viernes, 11 de noviembre de 2022

AQUELLOS FESTIVALES BENÉFICOS

Por Antonio Luis Aguilera

Plaza de toros de Córdoba. Foto «Lances de Futuro»

Con el paso de los años se van perdiendo tradiciones que no hace mucho tiempo tuvieron especial relevancia, como aquellos festivales benéficos que propiciaban el generoso encuentro en el ruedo de espadas retirados con otros en activo, para lidiar una res —toro o novillo— a favor de los necesitados, cita que habitualmente tenía lugar al inicio o conclusión de la temporada. Siempre fue atractivo volver a ver en la arena a toreros de grato recuerdo en su paso por el toreo, que además los aficionados jóvenes no alcanzaron a ver en activo, compartiendo cartel con las figuras de hoy por una buena causa, reservando el último lugar del festejo para algún novillero que viniera destacando.

Desde su inauguración el 9 de mayo de 1965, en la plaza de Córdoba se han celebrado festivales taurinos durante 37 años para atender diversas causas, como campañas navideñas o de invierno para los pobres, a favor de cofradías de la Semana Santa, residencias de ancianos, asociaciones de padres con hijos disminuidos, Escuela Taurina del Círculo Taurino, viudas de mozos de espadas, obras de restauración de monumentos, Regimiento de Artillería, o asociación de Lucha contra el Cáncer, festejo que durante veinte años ha sido tradicional para inaugurar la temporada en la plaza de Ciudad Jardín. Por el contrario, durante 20 años (1970, 1971, 1973, 1974, 1975, 1976, 1980, 1983, 1984, 1986, 1991, 1993, 2001, 2015, 2018, 2019, 2020, 2021 y 2022), las puertas del recinto taurino han permanecido cerradas para este tipo de espectáculos benéficos.

Festival en la plaza de «Los Califas». Foto: FIT

Repasando nuestros archivos observamos la amplia relación de espadas que se han anunciado en festivales. Estos son los diez que en más veces lo han hecho: 1º: Juan Serrano «Finito de Córdoba» (16 actuaciones, 16 reses, 20 orejas, 1 rabo). 2º: Gabriel de la Haba «Zurito» (12 actuaciones, 17 reses, 24 orejas, 5 rabos). 3º: Enrique Ponce (12 actuaciones, 12 reses, 10 orejas). 4º: José Luis Moreno (8 actuaciones, 8 reses, 11 orejas). 5º: Manuel Cano «El Pireo» (7 actuaciones, 10 reses, 10 orejas, 2 rabos). 6º: Rafael González «Chiquilín» (7 actuaciones, 7 reses, 8 orejas). 7º: Manuel Díaz «El Cordobés» (7 actuaciones, 7 reses, 7 orejas). 8º: Manuel Benítez «El Cordobés» (5 actuaciones, 10 reses, 16 orejas, 2 rabos). 9º: David Fandila «El Fandi» (5 actuaciones, 5 reses, 7 orejas). 10º: «Jesulín de Ubrique» (5 actuaciones, 5 reses, 7 orejas).

Del mismo modo, en la extensa nómina de ganaderías que lidiaron sus ejemplares, estas son las diez que más reses han jugado: 1ª: Torrestrella (29 reses, 32 orejas, 2 rabos). 2ª: Ramón Sánchez (16 reses, 12 orejas, 2 rabos, 1 vueltas al ruedo). 3ª: Núñez del Cuvillo (14 reses, 15 orejas, 1 rabo, 1 vuelta al ruedo). 4ª: Francisca Marín (12 reses, 13 orejas, 1 rabo). 5ª: Zalduendo (12 reses, 9 orejas). 6ª: Manuel Benítez Pérez (11 reses, 12 orejas, 1 rabo). 7ª: Buenavista (11 reses, 7 orejas, 1 vuelta al ruedo). 8ª: Sayalero y Bandrés (10 reses, 11 orejas). 9ª: José Luis Marca (10 reses, 6 orejas). 10ª: Salvador Guardiola Fantoni (8 reses, 12 orejas, 2 rabos, 1 vueltas al ruedo).

