miércoles, 29 de mayo de 2024

LOS DONANTES DE SANGRE DE «MANOLETE»

Por Antonio Luis Aguilera

 

«Manolete» entrando a matar a «Islero». Foto Francisco Cano.
Cortesía de la revista «Aplausos»

Al conmemorarse este año el 200 aniversario de la fundación del Cuerpo Nacional de Policía, vamos a recordar un importante hecho donde fue protagonista uno de estos servidores públicos, que manifiesta el ejemplar altruismo y entrega de sus agentes a la ciudadanía. Ocurrió en Linares la tarde del 28 de agosto de 1947, antesala de la larga y agónica madrugada del inolvidable torero Manuel Rodríguez «Manolete», donde sabemos que no faltaron protagonistas que manejaron con mano de hierro la dramática situación, esa que luego contaron a su antojo, después de haber controlado el duelo con un desprecio y frialdad inhumanos, lo que no merecía el hombre que agonizaba desconociendo que en una habitación cercana a la suya habían escondido a «Lupe Sino», su pareja de hecho, la mujer que amaba, con la que convivía desde 1943, a la que no dejaron entrar para acompañarlo en sus últimas horas. Como hemos escrito otras ocasiones, el toro Islero pasaba por allí, y arrebatándole la vida cargó con muchas culpas inconfesables de lo que era una muerte anunciada.

Pero desde que Islero y «Manolete» se encontraron a muerte en la última suerte suprema del formidable estoqueador cordobés, hubo otros personajes menos conocidos y llenos de humanidad, que sin afán de protagonismo ni ánimo de pasar a la historia con ninguna etiqueta afectiva, en todo momento estuvieron dispuestos a colaborar en lo que fuera necesario para recuperar al torero, a quien al caer aquella tarde de corrida se le escapaba la vida por la tremenda hemorragia que le produjo la cornada del toro número 21, negro entrepelado y bragado de Miura. Fueron sus donantes de sangre.

Juan Sánchez Calle. Foto Cano

El primero fue Juan Sánchez Calle, cabo de la Policía, que conocía al matador de toros desde que juntos sirvieron como artilleros en el destacamento de El Carpio (Córdoba), y que antes del paseíllo se fotografió con el torero en la puerta de cuadrillas. Después vio la corrida desde el callejón y en tan privilegiado como cercano lugar pudo observar la cornada a pocos metros de donde el torero se perfiló para entrar a matar. Tras el percance acudió con el herido a la enfermería, donde los médicos pidieron inminentemente sangre al ver la hemorragia. Juan Sánchez se ofreció y fue elegido. Despojándose de la guerrera y remangándose la camisa, ocupó una silla junto a la mesa de operaciones para que los médicos practicaran,  de su brazo al del torero, la primera transfusión. 

Al llegar la noche, trasladado el herido al Hospital de los Marqueses de Linares, la severa debilidad obligaba a volver a operar y transfundir nuevamente. En esta ocasión, el segundo y último donante elegido fue el matador de toros de La Carolina (Jaén) Pablo Sabio González «Parrao», que a mediodía en el Hotel Cervantes había conversado con su compañero sobre la maravillosa experiencia vivida en México, el país cuya afición adoraba a «Manolete» tanto como el torero amaba a esa nación, a la que llevaba en el alma por el cariño y la admiración tan grande que su afición le hizo sentir. En principio «Parrao» pensaba que su sangre no sería útil, pero analizada por la farmacéutica de Linares y transfusora doña María Luisa López Jiménez, se comprobó que era del grupo universal, la idónea para auxiliar a su compañero. 

Así lo recordaba Pablo González en el libro «Vida y tragedia de Manolete», escrito por Filiberto Mira y publicado en 1984 por la revista «Aplausos»: 

Pablo González «Parrao» junto al cadáver de «Manolete».
Foto Francisco Cano. Cortesía de la revista «Aplausos»

—«Pasé al quirófano donde estaban operándole. Me sacaron los primeros 350 centímetros cúbicos de sangre, y vi perfectamente lo bien que reaccionó «Manolete» cuando se los pusieron. Serían las diez y pico de la noche, y lo seguían operando. Después hice otras dos donaciones. Fueron tres en total y todas en el hospital. 

