abono en la que, mano a mano con Reverte por reciente percance de Espartero en Sevilla, se enfrentaron a bichos de Juan Vázquez, con romana y bravura, que a punto estuvieron de dejar  en la ruina al señor Bonilla, encargado de la cuadra de caballos de esta plaza. Tercer paseíllo en la Corte y otra lección magistral de Guerrita, esta vez ante Farolero, con el que desempeñó una gran labor con la muleta y citó hasta cuatro veces en la suerte de recibir, que fueron otras tantas ovaciones. Según Paco Media Luna (El Toreo 23/4/1894): “Nada más bonito y artístico que aquellos pases naturales haciendo girar al toro en un palmo de terreno (…) No hay que consignar que toda la faena fue exornada con unánimes salvas de aplausos, repitiéndose al caer el bicho muerto”. Siete días después nueva actuación en el mismo escenario, acompañado de Cara-ancha, que resultó herido en una pierna al banderillear, y Antonio Fuentes, alternativado por Fernando el Gallo hacía siete meses, para lidiar un encierro de José Orozco remendado con un sobrero de Conradi, que pareció raquítico comparado con aquel ya citado de Vázquez y por añadidura no dio el juego apetecido.

Manuel García El Espartero

El 3 de mayo, festividad de la Ascensión, junto a Reverte y Fuentes se las vieron con astados de Miura, muy grandes, duros y poderosos, sobre todo el cuarto, con el que tuvieron que emplearse a fondo Pegote, Zurito y Beao, ordenando el diestro que abrieran las puertas para una vez en el callejón poderle quitar al toro la mitad del palo que Pegote había enterrado en el morrillo de Enanito, que así se llamaba el miureño. De vuelta a la arena, Rafael sacó a relucir una vez más sus dotes de gran lidiador ante el público madrileño. Y según narra El Toreo (4/5/1884): “se arranca a dos palmos de la cara de su enemigo, y al volapié deja una gran estocada. El toro queda como inmóvil frente al 10, Guerrita se sienta en el estribo. El bicho le mira. Saca el matador el pañuelo, se limpia con él, y vuelve a guardarle. El toro da una vuelta y vuelve a quedarse mirando a Guerrita, que continúa sentado. Y se acuesta a sus pies besándolos casi (…) Un espectador de la grada 9 gritaba: ¡ole por el Lagartijo y el Frascuelo, todo en una pieza! Conste que la ovación fue de las que hacen época, y de las que son espontáneas”. Añadir, que a su regreso a Córdoba fue recibido en la estación del ferrocarril por una banda de música y numerosas personas que le acompañaron entusiásticamente hasta su domicilio en Plaza de Capuchinos.

Cuatro paseíllos más realizó Rafael Guerra sobre el ruedo madrileño (los días 6, 13, 17 y 20 de mayo) y en todos mantuvo en alza su bien ganado cartel de figura cumbre del toreo, llegándose a leer en la prensa expresiones como: “ya no se puede llegar más alto que ha llegado Guerrita”, o bien: “hoy día es el único torero capaz de poner en las taquillas el ansiado cartelito de no quedan localidades”. Relacionado con el tercero de ellos se produjo un leve incidente del que se han contado diferentes versiones que, más o menos, vienen a redundar en el mismo resultado final. En el mañanero apartado de los toros, propuso Guerrita la conveniencia de dejar fuera uno que desentonaba del resto por su exagerada altura y descomunal cabeza, aún dentro de un encierro que ya era grande y cornalón. El mayoral cometió la torpeza de advertirle al diestro que no debía preocuparse dado que dicho ejemplar no venía para él (conviene recordar que entonces era el ganadero quién señalaba el orden de salida de las reses a lidiar en cada corrida). Como era de esperar, la respuesta del califa fue tan rápida como contundente. Imponiendo su jerarquía exigió enfrentarse a Cocinero, que así se llamaba aquel elefante con cuernos perteneciente al ganadero colmenareño de D. Félix Gómez, quien, por cierto, fallecería veinticuatro días después. Con la maestría que era de suponer, Cocinero fue lidiado en segundo lugar y al caer fulminado de certera estocada sonaron con fuerza las palmas para el torero. De la dureza que sacaron los bichos  es prueba exponente los 49 puyazos que recibieron, por 33 caídas y 18 caballos muertos.  

