sábado, 6 de abril de 2019

MANOLETE RECORDADO POR CARLOS ARRUZA


Manuel Rodríguez Sánchez y Carlos Ruiz Camino: Manolete y Arruza 
La revista El Ruedo, de México, publicó en el año 1964 un texto que el matador de toros Carlos Arruza dedicó a su amigo Manolete, artículo que fue reeditado en España en 1997 por la revista 6Toros6, al cumplirse el cincuenta aniversario de la muerte del torero cordobés.
Por lo mucho que significó la corta en el tiempo pero entrañable amistad entre ambos toreros, pues esta creció de verdad tras la alternativa de Agustín Parra Parrita, en Valencia en 1945, merece la pena rescatar el maravilloso testimonio del gran torero mexicano Carlos Ruiz Camino sobre su amigo Manolo, a quien siempre llamaba maestro aunque  Manolete le insistiera que no le llamara de esa forma -¡pero Carlos, por favor, no me llames maestro!-, como nos contó en una entrevista otro íntimo amigo del espada de Córdoba, Manuel Sánchez de Puerta.

MANOLETE
Por Carlos Arruza

«En el año 1944 comencé a torear por tierras de Portugal. Había puesto como única condición para presentarme en la plaza de Lisboa hacerlo al lado de Manuel Rodríguez Manolete, lo que me fue concedido un día de junio, en que Manolete, Morenito de Talavera y yo alternamos en la plaza lusitana.
Mi interés personal por conocer a Manolo era extremo. Nunca antes había tenido oportunidad de cruzar palabra con el hombre y el torero que, por ese entonces, apasionaba a los públicos taurinos. Antes de mi presentación en Lisboa, y durante veinticuatro horas, hice lo imposible por que nos presentaran. Cosa que no pudo acontecer sino en el momento mismo de iniciarse la corrida, en el patio de caballos del ruedo en Lisboa. Manolete se liaba el capotillo de paseo. Un amigo hizo las mutuas presentaciones. La forma fue seca, casi cortante. Ninguno de los dos nos estrechamos la mano. El torero de Córdoba me recibió con un tajante, duro, casi grosero: “¿Qué hay?", que de momento me molestó hondamente… Totalmente "como un perro, con la cola entre las patas", me escurrí por allí, francamente molesto.
Manolete 

Tiempo después pude comprobar que esa tajante respuesta era una consecuencia natural del temperamento austero, cortante, característico en la persona de Manolete. Pero en ese momento me produjo un mal entendimiento que causó que, durante más de un año, Manolete y yo toreáramos casi todas las tardes ¡sin dirigirnos una sola palabra, ni siquiera para las circunstancias inevitables de la lidia…!
Ese año llego a España el empresario Antonio Algara.
Su presencia vino a poner punto final al conflicto taurino. Ello favoreció más aún que Manolete y yo toreáramos con mayor frecuencia, casi siempre juntos. El continuo trato vino a convertirse más tarde en una amistad estrecha y profundamente sentida por ambos. Entonces pude comprender en toda su intensidad el valer de Manolete, como torero, como amigo, como hombre. Un sentimiento de hermandad ligó a los dos hasta la muerte de Manolo.
Recuerdo muy bien como empecé a admirar a Manolete; toreábamos Manolete, Morenito de Talavera y yo una corrida del Duque de Palmela. A Manolo le tocó un toro jabonero impresionante, fuerte y peligroso, particularmente porque en Lisboa no se acostumbra picar a los toros por prohibirlo el reglamento. Manolete citó con el estatuario y le dije a Antonio Rangel, que por ese entonces estaba en Lisboa como novillero: "Me cortó la cabeza, si se queda quieto".
Afortunadamente no lo cumplí, porque ahora estaría decapitado, ya que Manolo le dio un pase por alto increíble y lo repitió en la misma forma y manera, hasta en cinco ocasiones. Descubrí entonces el toreo dramático, estoico, su forma arrojada, el carácter por así decirlo de Manolete. Reconocí su propósito de renovar los moldes taurinos impuestos hasta entonces… 
Sevilla, 18 de abril de 1945. Pepe Luis Vázquez, Carlos Arruza y Manolete para 
lidiar una corrida de Clemente Tassara:  "La tarde de las taleguillas rotas".
Belmonte, a quién tan solo pude ver en dos o tres festivales, marcó una época en el toreo. Pero Manolete fue más adelante todavía: su estoicismo para medir, para esperar la arrancada, vino a modificar los procedimientos. La manera angustiosa de hacer su toreo influenció definitivamente a todos los toreros de esa época. Unos buenos, otros no tanto, los toreros se dieron francamente a la imitación de dichos moldes. Todos querían ejercer el dominio del toro, mandando y pasándoselo por la faja, como lo hacía Manolo. Es decir, todos estaban amanoletados. Con una excepción extraordinaria, Pepe Luis Vázquez cuyo arte quintaesenciado le impidió caer en imitaciones.
Creo que una de las razones por la que pude triunfar en España, fue precisamente por haber rehuido al amanoletamiento, valga la expresión. Me puse a pensar que la única manera de no caer en la repetición y en lo común, era llevar a cabo una especie de antítesis del toreo manoletista. Buscar y lograr mis propios métodos y procedimientos. Torear en diverso estilo al estoico de Manolete. Y las fechas se fueron ligando…
He dicho que el sentimiento más de hermandad que de amistad que me ligo con Manolete se inició tras una pausa de mal entendimiento. Al Manolete amigo, caballero y compañero, lo comencé a conocer en una paella que se nos sirvió en Valencia, después de una corrida en que recibió la alternativa Parrita.