Me pusieron en una habitación, junto a la de «Manolete». Me dieron ponche con yemas bebidas. Vendaron a Manolo y lo pusieron en una habitación; que como digo estaba junto a la que yo ocupaba.

Había pasado una hora después de esa primera transfusión; cuando me volvieron a sacar otros 350 c.c. de sangre. Yo vi cómo se la pusieron a «Manolete»; que conmigo no habló. Volví a darme cuenta que mi sangre le reanimaba.

Un par de horas después -ya de madrugada- por tercera vez me extrajeron 350 c.c. de sangre. Esta tercera no se la vi poner a «Manolete». Entré en su cuarto, y noté que quiso decirme algo, estaba muy débil. Me miró de una forma especial, como queriéndome dar las gracias». 

La farmacéutica doña María Luisa López Jiménez sujeta
el instrumento que sirvió para hacer las transfusiones.
Foto Francisco Cano. Cortesía de la revista «Aplausos»

En declaraciones para el libro citado, la farmacéutica doña María Luisa López Jiménez afirmaba: «Preparé tres transfusiones para «Manolete». Se le aplicaron un total de 1.750 c.c. entre sangre y compuestos. Toda la sangre que preparada por mí y se le puso a «Manolete» en el hospital fue universal y la donó «Parrao». Personalmente, fue al único que se la extraje. «Parrao» estuvo hecho un héroe. Ya que dijo que no le importaba quedarse sin sangre con tal de salvar la vida de «Manolete».

El desenlace de aquel drama resulta conocido por los aficionados. En la bochornosa madrugada de las postrimerías de agosto los doctores don Fernando Garrido Arboleda, don Julio Corzo López y don Manuel Tamames mostraron su disconformidad con el criterio mantenido por don Luis Jiménez Guinea, partidario de una nueva transfusión. Le argumentaron que en la operación hospitalaria al torero tuvieron que suspender la segunda transfusión por dolor en los riñones, lo que consideraban signo de rechazo. Pero el cirujano llegado expresamente desde Madrid la consideró idónea y ordenó una nueva transfusión al herido, que este volvió a rechazar momentos antes de su muerte. La polémica de la última transfusión continúa a pesar de los años transcurridos.

La última sonrisa de «Manolete» obligado a
saludar por el público de Linares tras el paseíllo
la tarde del 28-8-1947. Foto Francisco Cano.

Sin embargo, el propósito de estas líneas es recordar y homenajear el altruismo de los dos donantes de sangre que tuvo el torero cordobés Manuel Rodríguez Sánchez, cuyos nombres suelen ignorarse en muchos de los reportajes escritos y documentales grabados sobre la fatídica tarde-noche de Linares. Por eso queremos recordar a esos personajes tan humanos que fueron el cabo de la Policía Juan Sánchez Calle y el matador de toros Pablo S. González «Parrao», que generosamente, ofreciendo su propia sangre, hicieron todo lo que estuvo en sus manos por salvar la vida de «Manolete».

martes, 21 de mayo de 2024

DESDE EL TENDIDO 4

Por Antonio Luis Aguilera

La juventud saca a hombros a Roca Rey. Foto José Luis Cuevas.

Terminó la feria de Córdoba. Posiblemente la más extraña que desde 1965 se ha celebrado en la historia de la plaza califal. Una corrida de toros, otra anunciada como mixta, que parecía un festival pero cobrado a precio de corrida, y una novillada «mano a mano» que no era tal, porque carecía del fervor y demanda de la afición. Todo se anunció a lo grande, con una gala celebrada en el Gran Teatro de Córdoba como si se anunciara una de las ferias de once festejos que se celebraban en «Los Califas» en los años noventa. Y todo terminó en una gran decepción para los aficionados cordobeses, esos que ahora son menos que nunca, pero no son imbéciles, los que abandonaron la plaza cabreados, preguntándose donde está el filtro de la autoridad gubernativa para cumplir el reglamento y evitar que en un coso de primera categoría se lidien encierros propios de Andújar, Écija, Lucena o cualquier plaza de tercera.

En cuanto a la asistencia de público: media plaza para la novillada, otra media para el «festival» o mixta «XL», y tres cuartos para la corrida programada, aforos que considerando las 13900 localidades del coso y los precios de taquilla habrán permitido salvar con éxito el presupuesto de la miniferia. Destacar en lo positivo, como puede observarse en la fotografía de José Luis Cuevas, la gran afluencia de público joven.

