Por Antonio Luis Aguilera
José Gómez Ortega «Joselito» |
Hace unos días, organizado por la Fundación del Toro de Lidia, se presentó en Córdoba el magnífico documental «Joselito el Gallo. El torero sabio», una producción de Canal Sur Televisión y TVE1, que una vez estrenada desapareció de la carta de ambas cadenas y no puede ser visionada. Una pena. Y un despropósito más de estos medios, que con sus cómplices silencios condenan todo lo que tenga que ver con los toros y la historia de España, tan inseparables, en prevención de las descompuestas embestidas de los antitaurinos, que de esta manera seguirán medrando ante el silencio cobarde de la mediocre clase política que gobierna las televisiones públicas.
Este excelente documental, de momento secuestrado, nos hizo reflexionar sobre la vida del genio sevillano de Gelves y las coincidencias con otro rey del toreo, el cordobés Manuel Rodríguez «Manolete».
Manuel Rodríguez Sánchez «Manolete» |
Los dos fueron hijos de toreros y quedaron huérfanos a corta edad. José Gómez Ortega era hijo del matador de toros sevillano Fernando Gómez García «El Gallo», casado con la bailaora gaditana Gabriela Ortega Feria, que falleció el 2 de agosto de 1897, cuando su hijo menor, nacido el 8 de mayo de 1895, contaba dos años de edad. Del mismo modo, Manuel Rodríguez Sánchez «Manolete», hijo del matador de toros de idéntico nombre, apellidos y apodo, casado con la albaceteña Angustias Sánchez Martínez, falleció en Córdoba en su domicilio de la calle Benito Pérez Galdós número 8 el día 4 de marzo de 1923, cuando su hijo, nacido el 4 de julio de 1917, tenía cinco años de edad. Conviene precisar que «Manolete» vivió en cuatro casas de Córdoba, aunque muchos aficionados solo conocen tres. Nació en el número 2A de la calle Conde de Torres Cabrera, de allí la familia se trasladó a la calle Benito Pérez Galdós número 8, y posteriormente, al fallecer su padre, a la Plaza de La Lagunilla, hasta que en 1942 el torero adquirió el palacete colonial de la Avenida de Cervantes.
Ambos vivieron una infancia con estrecheces económicas, las propias de las familias donde faltaba el soporte económico de un jefe abastecedor. Para los Gómez comenzaron a superarse cuando Rafael —el «Divino Calvo»—, hermano mayor de José tomó la alternativa como matador de toros y, definitivamente, cuando el benjamín de los «Gallo» ingresó en el escalafón superior para auparse vertiginosamente hasta lo más alto. Mientras, en el domicilio cordobés de la Plaza de la Lagunilla del barrio de Santa Marina, las dificultades desaparecieron cuando aquel muchacho flaco, de aspecto serio y triste, impuso en los ruedos el toreo que concebía desde su verticalidad de torre.
«Joselito» |
Tanto «Joselito» como «Manolete» fueron los amos del toreo de sus respectivas épocas y marcaron el rumbo de la Tauromaquia moderna, pues mientras que «Gallito» experimentó e incluyó en su modelo de faena habitual de muleta la ligazón en redondo de los pases naturales, concepto de toreo que habría de continuar y poner en valor con la singular belleza de su arte Manuel Jiménez «Chicuelo», que agrupando los pases en series crearía el modelo actual de faena ligada en redondo, para que años después «Manolete», que acortó las distancias con los toros para provocar las arrancadas, le otorgara continuidad al imponer el toreo ligado a la mayoría de los toros, hasta implantar definitivamente la línea de toreo gallista cuyo soporte histórico se sustenta en estos tres espadas citados. Cuidado con confundir el significado de concepto técnico con la expresión artística personal o acento de cada torero, que ahí es donde radica la confusión de los partidarios de Belmonte.
«Manolete» |
A ninguno de los dos dejaron que fueran felices en sus relaciones sentimentales, pues mientras que «Joselito», enamorado de Guadalupe de Pablo Romero, tuvo que sufrir el rechazo del padre de esta y célebre ganadero, quien en los inicios del espada decía quererle como a un hijo, después, al ver que un gitano —Gabriela Ortega, la madre del torero lo era— pretendía casarse con su hija se opuso rotundamente al enlace. Según parece, finalmente y con la condición de que el espada dejara el toreo, estuvo dispuesto a consentir el enlace que ya no llegaría porque un toro se cruzó en la toledana plaza de Talavera de la Reina. Por otra parte «Manolete», aunque en los difíciles años de censura franquista tuvo valor para ponerse el mundo por montera y vivir desde 1943 con su novia en Madrid, sufrió la irracional y cruel oposición de su madre, que nunca consintió que formalizara su noviazgo con la famosa actriz de cine Antonia Bronchalo Lopesino «Lupe Sino», boda que según confesó el torero al periodista de Diario «Pueblo» don Antonio Bellón, cuando en la madrugada del 28 de agosto de 1947 conducía su propio vehículo desde Manzanares a Linares, se iba a celebrar en Barcelona el 18 de octubre, con o sin el consentimiento de doña Angustias, sin imaginar que por la tarde un toro de Miura pondría el final a su vida en el coso de Santa Margarita de la localidad andaluza. «Bailaor» e «Islero», los toros de tan triste final, cargaron con las culpas inconfesables de quienes hicieron la vida imposible a estos toreros.
