sábado, 5 de octubre de 2024

«MANOLETE» RECORDADO POR ANTONIO BELLÓN


Portada del libro

En 1990 fue publicado «PASEILLO DE LUCES Y SUEÑOS CALIFALES», libro del compañero en la información taurina Ángel Mendieta Baeza, crítico del «Diario Córdoba», que fue editado por Cajasur. Se trata de una amena obra que inserta entrevistas a toreros cordobeses, aunque la encabeza la realizada a D. Antonio Bellón Uriarte, quien fuera crítico taurino de la célebre revista Dígame, y acompañante de viaje de Manuel Rodríguez Manolete en la temporada de 1947: un documento desconocido para muchos aficionados, que por el interés de su testimonio sobre el inolvidable torero cordobés, por encima de otras consideraciones técnicas sobre los toreros clave en la evolución histórica del toreo, se asoma para quedarse en esta manoletista Plaza de la Lagunilla, gracias a la autorización del autor.


Ángel Mendieta entrevista a don Antonio Bellón. Foto G. Ruiz


"DON ANTONIO BELLÓN, COMPAÑERO EN EL ÚLTIMO VIAJE"

«Una de las personas que convivió más íntimamente con Manolete en su última etapa fue Antonio Bellón, crítico taurino del prestigioso semanario Dígame. Bellón acompañó en su último viaje a Manuel Rodríguez Sánchez desde Madrid a Linares. Con él vivió sus últimas preocupaciones, sus últimas alegrías, sus últimas esperanzas y sus últimos miedos. Habrá que decir que Antonio Bellón es un venerable joven de ochenta y bastantes años. Sí, decimos bien, joven, porque sus muchos años no le impiden ser un hombre con ilusión, con espíritu emprendedor.

Antonio Bellón sabe la realidad de su momento y no es ningún cascarrabias, más bien todo lo contrario. No se cree superior a nadie y sabe respetar a todo el mundo.

Antonio Bellón pasa largas temporadas en su casa de Baena, donde nos recibe con talante abierto y coloquial. Él sabe que puede enseñar mucho y no tiene inconveniente alguno en prestarse al diálogo. El tema, lógicamente, no puede ser otro que el de Manolete. Están presentes en la entrevista nuestro corresponsal en Baena, Antonio Alarcón, que lo es del “Diario Córdoba”; Paco Laguna, autor del libro Tauromaquia de Manolete y el fotógrafo J. Ruiz.

Ni que decir tiene que la conversación transcurrió en un ambiente distendido, y en el inicio de la misma nos contó que él había conocido a Manolete cuando este fue a Madrid a torear en la plaza de Tetuán de las Victorias:  “Fui a verle con mi maestro K-Hito. Lo que más nos impresionó fue su quietud. Más incluso que sus condiciones como matador… Actuó con Silverio. Nos gustó la esbeltez de Manolete, su valor sereno y su majestuosidad”.

—¿Se pudo adivinar en aquella actuación la figura que Manolete llevaba dentro? 

—No. Eso era muy difícil. El toreo es una cosa magníficamente desorganizada, pero con una organización perfecta. Y el escalafón novilleril es el cernedero para dejar atrás a los que no valen. No hubo tiempo para verle cernirse. Luego, durante la guerra fue cuando Manolete se hizo. Yo en aquella época ejercía de digno barrendero.

—¿Sabe usted si le fue a Manolete fácil su paso por el escalafón novilleril?

 —Manolete tuvo un inconveniente y es que tenía su lado a los niños más bonitos del mundo: Antonio Bienvenidael GallinoPaquito Casado y a Pepe Luis. Eran cuatro pinturas de niños vestidos de torero y, claro, a su lado Manolete era un desangelado  y un desgalichado. En la España de aquella época poco tenía que hacer.

—Usted le conoció muy de cerca. Háblenos de las cualidades humanas que descubrió en él.

Manolete tuvo un problema de timidez, aunque tuvo unas cualidades humanas estupendas. Con Manolete se daba un caso similar al de Joselito. Fueron como dos vidas paralelas. En la plaza eran fenomenales. Ambos fueron maravillosos creadores. Pero, sin embargo, en la vida particular eran unos desdichados. Los dos fueron unos enamorados de su madre y fracasaron en sus amores. Manolete, mientras se movió en el ambiente de sus amigos de Córdoba, fue como son los cordobeses. Sin embargo, cuando empezó a salir por el mundo, se dejó influir un poco por el ambiente relajado del mundillo del toro.  Pero nunca perdió su magnífico talante y su respeto por todos.