Valencia: la paella del armisticio.
Desde el principio, y siempre que toreamos juntos, pareció que Manolete me leía el pensamiento. Sin hablarnos, sin cruzar una sola palabra durante la lidia de nuestros toros, Manolete cuidaba de los míos con un celo y vigilancia extremos. Cuidaba los detalles de la embestida, la colocación de las cuadrillas, se adentraba en la brega de mis toros como si fueran los de él. Por contraparte yo hacía a mi vez otro tanto con los toros suyos. Repito, todo sin decirnos una sola palabra, sin dirigirnos una sola indicación. Y cuando la suerte se me daba bien y cortaba orejas y rabo, Manolete mostraba su íntima satisfacción con aquella sonrisa triste, con aquella amistad silenciosa que le era característica.
Para concluir quiero relatar una anécdota elocuente por sí misma: el día de mi presentación en Madrid -fecha que es fácil suponer lo que significaba y entrañaba para mí- me encontré de momento en grave trance. Faltaban escasos tres cuartos de hora para que se iniciara la corrida y mi sastre no se presentaba con el terno que debería yo vestir esa tarde. Nos encontrábamos en el Hotel Victoria, nerviosos. El nerviosismo de Madrid y 
Traje morado y oro de Manolete. Hermandad de Jesús Caído
 de Córdoba. Foto Manuel Jáimez.

el mío propio eran tensos. Los telefonemas se sucedían ininterrumpidamente. El sastre Ripollés ofrecía llegar en unos minutos y no llegaba. Y los minutos transcurrían indetenibles. En un piso superior del Hotel se hospedaba Manolete. La situación se tornaba insoportable ya, por lo que Andrés Gago subió al piso de Manolete y solicitó prestado un terno. Ante nuestra sorpresa, regresó portando tres ternos que se nos enviaban para escoger. El rasgo de amistad no podía ser más generoso. Me estaba vistiendo yo la casaquilla de un terno morado y oro (propiedad de Manolete y con el, que ocasionalmente, iba a hacer mi presentación máxima) cuando llegó el sastre con mi terno de luces. El favor solicitado y en forma generosa correspondido, puede parecer pequeño, ¡pero que elocuente es en su significado!».



En la foto del aficionado mexicano Manolo Castilla observamos el monumento a Manolete situado en la cordobesa plaza Conde de Priego, frente a la iglesia de Santa Marina de las Aguas Santas, donde se levanta el grupo escultórico de Manuel Álvarez Laviada, inaugurado el 8 de mayo de 1956. Fue sufragado con la recaudación de la corrida monstruo celebrada el 21 de octubre de 1951, organizada por Carlos Arruza  a instancias del periodista cordobés José Luis Sánchez Garrido, que como crítico taurino firmaba con el seudónimo José Luis de Córdoba. Actuaron el rejoneador Duque de Pinohermoso y diez matadores: Rafael Vega de los Reyes Gitanillo de Triana, con un toro de José Luis de la Cova; Carlos Arruza, con uno de Felipe Bartolomé; Agustín Parra Parrita, con uno de Galache; Manuel Capetillo, con uno de Arturo Sánchez Cobaleda; José María Martorell, con uno de Alipio Pérez-Tabernero Sanchón; Jorge Medina, con uno de Leopoldo Lamamié de Clairac; Manuel Calero Calerito con uno del Conde de la Corte; Julio Aparicio, con uno de Marceliano Rodríguez; Anselmo Liceaga con uno de Juan Belmonte García, y Rafael Soria Lagartijo, con uno de Carlos Arruza.

El buen aficionado mexicano Manolo Castilla con el matador
de toros Juan Ortega en la calle de Carlos Arruza. Foto Cuevas
El Ayuntamiento de Córdoba dedicó a la memoria del torero mexicano Carlos Arruza una calle en el barrio de Santa Marina, situada entre la Plaza de la Lagunilla -donde Manolete de niño soñó con ser torero- y la Plaza Conde de Priego, donde se erige su monumento.

3 comentarios:

Unknown dijo...

Don Antonio es un honor leer todos los artículos que publica porque son extraordinarios y nos hace saber más de las anécdotas que vivieron estos monstruos del toreo,es de mucho interésy se agradece. Enhorabuena Don Antonio.

Jose Morente dijo...

Magníficos artículos, en efecto.

Un lujo leerlos

Saludos

Antonio Luis Aguilera dijo...

Muchas gracias a ambos por asomaros a esta recoleta plaza de La Lagunilla, donde Manolete soñó con ser torero, y desde la que pretendemos recordar a los nuevos aficionados lo que significó en el rumbo del toreo ligado en redondo.