viernes, 10 de agosto de 2018

EL TORO "RATÓN" SE LLAMABA "CENTELLA"

Por Antonio Luis Aguilera
Manolete y Guillermo. Óleo de Juan Cantabrana.
               En la temporada de 1942 fue desenjaulado en los corrales de la madrileña plaza de Las Ventas el novillo Centella, marcado con el número 242, de pelo negro, perteneciente al hierro portugués de Pinto Barreiros. Era hijo de la vaca del mismo nombre y del semental Interrogado, extremos que serian facilitados años más tarde por los propietarios de la ganadería, debido a que en aquellas fechas no existían documentos que registraran los datos de las reses, como hoy ocurre con los certificados de nacimiento, ni tampoco el Libro Genealógico.

              Este ejemplar acabaría siendo inquilino de los corrales madrileños cerca de dos años, pues aunque era encerrado como sobrero en algunas corridas, la puerta de su chiquero volvía a abrirse para que retornara a los cobertizos de reses previstas para la lidia. Así, Centella se hizo toro y fue acostumbrándose al lugar, tomaba las puertas cuando era requerido para  cambiar de corraleta, y acudía tranquilo a los pesebres para consumir su pienso y el destinado para otros toros, motivo por el cual fue bautizado como Ratón por el mayoral de la plaza.

Manolete y "Ratón". Portada de "El Ruedo". Foto Baldomero.
               El 6 de julio de 1944 se celebraba en Las Ventas la tradicional corrida de la Prensa y la plaza se llenó hasta el tejado para contemplar la actuación de Luis Gómez El Estudiante, Juanito Belmonte y Manuel Rodríguez Manolete, que habrían de vérselas con toros de Alipio Pérez Tabernero. A mediodía, tras la celebración del sorteo, fueron enchiquerados, por orden de lidia, Ratonero, Perdigón, Carbonero, Rabón, Costurero y Naviero. También, una vez más, Centella, que en los documentos oficiales fue reseñado con el calificativo que por glotón le había adjudicado el mayoral del coso.

Majestuosa verónica de manos bajas de Manolete
            Con cinco años cumplidos y otro nombre, Centella iba a convertirse en el toro más célebre de la ganadería de Pinto Barreiros. El público protestó la presencia de Naviero, sexto de la tarde, y el presidente señor Cartier, a quien asesoraba el matador de toros Antonio Márquez, ordenó su devolución. Llegaba la hora de la verdad para el viejo inquilino de los corrales venteños, que a pesar del tiempo permanecido en ellos y contra toda lógica embistió con celo al capote de Manolete, que lo saludó con unas  magníficas verónicas, a las que puso broche con media escultural que por majestuosa levantó el clamor de la plaza.

Manolete, símbolo de torería.
         El de Córdoba, que estrenaba un traje violeta y oro, se dirigió al tercio para brindar al público la que luego sería considerada como una de las mejores faenas de su vida. Dueño y señor de la situación ligó en un palmo de terreno una serie de cinco naturales, que por su inmensa torería cautivaron el alma de la afición más exigente del mundo. Ratón, haciendo gala de su casta y encelado por el poderoso temple del Monstruo, tomó otras dos series de cuatro naturales cosido a la tela que le obligaba a rodear la esbelta figura del torero, mientras este, erguido como una torre, parecía clavado en el ruedo.

Al natural mirando al tendido. Foto Revista El Ruedo.
En un alarde de mando sin igual, Manolete agarró el estaquillador con la mano izquierda y dejando llegar a Ratón lo toreó increíblemente despacio mientras dirigía la mirada al tendido. Era la primera vez que lo hacía en Madrid, que rendida a su proverbial toreo no daba crédito a lo que veía, una faena mágica, engarzada con indescriptible primor y elegancia, donde los pases fluían ceñidos con asombrosa lentitud. Tras unos molinetes el animal juntó las manos, el público enmudeció y el matador atacó despacio y en rectitud para enterrar la hoja del acero en el morrillo del noble toro. 

El Monstruo sale de Las Ventas a hombros de los aficionados.
            Al caer la tarde, en la calle de Alcalá nadie hablaba de las tres orejas conseguidas por Manolete, sino de la asombrosa faena que hizo a Ratón el rey de los toreros. Curiosamente, con este toro utilizó por última vez Manuel Rodríguez la espada de acero para ayudarse en la faena de muleta, pues de Madrid viajó a Pamplona, para actuar en las fiestas de san Fermín, y tuvo un accidente de circulación en las proximidades de Buitrago de Lozoya, donde todos los ocupantes del vehículo resultaron ilesos excepto él, que sufrió fractura en el dedo pulgar de su mano derecha. Desde su reaparición en la gaditana plaza de la Línea de la Concepción usaría el estoque simulado.

1 comentario:

Unknown dijo...

Muy bueno, genial, cómo todos los artículos que escribes.