Picador antes del peto para proteger las cabalgaduras

Dos corridas de toros (25 y 26 de mayo) y una novillada conformaron en Córdoba la Feria de la Virgen de la Salud de aquel año, en las que Guerrita alternó con Mazzantini, y Espartero, frente a reses de Eduardo Ybarra y de Antonio Campos (oriundas de Barrionuevo) respectivamente. Por cierto, sería la última vez que el valiente espada sevillano abandonaría una plaza vestido de luces, dado que el día siguiente caía mortalmente herido por el toro Perdigón, de Miura, en el ruedo de la Villa y Corte. El paso por nuestra ciudad del vagón en el que viajaba el cadáver de Manuel García congregó en la estación a numerosos aficionados y por encargo expreso de Rafael Guerra, ausente al torear ese día en Granada, el clero de la parroquia de San Miguel acudió para rezar un solemne responso ante los restos mortales del desgraciado torero. Continuando con la Feria cordobesa, el tiempo desapacible, que quitó brillantez al  recinto ferial, no restó público en el desaparecido coso de Los Tejares, escenario de un triunfo más de Guerrita, que fue clamorosamente aplaudido por sus paisanos, con el mismo entusiasmo que despertó cuando en la noche del viernes 25 advirtieron su presencia en la lujosa tienda (caseta) del Círculo de Amistad, lugar al que para felicitarle acudió el alcalde de la ciudad, señor Aparicio Marin, acompañado del Director General de Establecimientos Penitenciarios, el cordobés D. Antonio Barroso Castillo, que disfrutaba de las jornadas festivas en compañía de familiares y amigos.

A su mencionada actuación en Granada, siguió la de Aranjuez, el miércoles 30, donde se dieron cita numerosos aficionados desplazados desde Madrid, y a continuación las de Antequera (31/5), Barcelona y Nimes (Francia), los días 3 y 10 de junio respectivamente, antes de regresar a la capital de España para participar  el 17 de junio en la tradicional Corrida de Beneficencia, con Mazzantini, Lagartijillo (en sustitución de Reverte), Fuentes (que sufrió una extensa herida en la región lumbar derecha) y  ganado de la Marquesa Vda. de Saltillo. Según El Bachiller González de Rivera en Sol y Sombra: “el segundo saltillo, de nombre Baratero, fue bravísimo, llegó a la muleta cortando terreno y Guerra, de tórtola y oro, le toreó de un modo magistral con diecisiete pases, en cada uno de los cuales obtuvo una ovación, que aumentó al matar con una estocada algo caída recibiendo. Al sexto, Zorrillo, lo toreó con suprema elegancia, matándolo de un magnífico volapié. La segunda ovación igualó a la primera”. El jueves 21 toreó en la lisboeta plaza de Campo Pequeño y el domingo 24 en la Real de El Puerto de Santa María, recintos taurómacos con la belleza arquitectónica y reconocida importancia que en la actualidad conserva y sigue disfrutando respectivamente uno y otro. 

Guerrita entra a matar a Cocinero, de don Félix Gómez

Entre las festividades de San Juan y San Pedro vuelve a Madrid el día 27, en tarde lluviosa que no repercutió en los tendidos pese a ser además jornada laborable, esta vez para entendérselas con ganado de Adalid en compañía de Antonio Fuentes y Ricardo Torres Bombita, que confirmaba la sevillana alternativa que el año anterior le había otorgado el Espartero (única que dio este diestro) en la Feria de San Miguel. Guerrita, que tuvo que descalzarse para poderse mover con cierta seguridad sobre el barrizal en que se había convertido el ruedo, estuvo valentísimo toda la tarde, sacando a relucir su incontestable magisterio taurino, sobre todo ante Gallarete, un buey con desarrolladas defensas que mostró mansedumbre desde su aparición por la puerta de chiqueros. Según la prensa, los antiguos núñezdeprado no dieron el juego esperado y ya no tenían la pujanza frente a los caballos de cuando los presentaba D. ª Teresa. Y con doble y triunfal participación en la feria burgalesa, los días 29 y 30, ponía punto final Rafael al mes de junio.