En una ocasión en que estábamos comiendo -recuerda- Domingo Ortega le dijo que le hablara de tú. Sin embargo, Manolete contestó que no, que Domingo era un maestro y que jamás le hablaría de tú. En otra ocasión me enseñó el barrio donde él vivía, Santa Marina, vimos la casa de paso y luego me llevó a una capilla —Antonio Bellón se refiere a la capilla del Colodro— en la que había dos monjitas vestidas de radiante blanco en adoración permanente al Santísimo. Manolete me dijo: “Aquí es donde yo vengo a ponerme a bien con Dios, pero no se lo digas a nadie para que no me quiten la intimidad”. Eso da idea de cuál era la forma de ser de Manolete.

—¿Le vio usted torear muchas tardes?

—Yo vi como el sesenta por ciento de las corridas que toreó.

—¿Y cuáles eran las virtudes toreras de Manolete

—Era un poco rutinario en sus costumbres. Por ejemplo, los machos se los tenía que atar Camará.  Usaba la misma camiseta, la misma montera que cuando empezaba en Los Califas. Era un hombre clásico, aunque puede que algo supersticioso. Con Camará se entendía perfectamente, dialogaban con un simple gesto cuando uno estaba en el ruedo y el otro en el burladero del callejón.  La simple mirada del torero era contestada por un gesto casi imperceptible para los que estaban allí. Manolete tenía un gran dominio de las distancias y se arrimaba a todos los toros. Mientras que los demás andaban probando, él ya estaba dando naturales.

Antonio Bellón nos dice que el toreo es hasta Belmonte y desde Belmonte y que Manolete fue el continuador del sevillano. “Tan es así que Joselito es el sumun de la perfección de todo lo que se había hecho en el toreo. Sin embargo aparece Belmonte y hace lo que no había hecho nadie. Y Manolete, a la nueva verdad del toreo de Belmonte lo que hace es darle continuidad, que a mi juicio es lo más difícil, y luego vino su cosa personal de majestuosidad. Prueba de ello es que el mismo Belmonte fue un profundo admirador de Manolete. En una ocasión, Juan me dijo que él disfrutaba viéndole torear. No olvidemos que Manolete le hacía la faena al ochenta por ciento de los toros a los que se enfrentaba. Camará lo cuidó bastante bien y, en el aspecto artístico le aconsejaba. Manolete toreaba muy bien con el capote a la espalda y daba muy buenas gaoneras y, sin embargo, Camará se las quitó. Pero le dijo que tenía que torear al natural a todos los toros, y, claro, lo que hizo fue cambiar una filigrana por una verdad inmensa”.

—¿Qué aportó Manolete al toreo?

 —Hay quien le criticó a Manolete que hiciera la misma faena a todos los toros. Y esa es una de las cosas más importantes que él hizo. Pues es dificilísimo el poder imponer la faena al toro.

A nuestra pregunta sobre los defectos artísticos de ManoleteAntonio Bellón piensa y reflexiona antes de contestar. Cuando lo hace, se expresa en los siguientes términos:  “Pues…, es muy difícil encontrar defectos en el toreo de Manolete. La verdad, yo no se los encuentro. Si acaso, podemos decir que era algo ingenuo. Le aconsejaban que, en determinadas circunstancias, se aliviara. Pero como lo que le gustaba era torear, no se aliviaba”.

—¿Qué tarde fue en la que Manolete le impresionó más?

—Son muchos los momentos importantísimos que le vi. Recuerdo aquella tarde…, la del año que toreó una sola corrida. Fue en Madrid. Alternó con Antonio Bienvenida y Luis Miguel. Era un toro que se le iba, y precisamente, en la puerta de chiqueros, dio como un librazo y dejó la muleta en el suelo. El toro se le fue unos diez o doce metros. Manolete aguantó, sin moverse, la figura un poco flexionada, impávido y con mucha gallardía, a que el toro volviera. Él sabía que el toro volvería porque le había marcado el camino. El toro reculaba un poco y se le volvía arrancar, y el tío allí.  ¡La plaza se venía abajo! Son muchos los momentos. Porque matando, eso era a diario. Era una delicia verle matar. Tenga en cuenta que Manolete ha sido el último gran matador que ha habido. 

Antonio Bellón, Ángel Mendieta, Paco Laguna y Antonio Alarcón
 Foto G. Ruiz

Sobre este aspecto en la vida torera de ManoleteAntonio Bellón nos refiere una anécdota que aconteció con motivo de una corrida de la feria de Córdoba: “Manolete había hospedado en su casa a Juan Mari Pérez Tabernero y a Juanito Belmonte que toreaban con él. Por la noche, con unos colchones que había montado a modo de toro, enseñaba a sus compañeros a entrar a matar. Mientras tanto, su madre, que era una mujer admirable, le recriminaba y en broma le decía a su hijo que eso lo aprendieran aquellos señores de otra manera”.

