sábado, 19 de mayo de 2018

EL ARTE DE CÚCHARES

Por Antonio Luis Aguilera
Curro Cúchares
El 19 de mayo se cumplen doscientos años del nacimiento de uno de los toreros más significativos del siglo XIX, Francisco Arjona HerreraCurro Cúchares”, el espada que poniéndose por montera los cánones del toreo de su tiempo, colocó a la muleta en el muelle de partida hacia un nuevo puerto, para que dejara de ser la azafata de la espada y navegara rumbo a una tauromaquia distinta, donde habría de tener su propio tercio y desarrollar una expresión artística entonces impensable.  

Placa en la calle Huertas de Madrid
Aunque se le considera sevillano, por haber residido en la ciudad hispalense desde muy temprana edad, "Curro Cúchares" nació en el número 6 de la calle Huertas de Madrid el día 19 de mayo de 1818, siendo bautizado en la Parroquia de San Sebastián. Era hijo del banderillero Manuel ArjonaCosturas”, que sin lograr gran relieve en el toreo estaba orgulloso de ser pariente de Joaquín Rodríguez "Costillares", y de María Herrera, hermana del famoso espada Francisco Herrera Rodríguez Curro Guillén”. Falleció el 4 de diciembre de 1868 en La Habana (Cuba), donde había acudido a cumplir varios contratos, víctima de la fiebre amarilla o vómito negro, siendo sus restos repatriados a Sevilla, donde recibieron sepultura en la iglesia del torerísimo barrio de San Bernardo, a los pies del Cristo de la Salud. Fue padre del matador de toros Francisco Arjona ReyesCurrito”.

      La infancia de “Curro Cúchares” transcurrió en los aledaños del matadero de Sevilla, donde su padre trabajaba de empleado. Como tantos otros aspirantes a alcanzar la gloria del toreo, allí fue donde recibió las primeras lecciones con las reses destinadas al abasto público. En 1831, contando doce años de edad, por mediación de su madre, ingresó como alumno en la efímera Escuela de Tauromaquia de la ciudad de la Giralda (1830-1834), dirigida por el histórico espada Pedro Romero, que era asistido por el chiclanero Jerónimo José Cándido, en calidad de segundo maestro, y de la que también fueron alumnos destacados  Francisco MontesPaquiro” y Manuel DomínguezDesperdicios”.

        Francisco Arjona actuó por primera vez en Madrid en 1839, como banderillero a las órdenes de Juan León. Posteriormente, en calidad de medio espada lo hizo en los años 1840 y 1841, siendo su presentación el 27 de abril de 1840, con toros de Veragua y doña Manuela de la Dehesa, junto  a Juan Pastor “El Barbero”. Como primer espada se anunció a partir de 1842. No hay constancia de que ningún toro lo hiriera de gravedad en su extensa carrera, donde destaca la rivalidad que mantuvo con José Redondo Domínguez “El Chiclanero”.  

       Entre algunos aficionados existe la creencia de que el toreo primitivo debió ser aburrido, por la economía de pases de muleta que imperaba para preparar al toro a la muerte, al ser la estocada la suerte más valorada, a la que estaba dirigida toda la lidia. Pero no debió de ser así, porque la lidia gravitaba sobre el toreo de capa, donde adquiría protagonismo el tercio de varas -aún no existían los petos-, que albergaba gran cantidad de quites de riesgo, para alejar a los toros de los picadores en peligro, de ahí el nombre de quite, y también los artísticos, donde los espadas buscaban lucirse con verónicas, navarras, tijerillas, aragonesas, recortes, galleos, saltos sobre el testuz o de la garrocha. Y por supuesto, el tercio de banderillas, donde la capa era necesaria como hoy, para mover al toro y colocarlo en suerte.

        Este es el escenario de la lidia a mediados del siglo XIX, cuando el toreo de muleta va a empezar a cobrar relieve gracias a Francisco ArjonaCurro Cúchares”, que ignorando la preceptiva de su época, se la echa a la mano derecha, de uso exclusivo para la espada, y decide “alegrar la función” realizando un trasteo primitivo, que los ortodoxos condenaron por considerarlo una profanación del arte de torear, un acto de cobardía donde el matador buscaba restar fuerza al toro para aliviarse en la suerte de recibir.

Francisco Arjona Herrera
Pero el pueblo llano, que siempre fue a los toros a emocionarse, no a pasar un mal rato como los puristas de todas las épocas, recibió con agrado la inventiva del espada que liberaba a la muleta de las normas que la encorsetaban, y decidió llamar al toreo el “arte de Cúchares”, en honor del matador que dio el primer paso, que históricamente resultaría trascendental, hacia una tauromaquia distinta. De esta forma, saltándose a la torera las normas que impedían su desarrollo, Francisco Arjona demostró que la muleta podía adquirir tanto o más protagonismo que la capa, y que su uso daría origen a nuevas suertes, que refinarían y engrandecerían el arte de torear, cambiando incluso la gravitación de la lidia del tercio de varas al de muleta, donde este trebejo iba a servir para mucho más que fijar al toro en la estocada. 

Le llamaron ventajista, marrullero y hasta títere, pero Arjona, llevando adelante su empeño de “alegrar la función”, desbrozaba el camino y hallaba un sendero lleno de posibilidades para engrandecer el arte de torear, demostrando con su iniciativa que donde antes solo cabían dos pases, luego cabrían veinte, treinta o muchos más, porque con la tela sujeta al palillo quedaba todo por descubrir. Además, para que “el arte de Cúchares” pudiera desarrollarse fue necesario un toro más bravo, que los ganaderos buscaron y encontraron.  No se equivocó, pues, el pueblo sencillo, la gente llana, cuando, ignorando a los escolásticos de su tiempo, llamó al arte del toreo con el apodo del espada a quien recordamos al cumplirse dos siglos de su nacimiento. En cuanto al origen del apodo del célebre torero, según el historiador Fernando Claramunt, parece ser que "Costuras", padre de "Cúchares", vendía cucharas de madera por las calles, y del pregón de su mercancía pudo venir el apodo que heredó el hijo.

Francisco Arjona "Currito"
También se cumple en la fecha de este natalicio, pero cuarenta y nueve años más tarde, la efeméride de la alternativa que "Curro Cúchares" otorgó a su hijo Francisco Arjona ReyesCurrito”, matador de toros que como su padre también nació en la capital del reino. El doctorado tuvo lugar en Madrid el 19 de mayo de 1867, con el toro “Serranito”, de la ganadería del Marqués de Ontiveros.

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