El domingo 1 de julio se cerraba la primera temporada del abono madrileño con un cartel de extraordinario interés. Nada menos que Guerrita como único espada con seis ejemplares de Joaquín Muruve, gesta que llevaría a cabo en veinte ocasiones a lo largo de su carrera. De la expectación que el festejo había despertado es señal inequívoca el comienzo de la crónica de Paco Media Luna en el semanario El Toreo: “El delirio, el disloque, el acabóse, el colmo, todo en una pieza (…) Los billetes para presenciar la corrida de ayer se han cotizado a precios fabulosos. Asientos que en el despacho valían de ordinario dos pesetas se han pagado a seis y ocho, sin andarse con requisitos, so pena de quedarse a la luna de Valencia. Y si esto ha ocurrido con los billetes de las andanadas frente a la sombra, ¿qué precios no habrán obtenido los billetes de preferencia? La calle de Sevilla toda la mañana de ayer estuvo convertida en una segunda edición de la Bolsa, con mucha más animación que la mejor sala de contrataciones, y cotizándose en alza continua el papel, según transcurría el tiempo. A las dos era ya difícil obtener un asiento en la mezquita, porque quedaban contados, y esos a precios fabulosos. (…) A las cinco, D. Manuel Cobos Canalejas, encargado de la presidencia, dio las órdenes de comenzar. Al poco presentábase el ejército capitaneado por el gran califa Rafael Guerra «Guerrita», vestido de verde y oro, que fue saludado por la asamblea con un aplauso general”. De su continuado elogio a la redonda actuación del torero de Córdoba, destaco estas líneas: “El sexto, como queda dicho, fue un buey. Pero como una de las grandes habilidades que tiene el Guerra es convertir a la hora de la muerte bueyes carreteros en toros boyantes, tomando al manso de cerca y tapándole siempre la salida, consiguió apoderarse de él y dar fin a la faena con la mejor estocada que se clavó en toda la tarde, cayendo el bicho sin necesidad de puntilla”. 

Guerrita y su tropa torera

Con lleno a rebosar en Castellón, el 8 de julio volvió a encerrarse en solitario con seis muruves a los que despachó de otras tantas estocadas y un pinchazo recibiendo. Así resumía su labor la reseña de Arte Taurino (15/7): “Con la muleta hizo todo lo que sabe, que no es poco. Dio pases acabadísimos, imposibles de describir con la perfección con que él los ejecuta”. Cuatro días después y precedido de toda la parafernalia que allí rodea a los festejos taurómacos, lidió en Lisboa reses nacionales de Palha, que dieron un excelente juego. En cambio, no sucedió igual con cinco de los seis morlacos que el domingo 15 se jugaron en Barcelona, marcados con los hierros de Benjumea, Miura y Mazzantini, que pasaportó junto con el Gallo y Don Luis, que en dicha función conjugaba protagonismo como ganadero y torero.

Cuatro corridas compusieron la valenciana Feria de Julio (todavía no se celebraba el ciclo fallero, que con el paso del tiempo alcanzaría mayor celebridad), de las que solamente él fue máximo protagonista de todas, figurando también en la programación Bombita, Mazzantini, el diestro local Julio Aparici Fabrilo y Rafael Bejarano Torerito en sustitución de Reverte que se encontraba herido. Lo más destacado corrió a cargo de Guerrita, lucido con los toros aceptables, que salieron pocos, y mostrándose dominador con los que mansearon, que fueron mayoría. Intercalando actuación entre estos festejos viajó a Mataró el día 27, para estrenar el único coso taurino levantado en la capital del Maresme, con capacidad para ocho mil espectadores, en una nueva encerrona, ahora frente seis cornúpetos de José María de la Cámara que averiguó con sobrada solvencia. 

Aplazado a fin de que pudiese intervenir Guerrita, con lleno rebosante, teniendo que desalojar la autoridad al público que había invadido el callejón antes de comenzar el espectáculo, el jueves 2 de agosto se inauguró la tercera plaza de toros levantada en Jerez de la Frontera (las dos anteriores desaparecieron pacto de las llamas). Ni los bichos del señor marqués de Villamarta, procedentes de Juan Vázquez, ni Francisco Bonal Bonarillo, antiguo competidor suyo en novilladas matritenses que en esta ocasión alteraba con él, aportaron nada digno de ser recordado en fecha tan señalada para la afición jerezana. Consignar, si acaso, que el picador Rafael Moreno Beao pasó a la enfermería con erosiones en la cara y luxación del brazo izquierdo. Los días 4 y 5 compartió aplausos con Antonio Fuentes en la localidad murciana de Cartagena frente a sendos encierros de Saltillo y Muruve. Y el lunes 6, desilusión en Alicante al estrellarse los deseos de agradar del califa, que una vez más se anunciaba como único espada, por culpa de las nulas condiciones que salvo en varas aportaron los muruves lidiados. 