—¿Es cierto que adaptaron y disminuyeron el tamaño de los toros para que Manolete pudiera triunfar con ellos?

—Esa es una de las muchas pamemas que andan por ahí. Cuando salimos de la guerra el toro estaba mermado o disminuido. Pero es cierto que aquel toro no se caía tanto como el de ahora. Lo que quiere decir que tenía más fuerza. También es verdad que cuando hay un torero bueno y que interesa, es el mismo público, el que quiere que el toro sea apto para poder disfrutar viendo al torero. Cuando los toreros son malos es cuando el público, para no aburrirse, exige el toro grande.

Manolete. Foto Mateo

—De entre los compañeros que tuvo Manolete) ¿se vislumbraba alguno capaz de complicarle la vida?

—No. Todos se entregaban. Los primeros admiradores de Manolete fueron sus propios compañeros. El que más daño podía haberle hecho fue Arruza. Sin embargo, el mexicano tenía una debilidad tan grande por Manolete,  que él mismo le evitaba las cosas ajenas al toreo que le perjudicaban. Luis Miguel Dominguín preparó una batalla “política y de reportaje”. Pepe Luis, por aquello de ser sevillano…, pero no estaba dispuesto a jugársela como lo hacía Manolete.

—¿Cuánto tiempo estuvo Manolete mandando en el toreo?

—Él mandaba en la plaza todo el tiempo que estuvo toreando. Prueba de ello es que, como no tuvo competidor, el público empezó a ponérsele un poco en contra.

—¿Como fueron las relaciones entre el torero y su apoderado Camará?

—Siempre fueron admirables hasta que surgió mi tocaya Antoñita Bronchalo Lupe Sino. Con esa no pudo Camará. Llegó el momento en que Pepe tiró por la calle de enmedio. Ella intentaba desbancar a Camará y que el apoderado fuera su padre. Entonces Pepe dijo: “A mí que me ajuste Bermúdez”, que era el administrador que ellos tenían. Manolete trataba de aliviar aquella situación. También le sentó muy mal a Camará que Manolete la llevara a México.

Manolete. Foto Mateo

—¿Cómo vivió usted todo aquello?

Manolete me dijo un día que él quería que yo estuviera a su lado y que le acompañara. Yo serví, un poco, como árbitro entre el torero y el apoderado. No estuve en las últimas corridas, las de Gijón y Santander. Sin embargo, sí le acompañé de Madrid a Linares. Yo salí de la redacción de Dígame y emprendimos aquel viaje. Íbamos en el coche CamaráGuillermo, el mozo de espadas, Manolete y yo.  Cenamos en Manzanares, y, desde allí, hasta Linares trajo el coche el propio torero. Detrás durmiendo como benditos, venían Camará y Guillermo. Delante, junto al torero, iba yo.

—¿De qué hablaron durante el viaje?

—En ese viaje Manolete me dijo una de las cosas que más me emocionaron.

—¿Que fue?

 —Me dijo: “Es usted la única persona que puede hacer por mí lo que más deseo en este mundo”. Le pregunté y me contestó: “Mi madre le respeta y quiere muchísimo. Yo quiero que la lleve usted a ella a mi boda a Barcelona, donde me caso con el demonio de su tocaya. Usted no le comente nada a nadie, nada más que a ella.  Ella va con usted”.

—¿Se casaba Manolete con Lupe Sino?

—La boda estaba fijada para el 18 de octubre.

—¿En qué circunstancias llegó el torero a Linares? 

—Llegó un poco pachucho. Algo de lo que había cenado en Manzanares le debió de sentar mal y tenía la tripa suelta. Me fui a por Tanager y parece que se mejoró. Durmió bastante. Cuando volvimos del sorteo ya estaba despierto y me pidió por favor que le confeccionara la lista de las llamadas telefónicas para después de la corrida. En primer lugar puso a Bermúdez, después a su madre, que estaba en San Sebastián y en tercer lugar a la Bronchalo. Cuando yo salía de la habitación, me dijo: “Oiga, don Antonio, póngamela a ella primero”. Son cosas humanas. Luego, sin embargo, ya no dio tiempo a nada. Solamente llamamos a Bermúdez, que era el fundamental.

—¿Cómo vivió Manolete los momentos anteriores a la corrida? ¿Le preocupaba algo?

—No, en absoluto. Los Miuras no le preocupaban. Prueba de ello es que todos los años mataba una corrida de ese hierro en la feria de Sevilla. Luis Miguel tampoco le preocupaba. Manolete le gastaba bromas y él, que presumía de irónico, lo respetaba tremendamente. El padre le había dicho: “Niño, tú a este lo que tienes que hacer es darle coba porque es el que puede darte cartel”. Lo del vientre era una simple molestia de verano.