Gregorio Corrochano, crítico taurino de ABC |
«Joselito» y «Manolete» recibieron un trato despiadado de Gregorio Corrochano, crítico taurino del Diario ABC. La relación entre el crítico del periódico más influyente de España y el torero sevillano, que confesó haberle hecho muchos favores y se trataba de una persona insaciable, fue especialmente tensa desde que se llevó a cabo la construcción de la plaza de toros monumental en la capital hispalense. A «Joselito» le quitaba el sueño un acoso que consideraba cruel e injusto, mientras que desde su pedestal Gregorio Corrochano no tuvo el menor reparo en hacerle el mayor daño posible atacando por todos los frentes, incluidos los que trascendían de sus actuaciones en los ruedos, como insinuar la manipulación fraudulenta de los pitones de los toros en el cajón de curas del embarcadero ferroviario de «Los Merinales», o airear la tristeza de José por las dificultades que encontraba para formalizar su relación con Guadalupe de Pablo Romero.
Tratando de poner fin a tan áspera e insostenible relación, el matador de toros Ignacio Sánchez Mejías, cuñado de «Joselito», mediaría para propiciar el acercamiento y firmar un armisticio entre el crítico y el espada, encuentro que sería conocido como el «Pacto de la Estrecha», por haberse celebrado en el restaurante de este nombre ubicado en la calle Mayor de Madrid, donde en un almuerzo José llegó a tocar el punto débil del crítico, es decir, acceder a lo que le pedía en ese momento, que era actuar por 5.000 pesetas —la mitad de los honorarios que cobraba por corrida— en la fatídica tarde del 16 de mayo de 1920 en Talavera de la Reina, localidad natal del crítico, en el festejo organizado por la propia familia del cronista de ABC, donde finalmente hallaría la muerte en las astas del burriciego "Bailaor", de la ganadería de la Viuda de Ortega, que era doña María Josefa Corrochano, tía de don Gregorio, en la corrida que organizaba su hijo Venancio, propietario de la plaza.
«Manolete» |
Del mismo modo, «Manolete» no recibió mejor trato de don Gregorio. Narraba Guillermo Sureda que a su regreso a España en 1947, temporada que por voluntad propia no comenzaría hasta el 22 de junio en Barcelona, Manuel Rodríguez acudió como espectador a la corrida de Miura de la feria de Sevilla. En la crítica firmada por Corrochano en ABC pudo leerse: «Gitanillo de Triana» brindó a «Manolete», que estaba en un tendido. Desde lejos no se veía bien si brindaba a un torero o a un banquero. Realmente no es solo el indumento el que favorece en este caso la confusión, contribuye también que cuesta trabajo creer que en la feria de Sevilla, y particularmente en la corrida de Miura, el que es en la actualidad el primer torero de España está viendo toros desde la barrera».
Sigue el relato de Guillermo Sureda: «Pero, en esta misma corrida Pepe Luis le brinda un toro a Rafael el Gallo, y Corrochano dice: “Cuando se levantó Rafael el Gallo al brindarle Pepe Luis Vázquez, toda la plaza vio que se levantaba un torero… Pepe Luis le llamó maestro y el maestro se puso en pie. Pepe Luis le dijo que sentía que por su edad estuviera en el tendido, porque tenía la seguridad de que con diez años menos estaría Rafael el Gallo en el ruedo con ellos, sin conformarse con verlos torear”. Marcial Lalanda estaba en el callejón, zona intermedia entre el público y los toreros. Se advertía marejadilla taurina... ¿Se puede aplaudir igual al torero que está en el tendido porque no puede ya torear que al que está en el tendido por qué no quiere torear?».
«Joselito» |
José Gómez Ortega y Manuel Rodríguez Sánchez —que había dado orden a su apoderado José Flores «Camará» para que no le firmara ninguna corrida en la plaza de Talavera de la Reina— fueron víctimas del toro y, curiosamente, ambos resultaron corneados mortalmente por el quinto de la tarde —para que digan que «no hay quinto malo»—. El destino quiso que fuera el orden de lidia que habría de corresponder en el sorteo a “Bailaor” e “Islero”.
La última coincidencia y la breve pero magnífica reflexión final que relatamos vienen de la pluma del grandioso historiador «José Alameda»: «los dos cubrieron ocho temporadas cada uno. «Gallito», de 1912 a 1920; «Manolete», de 1939 a 1947. Meses más, meses menos, pues la temporada de la alternativa y la de la muerte son en ambos incompletas. Corto tiempo para tan honda huella».
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2 comentarios:
Mi querido gran amigo Antonio: ante este elocuente y doctoral escrito tuyo, sólo puedo callar de admiración; releer una y otra vez. Gracias
Amigo Antonio. Cuesta creer que puedan seguir ocurriendo hechos como el que denuncias en el artículo que nos regaladas hoy. Ojalá tu denuncia tenga eco en los medios de comunicación y, aunque lo dudo, se les caiga la cara de vergüenza a los responsables de este atropello. Me encanta como recoges la historia del mundo del toro en tus artículos, y como a los neófitos, entre los que me encuentro, nos ayuda a adentrarnos en el apasionante arte de la tauromaquia. Enhorabuena y gracias
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