Antonio Fuentes

Rafael proseguiría su triunfal campaña con una doble participación en la Feria de Málaga. El miércoles 8 para despachar en veinte minutos un encierro de Saltillo, que representó un triunfo más para Guerrita, éxito que se vio complementado el jueves con una gran actuación, de manera especial en el toro cuya muerte brindó a su maestro y antiguo jefe Rafael Molina Lagartijo, invitado de honor en el palco de la Diputación. Extraordinaria faena, a la que Barabino ponía colofón en su reseña (El Toreo 13/8), con estas líneas: “En el quinto desarrolló arte, elegancia y maestría, entusiasmando al público de tal modo que hasta las presidentas aplaudían. Mató al bicho de una estocada muy buena, después de rascarle el testuz, llevándoselo luego a las tablas, donde se sentó, sacó el estoque y le remató con la puntilla. Ovación, oreja y música por las tres bandas que asistían a la corrida”. Testigos de excepción Mazzantini y Bombita, que completaban cartel con reses de Orozco.

Rafael Guerra en sus inicios

Tras un breve descanso a su paso por Córdoba, Rafael Guerra emprendió viaje para acometer las dos citas taurinas más importantes del norte como son los ciclos feriales de San Sebastián y Bilbao, en los que ya en aquellos años se daban cita miles de aficionados llegados de Francia. Comenzó en la desaparecida plaza guipuzcoana de Atocha (primera en España que en agosto de 1886 y bajo el reclamo de Toros de Noche anunció un festejo taurino nocturno), donde, vestido de corinto y oro, lidió ganado navarro del conde de Espoz y Mina (dueño ya en solitario de los antiguos carriquiris), junto con Luis Mazzantini, que aun habiendo nacido en Italia siempre se consideró un torero de esa tierra. Tres días después (15/8) repetirían actuación, esta vez frente a toros de la Sra. Vda. de López Navarro que colaboraron al triunfo de ambos espadas, sobresaliendo el alcanzado por el cordobés ante Donoso, del que le concedieron una oreja. Según la prensa: “Los trenes para Francia salen atestados de gente, y al partir de la estación, los franceses gritan con entusiasmo ¡viva España! ¡Viva Guerrita!”.  Quizás por no tener mucho de qué escribir en temporada estival, periódicos como El Tiempo y El Liberal se ocuparon de la comida ofrecida a Rafael Guerra a bordo del Conde de Venadito, intentando comprometer con ello a significativas personas relacionadas con el Ministerio de Marina, al punto de tener que enviar el torero una carta aclaratoria al respecto que fue publicada en el primero de los rotativos citados. 

En cuanto a Bilbao, tomó parte en las cuatro corridas programadas del 19 al 22 de agosto, abriendo actuación mano a mano con Mazzantini y ganado de Muruve al que le sobró mansedumbre. En los dos siguientes festejos alternaron ambos junto al sevillano Antonio Reverte, corriéndose la primera tarde reses de Veragua, con romana y desarrolladas defensas, que dieron un juego bastante aceptable, en tanto que en la siguiente los pupilos de Saltillo demostraron enorme poder y sacaron mucho que lidiar, mandando a la enfermería a los dos compañeros de Guerrita, motivo por el que Reverte no pudo torear el último día y Mazzantini anduvo muy mermado de facultades, cargando el califa con todo el peso de la lidia, en la que colaboró muy eficazmente y compartió palmas con él, haciendo gala de su reconocida solvencia, ese portento de la brega llamado Juan Molina, que todavía figuraba en la cuadrilla de Mazzantini para pasar el siguiente año a las órdenes del Guerra, quien a fin de cuentas sería el triunfador absoluto de la feria. Por compromiso con el empresario, su amigo José Arana, volvió de nuevo a San Sebastián el domingo 26, para estoquear saltillos en compañía de Emilio Torres Bombita, que fueron de Zalduendo el día 28 en Dax (Francia), y de González Nandín el 3 de septiembre en Valdepeñas.

ACCESO A LA SEGUNDA PARTE

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