—¿Qué ambiente se vivió durante aquel día en torno a Manolete

—Por allí apareció un grupo de cordobeses, sudosos, flamencotes y tal, y le llevaron un cuadro en que se veía a Manolete toreando desnudo y con sus atributos.  Él me dijo: “Guarde usted eso, que es una guarrería”. Por cierto, ese cuadro, con el barullo del regreso, desapareció. Luego llegó Balañá, que hablaba de contratos y liquidaciones con Camará. Cuando se aproximó la hora de la corrida, el problema de la tripa estaba totalmente solucionado. Lo único que le disgustó fue el vestido de torear que le prepararon. Ese traje lo había usado una tarde en México y no había estado bien. Al Chimo le dijo: “¿Cómo es que has traído este traje? Ese traje tiene mala sombra”. Fue precisamente el traje con el que murió.

—Cuando se produjo la cornada ¿descubrieron enseguida la gravedad?

—Cuando le dieron la cornada el torero que más cerca estaba de él fue Pinturas, que me hizo una seña advirtiéndome de la gravedad. Las asistencias equivocaron el camino y yo salté al ruedo para decirles por donde era.

—¿Cómo fue la llegada a la enfermería?

En la enfermería se formó un barullo tremendo. Allí se coló todo el mundo. Tuve que enfadarme y ¡hasta maldije! para echar a toda aquella gente a la puñetera calle. Mientras le cortaban los machos para desnudarlo, tenía una cierta ansiedad respiratoria. En un momento se miró y vio como sangraba por el vientre. Aunque la hemorragia era grande, lo que él veía era relleno del vestido empapado.  Le dije: “Na, maestro, esto es empapado, ¿no lo ve usted?”. Entonces, para que no viera más, le tape la cara con un paño del bote que allí había para las operaciones. A Manolete ya se le había empezado a poner la cara verde, y es que estaba entrando en ese schock traumático que se lleva a la gente. Sin embargo me tranquilizó comprobar que se repuso de él. Procuré distraerle la atención e incluso, aunque era muy difícil, le gasté alguna broma.

—¿Se restableció el orden en la enfermería?

—Yo me hice un poco el dictador de todo aquello. Pepe Camará hablaba de traerle a Córdoba, a la Cruz Roja, pero viendo la gravedad, se decidió que lo operara en la enfermería el doctor Garrido, un magnífico cirujano que hizo todo lo que pudo y más.  Llegó Luis Miguel, que le dio la mano y lo besó en la frente. Manolete se emocionó y Luis Miguel estaba muy afectado. Luego vino el traslado al hospital, el médico le levantó el apósito, pues la ligazón que le hicieron cuando la anterior cornada no estaba muy firme. Y el apósito no dio sangre. De madrugada, cuando vino Guinea, el tono cardíaco de Manolete bajó muchísimo y empezó a fallar el corazón. Todas estas circunstancias contribuyeron a que este hombre desapareciera. Pienso que de una forma providencial, porque ahí queda su gloria. Y sobre todo en un día en que se había toreado bien». 


Paco Laguna homenajea a Manolete en Linares. Foto Framar

Recordamos especialmente el día 28 de agosto de 1987, Paco Laguna Menor, autor de la Tauromaquia de Manolete, quiso dedicar al torero su obra, depositando el primer tomo de la colección en el lugar donde Manuel Rodríguez fue herido de muerte por el toro Islero. En la foto de FRAMAR aparece don Antonio Bellón aplaudiendo al autor, rodeado de un grupo de aficionados cordobeses, entre los que figuran Pepe ToscanoCarlos ValverdeJesús Fernández, y el sacerdote salesiano don Evaristo Sánchez, que fue profesor de Manolete en el colegio salesiano de Córdoba. Nosotros, micrófono en mano, grabábamos las palabras de aquel entrañable momento.

 

Grupo de aficionados cordobeses en la plaza de Linares. Foto Framar

Posteriormente, en la puerta del patio de arrastre de la plaza de Linares, FRAMAR volvió a fotografiar el inolvidable encuentro de aficionados cordobeses que quisieron rendir homenaje a Manolete en el 40 aniversario de su muerte. En la foto del grupo figuran, entre otros: Jesús FernándezRafael TorrerasCarlos ValverdeEloy TorrerasCarlos Valverde hijo, Paco LagunaÁngel Mendieta, don Evaristo Sánchez, don Antonio BellónLuis RodríguezRafael MangasÁngel DelgadoPepe ToscanoAntonio Luis AguileraJosé Luis Rodríguez AparicioAndrés DoradoRafael de la Haba Rodríguez, y Francisco de la Haba Martínez.

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