La novillada no tuvo historia y el supuestamente reñido «mano a mano» quedó en nada. Si  en algo compitieron Manuel Román y Marco Pérez fue en torear sin ponerse, citando por fuera y abusando del pico para torear en oblicuo, desplazando las embestidas de un encierro noble y manejable de Jandilla que exigía algo más de compromiso.

En el «festival», el rejoneador Diego Ventura intercaló un poco de todo, a modo de menú de degustación, sin que su actuación alcanzara el grado de toreo ecuestre de otras tardes. Morante, con un lote manso de Román Sorando, evidenció su escaso compromiso, y el novillero Manuel Román, con utreros de El Parralejo, estuvo francamente bien con su primer oponente, con el que demostró que sabe torear de verdad, pues se colocó, lo enganchó y lo llevó hacía atrás en templados y hermosos muletazos —los mejores que ha dado en sus actuaciones en Córdoba—, mientras que con el segundo, más exigente, la cosa no pasó de intentos.  

La corrida programada fue la que congregó más público. El cartel interesaba y la gente evidenció que acude a lo bueno. Lástima que para la ocasión la empresa hubiera adquirido una impresentable corrida de Domingo Hernández, un encierro impropio para una plaza de primera, que en ningún momento debió superar el reconocimiento veterinario. Morante, que repitió actuación sustituyendo al lesionado Manzanares, demostró que había venido a cobrar; Juan Ortega dibujó los momentos más templados y toreros de la tarde; y Roca Rey, fue el triunfador y se marchó a hombros por la puerta grande tras cortar tres orejas, en una tarde con el fervor popular de su lado, donde hubo más toreo de efectos especiales, desplazando las embestidas hacia afuera, que de ese otro embraguetado de manos bajas y poderosos muletazos con el que ha conquistado a las aficiones más exigentes. Sería que la fácil y ruidosa plaza cordobesa invitaba al alivio.

Por lo demás, apuntar una mala organización en el acceso y evacuación de la plaza, donde por ajuste de presupuesto en porteros no se abrieron todas las alas de las puertas y se formaron largas colas para entrar y salir; una banda de música sin criterio, que tocaba a demanda para amenizar y desesperar; un callejón atestado de «beneficencia», y escasos momentos taurinos para recordar. Una feria sin historia, de las más decepcionantes en la presentación del ganado que se recuerdan en la plaza, donde si algo ha quedado de manifiesto es que Córdoba, con permiso de la autoridad competente, se ha convertido en un auténtico «coladero».

 

jueves, 16 de mayo de 2024

ANIVERSARIO DE «JOSELITO»


José Gómez Ortega Joselito 
Por Antonio Luis Aguilera

Hoy se cumplen 104 años de la muerte de «Joselito» en la plaza de Talavera de la Reina. Nuestro recuerdo para el grandioso torero que no solo llevó a su cenit el toreo del siglo anterior, siendo comparado por intuición, sabiduría, poder e inmensa torería con el genial «Guerrita». Al último rey del siglo XIX lo heredaría el menor de los «Gallo», que además desbrozaría en su reinado el camino que conducía al toreo moderno. 
Fue José Gómez Ortega quien con la muleta en la mano izquierda ejecutó el pase natural obligando al toro a desviar su trayectoria, sujetándolo para obligarlo a ir hacia el terreno de adentro, y colocar de esta forma la primera piedra en la técnica de la ligazón. «Joselito» fue el gran maestro que enseñó a ligar los pases naturales, con un toreo experimental que incluyó en su modelo de faena de muleta, el que tras su muerte rescataría y refinaría con la gracia de su arte Manuel Jiménez «Chicuelo», y que continuaría en manos de Manuel Rodríguez «Manolete» para ser consagrado de forma definitiva como el canon del toreo moderno. 
En homenaje al inolvidable torero de Gelves insertamos el enlace al magnífico documental titulado «Joselito, el torero sabio», que desde el pasado día 13 puede verse en Canal Sur y le invitamos a profundizar en la grandeza histórica del torero sevillano, que como podrán comprobar fue un genio irrepetible para la Fiesta de los toros.