 «El Pireo» recibe la alternativa de Antonio Bienvenida en
presencia de «Zurito» (26/9/1964). Fotografía Framar

Entre los muchos recuerdos agradables que guardamos de los festivales celebrados en la plaza califal —vistiendo pantalón corto alcanzamos a ver otros en «Los Tejares», con el aliciente de asistir el día anterior al desencajonamiento público de las reses—, por razones de espacio queremos elegir tres que por su huella destacan en nuestra memoria. El primero fue el celebrado el 18 de marzo de 1978 a beneficio de la Escuela de Tauromaquia del Círculo Taurino de Córdoba. Aquella tarde la plaza se llenó para ver un festejo que anunciaba la suelta de siete ejemplares —uno para rejones y seis para lidia a pie—, pero conforme avanzaba el espectáculo la emoción de la tarde fue creciendo debido a un sano pique entre los tres espadas actuantes, y también se lidiaron tres sobreros. El cartel anunciaba un novillo toro para rejones de la ganadería de don Ramón Sánchez y seis de don Francisco Galache para lidia ordinaria, de los que se jugaron solo cinco, y a los que se sumaron cuatro ejemplares de regalo del ganadero don Manuel Benítez Pérez (4º, 7º,8º y 9º). 

El rejoneador Álvaro Domecq Romero cortó dos orejas; en cuanto a los espadas, el balance fue el siguiente: Manuel Benítez «El Cordobés» oreja, dos orejas y rabo y dos orejas; Gabriel de la Haba «Zurito» dos orejas, vuelta al ruedo  y dos orejas; y Manuel Cano «El Pireo», oreja, ovación y dos orejas. Maravillosa la tarde ofrecida por los tres grandes espadas cordobeses, donde la locomotora Benítez mostró una vez más el inmenso poderío con el que remolcó el toreo de su tiempo, haciendo disfrutar al público en los tres novillos que mató, al pisar esos terrenos inverosímiles donde se colocaba para exhibir el excelente trazo de su toreo en redondo de manos bajas. «Zurito» mostró la seriedad de un toreo muy de Córdoba, seco, sin fantasía pero de una entrega y pureza irrefutables, volviendo a destacar poderosamente en el uso de la espada y la belleza de la suerte suprema, donde sin duda ha sido de los mejores matadores cordobeses. Y «El Pireo», como cuando vestía el traje de luces, volvió a enloquecer con sus finas maneras a esas legiones de partidarios que tuvo durante la hegemonia cordobesista, debido a la gracia y fino trazo de su artístico toreo. Al final la puerta grande se abría para homenajear con la salida a a hombros a tres grandes exponentes de la torería cordobesa de los años sesenta.

Ejemplar de don Ramón Sánchez. Foto Arse y Aazpi

También rememoramos la emoción que embargó al público en el festival celebrado el sábado 26 de octubre de 1985, a beneficio de la restauración de la imagen del Sagrado Corazón de Jesús que preside las Ermitas de la sierra cordobesa, que había sido seriamente dañada, por segunda vez e idéntico motivo, por la caída de un rayo. Aquella agradable tarde, con menos público del esperado, el aforo solo se cubrió algo más de la mitad, hicieron el paseíllo las cuadrillas encabezadas por los espadas Pedro Martínez «Pedrés», que cortó una oreja a un ejemplar de su ganadería; Antonio Chenel «Antoñete», que cortó las dos a un utrero de Aldeanueva tras exhibir una hermosa y magistral actuación; Diego Puerta, que paseó una de un ejemplar de su divisa; Gabriel de la Haba «Zurito», que cortó un apéndice a un utrero de Belén Ordóñez; Manuel Díaz «Manolo» —aún no se apodaba «El Cordobés»—, que cortó una a otro novillo de Belén Ordóñez; Fernando Cepeda, que paseó una del ejemplar de Carmen Villadiego; y el ganadero Ramón Sánchez Recio, que actuó en último lugar y cortó la oreja a un toro de su ganadería que sería el gran protagonista de la tarde.

Como hemos dicho, la afición vibró de emoción con la excepcional bravura del toro de don Ramón Sánchez. Fue tan bravo que durante la faena de muleta el público se puso en pie solicitando insistentemente su indulto, que desgraciadamente no fue concedido por el presidente don Antonio Aroca Guerrero, asesorado en el palco por el veterinario don José María Urbano Molina y el matador de toros Alfonso González «Chiquilín», al no estar entonces contemplado en el reglamento taurino de 1962. Una lástima, porque difícil será olvidar entre los grandes toros lidiados en la historia de la nueva plaza, a ese extraordinario cinqueño, de nombre “Delicioso”, número 92, de capa negra, que por terciado de trapío se había quedado en el campo, y para la ocasión fue lidiado por el propio ganadero Ramón Sánchez Recio, que en una sobria actuación campera quiso enseñar las cualidades de un animal que se fijó pronto y con clase en el capote, repitiendo y exigiendo compromiso a su lidiador, que en un descuido fue tropezado y terminó con las calzonas rotas. En el tercio de varas, bien colocado en suerte y graduando la dificultad de menos a más, el encastado «arranz» se arrancó con prontitud, galopando con fijeza y descolgado para entregarse en tres varas metiendo la cara abajo, con los dos pitones y apretando con los riñones a la cabalgadura que montaba el gran picador y jinete Ambrosio Martín. La tercera vara fue inolvidable, con la gente de pie viviendo una emoción indescriptible. Ramón colocó al bravísimo ejemplar en la boca de riego de la plaza mientras Ambrosio se hizo ver levantando el palo y moviendo el caballo; entonces, desde tan distante lugar, el animal se arrancó al cite con alegría de la forma que solo lo hacen los toros bravos de verdad, para ser señalado por su extraordinario comportamiento. En la faena continuó mostrando sus virtudes permitiendo al lidiador correr la mano a gusto por ambos pitones. Tras su muerte, el inolvidable Delicioso, que por bravura hizo honor a su nombre, fue premiado con una lenta y apoteósica vuelta al ruedo. 

Manuel Benítez «El Cordobés» toreó así de bien con 78 años.

Y el tercer festival que rememoramos tuvo lugar el 5 de abril de 2014, que se celebró la vigésima edición del organizado a favor de la Asociación contra el Cáncer en Córdoba. Con tres cuartos del aforo cubierto, se lidió un ejemplar de Bohórquez para rejones, que fue lidiado por el propio Fermín Bohórquez y cortó una oreja. En lidia ordinaria se corrió un utrero de Garcigrande (1º) para Manuel Benítez «El Cordobés», que cortó las dos orejas; y cuatro de Fuente Ymbro para «Finito de Córdoba», que cortó una oreja; José Luis Torres —que sustituyó a Enrique Ponce— y paseó otro apéndice; Julio Benítez «El Cordobés», que cortó dos orejas; y el novillero «Israel de Córdoba», que también cortó dos orejas.

El magistral toreo al natural del veterano Benítez

Cuando se anunció este festejo algunos aficionados no daban crédito a que «El Cordobés», que contaba 78 años de edad, lidiara un utrero. Sin embargo, a la hora de la verdad, allí estaba el gran mandón del toreo, posiblemente la figura con más poder de convocatoria de toda la historia del toreo, para demostrar con la muleta en ambas manos porqué fue quien fue en la fiesta de los toros. Bien colocado, citó, bajó las manos, y embraguetado llevó con temple hacia atrás las bravas embestidas del utrero de Garcigrande, para vaciarlo con un poderoso toque de muñeca y, sin enmendar su terreno, presentarle nuevamente la muleta y encadenar los muletazos. Eso solo puede hacerlo un genio del toreo como Manuel Benítez Pérez, que a pesar de sus años no tuvo reparos en anunciarse y jugársela para poner, una vez más, su granito de arena en una buena causa. Al final del festejo el «Califa» abandonó su plaza a hombros de sus compañeros por la puerta grande, mientras los aficionados a la salida formaban corrillos para comentar la inolvidable tarde de toros ofrecida por un torero irrepetible: Manuel Benítez «El Cordobés».

1 comentario:

Andrés Osado dijo...

Tienes, "pa tó" amigo Antonio. Me ha encantado
Un abrazo